Publicamos un artículo que ha traducido un lector de nuestra bitácora a quien mucho agradecemos el trabajo que se ha tomado.
La falsa acusación de herejía a quien critica las nuevas y ambiguas
doctrinas del pastoral Vaticano II.
Por Paolo Pasqualucci
Criticar las nuevas y ambiguas doctrinas del pastoral Concilio Ecuménico
Vaticano II ¿significa comportarse como protestantes, como herejes?
Ciertamente, no. Sin embargo así se ha dicho y se ha vuelto a repetir, incluso
en sede autorizadísima. Es ya conocido el artículo aparecido recientemente en
el Observatore Romano, el 29 de
noviembre de 2012, en la p. 5, firmado por S.E. el arzobispo Gerhard Ludwig
Müller, Prefecto de la
Congregación para la
Fe , a propósito de la “hermenéutica de la reforma en la
continuidad” invocada –como sabemos- por S.S. Benedicto XVI como única clave
legítima para la lectura del Concilio: “Esta interpretación es la única posible
según los principios de la teología católica, es decir, considerando el
conjunto indisoluble formado entre la Sagrada Escritura ,
la completa e íntegra Tradición y el Magisterio, cuya más alta expresión es el
Concilio presidido por el Sucesor de San Pedro como Cabeza de la Iglesia visible. Al margen
de esta única interpretación ortodoxa existe lamentablemente una interpretación
herética, a saber, la hermenéutica de la ruptura, sea en su vertiente
progresista, sea en la tradicionalista. Ambos participan en el rechazo del
Concilio; los progresistas al querer dejarlo atrás, como si se tratase de una
estación que hay que abandonar para llegar a otra Iglesia; los tradicionalistas
al no querer llegar a él, como si se tratase del invierno de la Iglesia Católica ”.
No sé si es justo poner en el mismo orden las dos opuestas interpretaciones
críticas del Concilio. Los “tradicionalistas” quieren sanar la ambigüedad y
eliminar los errores, planteando también, implícitamente, el problema de la
validez del Concilio. Estarían encantados de ver un Concilio revisado y corregido
por el Papa sobre la base de la doctrina de siempre de la Iglesia. Los “progresistas” no
se plantean ciertamente el problema de la validez del Concilio, ni lo que se
refiere a la ambigüedad y a los errores que se deben eliminar por estar en
contradicción con la doctrina de siempre, que para ellos no existe, por cuanto conciben
todo el Cristianismo en clave histórico-evolutiva. Para ellos, el Concilo no
debe ser reformado ni mucho menos invalidado. Por su parte critican los
compromisos a los que la mens progresista impostada en el Concilio ha debido
someterse, esperando que en la actuación práctica tales compromisos finalmente
sean por completo abandonados, para hacer emerger de modo completo la “Iglesia
del Espíritu” insuflada en las partes modernizantes de los documentos
conciliares; la Igesia
soñada por los defensores de la Nueva
Pentecostés , Iglesa de un Nuevo Advenimiento, sin jerarquía y
totalmente ecuménico-comunitaria, abierta a todas las instancias de la Modernidad , también en
el plano ético y de las costumbres. Iglesia
de Satanás, hay que recordarlo, para los Católicos que permanecen fieles a
la enseñanza perenne de la Iglesia.
A los comentarios de Monseñor Müller ya ha contestado de manera egregia el
prof. Roberto de Mattei en este mismo lugar, el 5 de diciembre de 2012. Por mi
parte querría sólo añadir alguna cosa. En primer lugar, recordar que, en
general, los herejes contraponen a la enseñanza de la Iglesia su versión personal del Cristianismo. Y esto es lo
que están haciendo hoy los “progresistas” (o neomodernistas). Aquellos que hoy,
por la amarguísima y perdurable crisis de la Iglesia , se ven constreñidos a criticar el
Vaticano II en nombre de la
Tradición , no albergan deseo alguno de tener una versión personal propia del Cristanismo, para
proponerla como una alternativa a la enseñanza actual de la Jerarquía , a la cual por
su parte oponen, donde no hay concordancia con ella, la Tadición , es decir, la
enseñanza de la Iglesia
consolidada tras casi veinte siglos de inmutable magisterio. En segundo lugar,
que el Concilio enseña declaradamente cosas
nuevas y en documentos no dogmáticos sino pastorales. Con toda seguridad
este hecho vuelve lícito el examen sobre la conformidad de estas novedades con
la doctrina tradicional de la
Iglesia por parte del creyente que se sienta capacitado para
ello. Veamos este último punto.
