lunes, 7 de noviembre de 2016

El mundo visto como maldición maniquea


La Biblia emplea el término mundo con diversos significados (ver aquí). Y formula un conjunto de afirmaciones en apariencia contradictorias. Quien pretenda interpretarlas sin hacer uso de la analogía, en clave univocista, quedará perplejo o acabará en la heterodoxia, como sucede a los protestantes con los pasajes bíblicos sobre los  "hermanos" de Jesús (Mt 28, 10).
Es necesario distinguir los significados teológicos de mundo. Siguiendo a Royo Marín, se pueden diferenciar tres importantes:
[1] La totalidad de lo creado unificada por el acto creador de Dios que lo pone en la existencia. Significa la tierra, el planeta en que habitamos, o el universo; el conjunto de todos los seres creados. Es un significado cósmico.
[2] Las vanidades y los placeres pecaminosos a que se entregan las personas que viven olvidadas de Dios. Es uno de los principales enemigos de nuestra alma; el mundo del pecado, antítesis de Cristo. Un significado soteriológico.
[3] Las estructuras terrenas que constituyen la trama de las actividades de los laicos: familia, trabajo, política, arte, diversiones sanas, etc. A veces se lo ha designado como siglo, o bien como lo secular. Es un significado histórico-cultural.
¿A cuál de estos significados se refiere la fórmula consecratio mundi que, según Pío XII, sintetiza la misión de los laicos? Evidentemente, no se refiere a [2], porque el pecado no puede ser consagrado, sino que es algo a evitar. En este sentido negativo todo cristiano, y no sólo el religioso, debe huir del mundo. Se impone aquí la fuga, el contemptus, como opuestos a la consecratio. Claramente, la consecratio se refiere a [3]. No se trata de una consagración en sentido propio por la cual las realidades profanas dejarían de ser tales (como sucede, p.ej., en la consagración de un templo o de un altar) sino de santificar lo profano (la familia, la profesión, la vida social, el deporte, etc.) de modo que sus fines propios se ordenen al fin último que es la gloria de Dios.
Todo lo hecho por Dios creador es "bueno" (Gen 1,31) y debe ser restaurado e instaurado en Cristo -de acuerdo con el "omnia instaurare in Christo" de San Pablo, asumido por San Pío X. Aunque la caída del hombre lo desordenó, lo creado continúa siendo bueno mientras el hombre no lo desvíe con el pecado. Además, la bondad natural de las cosas ha sido enaltecida por la Encarnación y la Redención (Rom 8,17-23). Sin embargo, algunos autores espirituales no siempre han visto esto con suficiente claridad:
“Por una multitud de causas, cuyo análisis detallado rebasaría con mucho los límites de esta obra, no siempre los teólogos y maestros de la vida espiritual entendieron las cosas así. Una concepción demasiado escatológica y monacal de la vida cristiana determinó la orientación de la espiritualidad hacia una desencarnación casi absoluta, haciéndola poco menos que inaccesible a los seglares, cuya vida tiene que desarrollarse forzosamente en el mundo y en medio de las estructuras terrenas en las que están inmersos. El desprecio del mundo, como enemigo del alma (cf. I Jn 2,15), se llevó hasta identificarlo casi con la necesidad de huir del mundo si se aspiraba a la perfección cristiana; con lo cual esta última se hacía poco menos que imposible a los cristianos seglares…” (Royo Marín).
A los laicos corresponde estar en el mundo no sólo en sentido cósmico [1] sino también en sentido histórico-cultural [3]. Los seglares, por disposición providencial, forman parte de diversas estructuras seculares como familia, profesión, sociedades intermedias, comunidad política. Y como Dios no los ha llamado al estado religioso, las estructuras temporales son para ellos el ámbito en el cual han de buscar la santidad. En este sentido, los laicos no se santifican a pesar de estar en el mundo, sino por medio de esta situación; así como los monjes no se santifican en su monasterio pero fuera de su oficio, sino mediante él. Corresponde a los seglares, por tanto, estar en el mundo sin ser del mundo.
Esta situación de estar sin ser causa tensiones y dificultades:
“Por una parte es evidente que el seglar ha de vivir en el mundo y ha de salvarse, e incluso santificarse, en medio de las estructuras terrenas: es precisamente lo más típico y peculiar de la vida cristiana seglar. Pero, por otra parte, no es menos claro y evidente que ningún cristiano—sea cual fuere su estado, y, por consiguiente, los mismos seglares— puede hacer las paces con el «mundo», entendiendo por tal el espíritu mundano, que vive y reina por doquier y empuja a los hombres a prescindir prácticamente de Dios para entregarse exclusivamente en cuerpo y alma a las cosas puramente humanas y terrenas, cuando no francamente pecaminosas.” (Royo Marín).
¿Cómo compaginar estas cosas tan divergentes -y al parecer contradictorias- como son vivir en el mundo y no ser del mundo? ¿Cómo es posible armonizarlas en una sola síntesis vital? Indudablemente, la solución de estas antinomias podrá hacerse a base de distinguir aspectos y matices, siempre con la gracia de Dios.
“El seglar cristiano puede y debe vivir en el mundo y desenvolver su vida en medio de las estructuras terrenas; pero de ninguna manera está autorizado, ni lo estará jamás, para ser mundano, es decir, para vivir de acuerdo con los dictámenes del espíritu mundano, enemigo de Dios y enteramente contrario al espíritu del Evangelio. Esta necesidad imprescindible de rechazar el espíritu mundano y abrazarse con el espíritu evangélico lleva consigo, indudablemente, una serie de dolorosas renuncias que afectan de lleno a cualquier cristiano, sobre todo si se trata de un seglar que tiene que vivir forzosamente en medio del mundo y respirar por todas partes el ambiente deletéreo del mismo." (Royo Marín).
La santidad consiste en la perfección de la caridad que es algo interior y que puede desarrollarse en condiciones exteriores adversas. No es una tarea sencilla pero Dios ha prometido su gracia. Habrá dificultades, arideces y cruces. Sin embargo, está en el plan de Dios que las realidades seculares sean vividas y sobrenaturalizadas por los laicos. Y todo esto es así por disposición amorosa de Dios y no por una “maldición” maniquea.
Extenderse más sobre estos temas superaría los límites de una bitácora. Cada uno deberá buscar en las diversas espiritualidades la ayuda concreta que le permita lograr un equilibrio personal entre el estar y el no ser.


