Hace unos días, desde el Vaticano se advertía a
los lectores de la necesidad de consultar las fuentes informativas oficiales para tener ulterior confirmación sobre las declaraciones del Papa Francisco. Porque
si las palabras atribuidas al Papa no aparecen en los medios oficiales,
significa que las fuentes informativas reportan noticias no verdaderas. Esto es
cierto en algunos casos pero no es la verdad completa. En efecto, no basta con
afirmar que si las palabras atribuidas al Papa no aparecen en los medios
oficiales del Vaticano consiguientemente son falsas. ¿En qué quedan los
reportes que medios de comunicación, diferentes a los oficiales del Vaticano,
han hecho sobre las innumerables llamadas telefónicas sorpresivas que el Papa
Francisco ha hecho a diversas personas? Vamos a citar otro ejemplo más
concreto, ¿qué pasa con esta espontánea entrevista, así sea corta, concedida
por Francisco a un periodista durante su visita a Asís? ¿Y qué sucede con las
homilías del Papa Francisco durante la Misa diaria en la Casa Santa Marta?
Quienes asisten a ellas pueden reportar palabras efectivamente dichas por el
Pontífice durante el curso de las mismas, que los medios oficiales del Vaticano
no consignan por motivos que el portavoz vaticano explicó en su momento. ¿Entonces
las reportadas palabras, por no aparecer en los medios oficiales del Vaticano, serían falsas? No sabemos si los colaboradores del Papa tienen una clara estrategia de comunicación. Lo que sí parece bastante claro es que la verborragia de Pontífice los pone en la necesidad de dar explicaciones que no se corresponden plenamente con la realidad, para salvar declaraciones muchas veces ambiguas o poco prudentes. Ofrecemos hoy nuestra traducción de un artículo que enfoca estos problemas de comunicación con saludable realismo.
New Oxford Review, Noviembre de 2013.
“Si somos demasiado explícitos, corremos el riesgo de equivocarnos”, admitió el Papa Francisco en su larga entrevista con el P. Antonio Spadaro, S.J., publicada este septiembre por las revistas jesuitas de todo el mundo. Entonces, ¿el Santo Padre ha sido malinterpretado? Es sorprendente observar a comentadores impasibles tratando de explicar las entrevistas del Papa, impostando sus voces: “Los medios sacan al Papa de contexto” o “sólo quiere una Iglesia más pastoral”. Pero tenemos que hacer una pregunta difícil: ¿Por qué los defensores de los derechos de los gays y los promotores del aborto alaban al Papa Francisco por sus palabras, mientras que muchos fieles católicos quedan perplejos y aprensivos?
Comentadores católicos conservadores han hecho lo imposible por
asegurarnos de que el Santo Padre no ha contradicho la enseñanza de la Iglesia
o cambiado Su doctrina. Hasta ahí esto es cierto. Cuando los Papas dan
entrevistas típicamente no dicen “nada nuevo” —nos referimos a que no están
definiendo ninguna doctrina católica en materia de Fe y moral. Las entrevistas,
sin embargo, pueden producir un montón de problemas (recordemos el famoso
comentario del Papa Benedicto XVI sobre los condones; ver la nota de la New Oxford con el título
“Condón-manía, el regreso”, enero-febrero de 2011), especialmente cuando la
Iglesia no está preparada para los efectos colaterales. Esta vez, aunque las
agencias de noticias seculares recibieron copias del texto por anticipado con
prohibición de publicarlas antes, ni los obispos ni sus voceros lo hicieron.
El arzobispo Charles Chaput de Filadelfia, por ejemplo, dijo que
fue una “bendición” estar “fuera de los Estados Unidos el 19 de septiembre
cuando las revistas jesuitas de todo el mundo publicaron las afirmaciones del
Papa”. A su regreso se encontró con una catarata de correos electrónicos.
