viernes, 24 de febrero de 2017

Wycliffe el precursor (y 2)

En la entrada anterior vimos que para Wycleff la posesión de la autoridad eclesiástica está ligada al estado de gracia y se ve anulada por el pecado mortal. Pero otra de sus tesis condenadas en el Concilio de Constanza se refiere a la potestad política:
15. Nadie es señor civil [...] mientras está en pecado mortal.
Esta tesis no es muy diferente de la explicada en el post anterior. Para W., el estado de gracia es condición necesaria para la titularidad del poder político, de modo que el gobernante que se encuentra en pecado manifiesto pierde su autoridad. 
Las consecuencias anárquicas de la tesis caen por su propio peso:
“…no podía dejar de encontrarse espíritus extraviados hasta el punto de decir: ¡si el pecado mortal hace perder la dominio, y la potestad, no debemos soportar a tal o cual superior, civil o eclesiástico, que, a nuestros ojos, está probado, que es un pecador! Comprendemos muy bien la exclamación del emperador Segismundo en Constanza, cuando le explicaron la doctrina de Juan Hus, copiada de Wyclif: Juan Hus, ¡nadie vive sin pecado!” (cfr. Cristiani, L. Wyclif, en DTC XV, col. 3592).
Al margen del potencial subversivo de esta afirmación cabe preguntarse por qué la Iglesia condenó también este aspecto político de la doctrina de W. Sin excluir otros motivos, lo cierto es que se opone a la S. Escritura: todos han de someterse a las potestades superiores porque no hay potestad que no esté bajo Dios, y las que hay han sido ordenadas por Dios. Por donde el que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios; y los que resisten se hacen reos de juicio” (Rom 13, 1-2). Como apuntaba Straubinger, en la nota correspondiente:
“El presente capitulo inculca los deberes para con la potestad civil, y es de señalar que S. Pablo escribió estas amonestaciones en tiempos de Nerón, perseguidor en extremo cruel de los cristianos. Obedecer a las autoridades es una obligación independiente de las cualidades personales de los mandatarios. Véase Mat. 22, 21; I Pedr. 2, l3·1 S; Juan 19, 11. Los Padres de la Iglesia procuraron con toda diligencia profesar y propagar esta misma doctrina: "No atribuyamos sino al Dios verdadero la potestad de dar el reino y el imperio" (S. Agustín). Vemos una elocuente confirmación de esta doctrina en Ef. 6, S ss. y en la sumisión de Pablo y de Pedro hasta la prisión y el martirio.”
Lo mismo enseñaba Santo Tomás (ver aquí) en su comentario a la Epístola: la obediencia a las autoridades civiles es una conducta debida “por necesidad de la salvación”.
La conclusión que se sigue de esta solemne condena de W. es que el pecado manifiesto del gobernante no lo priva de su potestad política, ni tampoco dispensa a los gobernados del deber de obediencia. Todo ello sin perjuicio de la posible resistencia a mandatos inmorales, en un proceso que puede llegar -en casos muy graves- al extremo de la rebelión violenta contra el tirano, su deposición y posterior castigo.

viernes, 17 de febrero de 2017

Wycliffe el precursor (1)

