jueves, 26 de abril de 2012

Sobre la Tradición: vacuna antibolivariana



Un amigo de nuestra bitácora nos ha dicho que José Miguel Arráiz es ineducable. Tratar de sacarlo de la ignorancia sería perder el tiempo. Ya sabemos que el bolivariano no es una luz, pero sus panfletos tienen amplia difusión. Y lo que ha publicado hoy sobre la noción de Tradición contiene errores e imprecisiones notables. Para comenzar, resulta muy deficiente tratar un concepto teológico sin exponer con argumentos y claridad cuestiones fundamentales: si existe, qué es, cuál es su definición esencial, cuáles son sus propiedades, la división y la eventual analogía, etc. Además, hay un grosero error en insinuar que la distinción entre la Tradición (dogma y moral) y las tradiciones (liturgia, disciplina y pastoral) está en la materia de lo transmitido. Otro equívoco es el uso de la expresión “Tradición viva”, lo que implica un deslizamiento subjetivo, que tiende a confundir Tradición con magisterio. Finalmente, el articulete contiene unos párrafos sobre el tradicionalismo tan reiterados como intelectualmente deshonestos.

Ya que el apologeta bolivariano inocula el virus del error, nosotros intentamos difundir la vacuna para los lectores desprevenidos. Una introducción clara a la noción de Tradición se encuentra en trabajo de Santiago Ramírez, OP, que ofrecemos en nuestro estante de scribd. Es un punto de partida que ayuda a no confundir lo divino con lo humano. La regla suprema e infalible de discernimiento está en el magisterio vivo de la Iglesia. Sobre el valor magisterial de las novedades del Vaticano II ya hemos tratado de manera extensa y reiterada en este blog. 

P.S.: el artículo también puede descargarse de aquí.


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17 comentarios:

Anónimo dijo...

Arráiz no ve en la Tradición sino el aspecto de transmisión o proposición de la doctrina revelada. El objeto transmitido queda en penumbras, como algo vago e indeterminado, sin relieve especial. Es una posición de corte nominalista.

Anónimo dijo...

Ludovicus dijo,

Yo recomendaría también "Tadición y Tradiciones", de Ives Congar O.P., pero Arraiz puede llegar a hacerle un auto de fe por progre.

Martin Ellingham dijo...

Repite una vez más que el tradicionalismo hace un "juicio privado" sobre la Tradición. Se lo han explicado mil veces y de mil maneras y no hay caso. Supongo que pensará él que el asentimiento debido no lleva implícito un acto de la inteligencia y es pura voluntad para no tener que "contaminar" la adhesión al magisterio con el "juicio privado".

Saludos.

Anónimo dijo...

Ludovicus dijo,

Hay un error de gnoseología elemental, y de metafísica si me apuran, Arraiz es un hereje metafísico.
Cree que la determinación de la verdad católica es inasequible a la razón del fiel, por lo que sólo el Magisterio "vivo" ( para él quiere decir del "Papa vivo") puede constituirla. Podríamos llamarlo "agnosticismo fiduciario". Y si, Martín, tras un voluntarista siempre hay un nominalista o agnóstico metafísico.

Walter E. Kurtz dijo...

Ya sabemos que el bolivariano no es una luz, pero sus panfletos tienen amplia difusión por el sitio en que se alojan.

Pero qué quieren cuando el dueño de ese portal dice públicamente y sin el menor sobresalto que no necesita estudiar más y que le alcanza con lo que sabe --que según él mismo es del nivel de un profesorado de catequesis--.

Lo que no se entiende es qué hacen en esa cueva los PP. Iraburu y Morando, que (supuestamente) sí tienen una buena formación filosófica. O porque, para ellos, "el fin justifica los medios", o porque su "partidismo" es tal que están dispuestos a aceptar cualquier barbaridad de sus co-blogueros con tal de no dar el visto bueno en algo (por muy mínimo que sea) al tradicionalismo.

Martin Ellingham dijo...

Por temor al protestantismo se termina en el fideismo. Supongo que para el criterio de Arráiz el irascible Galileo también se contaminó con el "juicio privado" protestante, por "disentir" de los dictámenes del Santo Oficio.

Anónimo dijo...