“Algunas personas se agarraban de la entrevista como si se tratara de un plan
de vida… o una reivindicación”, escribió en el Catholic Philadelphia del
25 de septiembre. “Una persona alababa al Espíritu Santo por remarcar que ‘la
Iglesia debe enfocarse más en la compasión y la misericordia, y no en las
reglas de mentes estrechas’. Ella agregaba que ‘al final nos hemos liberado de
las cadenas de odio que han gobernado la Iglesia Católica por tantos años y que
me llevaron a dudar si criar a mis hijos en la Iglesia’.” Pero la mayoría de
los correos que recibió el arzobispo fueron de catequistas, sacerdotes y laicos
que se sentían confundidos o desilusionados por la entrevista: “Un sacerdote
decía que el Papa ‘implícitamente había acusado a sus hermanos sacerdotes más
serios en cuestiones de moral de ser gente de mente estrecha’, y que ‘[si eres
un sacerdote] que se toma en serio la moral, ahora serás visto públicamente
como un problema’. Otro sacerdote escribió que ‘el problema es que [el Santo
Padre] hace felices a toda la gente equivocada, gente que nunca creerá en el
Evangelio y que seguirá persiguiendo a la Iglesia’.”
Consideremos que la Liga Nacional de Acción sobre Derecho al
Aborto (NARAL por sus siglas en inglés) dio un salto de alegría y posteó en su
muro de Facebook un “Gracias” a Francisco en nombre de “las mujeres
pro-elección de todo el mundo”, mientras que la Campaña de Derechos Humanos, un
grupo de presión de “lesbianas, gays, bisexuales y transexuales”, tuiteó una
imagen que las palabras, “Querido Papa Francisco, gracias.- Gente LGBT de
todo el mundo”.
El arzobispo Chaput cree que la mayoría de estas preocupaciones se
deben al resultado de los titulares de los medios enfocados en estos temas (“El
Papa: La Iglesia demasiado enfocada en los gays y el aborto: ‘Tenemos que
encontrar un balance en vez de obsesionarnos con estos asuntos’,USA Today;
“El Papa contra ‘las reglas de mente estrecha’”, Chicago Tribune),
y probablemente esté en lo cierto. Pero una lectura cuidadosa de le entrevista
hace muy poco por aliviar las preocupaciones. De hecho, tomadas en
contexto, las palabras del Papa crean mayor confusión y generan
preocupaciones adicionales.
Lo que los expertos católicos conservadores han estado diciendo es
cierto: el Papa no ha cambiado la enseñanza de la Iglesia. Pero mientras que
Francisco no niega la verdad o la Fe, implícitamente pone algo de ella en
cuestión, no sólo por su llamado a reordenar prioridades, sino también por su
lenguaje incierto e inexacto. Uno tiene la esperanza de que este uso de la
ambigüedad no sea a propósito, pero aunque no nos guste la mayor parte de su ya
famosa entrevista es ambigua.
Con frecuencia los poetas se apoyan en la ambigüedad para tocar
una multiplicidad de significados y connotaciones, para adicionar una riqueza
que suele faltar en la prosa y la comunicación práctica de todos los días. Pero
para los científicos, los teólogos y los Papas, la ambigüedad es obstructiva,
una fuente potencial de confusión. Tomemos por ejemplo la respuesta de
Francisco a la pregunta ¿qué significa “sentir con la iglesia”? (nota del
editor: en la entrevista original, la iglesia universal aparece
escrita como “iglesia” sin “I” mayúscula). El Santo Padre primero afirma que no
significa “sentir con su parte jerárquica”. Explica que “el conjunto de fieles
es infalible cuando cree, y manifiesta esta infalibilidad suya al creer,
mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo que camina” (“todos
los fieles, considerados como un todo, son infalibles en materia de Fe, y el
pueblo despliega esta infallibilitas in credendo” decía
el original). Dado que el concepto de infalibilidad en el
contexto católico casi siempre se refiere al Papado, ¿sorprendente acaso que la
mayoría de los lectores interpreten esto en el sentido de que los deseos de la
mayoría de los católicos de a pié en “materia de Fe” gocen de un cierto nivel
de infalibilidad? ¿El contenido de la Fe será ahora determinado
democráticamente? Esto sería música para los oídos de los católicos
progresistas. Pero esperemos un minuto, Francisco insiste en que él no está
hablando de “una forma de populismo”. Si no está hablando de una forma de
populismo, ¿de qué habla? La respuesta del Papa es ambigua, sus términos
definidos en forma insuficiente. Y esto es irónico cuando dice que formula su
respuesta “para evitar ser malentendido”.