En esta entrada, y en la próxima, diremos algo sobre las doctrinas de Wycliffe, un heresiarca medioeval que influye en el presente más de lo que pudiera suponerse. No es posible exponer en un blog toda la doctrina de W., de manera que nos limitaremos a dos aspectos de su pensamiento, que permiten ubicarlo como un precursor del anarco-tradicionalismo.
En la raíz del pensamiento de W. se encuentra el dualismo platónico-agustinista y una profunda desilusión respecto del estado de la Iglesia visible:
“Nacido en North Yorkshire, Inglaterra, y educado en Oxford, donde más tarde enseñaría, John Wycliffe (Wycliff, o Wiclef) inició su producción académica como filósofo, volviendo al agustinismo frente al escepticismo dominante. En teología estuvo más influido por la Biblia y los Padres que por la escolástica. Su creciente desilusión con las instituciones de la Iglesia lo llevó, sobre la base de una filosofía platónica, a desarrollar una visión de la Iglesia en la que distinguía su ideal espiritual eterno de la Iglesia material visible. Esta última no tenía ninguna autoridad que no procediese de aquella Iglesia ideal. Más tarde aplicaría estas ideas a toda autoridad, tanto civil como eclesiástica.” (fuente)
Sabido es que en doctrina católica el Romano Pontífice tiene una potestad que se califica de ordinaria, suprema, plena, inmediata y universal; que puede siempre ejercer libremente. La adquiere en el momento de su elección y la pierde por muerte, renuncia y -según la mejor doctrina- cuando mediante sentencia de la Iglesia se determina con certeza que ha cometido el delito de herejía, cisma o apostasía.
Pero Wycliffe vincularía la potestad de jurisdicción del papa a la ausencia de pecado mortal. Esto consta en sus escritos y se desprende de dos de las proposiciones condenadas formalmente por el Concilio de Constanza:
8. Si el Papa es un precito [1] y malo y, por consiguiente, miembro del diablo, no tiene potestad sobre los fieles que le haya sido dada por nadie, sino es acaso por el César. 

15. Nadie es señor civil, nadie es prelado, nadie es obispo, mientras está en pecado mortal.
De acuerdo con esta teoría si un papa está en pecado mortal manifiesto (el fuero interno no es cognoscible externamente) pierde la potestad de jurisdicción. Lógicamente bastaría con que algunos/muchos cristianos considerasen al pontífice pecador para que perdiese su potestad.
Otra variante de esta doctrina -que puede inspirarse en W. aunque no sea del todo claro si el autor la sostuvo de modo explícito- es práctica: aunque el pontífice no pierda la potestad de jurisdicción, los súbditos se sienten eximidos de obedecerle bajo pretexto de su pecado manifiesto.
Este error, en sus dos modalidades, implica colocar una bomba anarquizante en los cimientos de la Iglesia. No se trata de la resistencia a mandatos inmorales, conducta legítima bajo condiciones estrictas, sino de negar la titularidad de la potestad de jurisdicción o de sustraerse a la obediencia debida a la Jerarquía. En tiempos calamitosos como el presente no viene mal recordar esta lección histórica para no caer en la tentación de revivir estos errores wyclefitas que, si son pertinaces, dejan fuera de la Iglesia a quien los sostiene.


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[1] precito, ta. Del lat. mediev. praescitus 'réprobo', 'condenado', y este del lat. praescītus 'sabido de antemano'. 1. adj. Condenado a las penas del infierno, réprobo.

