En una entrada ya
publicada, ofrecimos nuestra traducción un de texto del obispo Castro Mayer que
explica de manera sencilla cómo pueden salvarse quienes no pertenecen en acto a
la Iglesia. Vale
la pena volver sobre el tema pero con una visión más profunda. Intentaremos
hacerlo siguiendo la obra del dominico Emilio Sauras (obra completa, aquí; para los puntos de esta entrada, cfr. ps. 632-659) de la cual reproducimos fragmentos en letra de menor tamaño.
La gracia actual se define como el influjo sobrenatural transeúnte de
Dios en el alma que mueve al acto relativo a la santificación y a la vida
eterna. La doctrina de la
gracia es árida. La catequesis y la vulgarización teológica se
ven obligadas a simplificar el tema para hacerlo más comprensible. Lo cual puede dar lugar a esquemas uninalterales y a veces mezquinos, como el que escuché una vez a un cura: - Maurras era agnóstico; no podía
influir cristianamente en la sociedad francesa… Como si la incredulidad hubiera corrompido su naturaleza incapacitándola para actos buenos en favor de los demás; como si la infidelidad
fuera un impedimento para recibir gracias actuales... O el comentario que hizo otra persona sobre Solzhenitsyn: - No murió dentro de la Iglesia... Lo cual es verdad pero pudo recibir gracias actuales a lo largo de su vida que lo preparasen para gracias de última hora.
Por cierto, no poseemos el "graciómetro" por lo que tenemos que limitarnos a lo que percibimos exteriormente. Pero considerar el papel de la gracia actual contribuye a distanciarnos de un manojo de errores pesimistas -algunos, verdaderas herejías- que nos acechan: corrupción total de la naturaleza; negación de la bondad natural de ciertos actos y de su contribución al bien de los demás; negación del bien oculto de las gracias actuales; defectibilidad de la Iglesia opuesta a la promesa de Cristo, etc. Son "demonios" que conviene exorcizar antes de que se adueñe de nosotros el mal de la acedia que causa ceguera para el bien.
- Cristo es redentor de todos y a
todos ofrece su salvación.
“Dios quiere salvar a todos los hombres […]; Cristo es
redentor de todos; todos tienen posibilidad subjetiva de salvarse; a todos llega
próxima o remotamente la gracia suficiente, etc. Todas estas expresiones significan
una misma cosa: que no hay hombre en el mundo que no esté conectado de alguna
manera con Cristo, o que de alguna manera no reciba su influjo sobrenatural…
Excluir a alguien de este influjo divino ejercido mediante
Cristo, redentor y cabeza, es correr peligro de caer en el error calvinista de
que Dios crea a determinados hombres con un destino condenatorio…
…a todos llega el influjo sobrenatural de Cristo mientras
están en el mundo. Pero no todos lo reciben en el mismo grado. La Teología, que asegura que
nadie queda excluido del cuerpo místico de Cristo, asegura también que sus
miembros se dividen en dos grandes grupos: miembros
en acto y miembros en potencia”.
- Los miembros en potencia del cuerpo místico reciben
un influjo sobrenatural de Cristo.
“Sería una equivocación pensar que los miembros en potencia no son, sino que pueden ser miembros. Esto equivaldría a
decir que de hecho no reciben nada de Cristo, aunque pueden recibir. Lo cierto
es que reciben algo y que pueden recibir más. Lo que reciben, aunque es un don
gratuito y sobrenatural, no es suficiente para vivificarlos, y como el miembro
en acto es el vivificado, de ahí que no sean miembros actuales. Son potenciales,
porque lo que reciben no les vivifica, sino que les prepara para la vivificación,
que obtendrán si utilizan debidamente lo que tienen”.
- Miembros actuales y potenciales.