Las afirmaciones más ambiguas —y más controversiales— de la
entrevista vienen como respuesta de la pregunta del P. Spadaro, “¿con qué tipo
de iglesia sueña?” El Santo Padre responde extensamente, comparando la Iglesia
a un “hospital de campaña tras una batalla” cuya primera función es sanar a los
heridos. “¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o
el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del
resto.” ¡Qué metáfora! El problema es que este vago lenguaje del Papa
invita a los intérpretes a llenar las palabras con su propio significado.
Deseamos pensar que la “batalla” representa el combate espiritual y que los “heridos”
son aquellos capturados por las garras del mal. Pero también los heridos pueden
representar a aquéllos que se sienten marginados de la Iglesia, aquéllos que
ponen en duda la misma naturaleza de lo que la batalla representa. En cualquier
caso, parece claro —creemos— que aquéllos que insisten en hablar con los
heridos de guerra acerca de sus niveles de colesterol son los ministros, los
sacerdotes, los evangelistas y los apologistas de la propia Iglesia.
Seamos honestos: Francisco no es un poeta. Su ambigüedad no aporta
ninguna riqueza. Sino que genera confusión, especialmente cuando continúa
diciendo: “la iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en
pequeños preceptos”. Esta frase, “pequeños preceptos”, incursiona en terreno
peligroso; no definecuáles preceptos son pequeños. Tal vez quiera
referirse a la enseñanza de la Iglesia en materias de moral sexual. ¿Quién
sabe? El problema es que prosigue en el mismo sentido diciendo que “no podemos
seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio
homosexual o al uso de anticonceptivos”. ¿Podemos echarle la culpa al New
York Times y al Huffington Post por sus titulares
provocativos cuando los dichos del Papa dan crédito a quienes piensan que estos
“pequeños preceptos” son las enseñanzas de la Iglesia sobre el aborto, el
matrimonio del mismo sexo y la anticoncepción? Pareciera deshonesto acusar a
los medios por la mala interpretación de las palabras del Papa, ¿o era, en
verdad, el de los medios su verdadero sentido?
La mayoría de los católicos que han estado prestando atención las
últimas cuatro décadas sabrán bien que, en realidad, demasiado poco se ha
expuesto la enseñanza de la Iglesia en materia de moral sexual. El mensaje de
la Humanae Vitae de Pablo VI y la Evangelium Vitae de
Juan Pablo II rara vez han llegado al católico de a pié. Tal vez Francisco
sugiere que la emisión de este mensaje desde Roma no ha sido efectiva y que se
necesita un nuevo enfoque. Pero esta interpretación no es más que una
especulación. Decir que la Iglesia no puede “seguir insistiendo sólo en
cuestiones referentes al aborto…” no ayuda —ni a los católicos provida que
trabajan en centro de embarazadas en crisis o que dan su consejo en las veredas
de las clínicas abortistas, ni a las mujeres que sufren tras haber abortado, ni
a los lobbies como NARAL que sienten una falsa confirmación de
sus esfuerzos por expandir el aborto por todo el mundo.
¿Realmente el Santo Padre cree que la Iglesia de hoy se
enfoca sólo en asuntos como el aborto y la moral sexual? Si es
así, entonces se traga la vieja mentira que los católicos heterodoxos
favorables a una moral sexual más relajada han estado dando de comer a los
medios. La única razón por la que alguien puede creer que la Iglesia está
“obsesionada” con el aborto y los asuntos de moral sexual es porque los medios
se enfocan en estos temas. Sexo + Iglesia vende. Seguramente el Santo
Padre debe saber de los innumerables católicos que trabajan en obras
caritativas, en proximidad con los pobres y, además, no como los fariseos que
él pretende ver en ellos, sino como servidores desinteresados que “curan
heridas” en la línea del frente.