1. Por primera vez en la historia de la Iglesia , un Concilio
ecuménico se propone enseñar “novedades”. En el art. 1 de la Declaración conciliar Dignitatis humanae sobre la libertad
religosa, se encuentra la famosa declaración según la cual, “este Concilio
Vaticano reconsidera la tradición sagrada y la doctrina de la Iglesia , de la cual toma
elementos nuevos en constante armonía con aquellos que ya posee [haec
Vaticana Synodus sacram Ecclesiae traditionem doctrinamque scrutatur, ex quibus
nova semper cum veteribus congruentia profert]”(DH 1). El Concilio declara,
por lo tanto, que enseña “nuevos elementos” o “cosas nuevas” (nova) tomados de “escrutar” o de
“remeditar” la Tradición
y la Escritura. No
dice que vuelve a proponer la misma tradición y doctrina de un modo nuevo (nove), como se acostumbraba decir en
tiempos, cuando se hablaba de progreso
extrínseco del dogma o de una profundización y de un mejor conocimiento de
alguna verdad de fe, que quedaba sin embargo absolutamente inmutable en cuanto
a su noción. La sustitución de nove
con nova podía naturalmente hacer
nacer muchas aprensiones, razón por la que el texto precisó explícitamente que
era intención del Concilio “tratar las cosas nuevas” siempre en armonía con las
viejas, con el Depósito de la Fe. Pero ya
la idea de “traer cosas nuevas” de la “sagrada tradición y de la doctrina de la
glesia”, ¿no era, de por sí, completamente revolucionaria?
A mi
enteder es significativo que esta admisión de la existencia de novedades en la
enseñanza del Concilio se haga en el “proemio” de un texto ampliamente
innovador como es éste sobre la “libertad religiosa”, concepto que, según sus
críticos, parece prestado casi íntegramente del principio laico de la misma,
siempre vigorosamente rechazado en el pasado por el Magisterio. Como han
demostrado ampliamente Mons. Gherardini y otros estudiosos, ninguna de las
“novedades” propuestas por el Concilio está provista del sello de la definición
dogmática. Y las novedades no las encontramos con seguridad en aquellos
fragmentos conciliares en los que se reafirman dogmas precedentes o se remite a
la infabilidad del Magisterio ordinario de la Iglesia. Como han señalado en
varias ocasiones los estudiosos competentes, la “congruentia” de las “cosas
nuevas” propuestas, con las “viejas” queda sin demostrar por las referencias
del Concilio a los dogmas del pasado o a las enseñanzas del Magisterio ordinario
infalible o por las declaraciones del principio de fidelidad al dogma. Tal
“congruentia” debe ser demostrada debidamente,
caso por caso, poniendo en parangón lo nuevo con lo viejo que aquello viene
específicamente a sustituir. Por poner ejemplos: confrontrando entre sí la
nueva definición de la Iglesia
de Cristo, aquella del famoso “subsistit in” de la Lumen Gentium 8, con la
vieja, la que aparecía, finalmente, en el esquema de la constitución dogmática De Ecclesia, convertido en papel mojado
por los Progresistas; el novísimo principio de la creatividad litúrgica con
aquello que el Magisterio preconciliar había pensado siempre sobre esto; la
nueva definición de la
Inerrancia biblíca con la vieja; la nueva definición de la
colegialidad con la vieja, es decir, con toda la enseñanza precedente de la Iglesia a propósito de
ella, y así con todo.