lunes, 13 de febrero de 2017

martes, 7 de febrero de 2017

Permanentemente lastimada


Al parecer, el artículo que publicamos traducido a continuación se conserva aún en la red gracias a alguien llamado John L. que colocó el texto en su totalidad en el área de comentarios de un sitio web. El título original era “Permanent Scars” y fue publicado por Daniel Mitsui en su blog “The lion and the cardinal”, en marzo de 2007.
Entre ciertos católicos existe una suerte de optimismo fácil acerca del futuro cercano de la Iglesia; una expectativa de que si las cosas alguna vez se vuelven demasiado malas, Dios hará surgir algunos nuevos santos y héroes y genios para hacer todo bueno de nuevo. Esta es una expectativa en la que eso sucederá como algo natural.
Pero la promesa contra las puertas del infierno fue una promesa de victoria final solamente, no de estabilidad y confort durante nuestras vidas. Si la Iglesia tiene que sobrevivir, lo hará en ocasiones como lo hizo en las catacumbas romanas, las cuevas del Líbano, los escondites de los recusantes ingleses o de las Islas Goto. A veces tiene que sobrevivir a pesar de las agobiantes carencias materiales en circunstancias desesperantes. La esperanza no sería virtud si fuera fácil.
Los optimistas son afectos a citar un capítulo de El Hombre Eterno de Chesterton referido a las cinco muertes de la Fe, y su inexplicable resurrección en cada ocasión. La conclusión, por supuesto, es que esto es lo que sucede siempre. Nunca pensé que éste fuera uno de los argumentos más convincentes de Chesterton; si él hubiese sido un asirio en vez de un inglés, podría haber corregido el capítulo, porque en Asiria la fe murió cinco veces sin nunca regresar a la vida.
Aunque decir esto no es exactamente justo; unos pocos asirios fieles existen hoy en día, y unos pocos buenos cristianos existieron en cada era de muerte identificada por Chesterton. Cuando habla de una muerte de la fe, nunca quiso decir que ésta cesó por completo, sino que dejó de estar sana, de ser vibrante e influyente. No fue una crisis del Cristianismo, sino de la Civilización Cristiana.
Pero nunca se nos hizo la promesa de que las puertas del infierno no prevalecerían contra la civilización cristiana. En Europa, la civilización cristiana fue resucitada cinco veces; no existe promesa de una sexta. El Cristianismo muy bien podría tener que sobrevivir sin civilización cristiana, como algo brutalmente perseguido, internamente conflictuado y socialmente irrelevante. Éste, en realidad, no es más que el estado normal del Cristianismo.
Tanto entre los Católicos como entre los Ortodoxos existe un deseo expresado abiertamente de retornar a los principios del Cristianismo del primer milenio. Es un deseo que comparto, en tanto creo que la continuidad con los Padres de la Iglesia es absolutamente indispensable, y que la Iglesia Romana y la Bizantina deben ser una. Pero ese deseo no nos debe engañar acerca de lo que fue realmente la Gran Iglesia del primer milenio.
En los dos siglos de la legalización del Cristianismo, la Gran Iglesia perdió dos de los antiguos patriarcados; en unos pocos siglos siguientes, perdió contra los mahometanos la mayoría de su territorio y de su gente, y nunca recuperó mucho de eso. La historia del Cristianismo del primer milenio es de un continuo fracaso y atrición; la Iglesia sufrió de herejías cristológicas y trinitarias unas tras otras, y con la misma facilidad con la que se podía alejar a la Iglesia de ellas una vez leídos los anatemas, todas estas herejías surgían en el interior de la Iglesia. Hubo un tiempo, antes de que fueran lanzados los anatemas, cuando cada una de las herejías todavía no había sido condenada, en el que eran profesadas abiertamente en todos los niveles de la Iglesia. Vivir como cristiano en el primer milenio, especialmente en alguno de los patriarcados orientales, la mitad de las veces significaba tener a herejes cristológicos o trinitarios por obispos y sacerdotes, y que los fieles en su mayoría profesaran también los errores o fueran demasiado cobardes o indiferentes para oponerse a ellos.
