Una persona humana no es un objeto corpóreo cualquiera,
material, sino un ser viviente, capaz, además, de una actividad espiritual; un
ser que, en su composición, está formado por un cuerpo y un alma, o sea, de una
parte material, corporal, y de un único principio vital intelectivo que, por su
superioridad, tiene implícitamente el poder de actuar las funciones de orden
inferior, o sea, las de la vida vegetativa y sensitiva.
Por tanto, el demonio sólo podrá actuar, de modo directo e
inmediato, sobre lo que es materia o necesariamente dependiente de ella, en el
hombre; sobre el cuergo, pues, sobre las funciones de la vida vegetativa en
cuanto ligadas a la materia, y sobre las de la vida sensitiva por dependientes
de los órganos corporales; lo que resulta cierto de cuanto hemos dicho acerca
de su posibilidad de producir en la materia el movimiento local, y, mediante éste,
la mutaciones intrínsecas.
En cambio, en lo referente a las funciones propias de la
vida intelectiva, tan sólo podrá ejercer una acción indirecta y limitada al
modo con el que tales facultades dependen del cuerpo.
Para comprender mejor la naturaleza de este especial
influjo, estudiémoslo separadamente en cuanto al entendimiento y a la voluntad.
El entendimiento humano, tras la unión del alma y el
cuerpo, puede desarrollar su actividad solamente usando lo que proviene de los
sentidos; no es que sea necesario un órgano corporal, siendo el entendimiento
absolutamente espiritual, pero en el presente orden de cosas, su actividad está
subordinada a la actividad de otras facultades directamente coordinadas con
órganos corporales, o sea, las facultades sensitivas; lo que aparece evidente,
tanto por el hecho de que la lesión de un órgano corporal repercute sobre la
misma facultad intelectiva, como por la experiencia cotidiana que nos certifica
que, en nuestro esfuerzo por comprender alguna cosa, formamos siempre una
imagen que, a guisa de ejemplo, facilítanos casi la misma intelección. Luego,
si el demonio puede influir directamente sobre los sentidos, queda patente que puede
indirectamente llegar hasta el mismo entendimiento.
En lo que a la voluntad respecta, el demonio también puede
influir en ella, pero de modo indirecto y limitado; en otras palabras: solamente
puede inclinarla, orientarla, pero jamás moverla eficazmente, cosa posible sólo
a Dios. Efectivamente, la voluntad puede ser movida o desde el interior, es
decir, de modo directo, actuando sobre su misma naturaleza, o desde el
exterior, de modo indirecto, es decir, mediante un objeto bueno o mediante las
pasiones.
La primera forma es exclusiva de Dios; como la acción
propia de la voluntad consiste en la inclinación del sujeto hacia la cosa querida,
entonces cambiar directamente esta inclinación sólo podrá realizarlo quien ha
dado al hombre el poder de querer, es decir, Quien es el autor de la naturaleza
humana.
Mover la voluntad en la forma segunda, como ya dijimos,
puede realizarse o mediante un objeto bueno o mediante las pasiones; por lo que
atañe al objeto, conviene precisar cómo tan sólo el Sumo Bien, el Bien
Universal, o sea, Dios, puede mover la voluntad de manera eficaz, infalible,
mientras que todos los demás objetos, por ser limitados, tan sólo pueden
orientarla, halagarla, disponerla a querer, dejándola siempre libre para
consentir o no; y por eso el demonio tiene sólo la posibilidad de una
influencia que invita, persuade; pero sin la fuerza suficiente para moverla
eficazmente. En lo que a las pasiones se refiere, también queda siempre en los
límites de un influjo más o menos fuerte, y pudiendo obrar sobre éstas
directamente, puede, a su vez, llegar hasta la voluntad.
Especialmente, el demonio puede mover una persona,
sostenerla mucho tiempo en vilo, como levantarla muy alto, transportarla a
cualquier lugar todo esto siempre con las máximas facilidades y celeridad. Con
mayor motivo puede mover las distintas partes de un cuerpo de la manera más
extraña, idiotamente, con aspavientos; aplicar los miembros a varias acciones,
como caminar, correr, gesticular, escribir, emitir sonidos; imprimirles una
fuerza muchísimo mayor que la propia de la edad o la condición del individuo.
Puede también alterar, dentro de ciertos límites, la configuración externa del
cuerpo, causar todo género de enfermedades y hasta la muerte.
Porque operando sobre el sistema nervioso puede extender
su acción a todas las funciones de la vida vegetativa y sensitiva; y, particularmente,
por lo que respecta a la vegetativa, puede influir sobre las tres operaciones
fundamentales de nutrición, crecimiento y generación; acelerando, retardando,
suspendiendo, en suma, modificando los varios procesos propios de tales
operaciones; como digestión, secreción, circulación de la sangre, respiración,
asimilación y fecundación.
Por lo que se refiere a la vida sensitiva, puede
directamente operar sobre los sentidos externos y los internos, y a través de éstos,
arribar indirectamente a los mismos entendimiento y voluntad.
Es principalmente en esta última esfera, donde el diablo
desfoga su genio maléfico de las formas más extrañas e imprevistas, ora
causando todos aquellos fenómenos y anomalías parecidas a los llamados
trastornos y enfermedades psíquicas y mentales, ora en dar rienda suelta a su
ciencia y habilidad formidables. Y de esta suerte, el individuo se presentará
en las posiciones más inestables, podrá ejecutar los movimientos más
acrobáticos, caminar y correr con los ojos cerrados evitando maravillosamente
todo obstáculo, sabrá cantar, pintar, realizar otras actividades y artes jamás aprendidas,
emitir voces con sonidos y timbres impropios de su voz y de la humana, escribir
y hablar lenguas desconocidas, conocer cosas pasadas, lejanas, ocultas, leer el
pensamiento ajeno y obrar otras cosas maravillosas.
Si el poder de acción del demonio supera en mucho al de
cualquier otro ser creado, sin embargo tiene también sus límites provenientes
de tres fuentes, a saber: la naturaleza demoníaca, la diversa condición de cada
demonio y la voluntad permisiva de Dios.
Tomado de:
Balducci, C. Los endemoniados hoy. Ed. Marfil, 1965, ps. 11-19.
3 comentarios:
El demonio puede alterar las hormonas y de esa manera influir indirectamente en la voluntad pero si esa persona dice "no", si con ayuda de la gracia tiene firme voluntad de no pecar, nadie podrá impedirlo.
Muy bueno, sin embargo, este autor Balducci en otro.de.sus libros, El Diablo, si mal no recuerdo, dice que a los atormentados por el.diablo les es permitido.acudir a brujos y curanderos si los.medios.cristianos no funcionan. Cosa absurda y contra la Palabra de Dios...
Miguel
Y publican ustedes esto, ¿para que estemos prevenidos? Quizá porque prevén ya próxima la aparición de un profeta embaucador, que nos dejará boquiabiertos haciendo prodigios estupendos y falaces, ¿no es eso?
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