2. El fiel está legitimado a indagar la
“congruentia” de las “novedades” profesadas por un Concilio ecuménico que es
sólo pastoral. Establecido este punto fundamental, a saber, que el Concilio
enseña conscientemente “cosas nuevas”, debemos preguntarnos: ¿el simple fiel
está autorizado o no, a contrastar
todas estas “novedades” con la enseñanza tradicional de la Iglesia , según la comentan
y explican los teólogos ortodoxos, para ver si las novedades están todas “en
constante armonía con ésta”? Si se responde que no entonces se obliga de hecho
al fiel a creer en la existencia de esta “armonía” porque se dice así: a creer
porque se dice así, sin discutir, como si nos encontrásemos en presencia de un
Concilio dogmático, infalible sobre las verdades de fe y sobre las costumbres
al modo del Tridentino o del Vaticano I. Pero negar a los fieles el derecho de
confrontar la nueva pastoral y la nueva doctrina del no dogmático Vaticano
II con la enseñanza perenne de la
Iglesia constituye una patente contradicción, porque implica
atribuir al Vaticano II un caracter dogmático expresamente negado por el mismo
Concilio, en las bien conocidas Notificationes
puestas al pie de las dos constituciones “dogmáticas” Dei Verbum sobre la divina Revelación y Lumen Gentium sobre la
Iglesia , en esta última junto con una importante Nota explicativa previa. Así en apéndice
a estas dos constituciones, llamadas dogmáticas,
se ha debido añadir una Notificatio
sobre la calificación teológica de las enseñanzas conciliares, en la que se
explica que no son en absoluto dogmáticas. En efecto, “dado el fin pastoral del
presente Concilio”, ¡en ellas no se define ningún dogma ni se condena ningún
error!
¿Como
simple creyente, no tengo el derecho –sólo por poner un ejemplo- de contrastar
la doctrina de la
Encarnación de la Constitución pastoral Gaudium et spes 22 con aquella que siempre ha sido enseñada por la Iglesia ? Cuando me
encuentro de frente con una frase como esta: “De hecho, con la Encarnación el Hijo de
Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre”, mi primera impresión es la de
un texto que dice una cosa extraña, nunca antes escuchada y al mismo tiempo
ambigua. Ambigua, ya que no se
entiende porqué la
Encarnación deba haber tenido lugar “en todo hombre” ni qué
cosa quiere decir efectivamente “en cierto modo” (el famoso quodammodo). Después me encuentro que en el artículo 432 del
Catecismo de la Iglesia
católica y en la primera Encíclica de Juan Pablo II (Redemptor hominis 13) el inciso “en cierto modo” se ha eliminado.
¿Que debo concluir, entonces? El Papa y el CIC [Catecismo, n. del t.]
proporcionan la interpretación auténtica de la frase en cuestión. Por lo tanto
el sentido propio de la frase es el de decir que la Encarnación no se
limita al Cristo encarnado en el hebreo Jesús de Nazareth, individuo que tuvo
existencia histórica, sino que ha tenido lugar efectivamente “en todo hombre”.
¡El
resultado, sin embargo, es que, con o sin el quodammodo, el pastoral Vaticano II, un Concilio que debería en
teoría limitarse a exponer las verdades de fe de un modo más acorde con la
mentalidad moderna, modifica la noción de la Encarnación de Nuestro
Señor, para incluir a “todo hombre”! He aquí, pues, una de las grandes y
extraordinarias novedades. Que se
trata de algo negativo para el dogma, no hace falta ser teólogo para
comprenderlo. No podemos dejar de preguntarnos: ¿Cómo habría podido el Verbo,
consustancial al Padre según la divinidad, unirse a la naturaleza pecaminosa de
cada uno de nosotros? Y, ¿conservaría todavía sentido el dogma de la Inmaculada Concepción ?
¿Y el del pecado original? ¿Y en qué “hombre” se habrá encarnado el Hijo de
Dios? ¿Sólo en los hombre y en las mujeres de su generación? ¿Y los otros? Todo
el planteamiento de GS 22 ¿no implica acaso la idea de que esta “encarnación en
todo hombre” tiene significado ontológico, constituyendo una verdadera y propia
impronta divina perenne en la naturaleza de cada uno de nosotros? Lo implica sin decirlo abiertamente,
contribuyendo en tal modo a la ambigüedad de un discurso que arroja en la
confusión la doctrina ortodoxa de la Encarnación , volviéndola insegura y divinizando
al hombre.