Además de los fieles “obsesivos”, Francisco tiene más pescado para
freír: Esta vez específicamente apunta a los sacerdotes. El Santo Padre señala
que el “confesionario no es una sala de tortura, sino aquel lugar de
misericordia en el que el Señor nos empuja a hacer lo mejor que podamos”. No
ofrece ningún contexto para este comentario. ¿No sabemos si se está dirigiendo
a católicos no practicantes para alentarlos a no tener miedo al sacramento de
la Reconciliación, o si, por el contrario, está exponiendo a los viejos
sacerdotes malvados —¿o a los jóvenes salidos de los seminarios inspirados por
Benedicto?—quienes supuestamente ven su sacerdocio como una licencia para
recrear la Inquisición? Bueno, no podemos saberlo. Nuevamente las palabras son
el problema. Nos comenzamos a preguntar si realmente cree que muchos sacerdotes
católicos del siglo XXI se enfocan en “pequeños preceptos”. Las palabras del
Papa permiten esta simple inferencia: No os preocupéis en pecados específicos
como el aborto o el comportamiento homosexual; sólo enfocados en “hacer el
bien”.
Pero, un momento que hay más. El Santo Padre también ve un
problema con la “pastoral misionera” de la Iglesia y éste empieza con
sacerdotes que están obsesionados “por transmitir de modo desestructurado un
conjunto de doctrinas para imponerlas insistentemente”. De nuevo, sólo podemos
presuponer que las doctrinas a las que se refiere son las relacionadas a la
moral sexual debido a que son las únicas sobre las que ha hablado
especialmente. Pero uno se pregunta, ¿dónde es que están estos sacerdotes que
son taninsistentes? Respondiendo a la entrevista, el obispo Rober Vasa
de Santa Rosa (California) dio su voz a la experiencia de la mayoría cuando
dijo que la “vasta mayoría” de los sacerdotes “jamás habla [de estos temas]” (The
Press Democrat, 21 de septiembre). El cardenal Raymond Burke, superior de
la Signatura Apostólica Vaticana (pero, tal vez, no por mucho tiempo), se hizo
eco del sentimiento del obispo Vasa cuando dijo a The Catholic
Servant (septiembre) que la Iglesia no ha hablado lo suficiente de
temas controversiales como la homosexualidad. Expresó que ha existido “una
catequesis deficiente tanto de los niños como de los jóvenes durante los
últimos cincuenta años… Ha habido demasiado silencio —la gente no quiere hablar
de ello porque no es políticamente correcto.”
Claramente Francisco tiene una concepción diferente sobre lo que
ha estado ocurriendo en la Iglesia. Tiene un problema con la predicación
católica —hace campaña contra ella— pero no es el mismo problema que el obispo
Vasa, el cardenal Burke y la mayoría de los católicos de misa habitual han
notado en las últimas décadas. Mientras que los católicos de los Estados Unidos
continúan lamentándose por las homilías tibias y turbias caracterizadas por la
falta de catequesis y de predicación sobre temas morales, el Papa Francisco
toma su hacha contra los miles de Savonarolas invisibles que dedican sus
domingos en condenar el vicio y despotricar contra la vida inmoral, vanidosa y
plácida. Estos sacerdotes celosos y atronadores están completamente
equivocados, dice el Santo Padre: los sacerdotes desde el púlpito deberían
primero proclamar el “amor salvífico de Dios” (primer acto), luego “una
catequesis” (segundo acto) y finalmente delinear la “consecuencia moral”
(tercer acto). En la parroquia típica, sin embargo, los sacerdotes jamás pasan
del primer acto: después de decir alguna broma, relatar alguna anécdota inicua
y alabar al equipo local de fútbol (para demostrar su “cercanía y proximidad…
con los fieles”), se sumerge en las profundas aguas de los clichés del “Dios te
ama” que frecuentemente se interpreta como “haz lo que quieras porque las
reglas morales de mentes estrechas poco le importan a Dios”. Obviamente,
existen sacerdotes que son excepciones bienvenidas a la norma, pero la mayoría
de éstos tienden más o menos a seguir la formulación homilética en tres actos
del Papa más que a predicar fuego y muerte antes de regresar a sus cámaras de
tortura confesionales.
