Georg May, sacerdote desde 1951, renombrado canonista alemán, designado Protonotario Apostólico por Benedicto XVI, es el autor de este artículo sobre el ecumenismo. La traducción del italiano corresponde a un generoso lector de nuestra bitácora.
Ecumenismo a toda costa
Por el
Prof. Dr. Georg May
En Stoccarda-Hohenheim ha tenido lugar un
Congreso sobre ecumenismo. Por parte católica, los ponentes fueron Heinrich Fries y Paul Wesemann; por parte protestante, Reinhard Slenczka y Friedrich
Wilhelm Künneth… Parece necesario señalar algunos errores fundamentales de
los dos oradores católicos, porque eran los consejeros oficiales de sus Obispos
y tienen mucha influencia. Además, representaban, por decirlo de alguna manera,
el ecumenismo puro, hasta el punto de que sus ideas pueden considerarse
paradigmáticas.
La tesis más importante,
presentada por Fries, reza así: no existe, a día de hoy, ninguna diferencia
teológica que permita mantener el cisma (Kirchenspaltung), un término que puede aplicarse, añadimos
nosotros, a las Iglesias Orientales cismáticas, pero no a las confesiones
protestantes, cuya doctrina no sólo difiere de la doctrina católica, sino que
también existe una diversidad de doctrina entre ellas. La tesis es falsa.
Antes de
refutarla, prestemos atención a la imprecisión de la expresión de Fries. Confunde continuamente Teología
y Fe. Parece querer decir que no hay diversidad
en la Fe, en grado suficiente para dividir las confesiones. Pero debería
decirlo claramente. Fe y Teología no son lo mismo. La Fe escucha obediente la
voz reveladora de Dios; la Teología es la reflexión científica sobre la
Revelación. La unión de la Iglesia no se basa, pues, en el acuerdo de la
Teología, sino en la correspondencia de la Fe; esto es, los creyentes deben afirmar el idéntico contenido de fe. Por tanto no
son las opiniones de los teólogos las que separan a los creyentes católicos de
los creyentes protestantes, sino el contenido de la fe que profesan, la
doctrina oficial y obligatoria. El disenso de los teólogos no es capaz de
acabar con ella. La propuesta de Fries
de que, al unirse las Iglesias, cada uno debería aceptar “todas las
definiciones teológicas”, está bien, pero no oculta las dificultades reales. No
se trata de aceptar “todas las definiciones teológicas”, sino de decir sí a todos los artículos de Fe,
sin posibilidad de exceptuar ni uno solo, garantizados como están por la
autoridad divina. Entonces, a ver qué hacemos con la Fe católica y con la
doctrina protestante. ¡Aquí comienzan las dificultades! La Fe católica se puede
precisar bastante bien, pero definir la doctrina protestante resulta arduo. En sentido teológico, la “Iglesia
protestante” no existe (lo enfatizamos nosotros). Si se acepta, a estas
alturas, también en el ámbito católico la poco clara expresión “Iglesia protestante”, se debe a una
cierta amabilidad… o a escasa claridad. Se acepta el nombre que los
protestantes dan a sus diversos grupos, pero no se trata de hecho de una
calificación teológica. Además, el concepto de “Iglesia” no es aplicable a las
agrupaciones de las confesiones protestantes, porque no disponen de Obispos en
sucesión apostólica (…). Además, las comunidades protestantes no tienen
Magisterio, hasta el punto de poder definir de manera obligatoria o al menos de
enunciar en qué consiste la doctrina protestante. A lo sumo, podemos encontrar
un cierto positivismo en una determinada “Iglesia” nacional, definido en
Sínodos y Consistorios, a los que en alguna medida se ven sujetos los
ministros.
