martes, 28 de enero de 2014

¿Camisa de fuerza ultramontana? No, gracias



La bibliografía que comenta y explica el dogma de la infalibilidad es amplísima y de muy diverso valor. Dentro de las obras de buena doctrina es difícil encontrar algo novedoso sobre este tema. Sin embargo, hace unas semanas encontramos una explicación clara y a la vez didáctica de lo definido por el Vaticano I. Que proviene de una obra representativa de la teología del siglo XIX a la que los usuarios habituales de la “camisa de fuerza ultramontana” no pueden tachar de "vaticanosegundista", "posconciliar", etc. Su extensión no es la de un libro monográfico pero tampoco se limita a las escuetas páginas de manual. El aparato crítico es riguroso y registra la opinión de autores tan diferentes como Manning y Newman. Trata algunos puntos muy divulgados y otros menos conocidos, pero de interés para un católico tradicional. Por todo esto nos ha parecido importante traducir y publicar un capítulo del libro Lyons: Christianity and infallibility: both or neither. Longmans, Green & co., New York, 1892 (Ps. 1-30). La traducción del capítulo completo está en nuestro estante de scribd. Es una lectura para meditar con tiempo.
En esta entrada reproducimos sólo algunos fragmentos nuestra traducción que refuerzan conclusiones que permiten eludir la hipertrofia de la infalibilidad: 1ª, no todo el magisterio pontificio o conciliar es infalible; 2ª, para que exista infalibilidad es clave la definición, unida una clara intención docente de definir y obligar a un asentimiento absoluto y universal; 3ª, el carisma de la infalibilidad, que no es inspiración, se limita a lo definido, y no a lo que acompaña a la definición, como las consideraciones previas, la exposición de motivos, los argumentos teológicos concomitantes, el pensamiento del papa como doctor privado, etc. 
Esperamos que sea de provecho para nuestros lectores.
"...De acuerdo con lo que se ha dicho hasta ahora, la infalibilidad del papa está circunscrita a su magisterio, y tiene que ver exclusivamente con cuestiones de fe y moral. La pregunta que surge ahora es: “¿todo pronunciamiento del papa, como maestro supremo de la Iglesia, en materia de fe y moral, es un enunciado dogmático o infalible? La respuesta es decididamente no (68). Los teólogos distinguen los pronunciamientos del papa sobre la fe y la moral en dos clases. La primera clase, comprende lo que se llama técnicamente pronunciamientos ex cathedra (a veces también llamados dogmáticos); los pronunciamientos de la segunda clase se llaman simplemente doctrinales. Esta es una distinción muy importante, y debe tenerse en cuenta para evitar la confusión y el error.Ahora bien, sólo las declaraciones ex cathedra son infalibles. Ninguna otra expresión del papa -no importa cuán importante y autoritativa pudiera parecer, aunque fuera promulgada expresamente en virtud de su suprema autoridad apostólica, y dirigida formalmente a toda la Iglesia (72)-, es o pretende ser infalible.
El papa habla infaliblemente cuando, y sólo cuando, habla ex cathedra, y el Concilio Vaticano (74) nos dice en términos precisos y autoritativos, que habla ex cathedra "cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia". Esto es, en otras palabras, el papa habla ex cathedra cuando habla bajo las siguientes cuatro condiciones (76); primera, como maestro supremo de la Iglesia universal, en virtud de la autoridad conferida por Cristo a San Pedro, el primer papa; segunda, cuando define una doctrina; tercera, en relación con la fe o la moral; cuarta, con la intención de obligar a toda la Iglesia a aceptar y asentir interiormente a su decisión. Una quinta condición, es que debe ser perfectamente libre en su acción, lo que es, por supuesto, esencial, pero ello está implicado necesariamente en la cuarta (78). Cuando estas cuatro condiciones están presentes, sin duda, el papa habla ex cathedra o de modo infalible, y cuando una de ellas está ausente, entonces, no importa en qué forma y con qué solemnidad pudiera hablar, su expresión no pretende ser y no es infalible. Tal es el dogma de la infalibilidad papal como lo define el Concilio Vaticano y se incorpora en el Credo católico. 