“Todo el que reciba la gracia que santifica, y, por lo
tanto, la caridad, es miembro que recibe la vida de Cristo; también la recibe
quien recibe la fe o el conocimiento divino, aunque, si se limita a recibir
esto solo, y no tiene la gracia que santifica, su vida será imperfecta. Todos
cuantos tienen fe y caridad son, pues, miembros
en acto. En cambio, quienes reciben dones sobrenaturales y gratuitos más
imperfectos, que no dan ni el conocimiento sobrenatural de la fe ni la vida
sobrenatural de la gracia, aunque preparan para adquirirlos, son miembros en potencia. Como se ve, ser
miembro en potencia no quiere decir que no se recibe nada actualmente, aunque
se pueda recibir; sino que no se recibe actualmente la fe ni la caridad, aunque
sí otros dones que disponen y preparan para obtener éstos… y llegar a ser
miembro en acto”.
- Los miembros en acto forman tres
grandes grupos: bienaventurados, justos que poseen la fe informada por la
caridad y pecadores que no tienen la
gracia santificante, ni la caridad, pero conservan el hábito de la fe. Los miembros en potencia integran el denominado
mundo infiel.
“…entendemos aquí por mundo infiel el que no tiene fe infusa. Hay en él dos grandes grupos:
el de quienes tienen fe pero no es sobrenatural, ni infusa, sino solamente
natural, como los herejes que conocen las verdades reveladas y las aceptan, y
los racionalistas, que también pueden conocerlas todas o algunas, y aceptarlas
en virtud de sus propias investigaciones y no por la autoridad reveladora de
Dios ni por la proposición infalible de la Iglesia; y el pagano, constituido por quienes no
han oído hablar de las verdades reveladas
o, si han oído, no las admiten...
Ninguno de éstos está unido a Cristo en acto, pues carecen
de la gloria, de la caridad y de la fe, los tres elementos que actualizan la
vida de la cabeza en los miembros. Y, sin embargo, todos están redimidos, a todos
alcanza la voluntad salvadora de Dios…
…todos pueden alcanzar el fin sobrenatural, mientras vivan
en este mundo. Solamente quedan excluidos los condenados…”
- Los infieles pertenecen al orden
sobrenatural de la redención y reciben gracias actuales que los disponen para
llegar a ser miembros actuales del cuerpo místico.
“La afirmación de que
los infieles son miembros en potencia es común. Pero hace falta
entenderla bien. Quizá alguien piense que la frase quiere decir que pueden
tener la gracia el día de mañana,
sin que en la actualidad posean nada. En cuyo caso estarían en condiciones
parecidas a las de quien viviera en estado natural. Pero no, hemos dicho
que, aunque caído, el hombre, todo hombre, pertenece al orden sobrenatural de
la redención. Tiene, pues, algún principio, que le incardina a él y que, por
tanto, le conecta con Cristo, de quien depende el orden divino reparado.
Este principio no es uno solo, ni, por lo
tanto, es idéntico en todos los infieles. No es idéntico en los infieles que
han oído ya la predicación del Evangelio o que han poseído la fe y la perdieron
y en los que no saben nada de la revelación. Pero todos tienen algo que los
incardina a Cristo, algo que no produce la vida divina ni en su grado más
imperfecto, que es el de la fe con la que empieza el hombre a vivir de
Dios, y que, al no producirla, no los hace miembros vivos o miembros en acto.
Pero que más o menos remotamente, más o menos próximamente, les dispone para la
fe y para lo que viene después de la fe.”
- El hombre caído no puede
con sus fuerzas naturales disponerse convenientemente a recibir la gracia. Las disposiciones
son de orden sobrenatural y absolutamente gratuitas. Hasta la simple remoción de obstáculos en orden a la gracia es un efecto de la gracia
actual.
“Hay un principi0 que dice que «la potencia y
el acto deben ser proporcionados», y no tenemos derecho a pensar que falle
aquí. Y tratándose de actos sobrenaturales, como son los que constituyen la
vida de Cristo en sus miembros […] los principios que constituyen la potencia
que a tales actos conduce serán sobrenaturales también.”
- Dios quiere que todos
los hombres se salven; de donde se sigue que todos los hombres reciben alguna
gracia de Cristo para poder salvarse. Si así no sucediera la providencia divina
sería defectuosa. Pero no todos aprovechan las gracias recibidas.