Recordamos, sin
embargo, que este positivismo no posee ninguna garantía de verdad, ni puede ser
legitimado por los principios de la Reforma, sino que puede ser revocado en
cualquier momento, o superado, según las relaciones mayoritarias que resultan
en las votaciones finales. En última instancia, todo protestante habla sólo por
sí, pronuncia solamente su actitud personal de fe de hoy, que podrá dejar sitio
mañana a una opinión opuesta. Ni
siquiera la teología protestante está en condiciones de definir claramente la
doctrina protestante. Sabemos muy
bien que el protestantismo es un conglomerado de confesiones, de los
Adventistas y de los Cuáqueros a los Viejos-Luteranos y a los Pietistas. Estas
confesiones tienen divergencias tan profundas en puntos esenciales de doctrina,
que evitan, según el parecer de los propios
fieles, la participación común en la Cena. Cada teólogo tiene su doctrina
privada, es exégeta por su cuenta. Mañana podrá rechazar lo que ha enseñado
hoy, y nadie tiene el derecho de acusarlo de carecer de fe. No hará más que imitar al reformador Martín Lutero del que se sabe bien que
dijo , en el 1517, cosas totalmente distintas de las propaladas en el 1521, y
más todavía en el 1546. La “Reforma” progresa, nadie tiene el derecho de
detenerla, y cada generación de teólogos protestantes se ve confrontada inmediatamente
con Dios y con Su palabra (en resumen, se repite la tesis comunista de que ¡“la revolución nunca se detiene”!).
Sería contrario al espíritu de la Reforma limitar esta libertad, y únicamente
se explicaría desde un punto de vista táctico el intento de unir todas las
fuerzas contra la Iglesia católica.
De todas las
maneras, intentando formular la “doctrina
protestante” –como hacen los manuales protestantes de teología sistemática-
se reconoce fácilmente que la Fe católica se diferencia de aquella casi
siempre. Las diferencias se refieren a cualquier objeto tratado, si bien tienen
un peso y una importancia más o menos grande; respecto a la doctrina de Dios,
como a la doctrina de la creación, a la cristología no menos que a la
soteriología, a la doctrina de la Gracia, de la Iglesia, de los Sacramentos,
así como a la doctrina mariana y de los novísimos. El punto de partida, casi
siempre nominalista, de la teología protestante, produce casi en todas partes
contrastes esenciales e insuperables con la Fe católica. Es falso creer que los
hay únicamente en relación a creencias típicamente católicas. El concepto del
Dios voluntarista del protestantismo es, por ejemplo, inaceptable para los
católicos.
En la praxis,
estas diferencias no resaltan menos que en la teoría, como demuestran siempre
de nuevo los problemas ético-políticos. Es indispensable, en tal caso que la
praxis siga a la teoría. Entre la ética social católica y la protestante se
abre un abismo de contrastes. Sólo la ignorancia o la falta de honradez pueden
negar estas diferencias esenciales. La Fe católica y la doctrina protestante no
representan simplemente dos confesiones, son más bien dos Weltanschauungen que no van de acuerdo. (…).
Es verdad que
desde el momento en que teólogos católicos, como sucede hoy, se aproximan a
posiciones protestantes… se obtiene como resultado que la diversidad entre las
confesiones resulta de poca entidad. Hay, hoy, teólogos católicos que defienden
y adoptan doctrinas protestantes, pero siguen llamándose católicos. Llevan al
engaño por la indiferencia actual del Magisterio, porque semejante
contradicción no es manifiesta a los ojos de todos. En realidad, estos
sedicentes teólogos “católicos” no son ya católicos y no dan testimonio de la
verdad católica.
Para confirmar su
tesis, Fries da mucha importancia al
“Neues Glaubensbuch” (nuevo libro de
la fe), publicado en 1973, en el que 35 teólogos, entre católicos y
protestantes, presentan la fe común, -¡por así decirlo!- Pero ¿quién le da el
derecho de dar tanta importancia a una obra privada, en absoluto oficial? No es
este el lugar para criticarla severamente, como merece, (¡Como han hecho varios
Obispos alemanes!). Desde el punto de vista científico, no merece confianza
alguna. Constatamos, sin embargo, que se debería tener el derecho de exigir de
los colaboradores católicos, que sean conocidos representantes de una Fe
católica integra. ¡Pero no es este el caso! Entre otros Autores, que no cumplen
esta necesaria condición, basta nombrar a Joseph
Blank (Saarbrücken). Su libro “Jesús
de Nazareth” pone de manifiesto inmediatamente, incluso a quien no lo lee
con mucha atención, que se inspira en el protestantismo liberal, ¡y para nada
en la doctrina católica!
Por parte
protestante, la situación no es ambigua como por la católica. No conozco a un
solo teólogo protestante que haya alcanzado cierta notoriedad, que se haya
acercado a las posiciones católicas. El protestantismo espera por otra parte
que los católicos vengan a unírsele, es decir, que se hagan protestantes. En
Alemania, el protestantismo no ve en el ecumenismo otra cosa que un medio útil
para volver el país totalmente
protestante. Parece que ya haya obtenido un gran éxito en esta dirección,
como lo demuestra la aportación de Fries
y de Wesemann, al Congreso de
Stoccarda. El protestantismo no está dispuesto a venir al encuentro… a lo sumo,
algunos teólogos protestantes adoptan algunas formas católicas, externas, para
volverlo más atractivo; elementos que integran, como enseña la experiencia, una
parte del encanto de la Iglesia católica.