Para resaltar de manera más definitiva, la fuerza de las anteriores condiciones, son necesarias algunas observaciones sobre cada una.(...) Segunda: cuando define una doctrina. "Esta condición señala los únicos actos concretos del papa que tienen la garantía de infalibilidad; es decir, los actos en que define una doctrina. Se incluye aquí a todos los actos dogmáticos o sentencias emitidas por el papa, sean definiciones de verdades, o declaraciones de hechos, o condenas de errores (78). Se excluyen todos los demás actos. "Una vez más, esta condición, como es manifiesto, exige un acto positivo por parte del papa, porque con omisiones, ya sean culpables o no, la infalibilidad no está implicada de ninguna manera. "Es evidente", dice el Padre Knox (79), "que la simple omisión de definir un dogma, o condenar a un error, incluso si la omisión se debiera a una negligencia culpable que hace daño a la Iglesia, no es de ninguna manera incompatible con la prerrogativa de la infalibilidad. El papa es infalible sólo cuando enseña; y enseñar es una cosa, y omitir enseñar es a otra".Al considerar el efecto de esta condición debe prestarse especial atención al significado exacto de los términos empleados. La palabra "definir" (definire), tal como se utiliza en la definición del Concilio Vaticano, significa resolver de manera definitiva, es una determinación final. Por lo tanto, en orden a ejercer su infalibilidad, el papa debe tener la intención de pronunciar una decisión irrevocable, irreformable, absolutamente final (80); si la decisión no es definitiva y absolutamente inalterable, no existe, sin dudas, ejercicio de la infalibilidad.  
La palabra "doctrina" también es digna de destacarse, sobre todo en referencia al ámbito de la moral. En la moral hay que distinguir cuidadosamente entre la doctrina y la conducta, entre los principios y la práctica, entre la verdad en abstracto y su aplicación a los casos particulares. Ahora bien, el papa es infalible en la definición de la doctrina, el principio general, la verdad de la ley en abstracto; pero no es infalible en su aplicación a los diversos casos particulares que puedan surgir. En otras palabras, el papa es infalible en sus juicios sobre los principios morales, pero no en sus juicios sobre las acciones morales. La "infalibilidad", escribe el cardenal Hergenrother (81) "sólo se refiere a los preceptos morales, a los principios generales que el papa prescribe a todos los cristianos como una regla de conducta; no a la aplicación de estos principios a los casos individuales, y por lo tanto de ninguna manera excluye la posibilidad de que el papa cometa errores en su gobierno por excesiva severidad o de otra manera. Su infalibilidad, que posee sólo como maestro, lo preserva de hecho de la falsificación de las doctrinas de la Iglesia en cuanto a la fe y la moral pero no hay seguridad de que siempre aplicará sin error estas doctrinas y que nunca cometerá personalmente una ofensa contra ellas. Y de nuevo, “Inocencio III (a quien por cierto los acatólicos consideran como el más imperativo y autoritario de todos los papas) establece claramente que los juicios sobre las personas, en casos individuales, no deben suponerse infalibles". 
Lo que se acaba de decir también sugiere la razón por la cual, como observa el cardenal Newman (83), infalibilidad y conciencia nunca pueden entrar en conflicto directo. El objeto de ambas es diferente. La infalibilidad preside el dominio del pensamiento; la conciencia regula el dominio de la acción. El oficio de la infalibilidad es definir la doctrina, el principio general, la verdad abstracta, para dirigir correctamente el pensamiento; el oficio de la conciencia consiste en aplicar la doctrina, principio o verdad, definida, en el caso concreto individual, para dirigir correctamente la acción. Pertenece a la infalibilidad señalar y definir la regla de conducta; aplicar la citada regla a cada acto particular de la conducta pertenece a la conciencia. Es decir, en otras palabras, la infalibilidad tiene que ver con la verdad y la falsedad de la doctrina y los principios; la conciencia, con la licitud e ilicitud de las acciones; la infalibilidad responde a la pregunta, "¿es tal o cual doctrina, o principio, verdadera o falsa, en abstracto?"; la conciencia: ¿"es tal conducta correcta o incorrecta, justificable o no, en el presente caso y sus circunstancias"?(...) 