“Acabamos de decir que Dios ofrece y da a
todos las gracias suficientes que necesitan para salvarse. No decimos si son
próxima o remotamente suficientes. Para el caso que estamos estudiando, que es
el de los miembros en potencia basta que sean gracia o que sean
principios sobrenaturales. Si lo son, y son suficientes, bastan para que quien
los posee pueda llegar, usándolos bien, a la justificación…”
- ¿En qué consiste la
gracia que hace miembros en potencia del cuerpo místico a los
integrantes del mundo infiel?
“La respuesta a esta cuestión no tiene, en
realidad, gran interés. Lo que interesaba era que la gracia de Dios y de Cristo llegara a todos los infieles, y esto es cierto. ¿Qué es esta gracia?
Creo que nadie puede determinarlo con certeza más que quien la da, Dios.
Nosotros podríamos descansar en la condena de la proposición jansenista hecha
por Alejandro VIII…”
“Vamos, sin embargo, a ver qué dice la
teología sobre los auxilios que los infieles reciben de Dios y de Cristo. Pero
antes advirtamos que hay varias clases de infieles: unos que no han oído nada
del Evangelio, a quienes no se les ha predicado ninguna verdad cristiana, y
que, por lo tanto, están en una posición completamente negativa en orden a la
fe; y otros que han oído predicarlo, que incluso quizá. lo han aceptado y que
después de aceptarlo perdieron la fe o después de oída su predicación
permanecieron positivamente en su incredulidad. No podemos decir que sea
idéntico el auxilio de Dios recibido por los primeros y por los segundos. Los
primeros empezarán recibiendo auxilios suficientes, pero muy remotos; si los
secundan, llegarán, por los caminos misteriosos de la providencia divina, a
obtener la fe y con ella la caridad y, en consecuencia, a justificarse. Para
llegar aquí pasarán por la etapa en la que empieza la gracia suficiente de los
segundos. Los que ya conocen la doctrina revelada y no la aceptan han recibido
ya de Dios la gracia próximamente suficiente de la predicación o del
conocimiento de la verdad revelada, A pesar de no aceptarla, Dios les insta a
que la acepten; y si secundan estas instancias, la aceptarán, recibirán luego
la gracia santificante y se salvarán”
- Las gracias que reciben
los paganos más alejados.
“La primera gracia que no falta a nadie es el
auxilio que el hombre necesita para cumplir la ley natural. El hombre podría
cumplir toda la ley natural sin necesidad de la gracia si su naturaleza no
hubiera quedado malherida por el pecado del primer padre. Este pecado, además
de quitarle la gracia, debilitó sus fuerzas morales naturales, y una naturaleza
débil o enferma puede hacer algo, pero no puede hacer todo. De ahí que,
aunque pueda por sí sola cumplir en cada caso determinados preceptos de la
ley, no puede cumplir todos, ni tampoco los preceptos particulares más
difíciles. Para ello necesita una ayuda divina que subsane su debilidad moral,
ayuda que en la economía presente tiene que ser sobrenatural.
El cumplimiento de los preceptos de la ley
urge; nadie esta dispensado de ellos. No cumplirlos es pecar. Y nadie peca
necesariamente. Pecaría necesariamente quien no tuviera la gracia para poder
cumplirlos. De donde se sigue que Dios pone esta gracia en manos de todos.
Creemos que esta verdad es incuestionable…”
- Los paganos reciben
gracias actuales para cumplir la ley natural que no justifican pero que los disponen
para ulteriores gracias en orden a su salvación.
“¿Quiere esto decir que el cumplimiento de la
ley natural justifica o que el hecho de no pecar basta para estar justificado?
No. Esto quiere decir solamente que quien hace el bien natural en las
condiciones que acabamos de señalar posee una gracia divina, gracia que
no hemos dicho que sea santificante. Pero quiere decir, además, que, si se
aprovecha debidamente esa gracia, Dios dará otra mayor, y por este camino se
llegara a la justificación. Estamos hablando solamente del inicio, de lo
que poseen los miembros más remotamente potenciales del cuerpo místico.”