Y luego está el asunto de la homosexualidad y el matrimonio del
mismo sexo. El Santo Padre utiliza el mismo nivel de ambigüedad, sumergiéndonos
en aguas pantanosas de la moral. “Durante el vuelo en que regresaba de Río de
Janeiro dije que si una persona homosexual tiene buena voluntad y busca a Dios,
yo no soy quién para juzgarla”, explica en la entrevista. “Al decir esto he
dicho lo que dice el Catecismo… no es posible una injerencia espiritual en la
vida personal.” Como si sus comentarios iniciales en el vuelo desde Río de
Janeiro no hubiese provocado suficiente confusión, el Papa trata de explicarse
apelando a la autoridad del Catecismo. Bueno, el Papa pudo querer
decir lo que el Catecismo dice, pero ni se acerca adecir lo que el
Catecismo enseña (confrontar los números 2357-2359 si de verdad uno quiere
saber lo que el Catecismo sí dice sobre este tópico). Muchos
interpretarán las palabras del Papa no como una reiteración del Catecismo sino
como un visto bueno implícito al estilo de vida homosexual.
Francisco no se refiere específicamente al hombre que lucha internamente con la
atracción por el mismo sexo. Habla de la “persona gay” y de la “persona
homosexual”, dejando que el lector interprete libremente el significado de
esto. Más aún, ¿qué quiere decir el Papa cuando dijo “no es posible una
injerencia espiritual en la vida personal”? ¿Predicar la verdad en la caridad
cuenta como “interferencia”? ¿Es “interferencia” oponerse a las leyes que
promueven maldades intrínsecas?
Refiriéndose al asunto de la homosexualidad, que el Papa exhorta a
los fieles a pasar menos tiempo haciendo, continúa:
“Una vez una persona, para provocarme, me preguntó si yo
aprobaba la homosexualidad. Yo entonces le respondí con otra pregunta: ‘Dime,
Dios, cuando mira a una persona homosexual, ¿aprueba su existencia con afecto o
la rechaza y la condena?’. Hay que tener siempre en cuenta a la persona. Y aquí
entramos en el misterio del ser humano. En esta vida Dios acompaña a las
personas y es nuestro deber acompañarlas a partir de su condición. Hay que
acompañar con misericordia. Cuando sucede así, el Espíritu Santo inspira al
sacerdote la palabra oportuna.”
Entonces, aunque el cardenal Bergoglio estuviese intentando ser
inteligentemente socrático, tal vez incluso intentar reiterar la enseñanza del
Catecismo, su respuesta arriesga dejar a quien pregunta con el sentimiento de
que, sí, tal vez este tipo sí aprueba la “homosexualidad” —sea lo que sea que
significa con ello. De nuevo, no lo sabemos porque no lo dice. Pero sí sabemos
que no utiliza cuidadosamente la terminología precisa del Catecismo, que
claramente define la homosexualidad como “relaciones entre hombres o mujeres
que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas
del mismo sexo” (n. 2357). Es importante notar aquí que el Papa Francisco no aprueba
el sexo homosexual ni el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero
juzgando por la elección de sus palabras en la entrevista, el lector no puede
saberlo. Nuevamente aquí, sus palabras son el problema, no su interpretación.