Entonces,
si procediendo siempre con el método debido, el simple creyente confronta GS
22.2 con la enseñanza anterior de la
Iglesia , ¿con qué se encuentra? ¿Tal vez con algún indicio
que lo insinúe? Como han explicado teólogos ortodoxos, hay alguna expresión de
los Padres de la Iglesia ,
con significado prevalentemente simbólico, que pudiera prestarse al equívoco,
si se interpreta incorrectamente. En realidad, en el pensamiento de los Padres
no hallamos ningún concepto semejante, a la vista de como entienden en general la Encarnación en su
relación con el hombre. El hombre se presenta siempre como un pecador que debe
ser salvado y la posibilidad de salvación
se le ofrece en la
Encarnación del Unigéntito en Jesús de Nazareth, en este
único individuo, cuya misión terrenal es la de “llamar a los pecadores, no a
los justos” (Mc. 2, 17), para que pudiesen salvar su alma gracias a la Iglesia por El mismo
fundada.
En vez
de esto, situada la célebre frase de GS 22.2 en el contexto de todo el
artículo, un análisis diligente demuestra que la misma viene a coronar un
razonamiento que anuncia la “altísima misión del hombre”, al cual Cristo habría
“restituido la semejanza con Dios deformada con el pecado original”, de tal
modo que “desvela al hombre a sí mismo” y ensalza la naturaleza humana, en
general, a una “dignidad sublime”, en todo hombre. A parte del hecho de que,
como ha recordado el desaparecido teólogo alemán prof. Johannes Dörmann, el
pecado original nos ha hecho perder la “semejanza con Dios” (Tridentino), toda
esta concepción (que refleja notoriamente la peculiar teología personal de
Henri de Lubac S.I.) manifiesta un antropocentrismo completamente desconocido
en los Padres de la Iglesia. En
la “Carta teológica” de S. León Magno adoptada por unanimidad en el Concilio de
Calcedonia, que, en el A.D. de 451, como sabemos, definió perfectamente las dos
naturalezas de Cristo, no hay traza de la idea de una encarnación “en todo
hombre”. Y que una idea semejante representa una desviación doctrinal, lo
demuestra el hecho de que fuese combatida por S. Juan Damasceno (muerto en el
749), cuya crítica fue retomada y teológicamente profundizada por Sto. Tomás.
3. Negar la “congruentia” doctrinal de un texto
ambiguo del Concilio, no comporta ningún pecado de herejía. En este
análisis de GS 22, sucintamente expuesto, ¿acaso me he comportado como un
protestante, como un hereje? ¿He dejado traslucir “la obstinada negación de
alguna verdad que se debe creer por fe divina y católica [es decir, como un
dogma] o la duda obstinada sobre la misma”, como reza la definición canónica de
herejía (CIC 1983, c.751; CIC 1917, c.1325 & 2)? Nada de eso, como
cualquiera puede ver. Analizando con la debida diligencia la “novedad”
contenida en GS 22.2 he llegado a la conclusión, con los textos en la mano, de
que la misma no parece de ningún modo en armonía con la enseñanza tradicional
de la Iglesia. Los
textos hablan claro. Si luego se demostrase que mi interpretación es errónea,
no tendré nada que objetar. Quedo por tanto disciplinadamente a la espera de
una refutación, debida y documentada,
según las reglas del discurso racional, rechazando toda condena apriorística,
infligida bajo el supuesto de un inexistente carácter dogmático del Vaticano II
o de su presupuesta armonía con el Magisterio de siempre. Y si esta refutación
no llegase, entonces deberé concluir que los apologetas del Vaticano II no
tienen verdaderos argumentos que oponer y esconden este hecho tras la cortina
de humo de una acusación de herejía completamente inconsistente.