- La gracia de ordenación de los
actos naturalmente buenos al último fin sobrenatural.
“A esta gracia que reciben todos hemos de
añadir otra: la ordenación de los actos naturalmente buenos a un fin
sobrenatural. Acabamos de decir que estos actos naturalmente buenos son movidos
por la gracia actual; solamente así tienen valor positivo ante Dios, o preparan
para la justificación, o son remotamente suficientes para convertirnos […] La
ordenación al fin sobrenatural de toda actividad moralmente buena que el hombre
tiene es otra gracia que a nadie falta [cfr. In I Sent. Dist. 46 q. 1 a. 1]. Y es ordenación, que no se puede
soslayar, es inherente al estado de naturaleza elevada y es
consecuencia de la gracia actual…”
- Es una gracia actual que no
requiere la fe teologal.
“Se dirá que esta ordenación al fin
sobrenatural supone un conocimiento previo del mismo y que, por lo tanto, la
gracia de esta ordenación supondría en el infiel el conocimiento de la fe que
todavía no posee. Pero en realidad no hace falta este conocimiento de la fe. La
ordenación de los actos naturalmente buenos al orden sobrenatural puede
imponerla quien los hace y puede imponerla sólo la gracia actual con la que se
hacen. Para lo primero es necesario algún conocimiento previo; para lo segundo,
no. Y la segunda ordenación está en todo acto bueno de la presente economía
hecho bajo el impulso de la gracia actual.
Admiten muchos teólogos, además, la
ordenación hecha por quien realiza el acto. Para ello no es necesario tener fe
sobrenatural. Sí es necesario un auxilio sobrenatural en el entendimiento, una
iluminación de la inteligencia del infiel, por la que se propone a éste no una
o muchas verdades reveladas, sino a Dios como un bien común y superior a todo
cuanto él sabe y piensa. Esto no es fe sobrenatural, pero es iluminación con la
que se intuye algo superior. Consiguiente a esta intuición, que ya es un
auxilio sobrenatural inicial, recibido en el entendimiento, será la moción
sobrenatural de la voluntad con la que intenta el infiel hacer lo que hace por
ese fin. Estamos en el principio del camino de la salvación; se trata de
gracias remotamente suficientes para adquirir la fe, con la que el infiel se
prepara próximamente para justificarse. Muchos teólogos, a partir de Juan de Santo Tomás, ponen este
auxilio sobrenatural en los infieles […] Para que el hombre ordene sus actos a
un fin natural debe tener un conocimiento natural; para que los ordene a un fin
determinadamente sobrenatural necesita un conocimiento determinado sobrenatural
también, que es la fe; para que los ordene a un fin confusamente sobrenatural
necesitará un conocimiento sobrenatural confuso, anterior a la fe y más
imperfecto. Son las ilustraciones de que hablan los teólogos cuando hablan de
las gracias remotamente suficientes."
- Desarrollo del proceso
que se inicia con esta gracia.
“La gracia de que acabamos de hablar no es
todo lo que el hombre necesita para salvarse. En otras palabras, quien sólo
posea ésta no se salvará. Para salvarse hace falta la gracia santificante, que
se recibe en el momento de la justificación, mientras que ésta se recibe en el
momento en que se empieza a recorrer el camino de la salvación. Decir
que basta para salvarse sería tanto como decir que quien empieza un camino, con
sólo empezarlo llega ya al fin del recorrido...
Este proceso es largo, y se llega
infaliblemente al fin sumando la fidelidad a la gracia primera con la fidelidad
a la segunda, que se dará por haber utilizado bien la primera, y añadiendo la tercera a la segunda. Y así sucesivamente…
Decir, por ejemplo, que quien hace lo que
puede con las fuerzas naturales recibe de Dios la salvación como cosa debida a
dichas obras, sería pelagianismo puro. Decir que da gratuitamente la gracia a
quien hace bien lo natural, no por exigencia del bien natural que hace, sino
porque su misericordia así libremente lo determinó, es dar una explicación
ortodoxa al principio en cuestión.”