Cuarta: "con la intención de obligar a toda la Iglesia a aceptar y asentir interiormente a su decisión." Esta condición, según la interpretación de los teólogos, implica dos cosas: (a) el papa debe tener la intención de obligar a la aceptación intelectual de toda la Iglesia; y (b) la intención debe expresarse claramente. El papa puede ejercer su prerrogativa de la infalibilidad sólo cuando se dirige a toda la Iglesia, con intención de obligar a todos los miembros de la misma, en todo el mundo, a un asentimiento interior absoluto. La obligación de un juicio infalible, por lo tanto, debe hacerse extensiva a la Iglesia universal, a la Iglesia en todas partes, o en ninguna; en todos los países, o en ninguno en absoluto. "En consecuencia ", escribe el cardenal Newman (85), los "mandatos que emanan de él [el papa] para determinados países, o grupos políticos, o religiosos, no tienen ninguna pretensión de ser expresiones de su infalibilidad." La intención del papa al pronunciar un juicio infalible debe quedar clara más allá de toda duda razonable. Los teólogos son enfáticos en la necesidad de esta condición. "La intención de obligar a todos los fieles", dice el cardenal Hergenrother (87), "debe hacerse constar expresamente"; "debe ser manifiesta y cognoscible por signos o indicios claros"; dicen los cardenales Franzelin (87) y Mazzella (88). Lo que el papa, por tanto, pudiera pensar o tener la intención de decir, pero no exprese de manera real, y clara, no debe ser considerado como incluido en su declaración infalible (89). Aunque hay ciertas formas o frases que nunca se utilizan, excepto en los juicios ex cathedra, con todo (90) el papa no está vinculado a ninguna fórmula establecida para el ejercicio de su infalibilidad (91). El papa puede, por otra parte, cuando habla ex cathedra, dirigirse directamente a los Obispos de una nación determinada, o incluso a sólo un obispo.(...)
Imagen publicada en el
facebook del sitio oficial news.va
Una observación más, y habremos determinado el único acto, específico y definitivo, en el cual el papa solo es infalible. En el caso de una expresión ex cathedra verdadera, puede, evidentemente, haber disputa sobre la investigación que precede a la definición, sobre el prefacio o la introducción a la misma, o sobre de lo que se dice de manera incidental o sólo de forma indirecta, sobre las explicaciones, las citas y las referencias que se hacen, las razones o argumentos aducidos en prueba de la verdad a ser definida, o en la refutación del error a ser condenado. En todo esto, sin embargo, no hay ejercicio de la infalibilidad, y sólo la definición misma de una verdad, o la condena de un error, es ex cathedra; y, por lo tanto, objeto de la infalibilidad. Esta es la enseñanza común de los teólogos católicos. "En los decretos dogmáticos (es decir, infalibles) de los papas, así como en los de los Concilios", escribe el cardenal Hergenrother (95), "es necesario distinguir entre la definición de un dogma, y las razones, explicaciones, etc., añadidas a la misma. La infalibilidad sólo puede pertenecer a la definición misma." "Lo que la Providencia ha asegurado", dice el cardenal Newman (96), "es sólo esto: que no podría haber ningún error en el último paso, en la definición o dogma resultante. Por consiguiente, todo lo que el Concilio, y todo lo que el papa, define infaliblemente, es una respuesta directa a una pregunta específica que se considera; la prerrogativa no se extiende más allá del poder -desde su Cátedra- de dar a esa pregunta una respuesta verdadera". Exactamente la misma distinción se hacen y se reconocen en las sentencias autoritativas de nuestros tribunales civiles. Lo que se reconoce como jurídico y vinculante no son los comentarios preliminares del juez, sus explicaciones, citas, o incluso los argumentos, por grande que sea su peso y el respeto que merezcan, sino sólo la decisión del caso. He hecho hincapié en esta limitación porque su ignorancia u olvido ha dado lugar a muchas objeciones irrelevantes..."

