En una entrada precedente
barruntamos una caracterización del donatismo político (al cual llamamos donatismo por analogía, con denominación
extrínseca). Ahora, nos parece interesante exponer algunos rasgos del donatismo
histórico, movimiento cismático, sectario y al finalmente herético.
No pocas veces se reduce el donatismo a un problema teológico-sacramental. Por lo cual haremos una breve descripción
general del donatismo, mencionaremos algunas de sus tesis teológicas fundamentales y otras relativas a la vida política. No vamos a trazar una comparación con el donatismo político. Queda en cada lector interesado buscar semejanzas y diferencias, si le interesa.
Para la caracterización del
donatismo histórico tomamos textos de la introducción de Pedro Langa a los Escritos antidonatistas de San Agustín
(BAC, Tomo XXXII).
I. Historia.
- El donatismo (en adelante,
D.) fue un fenómeno multicausal de la cristiandad primitiva:
El parecer de los
estudiosos data los orígenes donatistas entre los años 306-307 y
311-312…
Los orígenes de ese
complejo fenómeno religioso y madre de todas las divisiones que fue el D.
responden a causas múltiples, próximas y remotas. Por un lado, el contexto
geopolítico de una historia a la vez etnográfica, social, económica, cultural y
política, cuyo término clave es romanización. Este movimiento provoca en
África del Norte, frente a claras adhesiones de las capas altas de la sociedad,
sentimientos de protesta y rebeldía a cargo de la gente humilde y proletaria,
indígenas o bereberes del campo, en su mayor parte decididos a sacudirse el
yugo fiscalizador de Roma…
-
Pero un factor importante, no siempre tenido en cuenta, fue el político, la
relación de la Iglesia
con el Imperio Romano:
[el D. tenía una] indisimulable fobia contra las autoridades de Roma...
[no obstante,] lo
verdaderamente novedoso del caso es que los donatistas apelan a Constantino de
tal modo que desde el principio sus diferencias reciben el tratamiento de un
proceso civil y no eclesiástico, puesto que los tribunales están integrados por
eclesiásticos delegados del emperador, y la sentencia será no contra
cismáticos, sino propiamente hablando contra auténticos calumniadores. Así
empieza el contencioso. Andando el tiempo asomarán los delitos de cisma y de
herejía…
-
El recurso al brazo secular contra los donatistas fue contraproducente:
Constantino procedió
contra los donatistas dictando una severísima ley en la primavera del 317, que,
si bien no llegó a afectar más allá de los límites cartagineses, golpeó duro a la secta. Se ordenaba en
ella la confiscación de iglesias donatistas y el exilio para sus obispos. Las
comunidades donatistas cartaginesas fueron el blanco principal, pero el
partido, lejos de venirse abajo con tan dura medida, salió reforzado. En no
pocos casos, las víctimas de la represión consiguieron ser equiparadas a las
del 303, cuando Diocleciano.
-
Uno de los “éxitos” más resonantes del D. fue presentarse ante el pueblo sencillo
como una “Iglesia de los mártires”, una comunidad de puros, que no entra en
componendas con el poder político corrupto. Pero el D. fue, en realidad, un grupo
de victimarios que desplegó una estrategia victimista:
A primera vista da la
impresión de encontrarnos ante una Iglesia mártir, perseguida dentro de su
mansedumbre. La realidad, sin embargo, impone aclarar que el D. jamás se
caracterizó por nutrir sentimientos pacifistas, y que precisamente este
capítulo jurídico pertenece a uno de los momentos de más despiadada persecución
anticatólica, a la postre extensiva a quienes, ya dentro, ya fuera, no comulgaran
con las ideas del partido
-
Esta “Iglesia de los mártires” terminaría en un claro espíritu sectario.
II. Algunas notas.
-
Un fenómeno polifacético:
No es cosa fácil
interpretar el D. Constituye un argumento complejo, de muchas ramificaciones y,
en consecuencia, significados que todavía hoy suscitan opiniones encontradas.
Destacan en él, fundamentalmente, dos aspectos, el histórico y el teológico.
