Desde los inicios de la existencia de los Estados Unidos la Iglesia católica tuvo que enfrentar cierta hostilidad en una sociedad que ponía bajo sospecha la lealtad de los católicos hacia el estilo de vida norteamericano y sus instituciones públicas. Hostilidad que no llegó a ser persecución, pero que imprimiría en el catolicismo norteamericano rasgos que perviven en la actualidad.
Entre 1790 y 1860 llegaron a EE. UU. unos dos millones de inmigrantes
católicos. Este flujo migratorio causó una tensión nacionalista dentro de la Iglesia
e incrementó la hostilidad por parte de la población nativa no católica. En este
periodo, la tensión nacionalista adoptó la forma del «fidelismo laical»,
dentro de la Iglesia, que fue la resultante de imitar los laicos el ambiente
democrático que les rodeaba así como costumbres protestantes como el derecho a tener iglesias de su propiedad y a elegir a sus pastores. Por fuera
de la Iglesia, las tensiones nacionalistas recibieron el nombre de
«nativismo». Los nativistas, en su menosprecio por los inmigrantes católicos,
realizaron campañas contra la Iglesia con los tópicos usuales del protestantismo.
El período que va de 1865 a 1900 muestra diferencias respecto del
anterior. Mientras las sectas protestantes se dividieron durante
la guerra civil el catolicismo
conservó su unidad. En 1866, se realizó el segundo Concilio Plenario que intentó presentar soluciones a problemas específicamente estadounidenses.
El Concilio adujo la tradición colegial de la Iglesia de EE. UU. que se
remontaba a la década de los años 1780. Los obispos eran conscientes de que los católicos eran una minoría social. No obstante, la Iglesia mostraba su vitalidad en la multiplicación de frutos apostólicos. Durante este periodo la Iglesia ganó mayor aceptación por parte de la minoría culta estadounidense y la hostilidad pasó
de los ataques contra todos los católicos hacia aquellos que intentaban obtener
fondos públicos para sus escuelas.
[6] No cabe
la menor duda de que han conducido a estas felices realidades principalmente
los mandatos y decretos de nuestros sínodos, sobre todo los de aquellos que,
andando el tiempo, fueron convocados y sancionados por la autoridad de la Sede
Apostólica.
Pero han
contribuido, además, eficazmente, hay que confesarlo como es, la equidad de las leyes en que América vive
y las costumbres de una sociedad bien constituida. Pues, sin oposición por parte de la Constitución
del Estado, sin impedimento alguno por parte de la ley, defendida contra la
violencia por el derecho común y por la justicia de los tribunales, le ha sido
dada a vuestra Iglesia una facultad de vivir segura y desenvolverse sin
obstáculos. Pero, aun siendo todo esto verdad, se evitará creer erróneamente, como alguno podría hacerlo partiendo de
ello, que el modelo ideal de la situación de la Iglesia hubiera de buscarse en
Norteamérica o que universalmente es
lícito o conveniente que lo político y lo religioso estén disociados y
separados, al estilo norteamericano.Pues que el catolicismo se halle
incólume entre vosotros, que incluso se desarrolle prósperamente, todo eso debe
atribuirse exclusivamente a la fecundidad de que la Iglesia fue dotada por Dios
y a que, si nada se le opone, si no encuentra impedimentos, ella sola,
espontáneamente, brota y se desarrolla; aunque indudablemente dará más y
mejores frutos si, además de la libertad, goza del favor de las leyes y de la
protección del poder público.
León XIII pondera que las leyes norteamericanas hayan
respetado la libertad de la Iglesia bajo el amparo del derecho común. Sin exigir una imposible catolicidad estatal para esa nación, recuerda a los obispos que los frutos pastorales se deben principalmente a la naturaleza de la Iglesia y no a la neutralidad estatal. Con lo que intenta prevenirlos del erróneo uso del «modelo norteamericano» para alterar la doctrina católica
sobre las relaciones Iglesia-Estado, y de la equivocada pretensión de «americanizar» a otras naciones. Un error que tendría difusión creciente durante el siglo XX y es hoy seña de identidad del catolicismo neoconservador yanki compartido por sus seguidores en el resto del mundo.
Texto completo de Longinqua oceani, aquí.
Texto completo de Longinqua oceani, aquí.
7 comentarios:
Afortunadamente el antisyllabus ha logrado dejar atrás a esta serie de Papas antidemocráticos.
Buena síntesis.
La cuestión del "americanismo" es muy compleja y en su surgimiento y evolución han tenido mucho que ver los Papas, lamentablemente. Incluso León XIII que lo condenó, siguió premiando a obispos y sacerdotes americanistas y castigando a los anti-americanistas.
Tanto fue así que algunos autores han llegado a decir que la condena del americanismo de León XIII sólo quiso contenerlo dentro de las fronteras estadounidenses o, por lo menos, evitar su propagación en Francia, que era el mayor temor en ese momento del Papa.
Pareciera que León XIII quiso decirles: "no me americanicen la Iglesia". Lo que probablemente no pudo prever fue la americanización política de las sociedades (democracia y economía de mercado globalizadas).
Si uno lee a Michael Novak, o conversa con alguno de los neocones que lo siguen, llega a la conclusión que para ellos lo único que le falta a los EE. UU. para ser una "cristiandad" es penalizar el aborto.
La verdad es que EUA es el peor enemigo de la Iglesia, más que por su carácter protestante, por ser un experimento político de los Masones, y la difusión de un modo de vida totalmente anticristiano.La Iglesia no puede congeniar con los sustentos de EUA y su sociedad, a tal grado es esta incompatibilidad, que el único presidente católico que ha habido en ese país (y aunque distaba mucho de ser ejemplar), Kennedy, fue asesinado por la aristocracia masónica-protestante que gobierna ese país.
Los judíos sefaradíes (españoles) adquirirán la nacionalidad española en forma automática cuando nazcan “vivan donde vivan”. Hasta ahora como los argentinos y los latinoamericanos, los sefaradíes necesitaban dos años de residencia en España.
terrible esta noticia....
Una obra fundamental para este tema es John Courtney Murray, Time/Life and the American Proposition: How the CIA's Doctrinal Warfare Program Changed the Catholic Church de David A. Wemhoff. Fidelity Press. Indiana. 2015. Sobre la misma escribí una reseña en Gladius Nro 94.
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