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Conozco neocatólicos que rechazarían el texto. Habré de concluir que el ultramontanismo se ha encarnado en ellos.

Pero se trata de un ultramontanismo curioso: sólo concierne a los papas posconciliares. Del resto, ni siquiera les interesa el magisterio dogmático o infalible.

Hermeneutica de reforma en la continuidad, le llamaban. Ahora, desde que dimitió mons. Ratzinger, ya ni eso.

Cougar

Martin Ellingham dijo...

En realidad, creo que las hermenéuticas de Benedicto XVI son tres:

1. De la discontinuidad o ruptura. Que se rechaza como errónea.
2. De la continuidad. Que se afirma como verdadera.
3. De la reforma. Que puede tener resultados legítimos, problemáticos o inaceptables.
a) Si la reforma consiste en una novedad magisterial que implica un desarrollo homogéneo de la doctrina precedente, hay un cambio de hecho, una reforma, que es legítima y debe aceptarse, aunque con un asentimiento proporcionado al valor magisterial de la novedad, sin dogmatizaciones indebidas, super-dogmas, etc. Esta reforma en la continuidad puede verificarse especialmente en cuestiones morales, cuando se mantienen los principios abstractos, pero mutan las aplicaciones particulares, en función de circunstancias que merecen diversa apreciación prudencial. Algunos autores ejemplifican con los cambios en el juicio magisterial sobre los ritos chinos y la admisión de los títulos extrínsecos en el préstamo con intereses.
b) Pero si la reforma consiste en una novedad que implica, o parece implicar, un desarrollo heterogéneo de la doctrina precedente, puede ser problemática o imposible de aceptar. Aquí es importante probar la heterogeneidad y no sólo afirmarla, para no quedarse en apariencias superficiales; y si se entra en un debate teológico, deben darse argumentos teológicos consistentes y hacerse cargo de las réplicas, refutándolas como falsas o admitiéndolas como verdaderas. Pero también es importante probar la homogeneidad, y no darse por contento con sólo afirmarla, para eludir los problemas con el optimismo compulsivo o el utopismo que salta hacia el futuro sin apego a la realidad.

Saludos.

Anónimo dijo...

¿que es lo que se oye en el video al principio?¿estaban haciendo asado??

Anónimo dijo...

Martin Ellingham:

Soy un profano en teología. Sin embargo, se me ocurren dos cosas.

1.

a)
Una cosa son los principios, y otra su aplicación. Una cosa es decir en qué consiste el Magisterio dogmático e infalible, y otra muy distinta delimitarlo con precisión en cada caso.

b)
Si para la definición de principios hace falta una teología, para aplicarlos, también.

2.

a)
Dada la pública aversión de mons. Ratzinger a la escolástica, no deja de tener cierta gracia que la explicación de sus hermenéuticas tenga "aroma" escolástico...

b)
En cualquier caso, hablando del pensamiento teológico de mons. Ratzinger ¿ha matizado ya, o se ha retractado, de algunas de las cosas que ha dejado escritas en "Introducción al cristianismo", y en de "Die sakramentale Begründung christlicher Existenz"?

Si lo ha hecho ¿dónde lo ha hecho? Sería interesantísimo leerlo.

Si no lo ha hecho ¿qué tipo de hermenéutica hemos de aplicar a su magisterio personal?

Como secretario del Card. Frings de Colonia, a su vez secretario del Concilio Vaticano II; Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe con Juan Pablo II; Papa Benedicto XVI y Papa emérito Benedicto XVI es, seguramente, el clérigo más influyente del posconcilio.

No se trata de preguntas ociosas. Su influencia abarca más de cincuenta años. Su teología, también.