En una cuestión el Santo Padre es claro, y es éste sin duda el
punto principal de la entrevista: No ganamos demasiados conversos al hacer
sobresalir las reglas de la Iglesia por sobre la misericordia de Jesús. Éste es
el aspecto fundamental de la Fe. Pero una vez que el corazón se convierte, el
cuerpo, digamos, también debe seguir. Y es aquí donde la enseñanza de la
Iglesia acerca de la moral sexual entra en el juego. De lo contrario, todo lo
que podemos ofrecer a un converso es, a la manera protestante, una oportunidad
de hacer una profesión de fe por única vez y luego seguir con sus vidas
mundanas. Una vida católica, por el contrario, ofrece mucho más, si uno está
dispuesto a meterse en los detalles —detalles que el Papa deja al margen como
si no importaran.
Juzgando por esta entrevista y otros indicios, el Papa está
tratando de que la Iglesia hable menos para sí misma y más para los de afuera.
Quiere “dialogar” con el mundo, convertir el mundo. La audiencia a la que se
dirige, parece, no es su rebaño sino que son los acatólicos. El objetivo es
admirable pero el método es imprudente. No es suficiente decir, como dice el
Papa, “ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo soy hijo de la Iglesia”. La
“opinión de la Iglesia” está clara para aquéllos que la conocen y aceptan, que
es una minoría de los creyentes de hoy. Los católicos bautizados ya no tienen
una única opinión sobre estas cosas. En vez de producir la unidad en materia de
Fe y moral, el Papa está dejando a los católicos a su suerte, confundidos
acerca de lo que significa vivir una vida consistente con las exigencias del
Evangelio. La gente necesita distinciones; necesita que el Papa una
misericordia y verdad. Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI hicieron esto
bastante bien.
Entonces, ¿se ha malinterpretado al Papa Francisco? Para poder
responder esta pregunta, deberíamos poder hacer una fundamental: ¿Qué está
diciendo el Papa? La respuesta es: No lo sabemos. Peor aún, llegados a este
punto: No podemos saberlo. Pero es significante que el Papa
Francisco esté diciendo un montón de cosas ambiguas con gran emotividad. Este
Papa evidentemente no ve su rol como ser claro, enseñar la verdad de una manera
que pueda ser entendida por la simple lectura de su mensaje. La ironía es que
utiliza muchas palabras para decir muy poco. Porque sus palabras son
consistentemente oscuras, son por este hecho retórica vacía. El Papa parece
pensar que debe ser más un retórico que un maestro. ¡Qué triste! Uno podría
decir que un maestro necesita emplear la retórica, pero sólo al servicio de la
verdad. Cuando la misma verdad se oscurece, entonces el maestro no está
haciendo demasiado bien su trabajo. Si un maestro oscurece la verdad a
propósito, está abandonando sus obligaciones.
Las palabras de Francisco nos indican que él no es un Benedicto
XVI ni un Juan Pablo II. Con frecuencia han existido Papas que cambiaron de
dirección o de énfasis respecto a sus predecesores: León XIII no promulgó
ningún “sílabo de errores”, al contrario de Pío IX antes que él o Pío X
después, y en general fue más “abierto” al mundo de manera positiva. Pero no
hubo afirmaciones moral o doctrinalmente ambiguas saliendo de la boca de León
XIII. No “corrigió” implícitamente el ejemplo y la enseñanza de los santos
Papas de los que fue sucesor. Enfatizó verdades distintas que un predecesor
inmediato —pero, como él, enseñó la verdad con claridad.
El Papa Francisco debería cuidar más de cerca este “cambio de
énfasis”. Arriesga convertirse en el sacerdote de parroquia que usa clichés
vacuos y grandes gestos como un intento de ganarse a sus parroquianos
disgustados, inmorales y heréticos. La historia reciente de la Iglesia
posterior al Vaticano II demuestra que esta estrategia nunca funciona. Una y
otra vez hemos sido testigos de que las iglesias no se llenan cuando la
doctrina es disuelta; eventualmente las iglesias se vacían, tal vez son
abandonadas por completo. Si el Papa Francisco no percibe esto, entonces serán
muchos los sufrimientos que la Iglesia deberá soportar. Pero si él no lo sabe,
y persiste sin embargo en esta ambigüedad, las penas serán mucho mayores.