Durante los 61 años previos al Segundo Concilio de Nicea, y después del mismo durante otros 28 años, la Iglesia de Bizancio fue gobernada por emperadores iconoclastas y los sicofantes que ellos pudieron colocar en la sede patriarcal; las imágenes eran blanqueadas, los monjes torturados y asesinados, las reliquias lanzadas al mar, las devociones del santoral suprimidas. Fue la destrucción de la tradición más violenta jamás ocurrida en el interior de la Iglesia; sólo una muy pequeña cantidad de íconos anteriores a la crisis sobrevivió, la mayoría de ellos bajo la relativa seguridad del gobierno mahometano. Existe una considerable porción de memoria histórica del Cristianismo Bizantino con la que muchos de sus admiradores y conversos de occidente aún no han podido.  La iconoclasia aparece en su mente, y esto podría atemperar su jactancia; porque hubo un tiempo en el que la Ortodoxia Oriental también lo perdió todo.
Hay en esto una verdad tan simple que con frecuencia la olvidamos: Satanás es más listo que nosotros. Y es más fuerte que nosotros y más paciente que nosotros. Si no lo fuese, no tendríamos necesidad de un Salvador. No se nos prometió un paraíso en esta vida, sino un continuo ataque hasta que el Reino venga. Satanás destruiría, dividiría y degradaría a la Iglesia en cualquier forma que pudiera divisar. Lo haría con la herejía, el cisma y la guerra, en el saqueo de las hordas bárbaras y en el complot de las sociedades secretas. Obraría a través de la codicia de los príncipes, la lujuria de los reyes, el orgullo de los emperadores y la insensatez de los papas. Susurraría malas ideas en los oídos de hombres de buena voluntad. Atraería terremotos, fuego y plagas, y cualquier cosa que pudiera manipular de la buena tierra de Dios. Arruinaría la Iglesia desde adentro y desde afuera. Obraría en momentos horribles y en siglos de inadvertida degradación.
Satanás odia a la Iglesia y quiere que nosotros odiemos a la Iglesia. Y es lo suficientemente listo, fuerte y paciente para arruinar todo lo que hace fácil amar a la Iglesia. Fue lo suficientemente hábil para arruinar la aparentemente inmortal Edad Media, por lo que ciertamente es lo suficientemente hábil para arruinar el frágil movimiento tradicionalista de hoy. Y es lo suficientemente hábil para arruinar la ortopraxis y la estabilidad teológica del Oriente Cristiano. Si esto no fuese obvio como dato teológico, debería serlo como hecho histórico; él lo ha hecho antes.
Y la Ortodoxia Latina patrístico-medieval en la que deseo que se convierta el Catolicismo Romano, y a lo que dedicaré los esfuerzos de mi vida entera: él es lo suficientemente hábil para arruinar eso también. Esto es lo que necesita ser recordado por quienes buscan refugiarse del Modernismo en el Catolicismo Tradicional o en la Ortodoxia Oriental o en sus propias fantasías historicistas sobre cualquiera de ellos. No hay refugio en la Iglesia Militante. Si una Iglesia parece haber resistido al modernismo, simplemente significa que Satanás está esperando para afligirla con algún otro error tan pronto como pueda. Las antiguas Iglesias son vulnerables y han sido siempre vulnerables.
Al examinarlas, todas ellas llevan las cicatrices permanentes del ataque enemigo; las pérdidas y las rupturas y las traiciones de la antigua tradición. Si hubiese una Iglesia sin ellas, no tendría pretensión creíble de ser la verdadera Iglesia; sería algo tan poco amenazador para el principado de Satanás que ni siquiera se molestaría en prestarle atención. Una Iglesia que no es permanentemente lastimada no es el Cuerpo de Cristo.