Es que ya se sabe que para Arráiz la tierra era plana hasta que el Papa dijo lo contrario. Del mismo modo que la liturgia del Camino Neocatecumenal estará perfecta, hasta que el Santo Padre les diga que no.

Supongo que para Arráiz, como para Rex Mottram de "Brideshead Revisited", el Papa es un mago que tiene el poder de cambiar la realidad de las cosas.

Miles Dei dijo...

"Idealismo magisterialista". Si hay que ponerle un nombre a la criatura es ese.

EL principal error estriba en subjetivizar el objeto de la asistencia del Espíritu Santo a la Iglesia única y exclusivamente en el magisterio

(olvidan que los fieles son también sujeto de la infabilidad de la Iglesia y que estos sujetos son tres: el Papa, los obispos y los fieles, razón por la que siempre se habló del sensus fidelium)

Además por subjetivizar, debemos entender que lo hacen al modo de la filosofía moderna de la cual se han impregnado para explicar el dogma con el ejemplo del texto conciliar. De hecho convierten a ese sujeto único (el magisterio) en un sujeto activo que inmanentiza el objeto de conocimiento de la Iglesia que es el objeto Dios-revelado. Por tanto y en consecuencia el magisterio crea la verdad revelada en lugar de recibirla, comprenderla, explicarla y custodiarla íntegra en su transmisión a la siguiente generación.

El error gnoseológico-metafísico es el propio de la modernidad y su giro inmannete. Aplican a la acción de Dios en su Iglesia el principio de inmanencia.

Un modo interesante y sencillo de comprender y trabajar este error es aplicarle el vademecum de Gilson para el realista principiante y traducirlo al plano teológico de esta postura idealista magisterialista comparada con la del realista magisterial.

Miles Dei dijo...

Fenomenal Don Bux esta vez. No solo coloca con toda ironía el pacto entre interpretaciones teológicas magisteriales en la tradición apostólica aludiendo al concilio de Jerusalén, sino que señala claramente la buena teología que valora los concilios y no los convierte en superdogmas llegando a afirmar por inclusión que en el Vaticano II hay cosas legítimamente criticables.


Un párrafo para la historia de la teología:

Mire, el primer “acuerdo”, si queremos llamarlo así, ocurrió en el Concilio de Jerusalén entre san Pedro y san Pablo. Por lo tanto, el debate, mientras sea hecho por el bien de la Iglesia, no es tan escandaloso.


Otra constatación: los que han aislado el Concilio Vaticano II de la historia de la Iglesia y lo han sobrevalorado respecto a sus mismas intenciones, no dudan en criticar, por ejemplo, el Concilio Vaticano I o el Concilio de Trento. Está quien sostiene que la Constitución dogmática Dei Filius del Vaticano I ha sido suplantada por la Dei Verbum del Vaticano II: esto es fantateología.


En cambio, me parece buena teología aquella que se plantea el problema del valor de los documentos, de su enseñanza, de su significado. En el Concilio Vaticano II existen documentos de diverso valor y, por lo tanto, de diversa fuerza vinculante, que admiten diversos grados de discusión. El Papa, cuando era todavía el cardenal Ratzinger, en 1988, habló del riesgo de transformar el Vaticano II en un “superdogma”. Ahora, con la hermenéutica de la reforma en la continuidad, ha ofrecido un criterio para afrontar la cuestión y no para cerrarla. No hay que ser más papistas que el Papa. Los Concilios, todos los Concilios y no sólo el Vaticano II, deben ser acogidos con obediencia, pero se puede valorar de manera inteligente lo que pertenece a la doctrina y lo que debe ser criticado. No por casualidad, Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe, porque la fe es el criterio para comprender la vida de la Iglesia.

Miles Dei dijo...

Claro que el problema del criterio inteligente persiste en cuanto se entienda la fe de modo inmanente. Mientras eso no se tenga claro, las palabras de Don Bux caen en saco roto.

Anónimo dijo...

Ludovicus dijo,

El genial apolojeta bolivariano, para sostener que las Escrituras y la Tradicion son sólo " regla remota de la fe" y "fuente material", en tanto el magisterio es "regla próxima de la fe" y " fuente formal"... Invoca a Perrone y a Parente.