En definitiva, en la estrategia protestante, se trata de movimientos
tácticos, intentos de vencer, también por tales medios, a la Iglesia “romana”.
Estas razones me
inclinan a considerar el ecumenismo católico una ilusión peligrosa. Yo también
deseo, por cierto, ardientemente la unión de los cristianes, pero tal reunión
debe basarse en la Fe, la verdadera Fe
católica. Todo depende de la verdad… El ecumenismo, tal como se practica
actualmente, no sirve a la Verdad. Es más, destruye, en cuanto sea humanamente
posible, los tesoros de la Iglesia y la vuelve menos atractiva, y esta es la
causa de tantas crisis, de tantas apostasías de sacerdotes y de laicos, y
precipita a la misma Iglesia en una crisis de identidad…
En su forma
actual, el ecumenismo es un error gigantesco y una amenaza mortal. Pocos lo saben,
sin embargo, y se necesita valor para decirlo. Los representantes de la
teología permisiva están orgullosos de haber destruido muchos tabúes
(¡verdaderos o considerados tales!), y mientras, han creado otros; tesis,
movimientos, instituciones, que nadie tiene el permiso de tocar sin que los
insulten y calumnien. El ecumenismo
forma parte de los nuevos tabúes más importantes. Los partidarios eufóricos
del Concilio lo aman; la teología permisiva ha hecho de él su principio
supremo. ¡Ay del que lo toque! Es un hecho, es una regla que se observa por
todas partes, que los autores más fanáticos del ecumenismo abandonan con
frecuencia el servicio sacerdotal, y se casan, en un plazo más o menos largo,
si directamente no se convierten al protestantismo. Pero este hecho, fácil de
constatar, no ha aminorado la actividad ecuménica y, hasta ahora, no ha
convencido a ningún Obispo para intervenir. El ecumenismo triunfa,
convirtiéndose en el nuevo potentísimo tabú. Sin embargo, nosotros debemos
seguir la voz de la conciencia, que es también la voz de la Verdad, de la Fe y
de la razón, de la historia y de la experiencia…
Fries no se limita a consideraciones platónicas, sino que, como
sus émulos Rahner y Küng, pasa a los llamamientos. Pide que
los Obispos y los jefes protestantes concreten acciones comunes. Que consigan
la unión de las Iglesias por la vía pastoral y organizativa.
¡Aquí asoma, de
nuevo, la impericia científica del renombrado teólogo y consejero de Obispos, Fries! Se equivoca si cree que existe
una unidad por encima de la Iglesia, donde se pudiesen reunir las Iglesias
católica y protestante. La Iglesia católica forma la unidad más alta de una
comunidad religiosa que se pueda pensar en la tierra. Otros grupos pueden unirse a ella, pero ella no puede desintegrarse en
una comunidad que la supere… Fries propone, en resumen, una unión de
bautizados sin el vínculo de la Fe común, claramente contraria a la voluntad de
Cristo. ¿Está tan apegado a sus ideas que no alcanza a comprender que todos los
católicos creyentes se ven obligados a responder con un decidido “non possumus” a las caóticas
incertezas de su super-iglesia? Conoce, sin embargo, la aversión de los
católicos que aún no han sido instrumentalizados a semejantes insinuaciones
anti-católicas. Ha dicho, en Stoccarda, que la oposición contra sus ideas
estaba creciendo en el pueblo de Dios. Pone de manifiesto su cinismo si
solicita a los dirigentes que actúen rápidamente, antes de que la oposición
aumente más; en definitiva, aconseja manipular a este pueblo de Dios tomándolo
por sorpresa…
También las
propuestas de Wesemann, que desea
igualmente forzar la actividad ecuménica, son peligrosísimas. Según su parecer,
los “dirigentes” eclesiásticos deberían preguntarse, antes de publicar
cualquier orden, si el contenido ayuda o perjudica el ecumenismo. Este consejo
demuestra que desconoce totalmente el papel de la Iglesia. La Iglesia debe
modelar la propia vida según el espíritu de Cristo y los principios de su Fe,
en vez de estar mirando sólo a la eventual susceptibilidad protestante,
siguiendo en todo únicamente un criterio oportunista. ¡Pero no! ¡El aplauso o
la crítica del mundo protestante se convierten en norma para el desarrollo de la
vida eclesiástica! Semejante solicitud equivale a traicionar a Cristo y a la
Verdad. ¡A qué excesos se llega cuando el ecumenismo se convierte en una idea
fija!