4 comentarios:
Difícil propósito vestirle ¿de qué? No digo la palabra que me viene a la mente.. El rey está desnudo. La cuestión no sólo es disfrazarlo, lo cual no sería un inconveniente para la multitud de comunicólogos expertos en engaños masivos y culto a la personalidad que hay en el Vaticano, muy capaces de incoar una causa de beatificación a una lagarterana o al mismísimo papa polaco. El asunto es que, incluso, para bien disfrazar a alguien,ése debe tener percha, según se dice en España. Y aquí no hay ortodoxia donde colgar magníficos vestidos; o como también decimos por nuestra tierra: aunque la mona se vista de seda mona se queda. Un hereje es un hereje, se le vista de obispo, caifás, payaso o largarterana. Que lo sea material, como doctor privado o lo que se quiera, este hombre no da para más, es un desastre notorio, de hecho. Más le valiera a esa pléyade de publicistas caros, creadores de marcas, expertos en mercadotecnia ovejuna,presbíteros y seglares funcionarios.. hacer lo que hizo San Pablo el Ermitaño; así empezarían a oler a católicos.
Pero han enloquecido está la gente ¿ Qué narices tiene que ver todo este mejunje impresentable de vestir al desnudo Bergoglio, con la misión de la Iglesia de Cristo: la católica? Nada. Es la curia mundanizada; se mueven al son del concierto de los números. Si tanto les preocupa el asunto que lleven a Roma al modeló de comunicador católico D. Alejandro Bermúdez Rossell y a ese director de radio María, hermano de cierto obispo vasco, que anda haciendo el canelo en un vídeo y que no se olviden del gran prestidigitador D. Fernando y su director espiritual el P. Iraburu, que han logrado doctorarse cum laude.De paso, luego que los canonicen, no sin antes darles un título nobiliario; los del Opus son expertos; no los olviden en la tarea de Prometeo que echan sobre sus espaldas. Más tenga en cuenta no rogar a Cristo, a quien traicionan. No les escuchará. Sólo cabe una solución: la menos mala es devolverlo a los toriles de dónde lo trajeron. Lo siento por los porteños, que no han echo nada para merecerlo, supongo.
por estas ambigüedades del papa y el desastre mediático que ocasionan sus declaraciones es que ya algunos se cuestionan la legitimidad de bergoglio y se preguntan si no sera antipapa ya que no actúa ni habla como papa y solo sabe insultar a los que no comparten su visión. creo yo que las cosas de seguir así este pontificado de bergoglio sera un desastre.
PEDRO HISPANO: Un aspecto del tema que no se suele tener en cuenta, me parece, es que en una buena medida los responsables de la situación son los que le eligieron. Creo que no menos de 77 electores. Eso es lo verdaderamente significativo del estado de la Iglesia.
En mi opinión es un tema generacional. El papa parece referirse a arquetipos que quizás existieron cuando él mismo era jóven, pero que a la fecha solo existen en su mente.
Ya no hay madres superioras que hacen rezar el Rosario a las novicias arrodilladas sobre maíz, o viejas "avinagradas" "contadoras" de Rosarios y Novenas.
Al menos los que nacimos después de 1965, no los conocimos. Lo que conocimos es todo lo contrario. De hecho, a algunos ni siquiera se nos enseñó lo que era una Novena, ni a rezar el Rosario, ni a arrodillarnos frente al Santísimo, ni una aproximación a lo que es la Misa.
Vaya a saber por qué milagro del Espíritu santo vinimos a enterarnos de estas cosas a los 40 años...en parte gracias a Benedicto.
Lo cierto es que en este triunfo del modernismo pareciera estar su propio final. Los jóvenes ya se fueron por falta de interés, los viejos que eran jóvenes en los 60s, se están yendo por un tema meramente demográfico.
Que es lo que va a quedar...vaya uno a saber...quizás la pusillus grex...vaya uno a saber...recemos Rosarios y Novenas para estar ahí.
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