Pero está claro que tanto el uno como el otro vienen a ser, insisto, como ríos
con muchos afluentes. Dentro de la teología van el martirio, los sacramentos,
la eclesiología, la sinodalidad, la paz y la unidad, con matices ecuménicos,
por cierto, de gran resonancia en los momentos actuales. Junto a la historia,
es preciso nombrar la sociología, las relaciones Iglesia-Estado, el poder
civil, la trascendencia del error en cuestiones religiosas, las intrigas
políticas, los grandes intereses nacionales y hasta la moralidad del recurso a
la fuerza armada.
-
Los circunceliones reflejan el
aspecto económico-social del D.
Qué representasen los
circunceliones dentro del D. es algo aún por ver en sus justos límites. Ocurre
otro tanto con su verdadera condición. ¿Monjes vagabundos? ¿Bandoleros
incontrolados? ¿Matones a sueldo? ¿Por qué una alianza entre donatistas y
circunceliones y quiénes fueron los primeros en dar tal paso? ¿Sólo hubo en
ello razones políticas?”
[hubo relación entre
donatistas y circunceliones] pero ésta es compleja a la hora de su estudio.
Compleja por las semejanzas con el D., en el que es dable advertir: 1) una
religión centrada en el culto a los mártires, que a veces empuja a verdaderos
suicidios, incluso colectivos; 2) una mentalidad sectaria, con su típica
intransigencia y el simplismo en la estrategia de oposición. Pero, al propio
tiempo, compleja también por las disparidades: 1) es difícil sostener que los
donatistas se preocuparan de reivindicaciones sociales al estilo de los
circunceliones; 2) tampoco parece que los donatistas pusieran especial énfasis
en vengar de las humillaciones de los oprimidos, por ejemplo, usurpando tierras
a los terratenientes, que era otro de los puntos muy comunes de los
circunceliones
- En
cuanto al uso de la fuerza, los circunceliones demuestran "mentalidad" y
“síntomas de cruzada, pues a menudo responden a represalias típicas de guerra santa.” Pero su belicosidad está impulsada
por profundos errores teológicos.
- Perversión ideológica del martirio:
La célebre frase
tertulianista sangre de mártires, semilla
de cristianos, de perlas en el ministerio pastoral de San Cipriano, no
tardó en ser cuidadosamente usufructuada por el partido, cuya teología
convirtió el martirio en señal de la presencia del Espíritu Santo en la Iglesia. El afán por
relacionar estrechamente al Espíritu Santo con el martirio pone de manifiesto, en
fin, el decidido propósito de sacarle el máximo provecho a la represión
imperial, auto-proclamándose los cismáticos de este modo herederos directos de la Iglesia de los mártires, o
sea, quienes encarnaban la verdadera Iglesia de Cristo.
III. Católicos y donatistas ante la Iglesia y el Imperio Romano.
-
Una forma mentis sectaria:
El espíritu sectario que
no tiene, como es obvio, domicilio fijo, conlleva en quienes lo practican
la convicción de ser los puros y elegidos; con frecuencia, el complejo
persecutorio, la sensación de ser siempre víctimas, y correspondientemente
la seguridad de llevar la razón contra todo el mundo, y más, por supuesto,
si ese mundo se llama autoridad. De hombres heridos por este espíritu
siniestro cabe esperar el desdén hacia los demás, un carácter inflexible y monolítico
en las apreciaciones y, por resumirlo en una sola frase, la conducta
fanática en las ideas y en los hechos.
-
Errores teológicos y anacronismo histórico:
Se enfrenta el D. a la Católica no ya sólo por
juzgar a ésta unida al poder lo cual sería a fin de cuentas una razón
política, sino porque obedece a líneas teológicas distintas. Si los católicos
integran la Iglesia
de los Santos Padres, los donatistas se remitirán a la Iglesia de los mártires.
Discurren al margen de los Padres, puesto que se resisten rotundamente a
enfocar el mundo y plantear las cosas sobre la forma dual del poder político y
la cultura filosófica… Todo el afán de los donatistas será siempre
permanecer en las condiciones vividas por la primitiva Iglesia de los
mártires, o sea, nada de cambiar; comportarse como si no hubieran
transcurrido años de grandes transformaciones en la sociedad, como si a
los encrespados oleajes en el mar de la historia eclesiástica no hubiera
sucedido la calma y soplado los vientos propicios para la barquilla de la Iglesia.
