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martes, 27 de junio de 2017

Progreso dogmático

- ¿Acaso existe el progreso dogmático? ¿Los dogmas evolucionan, se desarrollan?
- Eso es herejía modernista
- La respuesta puede ser afirmativa o negativa.
- ¡Hegeliano! Viola el principio de no contradicción.
- Depende de lo que se entienda por «progreso», «evolución», «desarrollo»…
Este diálogo nunca ocurrió… Pero, se non è vero è ben trovato. Dejamos la solución a la teología. Ofrecemos una pequeña muestra introductoria (más profundamente, aquí en DOGME VI).

§ 12. El progreso dogmático.
1. Inmutabilidad substancial del dogma.
El Concilio Vaticano concluye su enseñanza acerca de la relación entre fe y ciencia con algunas declaraciones sobre el progreso dogmático. En primer lugar, rechaza la falsa idea, según la cual este progreso sería una mutación substancial de la verdad, un acrecentamiento de la revelación. Contra este error afirma la inmutabilidad y la indefectibilidad esencial de la doctrina de fe.
«Así pues, la doctrina de la fe que Dios ha revelado es propuesta no como un descubrimiento filosófico que puede ser perfeccionado por la inteligencia humana, sino como un depósito divino confiado a la esposa de Cristo para ser fielmente protegido e infaliblemente promulgado. De ahí que también hay que mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un entendimiento más profundo» (Denz. 1800).
Y en un canon referido a la idea errónea de progreso dogmático, muchas veces afirmada en nuestra época, la hiere con la reprobación (Denz. 1818).
La razón teológica de esta doctrina reside en el hecho de que la revelación se cerró con los Apóstoles y en la infalibilidad de la Iglesia, que no puede errar en sus declaraciones dogmáticas, que son por esto irreformables (cfr. § 7). Cristo dio a sus Apóstoles la misión de enseñar aquello que les había ordenado (Mt 28,20). San Pablo no admite siquiera que un ángel del cielo pueda cambiar el Evangelio (Gal 1,8); cfr. II Tim 1,14). Cristo es "auctor et consummator fidei" (Hebr 12,2). Esta fue también la constante enseñanza de la Tradición como se puede ver en § 4.
2. El verdadero progreso dogmático.
No existe, por tanto, cambio substancial del dogma, ni progreso absoluto, sino un progreso accidental y relativo, que consiste en el hecho de que la Iglesia conoce de un modo siempre más profundo y más preciso las verdades del “depositum fidei”; las explica de modo siempre más claro, las expresa y las propone con fórmulas cada vez más perfectas. Este progreso en el conocimiento subjetivo de la verdad en su formulación objetiva es deseado y favorecido por la Iglesia «Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido y el mismo entendimiento» […] (Denz. 1800).
[…]
3. Causas del progreso.
1) El Espíritu Santo que vive y actúa en la Iglesia, guiándola hacia la verdad plena (Jn 16,13).
2) Las herejías que la obligan a explicar más claramente los dogmas que desconocen y niegan. San Agustín les reconoce esta función, y respecto de la gracia, disculpa a los Padres más antiguos que usaban expresiones poco precisas. Refiriéndose al Crisóstomo dice: "Vobis nondum litigantibus securius loquebatur" (C. Jul. 1, 6, 26; cfr. Civ. 16, 2. 1). Habla perspicazmente de las verdades que luego se llamarían "virtualiter revelatae" y dice que la herejía, suscitando en la Iglesia la competencia de los hombres espirituales, sirvió para esclarecerlas  (Enarr. in Ps. 54, 22).
3) El genio particular con el que cada uno de los Padres, y también los diversos pueblos cristianos, consideran las Revelación y se apropian de la misma, viviéndola. Así los griegos son más propensos a la especulación, al tiempo que los latinos prefieren las cuestiones prácticas.
4) También la filosofía y la cultura profana ejercen influencia en el desarrollo dogmático. Recordemos el platonismo, el aristotelismo, el humanismo (filología, historia, crítica), el historicismo.
5) Para el progreso personal en el conocimiento de los misterios de la fe, los Padres, especialmente San Agustín, recomiendan muchas veces, además del estudio, la oración y la pureza del corazón. San Agustín dice que es necesario “petere, pulsare, orare”.
El Concilio Vaticano [I], hablando del progreso dogmático, también tiene en cuenta la actividad particular de los teólogos, tomados de modo individual o colectivo. Los estudiosos bien saben cuánto cada uno de los maestros o escuelas particulares acrecientan el progreso científico. Así es en la Teología: piénsese en S. Atanasio, S. Agustín, la Escolástica, el Conc. de Trento. León XIII renueva la invitación del Conc. Vaticano a la colaboración: “ut, quasi praeparato studio, iudicium Ecclesiae maturetur” (Enc. Providentissimus).
Tomado y traducido de:
Bartmann, B. Teologia Dogmática. São Paulo: Paulinas, 1962. Vol. I, p. 101 y ss.