Y esa teología puede ser usada para, aplicando los principios que describen en qué consiste el Magisterio Dogmático, delimitarlo en nuevos casos.

Si esa teología fuera fallida, entonces las nuevas delimitaciones del tipo de Magisterio también podrían serlo.

Un saludo.

Cougar

Martin Ellingham dijo...

Estimado Cougar:

1.
Estoy de acuerdo. Sólo apunto lo siguiente: la aplicación de un principio moral es fruto de un silogismo. Dos premisas y una conclusión. Si cambia la premisa menor, cambia la conclusión, incluso contradictoriamente. Pero tal cambio no es heterogéneo por sí mismo.

2.
a) No conozco mucho sobre la aversión de Ratzinger hacia la escolástica en general. Sí leí una vez lo que dijo sobre Santo Tomás y su preferencia por San Agustín.

Ahora, cuidado, porque la Iglesia no impone dogmáticamente t o d o el sistema teológico tomista, sino que asume a l g u n o s elementos tomistas y los incorpora a su Magisterio. Por lo que, dejando intacto el Magisterio, se puede ser teólogo católico ortodoxo y no plenamente tomista. Han habido teólogos agustinianos, suaristas, etc. Muchos Santos Padres no fueron tomistas.

b) No lo sé en el caso concreto de Ratzinger. En general, en las últimas décadas no están muy de moda las retractaciones explícitas. Lo que suele suceder es que la gente se retracta implícitamente por vía hermenéutica: dije una cosa pero quise decir otra...

Como Benedicto XVI no dijo más nada sobre el contenido conceptual de sus hermenéuticas, me parece que es legítimo darles un contenido teológico ortodoxo, a menos que conste expresamente que él -en cuanto Papa- quiso darles un contenido heterodoxo.

Saludos.

Anónimo dijo...

1.
Ciertamente, la Iglesia no impone dogmáticamente todo el sistema teológico tomista sino que asume algunos elementos tomistas y los incorpora a su Magisterio. Pero que León XIII ordenara (Aeterni Patris) la Editio Leonina de la obra del Angélico Doctor prueba que ese "algunos" es, en realidad, "muchos".

¿Y qué es lo que la Iglesia asume del sistema teológico tomista? Su estructura lógica y su realismo moderado, inseparables la una del otro.

2.
No existen teologías "multisistémicas". Siempre habrá alguna que, tomando preponderancia, fagocitará el significado de los elementos de las otras, incorporándolos a su propio sistema.

La Nouvelle Théologie constituye un sistema en el que caben Chardin y su cristología cósmica en devenir, Rahnner y su cristianismo anónimo, Juan Pablo II y sus encíclicas trinitarias y las obras de Benedicto XVI sin cambiarlas de sentido.

Sin embargo, su inmanentismo racional y su subjetivismo situacional no se pueden incorporar a los elementos tomistas incorporados en el Magisterio de la Iglesia sin cambiarlos radicalmente de significado, alterando su naturaleza.

Benedicto XVI, a través de una reinterpretación que él llama hermenéutica de reforma en la continuidad, cree que la radicalidad de esa alteración no supone un cambio de naturaleza en lo enseñado por el Magisterio. Sin embargo:

a. Si se analiza la Nouvelle Théologie a la luz del Magisterio preconciliar, sus conclusiones son triviales, confusas y, cuando menos, "extrañas" a la Tradición. Así describía Garrigou-Lagrange los textos de su doctorando Karol Wojtyla.

b. Nunca ha hecho falta interpretar hermenéuticamente el Magisterio de la Iglesia porque se tomaba tal cual, aplicando las reglas de recta interpretación filológica. Ahora, además, habría que aplicarles reglas interpretativas basadas en horizontes de expectativas, situaciones, actitudes y estados mentales que destruyen la regla interpretativa básica descrita por San Vicente de Lérins en su Commonitorium: Quod ubique, quod semper, quod ab omnibus.