Su animosidad contra un Estado agente del diablo, que podría servir, en un Imperio pagano, de inquina persecutoria, no se tiene en pie con la paz constantiniana. Tal vez este aspecto a que me acabo de referir sea uno de los que mejor revelan la conducta anacrónica de los donatistas, aferrados a sus viejas tesis de repudio y oposición al poder temporal. Una razón de peso para explicar el por qué del fenómeno reside en el espíritu sectario. El hace que los donatistas se conviertan en Iglesia absolutamente cerrada, de espaldas por completo a componendas con el Estado, la sociedad, la cultura y, naturalmente, quienes establezcan algún acuerdo con ese Estado, esa sociedad abierta y esa cultura plural. Por consiguiente, también contrala Católica , que se
relaciona y hasta colabora con el poder.
Su animosidad contra un Estado agente del diablo, que podría servir, en un Imperio pagano, de inquina persecutoria, no se tiene en pie con la paz constantiniana. Tal vez este aspecto a que me acabo de referir sea uno de los que mejor revelan la conducta anacrónica de los donatistas, aferrados a sus viejas tesis de repudio y oposición al poder temporal. Una razón de peso para explicar el por qué del fenómeno reside en el espíritu sectario. El hace que los donatistas se conviertan en Iglesia absolutamente cerrada, de espaldas por completo a componendas con el Estado, la sociedad, la cultura y, naturalmente, quienes establezcan algún acuerdo con ese Estado, esa sociedad abierta y esa cultura plural. Por consiguiente, también contra
-
La aversión del D. hacia el poder político:
Explica también este
espíritu sectario la hostilidad de los donatistas con las autoridades
civiles, de las que intentarán aprovecharse siempre que las circunstancias
se lo brinden. Serán Iglesia de los mártires mientras las cosas rueden mal
para sus intereses de partido, siempre que salgan condenados de los
tribunales, lo que denota una incoherencia que ciertos especialistas apenas
advierten. Por mucho que se declaren hostiles al poder de Roma, ellos son
los primeros en recurrir a Constantino.
-
El D. siempre tiene razón:
Los D. tenían siempre
la razón; sus oponentes, el error, como es de ley en esta lógica sectaria.
Con ellos, puros; fuera de ellos, traditores.
Y no había manera de salir de ahí. Todo intento de diálogo estaba
condenado al fracaso. Contaban con personalidades de relieve, de gran
capacidad organizadora, oradores y hasta dialécticos de la altura de
Petiliano, por ejemplo, pero su dogmática dejaba que desear
Toda la discusión con
los católicos se centraba en lo siguiente: nosotros somos la Iglesia ; vosotros, los traditores, o si no los cómplices
lejanos de aquellos primeros traditores,
y en última instancia los que ahora colaboráis con los que nos persiguen. Dada
esta premisa, la conclusión era pura lógica deductiva, rígida como las
matemáticas…
Penosa discusión la
que se entablara con ellos; propia de oídos sordos. Parapetados detrás de
un talante monolítico, rebeldes a matices y distingos, con el simplismo
característico del temperamento africano, probablemente muy del gusto de
un pueblo llano, poco exigente de racionalidad y, en consecuencia, campo
de cultivo para la intransigencia cismática, los donatistas se hacían
intratables con ese negarse en redondo a cualquier diálogo sereno.
-
Una teología rudimentaria, con mala filosofía de base:
Hasta el discurso
propiamente teológico encontraba dificultades al no querer ellos
distinguir entre realidad espiritual y corporal, lo que, traducido a
principios morales, significaba no contentarse con la separación
espiritual de los pecadores, propugnando incluso la corporal. Tampoco
diferenciaban entre pecados personales y étnicos, sino que preferían
atenerse a las taras de grupo. Y, por último, se les hacía incomprensible
una acción espiritual de Cristo que no se identificara con la corporal del ministro…
- Finalmente,
el D. cae en la tentación del fariseísmo:
Naturalmente que las
conclusiones de tales postulados afectaban a la doctrina de la Iglesia , de los
sacramentos y de la unidad. Por lo que atañe a la mentalidad eclesiológica
del D., el carácter elitista y sectario se dejó sentir asimismo en la
contumaz pretensión de reivindicar para ellos la nota de catolicidad y
en la ambicionada identificación de las exigencias de plenitud con su
pureza eclesial, entendida a su manera dentro del discurso teológico.
