- ¿Acaso existe el progreso
dogmático? ¿Los dogmas evolucionan, se desarrollan?
- Eso es herejía
modernista
- La respuesta puede
ser afirmativa o negativa.
- ¡Hegeliano! Viola el
principio de no contradicción.
- Depende de lo que se
entienda por «progreso», «evolución», «desarrollo»…
Este diálogo nunca
ocurrió… Pero, se non è vero è ben
trovato. Dejamos la solución a la teología. Ofrecemos una pequeña muestra introductoria (más profundamente, aquí en DOGME VI).
§ 12.
El progreso dogmático.
1. Inmutabilidad substancial del dogma.
El
Concilio Vaticano concluye su enseñanza acerca de la relación entre fe y
ciencia con algunas declaraciones sobre el progreso dogmático. En primer lugar,
rechaza la falsa idea, según la cual este progreso sería una mutación substancial
de la verdad, un acrecentamiento de la revelación. Contra este error afirma la
inmutabilidad y la indefectibilidad
esencial de la doctrina de fe.
«Así
pues, la doctrina de la fe que Dios ha revelado es propuesta no como un
descubrimiento filosófico que puede ser perfeccionado por la inteligencia
humana, sino como un depósito divino confiado a la esposa de Cristo para ser
fielmente protegido e infaliblemente promulgado. De ahí que también hay que
mantener siempre el sentido de los dogmas sagrados que una vez declaró la Santa
Madre Iglesia, y no se debe nunca abandonar bajo el pretexto o en nombre de un
entendimiento más profundo» (Denz. 1800).
Y en un
canon referido a la idea errónea de progreso dogmático, muchas veces afirmada
en nuestra época, la hiere con la reprobación (Denz. 1818).
La
razón teológica de esta doctrina reside en el hecho de que la revelación se
cerró con los Apóstoles y en la infalibilidad de la Iglesia, que no puede errar
en sus declaraciones dogmáticas, que son por esto irreformables (cfr. § 7). Cristo
dio a sus Apóstoles la misión
de enseñar aquello que les había ordenado (Mt 28,20). San
Pablo no admite siquiera que un ángel del cielo pueda cambiar el Evangelio (Gal
1,8); cfr. II Tim 1,14). Cristo es "auctor et consummator fidei"
(Hebr 12,2). Esta fue también la constante enseñanza de la Tradición como se
puede ver en § 4.
2. El
verdadero progreso dogmático.
No
existe, por tanto, cambio substancial del dogma, ni progreso absoluto, sino un progreso accidental y relativo, que consiste en
el hecho de que la Iglesia conoce de un modo siempre más profundo y más preciso
las verdades del “depositum fidei”; las explica
de modo siempre más claro, las expresa y las propone con fórmulas cada vez más perfectas. Este progreso en el
conocimiento subjetivo de la verdad en su formulación objetiva es deseado y
favorecido por la Iglesia «Que el entendimiento, el conocimiento y la sabiduría
crezcan con el correr de las épocas y los siglos, y que florezcan grandes y
vigorosos, en cada uno y en todos, en cada individuo y en toda la Iglesia: pero
esto sólo de manera apropiada, esto es, en la misma doctrina, el mismo sentido
y el mismo entendimiento» […] (Denz. 1800).
[…]
3.
Causas del progreso.
1)
El Espíritu Santo que vive y actúa en
la Iglesia, guiándola hacia la verdad plena (Jn 16,13).
2)
Las herejías que la obligan a explicar
más claramente los dogmas que desconocen y niegan. San Agustín les reconoce
esta función, y respecto de la gracia, disculpa a los Padres más antiguos que
usaban expresiones poco precisas. Refiriéndose al Crisóstomo dice: "Vobis
nondum litigantibus securius loquebatur" (C. Jul. 1, 6, 26; cfr. Civ. 16,
2. 1). Habla perspicazmente de las verdades que luego se llamarían "virtualiter
revelatae" y dice que la herejía, suscitando en la Iglesia la competencia
de los hombres espirituales, sirvió para esclarecerlas (Enarr. in Ps. 54, 22).
3)
El genio particular con el que cada uno de los Padres, y también los diversos
pueblos cristianos, consideran las Revelación y se apropian de la misma,
viviéndola. Así los griegos son más propensos a la especulación, al tiempo que
los latinos prefieren las cuestiones prácticas.
4)
También la filosofía y la cultura profana ejercen influencia en el desarrollo
dogmático. Recordemos el platonismo, el aristotelismo, el humanismo (filología,
historia, crítica), el historicismo.
5)
Para el progreso personal en el conocimiento de los misterios de la fe, los
Padres, especialmente San Agustín, recomiendan muchas veces, además del
estudio, la oración y la pureza del corazón. San Agustín dice que es necesario
“petere, pulsare, orare”.
El
Concilio Vaticano [I], hablando del progreso dogmático, también tiene en cuenta
la actividad particular de los teólogos, tomados de modo individual o
colectivo. Los estudiosos bien saben cuánto cada uno de los maestros o escuelas
particulares acrecientan el progreso científico. Así es en la Teología:
piénsese en S. Atanasio, S. Agustín, la Escolástica, el Conc. de Trento. León XIII
renueva la invitación del Conc. Vaticano a la colaboración: “ut, quasi
praeparato studio, iudicium Ecclesiae maturetur” (Enc. Providentissimus).
Tomado
y traducido de:
Bartmann,
B. Teologia Dogmática. São Paulo:
Paulinas, 1962. Vol. I, p. 101 y ss.