Anónimo dijo...

Pues yo no puedo aceptar Nostra Aetate entre otros documentos, ni el ecumenismo ni la libertad "religiosa", además me parece que B XVI convocó al año de la fe para que se aferren mas al V II y no para discutir lo que no está bien. Por mi bórrenlo de un plumazo.

Miles Dei dijo...

Ludovicus yo no pondría el énfasis en las distinciones formalísticas de la función magisterial de los distintos autores, por ahí jamás van a hacerse entender nada a los neocones, porque ciertamente la distinción formal tiene su parte de verdad en cuanto solo viene a decir que las fuentes de la Revelación son algo anterior y dado al magisterio en cada acto de magisterio.

Lo importante es si ese algo anterior se entiende al modo que un realista entiende que la realidad es anterior a la cosa conocida o al modo que lo entiende el inmanentista idealista, que aunque admita que la realidad es anterior al sujeto, el pensamiento del sujeto es anterior en cuanto participación del Espíritu a la misma realidad. O sea: hablamos del ser del acto magisterial, de su autencidad. Cuando se produce tal acto y cuando no.

En la escolástica decadente este formalismo omnipresente implicaba una cada vez más una clara pérdida del ser y por tanto una tendencia a la inmanencia que acabó asumiendo un cierto irracionalismo práctico, por ejemplo sobre el concepto de voluntad, entendida como obediencia ciega a la jerarquía, al superior, al rey (tiempo de la aparición del absolutismo, desconocido en la Edad Media) etc. Ahora cree el pobre neocón que al negar el principio de inmannencia magisterial negamos la obediencia debida al magisterio y la misma asistencia de que goza. Esto es un callejón sin salida. Remito de nuevo al vademecum de Gilson y a una traducción del mismo a términos teológicos del acto magisterial.

Fraile dijo...

La distinción entre regla remota y regla próxima es aceptable siempre que se precise que hay una determinación objetiva de la primera sobre la segunda.

El origen de estos equívocos están en Billot y luego pasaron a la escuela romana. Para el afamado cardenal jesuita Escritura y Tradición son ambas la regla de nuestra fe, ya que ambas contienen la palabra de Dios. Pero la palabra escrita es fija, la oral es pasajera, y necesita un nuevo modo de transmisión, llamado tradición, que la perpetúa en el tiempo. La Escritura no es regla de fe por sí sola, pues necesita ser interpretada y lo mismo hay que decir acerca de la Tmdición, si la consideramos como conjunto puramente histórico de testimonios: la Tradición como puro hecho histórico no es regla suficiente de fe. Se hace necesario recurrir a la "Tradición viva", la cual para Billot se identifica con el magisterio viviente que Cristo confió a los apóstoles y a sus sucesores, la jerarquía eclesiástica. Pero para Billot el magisterio viviente puede ser considerado, o en la sucesión de edades, o absolutamente en un momento determinado del tiempo. Bajo el primer aspecto tenemos la Tradición en su sentido formal . Ésta, aun en cuanto garantizada por la asistencia del Espíritu Santo, no es regla de fe, sino remotamente. Bajo el segundo aspecto, la tradición se identifica con el magisterio actual de la Iglesia, y así es regla próxima de fe. En resumen, para Billot la doctrina transmitida no es regla de fe sino su objeto. El concepto de regla de fe queda así reservado a la sola transmisión y proposición de la doctrina revelada: la proposición actual es regla próxima, la pasada es regla remota.