23 comentarios:
La única diferencia con nuestra época es que, aunque bautizado in articulo mortis, Constantino buscó siempre favorecer a la Iglesia. Hijo de una santa, sentó claramente la bases políticas para la conversión del Imperio, que pronto se hizo -bajo Teodosio- oficialmente cristiano. No creo que haga falta detallar las imputaciones que le caben al actual régimen desde sus mismos cimientos. Si es cierto que la necesidad tiene cara de hereje, el horror católico ante la abyección actual de la política bien podría tener cara de donatismo.
´El espíritu sectario que no tiene, como es obvio, domicilio fijo, conlleva en quienes lo practican la convicción de ser los puros y elegidos; con frecuencia, el complejo persecutorio, la sensación de ser siempre víctimas, y correspondientemente la seguridad de llevar la razón contra todo el mundo, y más, por supuesto, si ese mundo se llama autoridad. De hombres heridos por este espíritu siniestro cabe esperar el desdén hacia los demás, un carácter inflexible y monolítico en las apreciaciones y, por resumirlo en una sola frase, la conducta fanática en las ideas y en los hechos.´
La introspección típica del santo fundador ha sido bien asimilada por el fraile autor de esta introducción.-
Permitame Don Flavio Infante aplaudir su comentario, tan lleno de caridad, y con tanto tacto. Muy fino. No tanto como lo que sigue a continuación: Que esta esta entrada se explica -en el contexto de hoy- y se cae de madura de la entrada anterior. La falta de mirada parusíaca hace estas cosas.
Whiskerer.-
A mi ver la ´mirada parusiaca´ es como la ´visión sobrenatural´ de la Opus. Una fórmula de lenguaje hermético que tapa desordenes. Pero el personal se siente feliz y satisfecho con lo iniciático.
1. Aunque la Escritura es suficientemente clara, me pregunto si se puede citar a algún santo, autor espiritual o teólogo ortodoxo, que bajo pretexto de “mirada parusíaca”, llegue a oponerse a criterios tradicionales como,
a. para salvarse hay que cumplir los Mandamientos, que incluyen los deberes del propio estado.
b. en la Iglesia hay diferentes estados, diversas vocaciones, que imponen distintos deberes particulares.
c. no es moción del Espíritu Santo lo que conduce a descuidar deberes del propio estado.
d. hay mandamientos y hay consejos. Los consejos no se oponen a los mandamientos.
e. todo cristiano tiene que vivir el espíritu de los consejos evangélicos. Sólo los llamados por Dios tienen que ponerlos en práctica literalmente. Para los no llamados, la pretensión de vivir la letra de los consejos puede ser peligrosa para su salvación.
2. Ejemplos:
Fulano,
- es padre de familia y médico. Abandona a sus hijos y es negligente en la atención de sus pacientes;
- párroco y decide hacer vida de cartujo: se encierra en su habitación, cultiva una huerta, se pasa el día ayunando y rezando; pero no está disponible para celebrar Misa, confesar, bautizar, etc.
- esposo, pero decide vivir el consejo evangélico de castidad (sin estar llamado por Dios), razón por la cual niega el débito conyugal a su mujer.
Siempre actúa por el mismo motivo: “se viene la Parusía”…
3. Es un grave error contraponer escatología universal a escatología personal. Esta disociación está en la raíz de algunos planteamientos.
Saludos.
Pero ningún parusíaco de los que conozco deja de hacer lo que usted dice, empezando por negar el débito conyugal...
Yacaré:
No tiene sentido hablar de lo que hace o deja de hacer tal o cual persona. Me importan los principios. Invento ejemplos para explicarme mejor, porque este es un medio que se presta al equívoco permanente.
Saludos.