***
A propósito de esto, he aquí el juicio de Urs von Balthasar que ha hablado
también del peligro de una falsa unión, en una conferencia celebrada en Mónaco
y en Ratisbona (Pseudoeinheit). Ciertas esperanzas, de una unión con las otras
comunidades cristianas y con el comunismo, son utópicas, porque se trata de una
rivalidad entre ideologías totalitarias (Rivalitát
von Ganzheiten). “El diálogo no carece de peligro para los católicos,
porque ya que deben defender puntos fuertes (Pluspunkte), se ven tentados, para
unificar el nivel con otros, a rebajar el suyo”. Sería un retroceso si la
Iglesia buscase restablecer la unidad de las Weltanschauungen, obviando las cuestiones controvertidas. La
Iglesia debe recordar cual es el contenido de la doctrina de la que es
portadora. Debido a que puntos esenciales de la doctrina católica han sido ya
olvidados –a menudo pronunciando un “mea
culpa” en lugar equivocado- está a estas alturas tentada de buscar la
salvación en el Zen o en el Yoga, en Marx o en Hegel. “La falta de hombres
espirituales en la Iglesia, capaces de mostrar el camino que conduce a Dios,
hace que busquemos una guía fuera de ella”. (FELS, marzo 2 1974).
***
¿Qué vía escoger,
entonces? Según Wigand Siebel, hay
una sola (que ha dado óptimos resultados en el pasado, particularmente en
Inglaterra, en América y en Suecia, ¡donde todo se estanca ahora!). “Hay que
volver la Iglesia Católica tan esplendorosa, atractiva, fuerte, como sea
posible. Lo cual se consigue mediante la oración y la penitencia, la práctica
de la virtud y el esfuerzo por santificarse, el cuidado de la verdad y de la
caridad, la fidelidad a la Fe traicionada y el infatigable anuncio de esta Fe a
los que han abandonado la casa del Padre. Tenemos que hacer todo para allanar
el camino al cristiano no católico para que vuelva a la Iglesia”.
Publicado en la
revista “Chiesa Viva”, Nº 371 (2005), pp. 6-8.
7 comentarios:
La reflexión del artículo es interesante desde una óptica tradicionalista, pero mi opinión en algún momento patina un poco. Por ejemplo, cuando afirma:
"los autores más fanáticos del ecumenismo abandonan con frecuencia el servicio sacerdotal, y se casan, en un plazo más o menos largo, si directamente no se convierten al protestantismo."
Ya sólo faltaba decir que un ecumenista quizás lleva escondido en su anatomía rabo y cuernos.
Además de entradas jugosas, este blog tiene muy buenas ilustraciones. Es muy distinto de otros blogs tradis tan feos en su diseño.
Jordi:
Si lees bien verás que May no dice que tengan cuernos y rabo, dice algo peor: que no son católicos y que pronto o tarde formalizan su alejamiento de la Iglesia.
La cuestión está en discutir sus argumentos y su experiencia.
"El ecumenismo, tal como se practica actualmente, no sirve a la Verdad."
Lo cual es evidente y no hace falta decir más. Y es evidente porque contradice la praxis de la Iglesia durante dos mil años y tiene origen en la falta de fundamento del mundo moderno. Tal novedad no puede sino traer nefastas consecuencias.
Las anécdotas que adornan el camino consecuente de autodestrucción son secundarias, aunque para el pueblo fiel es lo que más llama la atención.
Lo he leído completo y la verdad es que se trata de un artículo formidable. El Santo Padre premia a su autor y en infracatódica no le dejarían publicar?
PEDRO HISPANO a JORDI:Vd. como de costumbre, saliéndose por la tangente.
Para Pedro Hispano.
Lamento haberme salido por la tangente.
Pero claro, por estos mundos de Dios algunos católicos apostamos fuerte por el diálogo ecuménico, y en este caso el "post" no dejaba demasiadas opciones en cuanto a la posibilidad de comentarlo.
Pero hago propósito de enmienda, y la próxima vez procuraré no caer en la tentación y me guardaré la tangente para mi fuero interno.
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