Los apóstoles entendieron esto, y vivieron siempre como si el esjaton fuera inminente y el enemigo estuviera cerca. Dudo que alguno de ellos esperara que la sociedad de continentes enteros estuviera orientada hacia el Cielo por miles de años. Esto sería algo muchísimo mejor que lo que tenían algún derecho de esperar.
La civilización cristiana y todos sus tesoros eran un regalo; un inmerecido y extremadamente generoso regalo. Cuando un niño recibe un regalo precioso de su padre amado, lo aprecia y lo cuida, recordando siempre la generosidad de aquel que se lo dio. Sólo la más despreciable ingratitud haría que lo descuide, lo desfigure, que decida que ya no es de su agrado y lo arroje a la basura, o lo transforme en algo diferente. Esto es lo que han perdido de vista los apologistas del nuevo Catolicismo, quienes constantemente reivindican su validez sacramental como si eso fuera lo único que importa. El problema con la nueva liturgia, la música banal, las iglesias vacías no es que dañen la imagen de Dios, más bien ellas dañan la nuestra.
Pero algo diferente es perdido de vista por los tradicionalistas, quienes incesantemente se quejan de que los problemas no son arreglados con la suficiente rapidez, o quienes amenazan con dejar la Iglesia hasta que sean arreglados. Si el regalo es estropeado, el niño no tiene derecho a hacer berrinche y exigir que su padre lo repare o le compre uno nuevo inmediatamente. Porque no lo merecía, en primer lugar. El padre está en todo su derecho de retener su generosidad hasta que el niño aprenda su lección, o de decirle al niño que lo repare él mismo. No es nuestra prerrogativa exigir que los problemas en la Iglesia sean resueltos conforme a nuestra conveniencia. Tampoco que estos problemas sean necesariamente resueltos por alguien más.
Dios confió a los hombres el cuidado de su Iglesia en este mundo hasta la parusía. Edificándola en el territorio del enemigo es como participamos en la acción de la Providencia en la historia, y como somos santificados. Ciertamente Dios puede asistirnos de maneras extraordinarias; la notoria resiliencia de la Iglesia en ocasiones sólo puede ser explicada por intervención divina. Pero, en justicia, nada exige a Dios darnos de modo ordinario un nuevo grupo de santos y héroes y sabios para reparar todas las cosas. Cuando la Iglesia necesita santos, héroes y sabios, puede que nos tenga sólo a nosotros. Y la mayoría de nosotros estamos demasiado detestablemente orgullosos de nuestra falsa humildad como para al menos intentar la santidad heroica.
La situación actual de la vida cristiana, como siempre, es la de rezar entre ruinas; la de buscar entre los escombros de una iglesia largamente destruida en busca de piezas que reconozcamos; la de aferrarse a ellas y atesorarlas como nunca hicieron quienes las disfrutaron en su esplendor. Veneramos estos trozos de escombros, y los estudiamos para figurarnos de qué forma se ensamblaban y el significado que una vez tuvieron. Inducimos lo que podemos de los olvidados métodos de su construcción y del olvidado lenguaje de su simbolismo, y reconstruimos lo que podemos en el tiempo que se nos asigna. Construimos algo hermoso para Dios, de tal modo que la memoria de la antigua fe pueda sobrevivir para la próxima generación, hasta que las fuerzas del mal desbaraten, incendien y sepulten nuestras construcciones.
Y nosotros hacemos esto creyendo, no obstante toda tentación de desesperar, que la victoria ya ha sido obtenida, y que la liberación está cerca. Nos ha sido dada la tarea de modo que en ella podamos encontrar nuestro propósito y nuestro gozo y nuestra santidad. Y perseverando, heredaremos un cielo nuevo y una tierra nueva, donde construiremos de forma permanente lo que a modo de pobre imitación hemos edificado en este mundo roto.
Tomado de:


