Hace algunos días recibía un meme con la imagen de Marine Le
Pen en el cual se leía: “la izquierda ha traicionado a los trabajadores y la
derecha a la nación”; pocos días después se ponía en marcha la campaña de cara
a las presidenciales del 23 de abril. Lo primero que podría llamar la atención
era su radical cambio de imagen; en los carteles propagandísticos había
desaparecido la tradicional llama tricolor que lo identificaba por una rosa de
color azul. La propia candidata ha tratado de explicarlo: “He elegido la rosa
porque durante mucho tiempo ha representado la esperanza de miles de
trabajadores y trabajadoras francesas en un futuro mejor. Una rosa azul
simboliza al mismo tiempo la esperanza de la izquierda -la rosa ha identificado
durante mucho tiempo a la social-democracia en países como Francia y España- y
los deseos de la derecha -referencia al azul usado por diversas agrupaciones
conservadoras como color identificativo- porque mi propósito es unir a todos
los franceses y francesas en un proyecto común de futuro”.
Desde que en el 2011 Marine llegase a la presidencia del
FN ha tratado de romper muchas de las prevenciones existentes contra su padre,
cuya imagen le situaba en el espectro más intransigente de la derecha francesa.
Pese a los intentos de éste de representar el papel del “Reagan francés” -por
su defensa del neoliberalismo económico y de algunos de los principios de la
revolución conservadora- no podía escapar de ser -en realidad- el líder
indiscutido de una plataforma electoralista de la extrema-derecha, marcado por
un antisemitismo poco disimulado, un apoyo al nacionalismo árabe y la defensa a
ultranza de los valores tradicionales del catolicismo.
Está claro que hay elementos de su programa que pueden que
no hayan cambiado tanto; como “la defensa de identidad, valores y tradiciones
de la civilización francesa”, que le ha llevado solicitar su particular Frexit, para que Francia recupere su
“libertad y el control” en materias de orden económico o legislativo. O
aquellos otros que afectan a la presencia de extranjeros en su suelo nacional,
como el de establecer impuestos especiales a la contratación de trabajadores
extranjeros con el objeto de asegurar la prioridad de loa nacionales en la
búsqueda de empleo.
Pero sería el campo económico donde el nuevo FN pretende
representar a una nueva Izquierda Nacional, convirtiéndose en el primer partido
de la clase obrera. La política de captación de este importante segmento social
proviene principalmente del abandono del neoliberalismo a favor de un mensaje
keynesiano, defensor del Estado de Bienestar, y con abundantes medidas sociales
para una ciudadanía depauperada, especialmente en aquellas zonas que han
sufrido fuertes reconversiones industriales. Ya en el 2012 Marine Le Pen
marcaba distancias a la hora de hablar de la recuperación de empleo con la
derecha clásica al plantear que solo existían dos formas posibles de alcanzar
ese objetivo: o se rebajaba los salarios, destruyendo el Estado de Bienestar, o
se rechazaba el plan (aceptado por la derecha liberal y la socialdemocracia) de
austeridad social impuesto por organismos foráneos.
El FN apuesta por una economía fuertemente proteccionista
que permita “hacer frente a la competencia desleal de países con mano de obra
de bajo coste” o “la instauración de una contribución social sobre las
importaciones de un 3%”, medida esta última que serviría para aumentar en 200 euros
los salarios por debajo de los 1.500. En la defensa del pequeño y mediano
ahorrador no dudó, en su campaña del 2012, en solicitar la nacionalización
parcial de los bancos de crédito hasta que sus activos fuesen saneados y los
ahorros de los franceses asegurados
En lo que algunos llaman la defensa de lo valórico el FN,
pese a esas celebraciones el 1 de mayo, bajo la atenta mirada de Santa Juana de
Arco, abraza la laicidad del Estado, que le ha llevado a solicitar la
prohibición de símbolos religiosos en los espacios públicos; pero que también a
modificar su radical oposición al aborto y al matrimonio homosexual. En
relación con el primero la diputada Marion Marechal (sobrina de Marine Le Pen)
se ha mostrado como una destacada activista en defensa de la vida del no nacido
desde el mismo momento de la concepción, oponiéndose a las reformas de la
ministra socialista. Por el contrario, su estimada tía ha mantenido una
posición ambivalente, lanzando mensajes aparentemente contradictorios, pero que
en el fondo defendían una posición favorable a mantener determinados casos de
permisibilidad. Para contentar a su tradicional electorado defiende la tesis de
que el “derecho al acceso al aborto no debe ser restringido, pero no debe ser
banalizado”; para sus nuevas masas electorales, asegura que “no deseamos
modificar la capacidad de acceso a la interrupción voluntaria del embarazo”, lo
que implicaría mantener una ley de casos... Eso sí tratando de promocionar
medidas disuasorias.
