No teníamos intención de volver sobre este tema, pero un lector de
nuestra bitácora nos envió el año pasado unas páginas de Garrigou-Lagrange, en las cuales trata sobre el mal menor en las elecciones políticas. Y hace pocos días un amigo nos pasó el enlace a un artículo sobre el mismo tema, publicado por el sitio de la FSSPX (aquí). Cabe recordar que el uso del principio
moral del doble efecto -denominación
más precisa que mal menor-
posee una tradición secular en la Iglesia. Su aplicación permite resolver las
dificultades morales que plantean los malos candidatos para acceder a
funciones políticas.
En España, a comienzos del siglo XX, tuvo lugar una polémica un
tanto llamativa. A Nocedal y a un grupo de sus seguidores se les ocurrió
meterse en una delicada cuestión moral, cuyo conocimiento exigía serios
estudios teológicos, llegando al punto de tachar a dos teólogos de «estrellas caídas, imitadores de Judas», que «han vendido la verdad por un
plato de lentejas», por aplicar el tradicional principio moral del doble efecto
a las elecciones políticas. La única opción legítima, a juicio de Nocedal, era
votar por su partido, el integrista.
La polémica llegó a conocimiento del general de los jesuitas,
quien envió una carta al papa San Pío X, en la cual, después de exponer el
conflicto, pidió al pontífice que se dignara declarar entre otras cosas si en
la enseñanza de los dos teólogos citados se encuentra de manera «expresa o
sobreentendida la doctrina de hacer el mal para que venga el bien, reprobada
por el Santo Padre». El papa Sarto respondería con la carta Inter catholicos
Hispaniae en los siguientes
términos: «nada hay en ellos que no sea enseñado actualmente por la
mayor parte de los doctores de moral, sin que
«Los actos humanos
están especificados, en efecto, por su objeto, y si éste es
esencialmente malo bajo el punto de vista moral, el acto por él especificado es
moralmente malo. Pero si en una cosa o persona (por ejemplo en un candidato de
elecciones) hay todavía un aspecto suficientemente bueno como para que
se pueda no escoger positivamente, sino tolerar el mal que en ella hay, se
puede tener así un
recurso para evitar
un mal mayor, siempre que sea imposible evitarlo por otros medios. Pero uno debe esforzarse en
buscar esos otros medios o en hacerlos aparecer, para que no se prolongue esa
situación crítica, con la que podemos cooperar al desorden. Por ejemplo, se
debe hacer lo posible que se presenten buenos candidatos a elecciones».
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