Martin:
lo que usted expone en su comentario de las 12:31 está fuera de discusión. Ya san Pablo fue bien explícito al condenar el quedarse de brazos cruzados ante la (probable) inminencia de la Parusía. La gran pregunta -aunque el objeto de esta entrada no es hablar del "donatismo político" que le dicen, sino del donatismo sin más- es: los vandeanos y los cristeros, que despreciaron el statu quo masónico, ¿pecaron por ello? ¿Infringieron sus deberes de estado? ¿Fueron "donatistas políticos"?
Nunca estará de más abrevar en la historia magistra vitae, y la historia de las herejías puede servir a guarecernos de errores y a fortalecer nuestra fe: esto está claro. Pero dudo que sea siempre lícita la transposición de un error de naturaleza religiosa (aunque esto se ampare en el ejercicio de la analogía) al plano político (como acá se lo propone con el donatismo ídem). Y menos lícito es evadir la pregunta por la legitimidad del régimen en vigor, haciendo de los hechos consumados otras tantas manifestaciones de la voluntad divina. Si así fuera, y abusando del recurso arriba cuestionado, podría chicanearse con el "calvinismo político".
Estimado Flavio:
1. Celebro que haya coincidencia sobre los principios más generales, que son los más claros. Lamentablemente, hubo varios comentarios -no publicados por los insultos, entre otros “detalles”- de los cuales se debe concluir que no todos tienen en claro siquiera lo que dijo San Pablo...
2. Nunca he pensado que los vandeanos y cristeros hubieran sido pecadores, incumplidores de sus deberes de estado, donatistas. Decirlo en general sería falso, injusto y temerario.
Tal vez hubo casos aislados, es una posibilidad que alguien que conozca mejor la historia y a sus protagonistas podrá responder. Pero no es una posibilidad remota e infundada en Francia, por ejemplo, país en el cual el tradicionalismo católico se cargó de filosofías de base no tomistas, con proyecciones heterodoxas o de errores teológicos reprobados algunos de modo solemne. Al parecer, algunos -no es su caso, ni remotamente- creen que la única herejía es el modernismo... En fin, el tradicionalismo hispano está mucho menos tocado de estas deficiencias.
3. La cuestión de la legitimidad de un régimen político tiene una doble dimensión. Una abstracta, doctrinal, sobre la cual hay errores de vieja data, que cada tanto se reciclan. Al parecer, algunos no logran entender que la legitimidad de ejercicio admite grados; de igual modo que la ilegitimidad. Sobre esto, desde el tomismo se ha escrito mucho y muy bueno, imposible de sintetizar en un comentario como este. También L. Taparelli, con interesantísimas precisiones sobre los gobiernos de hecho. Y luego hay otra dimensión prudencial: este régimen político, vigente en estas concretas circunstancias, es ilegítimo y en tal o cual grado.
4. Por último -y remito en parte al punto anterior- del grado de ilegitimidad de un régimen concreto se siguen consecuencias prácticas para los gobernados. Que van desde la resistencia pacífica, con etapas intermedias, hasta la rebelión armada. Pero cuidado porque ilegitimidad de ejercicio no es acracia (por ilegítimo que sea un régimen, si gobierna de hecho, y prohíbe andar a contramano en la autopista debo acatarlo, por el bien común, no por la ilegitimidad).
El criterio tradicional católico más decisivo para “medir” la legitimidad en su "punto límite" es la libertad de la Iglesia (como hecho vivido antes que como declamación legal).
Si no se quiere plantear analogías con el Imperio Romano y la antigüedad pagana, se puede ir a un período más cercano en el tiempo. Los españoles debatieron los justos títulos para la conquista de América. Porque estaban ante regímenes que practicaban la idolatría, los sacrificios humanos, la antropofagia y el pecado nefando, entre otras costumbres aberrantes. Leer a los maestros de la Escuela Española (Vitoria, Soto, etc.) puede sorprender mucho...
Saludos cordiales.