En el tema del matrimonio homosexual la disputa interna es
semejante; mientras que Gilbert Collard asegura con rotundidad que derogarían
el matrimonio para todos; Florian Philippot relativiza el tema asegurando
que abrir dicho debate es tan importante como el tratamiento del cultivo de los
bonsáis. La presidenta del partido ha prometido la derogación de la
Ley Taubira (en
referencia a la ministra de Justicia Christiane Taubira) en caso de ser
elegida. Pese a ello, y en este tema el FN mantiene una posición intermedia; Marine
Le Pen también ha asegurado que propondría un Pacte Civil de Solidarité que afectara a las parejas del
mismo sexo, otorgándoles algunos de los derechos asociados con el matrimonio,
especialmente en materia económica y de sucesión; descartando -eso sí- la
adopción.
Como bien dejaba escrito el politólogo Arnaud Imatz “la
nueva línea política del FN es claramente republicana, jacobina, laica, social,
popular y soberanista”, dejando atrás aquella otra más “indentitaria,
etno-cultural, regionalista y europeísta”. A la actual formación lepenista se
le podrá acusar tal vez de muchas cosas, pero de lo que no cabe duda es que su
electorado no responde exactamente al que tradicionalmente vota por la
extrema-derecha; su dirigencia no corresponde con la imagen que se tiene de los
viejos líderes del sector; y su discurso -completamente remodelado- le aleja de
aquel otro marcado por el anticomunismo de la
Guerra Fría y
la defensa de un capitalismo popular thatcheriano.
Hoy en FN pretende ocupar el espacio abandonado por el gaullismo más social que
en su día representara un André Malraux.
JOSÉ DÍAZ NIEVA
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15 comentarios:
Transformación a peor, evidentemente. Y sin embargo ahora lo apoyan más los tradis y los infocatólicos.
Es un error creer que hay un enfrentamiento entre Marine y Jean-Marie, o que Marion representa una línea diferente.
La figura de De Gaulle sigue gravitando sobre la política francesa y condicionándola. De los cuatro candidatos que aspiran a ganar las inminentes elecciones presidenciales de Francia sólo hay dos que empuñen el testigo dejado a la posteridad por De Gaulle: Fillon y Marine Le Pen. Sus adversarios son poca cosa. Macron, un tontito sin sustancia, lleva, dicen, las de ganar. O sea: las de perder, porque si llega al Elíseo, Francia seguirá haciendo lo que empezó a hacer cuando De Gaulle dimitió en 1969: caminar lentamente hacia el desastre. O Mélenchon: un millonario castrista, chavista, madurista y oportunista. Un payaso. Un botarate. Con él llegaría la miseria moral y la económica.
Todos nos jugamos mucho el próximo domingo y más aún quince días después, con la segunda vuelta. De Gaulle hablaba de algo de lo que sólo Marine Le Pen se atreve a hablar ahora: de la Grandeza.
Me irrita sobremanera oír a casi todos los periodistas españoles, esos loritos que siempre cantan con la voz de sus amos, el sonsonete facilón de ultraderechista aplicado a la única candidata que garantiza el fin del terrorismo y que es, en realidad, una socialdemócrata (nadie es perfecto). En nombre del euroescepticismo, del identitarismo, de la lucha contra el terrorismo y del sentido común, ahí va mi voto, señora...
https://www.youtube.com/watch?time_continue=89&v=FYWnuQc5mYA
Sébastien Clovis.
El problema es el sistema. Si sale Le Pen no lo va a cambiar. Así que yo me quedo tranquilo en la sacristía alejado del mundanal ruido de la polis hasta que venga algún candidato que sea antisistema de verdad. Tiene que ser puro, sin sombra de heterodoxia.
