Cuando Franz Borkenau pone pie en España por primera vez acababa de
comenzar la guerra civil. Era septiembre de 1936. Vienés de origen judío,
educado en el catolicismo, había abandonado la fe y abrazado el comunismo. Para
cuando llegó a España ya se había desilusionado con el Partido comunista,
aunque seguía considerándose socialista. Traía con él su bagaje como
investigador social y una vista aguileña para desentrañar procesos históricos.
A veces, un recién llegado advierte, con su mirada fresca, conexiones
dentro del entramado histórico local que se escapan a los nativos. En 1937
publicó “El reñidero español”, libro en el que recoge su breve experiencia en
la guerra de España. El libro está lleno de observaciones agudas. Una de ellas
resulta particularmente sugestiva:
“Las masas españolas han
abandonado a su Iglesia, no porque hayan perdido el fervor religioso
tradicional de su raza, sino porque esa misma Iglesia española lo ha perdido”.
No se refiere el agnóstico Borkenau a devociones ni
cultos. Explica que mientras las instituciones de la Iglesia , en su conjunto,
fueron el primer terrateniente de España, las gentes del pueblo veían que los
eclesiásticos compartían su misma suerte y sus mismos intereses. Ya desde la Constitución de 1837
el Estado se hizo cargo del mantenimiento del culto y del clero. Cuando las desamortizaciones fueron
avanzando, el Estado, además, fue ofreciendo compensaciones económicas, en
forma de bonos principalmente. Otra cuestión es la de la cuantía, pero aun
suponiendo una contrapartida muy inferior al valor de los bienes perdidos (y
que muchas veces se cobraba tarde y mal) la cuestión es que a partir de la
segunda mitad del siglo los curas ya tenían ingresos fijos a cargo de los
presupuestos generales del Estado y las instituciones de la Iglesia dejaron de
destinar sus nuevos ingresos a bienes raíces para invertirlos en bolsa. Hasta
entonces, el pueblo había sostenido a sus clérigos y, en muchos casos, ese
mismo pueblo se ganaba el pan laboreando en arriendo razonable las tierras del
convento.
Había una íntima solidaridad entre los intereses de los parroquianos y
los de curas y frailes. Una mala cosecha significaba un año duro para unos y
para otros. Una buena, tranquilidad y cierta holganza tanto para el pueblo como
para el clero y la frailería pueblerinos. Pero cuando diócesis, cabildos,
monasterios de clausura y conventos desposados con la dama pobreza confían sus
remanentes dinerarios al juego del mercado de valores, inevitablemente sus
intereses materiales dejan de ser solidarios con los de los precarios
trabajadores y temporeros para encontrarse compartiendo preocupaciones con los
potentados y caciques del gran mundo. Ahora ya no es espontáneo acompañar al paisano
escrutando el cielo ante los nubarrones ni apremiarse a hacer rogativas para
convocar la necesaria lluvia: ahora, si la bolsa sube, clero y conventuales
ganan…
Empezó a ser corriente que órdenes mendicantes tuvieran participaciones,
incluso mayoritarias, de grandes empresas. Prácticas que todavía hoy siguen en
vigor. Ahora, las congregaciones, grandes y pequeñas, constituyen SICAV que
administran sociedades financieras regidas por la lógica de la búsqueda de la
mayor rentabilidad (vía por la cual, invierten en negocios odiosos antes que en
eso que llaman inversiones éticas). Todo lo cual acentuó todavía más una forma
de predicar la religión que ponía en el centro una concepción privada de la
moralidad y que coqueteaba con un fatalismo social.
Borkenau, con su mirada neutral, entendió que el desafecto profundo de
gran parte del pueblo hacia la
Iglesia no provenía de la pérdida de fervor del pueblo, sino
de la rebeldía ante aquel injusto divorcio de intereses temporales, decidido
unilateralmente por la otra parte de aquel viejo desposorio. El pueblo percibía
que las buenas palabras desde el púlpito no suplían la traición que suponía que
su suerte material se jugase en una trinchera contrapuesta a la del
predicador.
El forastero no fue el único en este diagnóstico. En vísperas de la
guerra en la que iba a morir mártir, el Padre Gafo atribuía también orígenes
económicos al desafecto de las masas hispanas hacia la Iglesia. Ese
distanciamiento es fruto de un conjunto de causas, pero la que señala Borkenau
es una muy relevante. Raramente se la tiene en cuenta, pero ofrece luz para
entender el devenir contemporáneo de la Iglesia en España.
Visto en:
5 comentarios:
Castellani escribió algo similar, relacionándolo con el fariseismo, en su artículo sobre los tres modos de entender la guerra civil española. Un artículo brillante que recomiendo leer
Xavier De Bouillon
No hay mucho más para decir .
Los grandes males de la humanidad desde la Creación del hombre vienen siempre del mal uso ( y abuso ) de la "autoridad " de los dirigentes y responsables , que sean religiosos o políticos . Eso se ve en todos los países y en todos los tiempos . Muchas veces , lo que se creía remedios , fueron peor que los males .
Algunos países sacaron lección ...otros no .
La HISTORIA es eso ..
P...S...
Esta por hacer una historia rigurosa y veraz de la historia de la Iglesia en España durante el sg. XIX y XX. Por ejemplo, poco se habla de la traición hecha por la jerarquía al pueblo que la defendió de las desamortizaciones para pasar a ser capellanes y defensores de los enriquecidos por ese latrocinio, los que oprimieron al pueblo llano hasta niveles que no se llegaron en la peor de las servidumbres. Siempre me sorprendió la frase del beato Sancha de que el problema social se solucionaba dando a los pobres un panecillo envuelto en una hoja del catecismo. Darwinismo providencialista, fariseismo moral (era mas grave irse de mujeres que robar a los pobres), paternalismo barato (que se lo digan al p. Maximiliano Arboleya), visión de la religión como defensa del orden social, etc. La carta de Santiago no existía, los s. Jerónimo y Crisostomo tampoco, se rezaba por la conversión de León XIII por volverse socialista con la rerum novarum. Castellani no se pasa sino que se queda corto.
Muy interesante la entrada. Ojalá se intensifiquen las relaciones con el blog del Brigante.
Eck, me ha llamado la atención eso de que se rezaba por la conversión de León XIII por volverse "socialista". ¿Puede indicar algún enlace o libro que ilustre ese tema?
Leí en su día "La Iglesia católica en España (1875-2002)", de William J. Callahan. No sé qué opinión tiene de ese libro. La imagen que me quedó es que el pueblo estaba ya muy descristianizado mucho antes de la Guerra Civil.
Interesantísimo; incluso los comentarios.
Felicitaciones. Gerald.
Publicar un comentario