viernes, 14 de diciembre de 2012

La tesis de la confesionalidad


Retomamos ahora un tema tratado con anterioridad al que dedicaremos cuatro entradas: dos sobre las relaciones Iglesia-Estado y otras dos referidas a la tolerancia en materia religiosa.
1. No hay que confundir la Iglesia con la Cristiandad. La Iglesia es la depositaria de la doctrina de Cristo y la santificadora del hombre a través de los sacramentos, que comunican la gracia. La Cristiandad es la organización temporal sobre la base de los principios cristianos. Sin la Iglesia, no podría existir Cristiandad; en cambio, aunque no haya Cristiandad, no por ello la Iglesia deja de existir. Siempre ha existido el peligro y la tentación de confundir a la Iglesia, sociedad sobrenatural, con la Cristiandad, sociedad temporal iluminada por la doctrina de Cristo. Dicha confusión estuvo en el origen de las grandes luchas doctrinales e incluso políticas que sacudieron a la Edad Media, y pervive en la actualidad en algunos mesianismos políticos. La Iglesia es indefectible y durará hasta el fin del mundo sin sufrir ningún cambio sustancial en virtud de la promesa de Cristo (cfr. Mt. 28,20). Pero la Cristiandad no posee tal garantía y su destrucción es hoy una realidad patente.
2. ¿Qué se entiende por confesionalidad católica del Estado stricto sensu? De acuerdo con Jiménez Urresti, en la confesionalidad católica propiamente dicha el Estado reconoce y acepta a la religión católica sub ratione religionis, de modo que se da a la Iglesia católica no un reconocimiento jurídico especial, por razones históricas (como la confesión religiosa que históricamente ha plasmado un país) o sociales (a la que la mayoría de los ciudadanos del mismo pertenece), sino el reconocimiento de que la Iglesia es una institución pública religiosa de derecho divino-positivo. Es decir, el Estado reconoce a la Iglesia como una sociedad perfecta sobrenatural en la que se encuentra la única religión verdadera en la que se puede tributar a Dios el homenaje de un culto aceptable y toda la doctrina para estructurar la comunidad política conforme a los planes divinos.
3. Siendo clara para el Magisterio tradicional la legitimidad de la confesionalidad del Estado queda por tratar la cuestión de su obligatoriedad en concreto. Como es una cuestión mixta, además del juicio prudencial del gobernante católico, resulta imprescindible contar con el parecer favorable de la Jerarquía eclesiástica, razón por la cual Pío XII señaló –en alusión a los idealizadores del modelo norteamericano– que es competente en última instancia sólo el Romano Pontífice (Cfr. Ci riesce, 6.XII.1953).
La doctrina ha procurado explicar las condiciones para que exista, en concreto, la obligación de la confesionalidad católica. El supuesto de hecho que resume esas condiciones se ha denominado muchas veces como unidad religiosa de la sociedad, en un doble aspecto cuantitativo y cualitativo. Jiménez Urresti lo explicaba así: “el momento en el cual comienza en una sociedad política y en un Estado la obligación de la confesionalidad propiamente dicha depende de su estado sociológico. Ciertamente se da tal obligación cuando una sociedad es unánimemente católica, entendida más que en el concepto estadístico, en el sentido vital, en cuanto que el pueblo vive un estilo de vida católico”. Otros hablaban del hecho socio-político de una sociedad homogénea en lo religioso, en la que pesa lo cuantitativo, pero debe pesar también lo cualitativo, las instituciones, la mentalidad, el estilo de vida, el alma nacional, etc.
El caso de España durante el régimen de Franco es un ejemplo ilustrativo. En el aspecto cuantitativo, en la década de 1950, era uno de los países más homogéneos en materia religiosa: había unos 30 mil protestantes, y unos 5 mil judíos, sobre una base de 32 millones de habitantes católicos. En cuanto al aspecto cualitativo, difícil de medir en sí mismo, la historia da cuenta de una genuina primavera eclesial regada por la sangre de los mártires de la guerra civil y de una situación política favorable, liderada por un jefe de Estado sinceramente católico. Compárese con el caso de Portugal, un país también mayoritariamente católico, con un dirigente como Salazar, y se podrá apreciar por qué no es suficiente el aspecto cuantitativo para que surja de modo automático el deber de la confesionalidad católica propiamente dicha.
Hasta aquí hemos tratado de explicar mejor la tesis de la confesionalidad en sentido estricto. En otra entrada diremos algo más acerca de la hipótesis y sus diversas modalidades. 

9 comentarios:

Carlos dijo...

A mi modo de ver, la unidad católica de España en tiempos del nacional catolicismo no fue más que una ficción, un acto de hipocresía pública. Vamos, que en esa España había muchos bautizados, pero el bando republicano no era realmente católico. Esa confesionalidad franquista fue un fariseísmo impuesto por el régimen.

Anónimo dijo...

Desde el aspecto cualitativo, por cada mártir había unos pocos que se cargaron al mártir, bastantes más que simpatizaban con el hecho, y quizás hasta una mayoría que hubiera preferido vivir en una España sin curas. La divisoria de la guerra civil fue también religiosa, genuinamente, de manera que el Régimen podía ser confesional, pero el país no lo era: solo medio país. El resto se aguantaba, porque había perdido la guerra.

Anónimo dijo...

Bueno, también existe algo en lo que los cristianos creemos: la conversión.

Pepe dijo...

Pues para mí, Franco igual o mejor que con San Fernando.

Pero hemos rifado nuestra catolicidad por un plato de lentejas. Y ya nos vamos quedando sin las lentejas porque la Merkel nos las quita.

Miles Dei dijo...

La teoría tal como la pone Pio XII está muy bien, pero tal como se aplica desde el "antisyllabus" para acá pues nos conduce al abismo del katejon-missing y en eso la historia contemporánea de España es ciertamente ilustrativa.



Anónimo dijo...

Hay un detalle que no se comenta, ¿se puede ser un estado católico a base de represión y de violencia ejercida en las cárceles y comisarías? Conozco por lo menos dos casos familiares en que esa represión, encarcelamiento y demás violencia se realizo sobre dos personas absolutamente justas, y como estos habrá miles. Seguramente si Franco además de establecer el estado confesional hubiera sido Mary Poppins, entonces la España católica seguiría existiendo.

Hermenegildo dijo...

A los dos primeros comentaristas les recuerdo que no se puede confundir a los dirigentes republicanos y marxistas -una minoría- con la población de la España republicana, que no tenía una ideología clara.

Y, por cierto, si el catolicismo español de la época era tan ficticio y tan hipócrita, ¿cómo se explica la enorme eclosión vocacional que se dio? Los seminarios y las casas religiosas estaban a rebosar y había tanto clero que hasta se envíaban a muchos sacerdotes de misioneros a Hispanoamérica y a otras partes del mundo.

Al último comentarista: hoy día hay en España mucha más población reclusa que existía en la época de Franco y que injusticias se cometen en todos los regímenes políticos porque perfecto sólo es Dios.

Anónimo dijo...

Lo de Franco no era un estado católico, era un estado clerical.

Mediten sobre ello.

Anónimo dijo...

ANONIMO dice:"Lo de Franco no era un estado católico, era un estado clerical.
Mediten sobre ello"
PEDRO HISPANO responde: Si quiere que meditemos sobre ello haga el favor de darnos la prueba de sus afirmaciones. Imite a HERMENEGILDO, por ejemplo.