9 comentarios:

Walter E. Kurtz dijo...

Sobre este asunto ha hablado muy bien el Prof. Canals Vidal, lo que fue recopilado en Mundo histórico y Reino de Dios (Barcelona: Scire, 2005).

En cuanto a este artículo, creo que, sin abrazar maniqueísmos, no debemos caer por efecto contrario en ciertas tentaciones muy comunes en este tiempo (y de lo que algunos grupos primaverales han hecho su raison d'être).

Los consejos evangélicos (entre los que está el contemptus mundi) son para todos los católicos, aunque lo sean según su razón de estado.

El mismo Santo Tomás dice que para evitar las tentaciones materiales (carnales) el remedio es evitar las ocasiones. Por supuesto que, las tentaciones espirituales nos siguen a donde vayamos, por lo que dice el Aquinate que en este caso, no pueden evadirse sino enfrentarse. Es así que en los contemplativos, las tentaciones espirituales llegan a ser tan fuertes que no pocas veces se materializan en ataques demoníacos.

En otras palabras, escapar del "mundo éste" (en el sentido de la espiritualidad católica tradicional), no nos asegura una vida más tranquila, menores tentaciones o una mejor calificación moral, pero sí es parte del camino de perfección en la vida del espíritu.

Habrá algunos que podrán hacerlo "en medio del mundo" (o no les queda otra), pero de ordinario contingente, no podemos exigir a todos en todo tiempo una heroicidad extraordinaria.


Martin Ellingham dijo...

Así es Coronel, en espiritualidad muchos principios son "ut in pluribus", después hay casos, singularidades que son fruto de la acción de la gracia en circunstancias particulares.

Off topic dijo...

¡Eureka! Andaba yo intrigadísimo acerca del post titulado «Por fin le cayó la ficha», del que había rastros por ahí aunque ustedes lo habían borrado. Y en otro blog me topo con don Martín explicando a quién le cayó. Por estos pagos hubiéramos dicho que «se cayó del guindo».

Martin Ellingham dijo...

Fue un borrador mínimo que se publicó por error. Pero hay que celebrar que Arraiz comience a tomar conciencia de algunas cosas.

Anónimo dijo...

Bendito sea Dios que nos hace caernos de los guindos: a cada uno del suyo. Yo estoy ya baldado después de caerme de unos cuantos (léase descalabrado, después de que me cayera un rimero de fichas). No necesito contener la risa cuando les pasa a otros lo que antes me pasó a mí: son lances que no mueven a risa, y mucho menos a desprecio.

El aludido todavía tendrá que caerse de algunos guindos más, como bien se ha señalado. Y con la gracia de Dios —de quien procede toda iluminación—, y con humildad y rectitud intelectual por su parte —que no creo que falte—, es probable que termine por acercarse a la tradición. Entonces empezará lo más arduo de su peripecia, pues encaramados a la cátedra de Moisés se encontrará a la tropa de los tradis enragés, que son bastante peores que los locos inofensivos del Concierto del Huevo. Los tradis le recibirán con rechifla y animosidad, obsequiándole con esa inquina acendrada que reservan para los recién llegados. Algún día deberíamos hablar de eso.

Martin Ellingham dijo...

El hermano mayor del hijo pródigo. El p. Bojorge escribió cosas muy buenas sobre eso.

Palamita dijo...

Anónimo de las 14:32: los sans culottes de la Tradición son siempre un peligro.

En el mundo hispanoamericano puede venir de fijaciones históricas -la contrarreforma barroca y jesuitica española como unico cristianismo posible- o políticas -el Nacional-catolicismo como única posibilidad de una sociedad cristiana, y cuya expresión mas brutal la he visto en "Teología de la Política" un oficiosos manual falangista de los años 50-.

En el mundo anglosajón, tengo la impresión (es un mundo más lejano y acepto correcciones) que el problema vendría de los conversos del protestantismo más radical, que pueden mantener taras tales como el proselitismo agresivo, literalismo biblico, seudoprofetismo, etc. Súmele a ello el gusto yanqui por las teorias conspirativas y la mezcla puede ser explosiva y nefasta.

En todo caso, son males que tienen cura, en particular la lectura.

Paco dijo...

Parece que los del opus le han copiado ideas a Royo Marín. Una pena, sin embargo, que algunos sean salvajemente mundanos.

Anónimo dijo...

Ni el Opus Dei le copió ideas a Royo Marín (Escrivá ya decía estas cosas en los años 30) ni Royo Marín esta repitiendo ideas de San Josemaria, porque a pesar de la gran coincidencia, hay algunas diferencias. Ambos fueron muy inteligentes y aportaron lo suyo para una sana concepción del laicado

Xavier De Bouillon