En el pasado dedicamos una breve entrada a la virtud de la prudencia. No es del caso repetir ahora lo que ya dijimos sobre la función de esta virtud en el preguntar a la realidad de lo concreto, escuchar su respuesta y seguir lo que nos ha respondido.
Una tradición que se inicia con los consejos del Señor en el Evangelio da cuenta de la necesidad de la prudencia pastoral en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Para no irnos tan atrás en el tiempo, veamos una muestra de lo que se decía a los curas del siglo XIX:
“Un paso falso que se dé, una reprensión, una palabra menos discreta, basta para perder el fruto de muchísimos años; un celo precipitado, un consejo desacertado, puede volver estériles los mayores trabajos, é inútil la mas fructuosa misión. ¿Qué prudencia pues no es necesaria en el púlpito y en el confesonario, en las conversaciones particulares, y en toda nuestra conducta pública y privada, para que todos cuantos nos están día y noche acechando y espiando, dentro y fuera de casa, no encuentren de qué agarrarse para desacreditarnos delante del público: palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros (Tito II, 8)? ¡Ay cuántos Párrocos y varones Apostólicos celosísimos por una ligera indiscreción, por una acción ó palabra inocente sí malignamente interpretada, se perdieron para siempre!” (Mach, J. Tesoro del sacerdote. Barcelona: 1868. Ps. 422-423).
Y otra sobre los obispos del siglo XXI:
“Al apacentar la grey que se le ha confiado, es de gran ayuda al Obispo la virtud de la prudencia, que es sabiduría práctica y arte de buen gobierno, que requiere actos oportunos e idóneos para la realización del plan divino de salvación y para obtener el bien de las almas y de la Iglesia, posponiendo toda consideración puramente humana (…).La prudencia pastoral llevará al Obispo a tener presente la imagen pública que da y la que emerge en los medios de comunicación social; a valorar la oportunidad de su presencia en determinados lugares o reuniones sociales. Consciente de su papel, teniendo presentes las expectativas que suscita y el ejemplo que debe dar, el Obispo usará con todos cortesía, educación, cordialidad, afabilidad y dulzura, como signo de su paternidad y fraternidad.” (Directorio para el ministerio pastoral de los obispos Apostolorum Successores. 22 de febrero de 2004, n. 41).
La prudencia del pastor es una virtud necesaria en todo momento. Hace falta que regule lo que los pastores predican y también lo que callan.
Se trata de una virtud tan tradicional como ignorada en el universo mental de los que lanzan consignas a su tribuna de obsecuentes: “todos con el obispo Reig Plà”, “todos contra Sistach”, “ningún católico puede estar en contra de las JMJ”, "W. es un neurótico", etc. A los comentarios reproducidos ayer en nuestra bitácora por un irónico "clon" -el día que Arráiz entienda una ironía haremos una fiesta- ahora se suma una entrada del apologeta bolivariano que nos alude.
Lo que nos lleva a preguntar al dúo dinámico de la apologética boba:
¿Son capaces de distinguir entre el contenido de un mensaje y la oportunidad de su comunicación?
¿Saben diferenciar entre la coincidencia de opiniones y la cooperación al mal?
¿Quien considera poco prudentes las palabras del obispo Reig por ello está en desacuerdo con la doctrina de la Iglesia sobre el pecado nefando?
¿Acaso el dúo dinámico va a inventarse ahora el dogma de la infalibilidad prudencial de Juan Antonio Reig Plà? ¿Y el que no crea en este neo-dogma será un "cismático material"?
¿Qué relación hay entre la eventual inoportunidad de las palabras de un obispo con el marbete de filo-lefebvriano?
P.S.: las visitas desde Venezuela se han incrementado en las últimas horas:
La cutrez del dúo dinámico no tiene límites.-
ResponderEliminarTras la noticia de la parada en seco por parte de la Santa Sede a la liturgia neocatecumenal, como no podría ser de otro modo, silencio absoluto en Infocatólica. Curioso portal de información.
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