Coincidiremos entonces, Martin, en que las costumbres aberrantes que practicaban los pueblos precolombinos son más o menos las mismas que pueden verificarse hoy día en nuestras sociedades (idolatría del dinero, sacrificios humanos a través del aborto y la eutanasia, sodomía). Habría más que sobrados títulos, entonces, para que de allende los mares se emprendiera una justiciera conquista, si esto fuera posible. Pero no siendo esto posible, el único Cristóforo que podemos aguardar es Cristo mismo, glorioso ya, siendo sus capitanes los ángeles y los santos. Cumple, pues, y en todo rigor, alentar una "mirada parusíaca". Y vige, respecto del actual ordenamiento que produce tales frutos, el "donatismo político" (con licencia, digo).
Me alegra que estemos de acuerdo en cosas de tanta monta. Con mis saludos.
Estimado Flavio: no lo estamos en todo, pero ahora no puedo decir más. Si tiene tiempo y ganas de meterse con los justos títulos y los que no en Vitoria y Soto, hay para entretenerse...
Saludos.
Me parece que la situación presente se va haciendo con el correr del tiempo más semejante a la de los primeros siglos del cristianismo que a la del tiempo de Constantino. Por ejemplo, dos miembros de mi familia extendida, hoy de 36 y 40 años, directamente no han sido bautizados, y los hijos de uno de ellos obviamente tampoco. Por lo tanto, en el caso de ellos no existe apostasía. El punto es que, a medida que transcurra el tiempo, el porcentaje de miembros de la sociedad al que es aplicable el concepto de apostasía será cada vez menor, y se dará lo que dije al comienzo.
Nótese que en la sociedad pagana de los primeros siglos del cristianismo eran prácticas generalizadas la idolatría, el aborto y el infanticidio, los combates de gladiadores y el pecado nefando. Es en ese contexto que S. Pedro escribió 1 Pe 2,13-17 y S. Pablo Ti 3,1-2.
Nótese tambien que los cristianos entre 30 AD y 313 AD realizaron de hecho una conquista de esa sociedad para Cristo con su testimonio de palabra y de obra hasta el derramamiento de sangre. Y que esa conquista fue justiciera en el sentido evangélico de la palabra, pues realizó en los conquistados la justicia de Dios, el acto por el cual, por los méritos de su Hijo, Dios nos hace justos.
Distingamos mínimamente entre una sociedad pagana (antes del edicto de Milán) de una sociedad apóstata postcristiana (la actual).
No es lo mismo.
Las categorías de sociología religiosa no son tipos ideales puros.-
“Para otros más brillantes que nosotros —dicen— el cuidado de estas altas y graves cuestiones. Nuestro deber no nos obliga a pasar de los cuidados de la vida doméstica. No se puede hacer todo. Ya hay tantas cosas que reclaman nuestra preferente atención”.
Lo que parece una prudente respuesta.
Lo que sin embargo no llega a legitimar el desprecio de un deber cierto.
La verdad es que hay que hacer todo lo que por nuestro estado debemos hacer.
¿Qué marido osaría decir que deja de cumplir sus deberes de padre para dedicarse a sus deberes de esposo so pretexto de que no podría hacerlo todo?
¿Qué hijo, por la misma razón, osaría justificar el abandono de su padre enfermo para consagrarse solamente al apostolado parroquial?
Sería demasiado fácil escoger entre nuestros deberes de estado el que nos agradara más y abandonar los otros.
La ordenación de una vida virtuosa y santa no es otra que ¡a feliz solución ciada a este problema de la coexistencia de múltiples e irreductibles deberes de estado.
Deberes de estado... hacia Dios; ya que somos por estado sus criaturas.
Deberes de estado... hacia nuestros padres; ya que por estado somos sus hijos.
Deberes de estado... hacia nuestro cónyuge: si nuestro estado fuere el de casado.
Deberes de estado... Lacia nuestros hijos o nuestras hijas: si nuestro estado fuere el de padre o madre.
Deberes de estado... hacia la Ciudad, hacia la Patria; porque por estado somos miembros de estas comunidades.
Deberes de estado... profesionales. Deberes de estado... de amistad. Deberes de estado... de buena vecindad..., etc.
Ningún deber de estado puede ser rechazado mientras estemos en el estado que precisamente nos lo impone.