Porque Constantino er puro y sin sombra de heterodoxia.
Siempre vote Le PEN .
Mañana voto FILLON .
JPB
No entiendo cuál es la crítica.
Sería tonto que Marine proponga una plataforma católica para que no la vote nadie.
El que quiera ser católico todo el tiempo que no se dedique a la política ni vote por políticos, a la espera de mejores tiempos.
Pero en democracia, ahora y cuando Pericles, hay que saber adaptarse a las mayorías, pues en democracia, no ser mayoría, es no ser.
Marine tiene algunas cositas muy menores pero que pueden atraer a cierto electorado, como afirmar que reza en latín.
Mariano P.
Parece que los cátaros albigenses están bien vivos, aunque se disfracen de galos bretones.
JBD
Mariano P.: La que dice que reza en latín es Marion Marechal, sobrina de Marine.
Marine no es católica ni lo disimula. Lo suyo son "los valores republicanos" (i.e. revolucionarios). Lo que pasa es que aún Robespierre creía en el orden natural...
Nadie ha dicho que tenga que ser católica la plataforma. Pero sería preferible si este partido no apoyase el aborto y la sodomía, como hace unos años. Es decir, si tuviese alguna idea de sustancia aparte del propósito de expulsar inmigrantes y hacerle el caldo gordo a Rusia e Israel.
Tanto rollo "provida" y al final a los que menos les importa el tema es a los católicos.
Pero bueno, sigamos viendo un nuevo Constantino en cualquier charlatán que nos guiña un ojo. "Si tú me dices ven, lo dejo todo". Se echan en falta los análisis de Yorch y Carlo, que tanto acertaron con Trump.
Marine es moderna. Muchos de sus adversarios son post-modernos. En la locura del progresismo post-moderno, una moderna pasa por reaccionaria.
Fillon reza el latín a la Abadía Benedictina de Solesmes ...es su pueblo .
François Fillon fue alumno del colegio de Jesuita ...
https://fr.wikipedia.org/wiki/Lyc%C3%A9e_Sainte-Croix_(Le_Mans)
Donde fueron alumnos en otros tiempos , personalidades como el Doctor Auguste Chaillou , Antoine de Saint Exupéry,Ferdinand de Lesseps, y muchos más ...
"Se echan en falta los análisis de Yorch y Carlo, que tanto acertaron con Trump."
Yo tuve esperanza en Trump, es verdad, pero muy cauta y expresé mis reservas. No lo voy a negar que me equivoqué.
Pero a pesar de todo, aun pienso que Hillary hubiese sido peor. Si fuera ciudadano estadounidense, no me hubiese arrepentido de votar por Trump.
Un par de pensamientos sobre el tema, no solo sobre las elecciones francesas sino sobre algunos puntos que trayeron algunos comentaristas:
1- estamos al borde del abismo, casi al punto de máxima decadencia que está descripto en el Apocalipsis. Cualquiera que diga que tengamos que frenar, y no seguir avanzando sin temor, debe recibir nuestro apoyo. Si aparece uno que nos proponga volver, obvio, tanto mejor, pero si no, frenar ya es un logro.
2- así como la revolución fue una larga labor de siglos, podemos trazar sus comienzos a la baja edad media, pleno auge de la cristiandad; la reacción (si es que es posible) no se hará de una. Si aparece un candidato con una plataforma plenamente cristiana y católica, recibirá una cantidad ínfima de votos porque la mayoría de la gente no lo entenderá, así como si apareciera un candidato como Obama en los EEUU de los 50, con propuestas abortistas, homosexualistas y de género, no solo no sería electo, sino posiblemente encarcelado. Hay momento para todo: Le Pen o hasta Trump (que echó o aisló a los elementos nacionalistas, anti-globalistas, y se volvió un neocon más al estilo Bush hijo) son lo menos peor que tenemos ahora. La sobrina de Marine parece ser más auténticamente católica: quizás en 10 o 15 años ella pueda llegar a la presidencia, y así paso a paso vamos haciendo la restauración.
Quizás la reacción no sea posible. Quizás frenar no sea posible. Hay que estar espiritualmente preparados para el hecho que es posible que nosotros vivamos el fin de los tiempos. Pero al mismo tiempo, hay que resistir a las fuerzas de disolución tanto y como sea posible.
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