Y ya
que se ha querido traer el discurso al terreno de lo herético, me pregunto: ¿qué
es en realidad lo herético o, mejor, lo sospechoso de herejía? ¿Quién ha osado
escribir y los que lo aceptan: “Ipse enim, Filius Dei, incarnatione sua cum
omni homine [quodammodo] se univit” o quien se atreve rebatir, con los textos
en la mano, que esta nueva noción de
Encarnación no parece de ningún modo conforme con el dogma de la Encarnación tal como
por siglos lo ha enseñado la
Iglesia católica? Y ¿no debe considerarse hereje quien niega
o pone en duda el dogma según el cual la Beatísima Virgen
permaneció siempre virgen, también después del parto milagroso del Niño Jesús
(DS 256/503; 993/1880)? ¿Es verdad que en el pasado Mons. Müller ha manifestado
dudas sobre la validez de este dogma, sin nunca retratarse públicamente de
ellas? Y si criticar el no dogmático Vaticano II es propio de herejes, también
Benedicto XVI vendría a ser entonces imputable de herejía por haber osado
recientemente criticar (desde un punto de vista ciertamente no “progresista”) la Gaudium et spes y la Declaración conciliar Nostra aetate, la primera por haber dado
una noción de modernidad que está lejos de ser satisfactoria, la segunda por
haber ignorado completamente las formas “enfermas y perturbadas de religión”
presentes en las religiones no cristianas.
Fuente:
13 comentarios:
me lo replico por facebook... gracias!
Al punto 1, hay que entender que el Concilio no declara enseñar cosas nuevas, sino que está citando un texto de la Sagrada Escritura:
Ait autem illis: “ Ideo omnis scriba doctus in regno caelorum similis est homini patri familias, qui profert de thesauro suo nova et vetera ”.
(Mt 12,54)
Luego habría que demostrar si esa cita la entiende la mente del concilio en modo contrario a la máxima de San Vicente de Lerins, lo cual parece ser que no al introducir el término "cum veteribus congruentia" referido a las cosas nuevas.
Se pregunta en el artículo: “¿Es verdad que en el pasado Mons. Müller ha manifestado dudas sobre la validez de este dogma, sin nunca retratarse públicamente de ellas?... Y ¿no debe considerarse hereje quien niega o pone en duda el dogma según el cual la Beatísima Virgen permaneció siempre virgen, también después del parto milagroso del Niño Jesús (DS 256/503; 993/1880)?”
Pues que yo sepa jamás se ha retractado, y mientras los adultos ‘tradicionales’ discutimos y medimos las palabras, vaya a saber cada uno la razón, un niño diría: El Rey está desnudo, porque si escribió y publicó esas cosas en su ‘Teología Dogmática’ y no las enmendó, es un hereje formal y público, según la teología más elemental.
¡Niño no te pases! Responderán los equidistantes mayores ¿sabrás tú, niñato, qué es la herejía?
Tal vez el niño no lo sepa, aunque le resulte evidente que el Rey está como Dios le trajo al mundo y para más inri, sin-vergüenza; pero para responder a esa cuestión sesuda de la que se ocupan los ya entrados en años están los ‘librotes’ de Santo Tomás de Aquino que su papá tiene el ‘mueble bar’.
Según el santo Doctor (2-2 q.1-16) la herejía sería un pecado de infidelidad; una de las especies de pecados de infidelidad positiva por un acto de disentimiento contrario a la autoridad de Dios que revela, en este caso el de herejía, que destruye la fe; no es que haya una fe informe o muerta como el que roba, comete adulterio o miente, sino que, en ese caso, la virtud de la fe queda destruida totalmente, al contradecir el objeto fomal ‘quo’ de la fe. Esta infidelidad es, en su género, el de máxima gravedad entre los pecados, excepto el odio a Dios. Al destruir la virtud de la fe no es miembro del Cuerpo Místico y difícilmente puede creerse que quien no es miembro del Cuerpo pueda ser cabecilla de nada y menos guardián de la fe ¿ de qué fe, si está destruida en el hereje? Así están las cosas para los niños, aunque no sepan explicarlas. Así que para ese niño, puede el tal Müller seguir diciendo lo que le apetezca que ni caso, salvo que tape sus vergüenzas, con el vestido de la fe católica, para lo cual será necesario que antes se retracte.
Pues, San Ambrosio dice:"Bienaventurados también vosotros, que oísteis y creísteis, pues el alma que cree, concibe y engendra al Verbo de Dios." ... Tambien podriamos decir de que manera un alma pecadora concibe al Verbo de Dios. Se nota que habla de manera anal{ogica. Y creo que de la misma manera lo hace el Concilio. E "cierto modo" se refiere a que no del mismo modo que la Sant{isima Virgen. No hay que ser teologo para darse cuenta. Siempre, "en cierto modo" los sabios quedan confundidos...