Libre cada uno de lamentar que nuestras modernas democracias hayan venido a aumentar nuestras cargas imponiendo a cada ciudadano una mayor participación en la vida pública. Esta obligación no es menos indiscutible. Obligación tanto más imperiosa cuanto que los bienes más sagrados correrían el riesgo de perderse por la defección de los mejores.
¡A la acción, pues!
Es el gran deber de esta hora
Martin
No entiendo como e plica la ilegitimidad depende de la libertad de la Iglesia. Todo régimen que persigue a la Iglesia es ilegítimo?
Juan Manuel:
La ilegitimidad tiene grados. Cuanto mayor es la persecución, más grave es la ilegitimidad. Si hubiera algo así como un “persecutómetro” podría decirse, por ejemplo, que en China o Korea del Norte la persecución es grado 10 mientras que en la Argentina es grado 3. Y esto determina distintos grados de ilegitimidad.
Saludos.
Dos preguntas:
1. ¿Cabe distinguir entre la ilegitimidad de una medida de gobierno y la ilegitimidad del gobernante que la dispuso, esto es de su ocupación del cargo? En otras palabras, si un gobernante legítimo dispone una medida ilegítima, ¿deja ipso facto de ser un gobernante legítimo, esto es, deja de ser legítima su ocupación del cargo?
El caso más claro de medida ilegítima fue la sentencia de Pilato respecto a Jesús, Quien le había dicho "No tendrías potestad alguna sobre Mí si no se te hubiera dado de lo alto." (Jn 19,11). Es evidente que la condena a muerte de Jesús por Pilato fue una medida ilegítima, pero ¿es correcto inferir que a partir de ese momento Pilato ocupó ilegítimamente el cargo de prefecto o procurador de Judea?
2. Sé que el siguiente es precisamente el punto que motiva el rechazo del sistema democrático por autores católicos argentinos contemporáneos, pero meto el dedo en la llaga lo mismo. ¿Es relevante, para la actitud a tomar por parte de los cristianos, el hecho de que una medida ilegítima de gobierno refleje el parecer de la mayoría de la sociedad? Esto es, dada una situación en que cualquier gobernante cuya forma mentis sea concorde a la de la mayoría de la sociedad va a adoptar medidas ilegítimas persecutorias de la Iglesia, ¿cuál sería la conducta correcta de los cristianos? ¿La evangelización como en el Imperio Romano hasta que la mayoría de la sociedad cambie su forma mentis? ¿O el asalto violento al poder, "la Conquista del Estado", usando el nombre del semanario nacionalsindicalista?
Ad 1. Sí hay distinción. Semejante a la que se da entre actos y hábitos, causas y efecto. Cuanto más gravemente malas sean las medidas de un gobierno, mayor será la ilegitimidad de ejercicio.
Ad 2. Sí, es relevante, siempre lo ha sido. Singularmente en los países en los cuales los cristianos son minoría. Vitoria y Soto se lo plantearon respecto de los gobiernos indios. Si la idolatría, el canibalismo y el pecado nefando, hacen que esos pueblos no tengan gobierno legítimo. Respuesta negativa, lo tienen por derecho natural. Sus gobernantes deberían castigados por cometer y aprobar esos crímenes; pero España no tiene potestad internacional (supraestatal) para hacerlo; luego, no puede. No obstante, España puede intervenir defendiendo a los inocentes (título de derecho natural).
Además, la Iglesia puede defender su libertad para evangelizar porque tiene un derecho divino-positivo, superior al derecho natural. Esto justifica el uso de la fuerza recurriendo al auxilio de un gobernante cristiano. ¿Hasta qué punto se puede llegar? En principio, hasta lo necesario para asegurar ese derecho a la libertad.
Continuará… más tarde…
Saludos.
Agrego cosas que me quedaron sin decir antes, escritas a vuelapluma, y de modo desordenado. Espero que se entiendan.