El planteamiento de Billot ha sido criticado con todo acierto. La doctrina transmitida no es regla, sino objeto material de fe, por lo que el concepto de regla de fe queda reservado a la sola transmisión y proposición de la doctrina revelada, y así la proposición pasada es regla de remota. Así se ve el la Tradición sólo el aspecto de transmisión o proposición de la doctrina revelada, es decir lo formal
en la Tradición. Pero el objeto transmitido queda en penumbras, como algo vago e indeterminado, sin relieve especial. Aquí ya no interesa hacer distincion: Da lo mismo que el objeto de la Tradición sea una doctrina o una institución de carácter disciplinar o cultual. No interesa saber qué doctrina nos es transmitida por las fuentes de la revelacíón. La doctrina no juega ningún aspecto formal o especificante de la fe. Es puro objeto material. Todo esto es una posición nominalista. Además se reduce a uno el órgano transmisor: el magisterio eclesiástico. Queda oscurecido el papel del consentimiento de los fieles en la conservación y explicación de la doctrina transmitida. Es una posición magisterialista. Finalmente, otro punto discutible de Billot es decir que la Tradición es regla material de la fe, como lo indeterminado, y el magisterio actual lo formal determinante. Lo más indeterminado y material en la noción de Tradición se halla precisamente en las traditiones sine scripto, las cuales, más que relatos orales, son costumbres de carácter cultual y disciplinar. Éstas integran el objeto de la Tradición y de la fe cristianas sólo en la medida en que pertenecen a la doctrina fidei et morum, la cual tiene un papel especificante y formal en la noción de Tradición. Pero el magisterio viviente en la sucesión de las edades em Billot queda preterido a regla remota por más que sea testimonio de la Tradición, la que se identifica con el magisterio actual de la Iglesia. Todo esto implica que el magisterio de hoy no siente ya el peso del magisterio de ayer, es el presupuesto fundamental de las hermenéuticas de la ruptura.

Martin Ellingham dijo...

No entiendo el comentario de FRAILE. A lo mejor le faltó un párrafo.

En cuanto a Arráiz, ahora repite el texto de JPII sobre la "errónea" noción de Tradición de Lefebvre. Si mal no recuerdo, una vez le preguntaron cuál era la noción de Lefebvre y no supo enunciarla, y otra le pidieron que explicara por qué era errónea y no supo más que copiar el fragmento de JPII. A la objeción de Gherardini es incapaz de dar respuesta. Se termina identificando tradición con magisterio -en giro subjetivo- para que pueda hablarse de "tradición viva".

Saludos.

Miles Dei dijo...

Digámoslo con palabras de Billot

"De donde las verdades predicadas por tradición -que podemos denominar tradición en sentido objetivo- son un cierto objeto de fe. Por otra parte, la predicación eclesiástica misma, o su tradición aceptada en sentido formal, es regla de fe.

No pareciera que deba admitirse lo que algunos dicen: que la tradición en sentido objetivo es regla remota de la fe, pero próxima en sentido formal. Pues si se trata de la regla en cuanto es formalmente regla, no conviene considerar lo que debe ser creído sino lo que dirige hacia lo que debe creerse por medio de la proposición del objeto a creer. Y ésta es siempre la palabra misma proferida oralmente o por escrito, sea en la Escritura o en la Tradición, entendida no en sentido objetivo sino siempre en sentido formal.


Dos cosas

¿Esos "algunos que dicen" y opuestos al planteamiento de Billot han sido condenados o estamos dentro de algo opinable en teología cuyo análisis se puede realizar mejor a un siglo vista con la confusión engendrada por el Concilio Vaticano II al asumir planteamientos de la filosofía moderna en la formalización (por el magisterio actual) del objeto de la fe? Por aquí es por donde debe hacerse entrar en razón a quien tenga algo de ella.


Ese planteamiento de Billot (con independencia de su génesis teológica en Billot o no) es exactament idéntico al que da la primacía en gnoseología al ser pensado y la certeza sobre el conocimiento del ser y la verdad y que acaba por disolver a la filosofía en la lógica y en este caso a la teología en el magisterialismo. Una Iglesia donde la comunión de los santos se ha reducido a los que obedecen ciegamente al magisterio.

Miles Dei dijo...

Y yo creo que aun dentro de ese mismo planteamiento subjetivo de Billot y sin necesidad de negarlo, cabe una crítica muy seria desde el proceso de formalización usado por el magisterio de hoy. En el fondo es la crítica del artículo de la Fraternidad sobre el tema donde se expone como la asunción en la predicación de la Iglesia de presupuestos contrarios a la filosofía perenne anularía su capacidad de formalizar y presentar el objeto de la fe trasmitido por la tradición sin necesidad de entrar a investigar el objeto presentado. Esto sería como entrar a su juego formalística en una especie de tratado de lógica magisterial. Una vía peligrosa...