GS 22 no dice que el Hijo de Dios se ja encarnado en todo hombre, sino que, al asumir Cristo la naturaleza humana, se ha unido a todos los hombres. Pero unirse a ellos no significa encarnarse en todos los hombres. Se ha unido a ellos por compartir su misma naturaleza humana, pero esto no quiere decir que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad se haya encarnado en todo hombre.
Deducir de GS 22 que Dios se ha encarnado en todo hombre es retorcer las palabras del documento conciliar.
MIles Dei: El capítulo 12 del Evangelio de San Mateo tiene 50 versículos
El univocismo hace estragos.
Si yo tomo mil proposiciones de la Suma de Santo Tomás y les elimino expresiones como "en cierto modo" las vuelvo heréticas o filosóficamente disparatadas.
Solución (parcial): analogía, analogía y mucha analogía... Más: Padres de la Iglesia...
Saludos.
Norbe, como bien ha apreciado en lugar de poner 13 puse 12, cosas de escribir rápido. Gracias por la corrección.
En efecto Martin, el uso del adverbio "quodammodo" en Santo Tomás es esencial y toda una muestra de lo que se podría llamar teología por aproximación. Cabe decir que sin el soporte riguroso del método escolástico en Santo Tomás para desarrollar los conceptos, el uso de terminología aproximativa "quodammodo" sería un tanto superficial y podría inducir al error al lector.
Y sí, la expresión "cum omni homine quodanmodo" ha sido una de las más discutidas por los teólogos posconciliares en torno a la Gaudium et Spes, hasta el punto de que nadie sabe exactamente que se ha querido decir con ella. Quizás porque precisamente no quiso decirse nada.
De ahí que unos apunten en esta expresión a que es una formula de compromiso ante posiciones teológicas opuestas sobre el sobrenatural en los padres conciliares, lo que atenuaría su valor doctrinal. Sin embargo otros asumen acríticamente la tesis de una teología única de los padres conciliares y reafirman un valor doctrinal puesto en discusión por muchos teólogos profesionales nada anticonciliares. Finalmente otros la proponen de modo crítico y un tanto hegeliano: el concilio en estos puntos débiles (pues reconocen en el texto el compromiso de tesis y antítesis) es una especie de síntesis nueva en la que no hay que detenerse en el problema doctrinal sino asumir el modelo metódico para la reflexión teológica posconciliar.
De fondo como siempre la lucha por hacer de la GS la clave interpretativa del Concilio o por supeditar esta y relativizarla a las otras constituciones dogmáticas.
El tema no es tan sencillo como apunta hermenegildo. Gruesos volúmenes se han escrito y se continarán escribiendo sobre ello.
HERMENEGILDO Pero entonces hay que avisarles o anunciarles a los hombres a Jesucristo y su doctrina porque sino cada uno se queda sumergido en su paganismo. Con el ecumenismo eso es lo que hacen, dejar a cada uno adherido en su error y a los que tienen fe los confunden y no los confirman en la fe, no se si me explico. Me parece que con los documentos del V II el problema es que por momentos atornillan y al rato siguiente aflojan el tornillo, como que no se deciden che....
jaja me hace acordar de la apocatástica y vedósica expresión todos y todas acuñada por la okupa de Casa de Gobierno, la k también está en la línea del vedos...
Aunque se supone que un concilio es para aclarar algo que se obscureció, miren la diferencia entre Trento, que aportó luz y el cvedos que dejó todo hecho un enriedo. Si el cvedos hubiera aportado luz no hubiera gestado tamañas discusiones.
Con respecto al primer aporte de Miles algunos dicen que no todo lo nuevo del concilio es bueno y no todo lo bueno del concilio es nuevo.
PEDRO HISPANO: "Iglesa de un Nuevo Advenimiento, sin jerarquía y totalmente ecuménico-comunitaria..."
El problema actualmente es que los que persiguen este objetivo han descubierto la utilidad de servirse de la jerarquía para alcanzarlo. Y llevan años haciéndolo con éxito.
Publicar un comentario