Ante todo, recordar que no es lícito imponer el bautismo por la fuerza, debido a la libertad y sobrenaturalidad del acto de fe.
a. Hay que rechazar lo malo de cualquier sistema político, la injusticia que cause ilegitimidad en cualquier régimen, sea republicano, monárquico o aristocrático; liberal, comunista, islámico, budista... Lo cual no significa que cualquier ilegitimidad de ejercicio habilite para derrocar a un gobierno tiránico. Hay una gradación de reacciones en función de la gravedad de la tiranía: resistencia pasiva (desobediencia a leyes injustas); resistencia activa no violenta (legal, ilegal); resistencia activa violenta.
b. Los ciudadanos de un país tienen un derecho natural a la resistencia ante el tirano, que puede llegar -en los casos más graves, y bajo ciertas condiciones estrictas- hasta el punto de la rebelión armada, quitándole el poder, juzgándolo e incluso condenándolo a muerte. No es lícito el tiranicidio directo (está condenado). Pero hay 4 condiciones estrictas; la doctrina del derecho de rebelión no es patente de corso para sediciosos.
c. El mandato de evangelizar es de validez permanente, es un deber-derecho que viene de Cristo.
d. Los cristianos, pocos o muchos, tienen derecho de defenderse de una injusta agresión de parte de los gobernantes, aunque tengan estos apoyo popular mayoritario.
e. Volviendo al caso de América, queda la cuestión de los indios conversos, súbditos de un gobernante infiel. Coinciden los escolásticos en que para defensa de la fe y de los convertidos, pueden los príncipes cristianos someter, y aun deponer a los príncipes infieles que impidiesen a los súbditos creer, o si, advertidos, siguen hostigando a los convertidos.
Saludos.
"d. Los cristianos, pocos o muchos, tienen derecho de defenderse de una injusta agresión de parte de los gobernantes, aunque tengan estos apoyo popular mayoritario."
Estoy totalmente de acuerdo, y de hecho me sorprende la concepción que algunos tienen del martirio según la cual el ejercicio del derecho a la legítima defensa haría perder los méritos del derramamiento de sangre por la fe en Cristo. Por lo que aprovecho para compartir mi entendimiento para dar lugar a correcciones si caben.
Como yo lo entiendo, el requisito para que haya martirio es que, estando la vida de un fiel cristiano amenazada por motivo de su fe en Cristo o de una conducta consecuente a la fe (como la guarda de la castidad), y pudiendo el fiel librarse de la amenaza a su vida negando su fe en Cristo o una consecuencia de ella, el fiel continúa profesando públicamente su fe y actuando en consecuencia. Y eso es todo. No se requiere que el fiel renuncie al legítimo derecho de proteger su vida huyendo y/o peleando, según las circunstancias del caso.
El precedente de Jesús no es aplicable porque renunciar a su legítimo derecho de proteger su vida de la agresión injusta era precisamente el mandato que había recibido del Padre (Jn 10,18) y cuya obediencia hasta la muerte reparó nuestra desobediencia.
Visto desde otro ángulo, un fiel cristiano cuya vida es injustamente amenazada por motivo de su fe o de una consecuencia de ella tiene tanto derecho a proteger su vida, por la huida y/o la pelea, como una potencial víctima de un asesino serial. De hecho, un grupo armado o régimen que se propone matar cristianos por motivo de su fe - o a cualquier grupo de personas por un motivo inculpable, como la raza - es estrictamente un asesino serial, difiriendo de los tales solamente en la falta de clandestinidad en su acción. Sería ridículo que un cristiano tuviese derecho de defenderse de un asesino serial que quisiese matarlo por un motivo arbitrario como estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, y no tuviese derecho de defenderse de un asesino serial que quisiese matarlo por motivo de su fe.
En efecto, el mártir sigue testimoniando a Cristo y padece (-> Pasión) la muerte. Nunca pierde el derecho a defenderse (“gratia non tollit naturam”). No es martirio genuino la provocación activa del acto persecutorio.
Saludos.
Dos cosas que olvidé (día complicado) y que tal vez sean reiterativas:
- No siempre se entiende en profundidad que el poder político viene de Dios y que la ley justa obliga en conciencia. Agreguemos que la verdad también se recibe al modo del recipiente. Y el recipiente cultural argentino se caracteriza por la anomia.
- Es frecuente el error en el paso de lo especulativo a lo práctico. Uno lee que Pío XI usó “estatolatría” en la condena al fascismo y salta a la conclusión que el católico fascista idolatra al Estado.
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