Y así llegamos a las páginas de los tres libros de Jesús de Nazaret que mons. Ratzinger nos ha dejado como su testamento intelectual. No parece tener intención alguna de retractarse de nada de lo allí escrito.

La Iglesia, aún en los asuntos más complejos, siempre ha sabido expresar de forma sencilla lo más complejo. Desde hace medio siglo resulta que, a pesar de su proclamadísimo afán de claridad pastoral, es incapaz de enseñar aún lo más sencillo sin confundir a quien carezca de estudios superiores, tiempo, libros y consejo teológico avanzado.

Aplicando siempre el beneficio de la duda y siendo bienpensados, todo el magisterio derivado de la Nouvelle Théologie se trata de cualquier cosa menos del tipo de magisterio apto para confirmar a nadie en la Fe. No hace falta imaginarse cuál es el efecto de semejante magisterio en los fieles porque llevamos cincuenta años viéndolo.

Una vez aplicada la presunción de ortodoxia y el beneficio de la duda, por más bienpensados que queramos ser ¿nos es lícito abandonar el sentido común? ¿Es que puede un árbol bueno por naturaleza dar frutos malos por naturaleza?

Si en el plano teológico la caridad y la ambigüedad nos permiten aplicar la presunción de ortodoxia a nuestros pastores, en el plano pastoral esa misma caridad y la evidencia de los hechos lo impiden.

Un saludo.

Cougar

J.Mª L. dijo...

No cabe reducir la “Nouvelle Théologie” a una unidad que no distingue autores, obras y temas. Garrigou-Lagrange se precipitó en sus críticas. En España, la revista “Estudios eclesiásticos” publicó unos artículos muy esclarecedores de los pp. Salaverri, Sagüés, Alonso Bárcena y Nicolau sobre la “Teología Nueva”.

Martin Ellingham dijo...

Cougar:

1. No veo el sentido de discutir si “algunos” o “muchos”. Lo cierto es que la asunción del pensamiento teológico del Aquinate es parcial no total. Pareciera que se olvida que Santo Tomás vivió en el siglo XIII por lo que habría que pensar que antes de él no hubo teología católica ni magisterio. ¿Y los Santos Padres? ¿Y las grandes definiciones dogmáticas de los primeros concilios ecuménicos?

Otra cosa que la Iglesia nunca ha dicho es que luego de Santo Tomás no sea posible el desarrollo perfectivo de la Teología, como si para Dios fuera imposible crear a un Santo Doctor que lograse superar al Aquinate o un conjunto de teólogos de menor calado pero capaces de mejorar a Santo Tomás en temas concretos.

Tampoco es cierto que la Iglesia asuma del sistema teológico tomista sólo su estructura lógica y su realismo moderado. También asume o puede asumir nociones concretas.

En todo caso, habría que hacer una comparación cuantitativa entre la Opera Omnia del Aquinate y los documentos publicados en Mansi posteriores al siglo XIII. El resultado dará un elemento para responder si la asunción es total o parcial.

2.
Respecto de las teologías “multisistémicas” habría que ver qué significa tal cosa. Suárez fue considerado un teólogo ecléctico, porque asumió parcialmente a Santo Tomás, pero lo complementó con otros elementos extraídos de otros sistemas. ¿Qué predomina en Suárez? ¿Cuál de sus elementos “fagocita” a los demás? Autores disputan…

¿La Nouvelle Théologie constituye un sistema? ¿Sí? ¿No se estará haciendo amalgama para crear un hombre de paja y dispensarse de la ardua tarea de valorar diferentes autores y obras?

¿Nunca ha hecho falta interpretar hermenéuticamente el Magisterio de la Iglesia? ¿Seguro? ¿Y las controversias cristológicas de dónde salieron y cómo se resolvieron sino con una necesaria hermenéutica previa la definición? ¿Acaso la historia del término “transubstanciación”, desde su invención por Rolando de Bandinelli (1140) hasta el Laterano IV (1215), no prueba la necesidad de hermenéutica previa a la definición de su contenido conceptual?

Es todo por hoy…

Saludos.