viernes, 3 de febrero de 2017

La histeria continúa



Acabo de escribir en mi Muro de Facebook lo siguiente ante la ola de histeria y de indignación que se disparó, incluso entre algunos de mis amigos, tras que Proceso y Newsweek publicaran supuestos detalles de la conversación entre los Presidentes Trump y Peña Nieto, en la que supuestamente el primero amenazó al segundo con invadir México además de insultarnos como Nación:
"1.- Ya hubo un Presidente Norteamericano que metió agentes de la DEA y la CIA en México para supuestamente combatir al Narco: Barack Hussein Obama/Barry Soetoro o como en realidad se llame. Y también fue quien armó como nunca a los cárteles con su operativo "Rápido y Furioso" que no fue más que un corrupto negocio entre él y su compinche Erick Holder, entonces Procurador de EUA.
2.- Los medios tradicionales han declarado guerra abierta contra Trump lo mismo que varios intereses o "poderes fácticos" en EUA y otros países, los cuales se beneficiaron enormemente de la Globalización y están aterrados ante los cambios políticos que vemos:
- El resurgimiento de Rusia.
- El Brexit.
- El ascenso de la "Derecha Alternativa" en Europa.
- El Islamismo y los movimientos migratorios desatados por éste en Medio Oriente, que se les salieron de control.
- El poderío de China, el principal beneficiario de la Globalización, que está lejos de ser un ente amigable, China fue, ha sido, es y será un Imperio con todo lo que esto implica y que no quiere verse afectado por una alianza Putin-Trump.
3.- A todos los que han expresado su "apoyo" a México, (faranduleros, ONG's, lobbies, gobiernos y organizaciones "progresistas", la industria del sexo y del aborto), en realidad México les vale un cacahuate, quieren usarnos como pretexto para provocar una grave crisis política y constitucional en EUA, al estilo de la provocada en Rusia en 1991 que llevó a la caída del Gobierno de Gorbachov y del sistema soviético; esto lo que haría es prácticamente la caída de EUA de su puesto como potencia mundial y como líder del Mundo Occidental, lo que traería consecuencias desastrosas para América y Europa enteras. Esto no lo ven, pues se fijan sólo en sus intereses particulares.
4.- Tomando eso en cuenta, es muy probable que el supuesto contenido de la llamada, filtrado por "Proceso" y "Newsweek" sea falso o exagerado, dado el sesgo de ambas revistas: "Proceso" es de extrema Izquierda y su similar gringa ya hasta había sacado un número especial titulado "Madame President" que tuvieron que sacar de la circulación de inmediato al darse los resultados electorales de noviembre. Quizá en realidad de lo que hablaron fue de un esquema conjunto de seguridad en el que sí, probablemente, esté contemplada la entrada de agentes norteamericanos actuando en nuestro territorio.
No olvidemos la conveniente extradición del Chapo Guzmán un día antes de la toma de protesta, y que probablemente ahora está cantando como canario o Cecilia Bartoli en su prisión de Nueva York.
5.- Que Trump no ganó con el voto popular: primero habría que tomar en cuenta las denuncias de fraude electoral, con voto de migrantes ilegales, urnas electrónicas amañadas, trenes locos y carruseles o voto de ultratumba que organizaron los Demócratas en California y otros estados, y en segundo, que las reglas del juego están escritas en EUA desde fines del siglo XVIII, curiosamente, nadie había hablado, tras 227 años de vida del documento constitucional de reformarlas o cambiarlas hasta ahora que no favorecieron a Hillary; una actuación de civilidad y patriotismo implica aceptar que, de acuerdo con las leyes establecidas y vigentes el resultado fue ese y punto. Si llegara a haber alguna irregularidad o acto, --como lo hecho por Bill Clinton en convertir la Casa Blanca, la sede del Ejecutivo en su burdel privado-- existen los mecanismos legales previstos para actuar, como es el "impeachment".
6.- Las prohibiciones a los refugiados de ciertos países islámicos son perfectamente legales en el sistema norteamericano y no obedece a la religión, sino a la situación de esos países, y es algo muy común a nivel Internacional que se restrinjan o permitan la entrada de ciertos nacionales a uno u otro país por los riesgos probables, además ¿porqué esos refugiados no son aceptados por sus correligionarios de Arabia? En México, como somos "coladera" y todos pasan como Pedro por su casa, no entendemos eso.
7.- El Tratado de Libre Comercio debe ser renegociado, ni a México ni a EUA nos ha beneficiado del todo, destrozó el campo mexicano y destrozó la industria de EUA, hay abundantes sitios de Internet donde se explica esto, como: http://mexicoliberal.blogspot.mx/…/el-tlcan-realmente-nos-h…http://mexicoliberal.blogspot.mx/…/quien-realmente-pierde.h…
8.- Los gringos le llaman "America" a su país no por soberbia, sino por que no tienen otra forma corta de llamarle a su país y tener así un gentilicio que les de identidad, y no andar recitando la larga letanía de "United States of America", ni tendría sentido llamarse "staters" o algo así, América es lo único que denota identidad con un territorio.
Y tiene ese nombre porque originalmente eran 13 Estados diferentes que se separaron de la Corona Británica al mismo tiempo y coaligados que estaban en América, cada uno con un nombre y un gentilicio propio.
Escribo todo esto no porque me sienta gringo, sino en aras de objetividad y de calmar los ánimos para no caer en el juego de intereses extranjeros que alimentan el odio y que no tienen que ver con México y que nos quieren usar de pretexto para apoyar a sus intereses en los problemas políticos de otro país..."
Y aparte de todo también señalan que es un enfermo mental... hasta ahora, no he visto ningún desorden mental en sus medidas como Presidente, salvo que quizá se considere locura el pretender que el Estado vuelva a ejercer la plena Soberanía, que en su aspecto interno es la Supremacía y en el externo la Independencia respecto de poderes fácticos internos y externos, como ya lo definiera Jean Bodin en el siglo XVII, en un principio que luego fue básico para el Constitucionalismo.
¡Ah por cierto!, esto quizá busque también de parte de Peña desesperadamente el mostrarse como quien recibe los golpes pero se mantiene defendiendo el orgullo y la soberanía de México, para tratar de reducir su mala imagen.
Lo dicho: vivimos en tiempos interesantes.
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