miércoles, 17 de enero de 2018

Elogio de la niñez

José Ferrari ha tenido la amabilidad de enviarnos unas páginas de un libro de su autoría (más información sobre el libro, aquí; una pequeña entrevista al autor, aquí). Las reproducimos a continuación:
El héroe y el santo no son hacedores de destinos, son fieles a su vocación. Ellos no se hacen arquetipos, más bien renuncian a sus proyectos egoístas para disponerse a la obra de Dios. Es un blandir de alas para echarse al Viento del Espíritu que los llevará hasta donde no quieren... ¿No son los niños, por ventura, quienes danzan en ese pneuma incontenible sin el peso de torcidos deseos? ¿No son ellos, en su lúdica entrega, quiénes anticipan el jugarse entero y el vivir de cielo? El hombre del siglo, sopesando su futuro, se amarra cuidadosamente a la tierra para hacer previsibles sus pasos. Siempre previsibles y desgraciados, sin penas ni glorias.
Esta abertura al abismo del viento, este querer flotar sin rumbo buscando ser sorprendidos por desconocidas alturas es haber regresado a la niñez, donde el sueño se amalgama con el vivir intenso y fresco. Por eso la disponibilidad y entrega decididas, porque en ellas germina una candidez de semilla: la confianza. Que no es la seguridad del que cree tener control y dominio (aunque de fondo se oiga un grito de desesperación), sino de quien espera la redención porque se sabe pequeño y, más aún, se sabe amado. La adultez nos hizo arrogantes, o sea, nos arrogó honores y derechos que no tenemos. Caímos en  la trampa de creernos importantes por lo que somos cuando únicamente somos importantes por ser criaturas de Dios. Ni que hablar cuando hijos, ya purificados por el bautismo del agua y del espíritu en ese segundo nacimiento para la vida sobrenatural.
Comprender y abrazar nuestra pequeñez nos colma de confianza en los divinos designios del Padre. Sólo el que se vuelve a Dios buscando su corazón de infancia, puede dirigirse a Él llamándolo: Abba (“papá”, “padrecito”). Porque el lenguaje de un niño nace naturalmente de un corazón niño; y mirar tiernamente a Dios para decirle Abba es haber sostenido la tensión exacta y milagrosa mixtura de confianza, amor y respeto.
Alguno podría confundir ternura de lenguaje filial con blandura de ánimo. Eso sería una blasfemia contra el Hijo. Las almas toscas, tan reticentes a la sutileza, suelen ser artífices o víctimas de tal desorden. Son ellos quienes dan a los pequeños un trato irreverente como si fueran algo de poca monta, y contra toda enseñanza paulina acaban por exasperarlos abusando de su poder y estatura. Nada más lejos de la verdadera hombría del que sabe detenerse ante la debilidad, rendirse ante una doncella, llorar una traición o abrir puños callosos para sostener las arruinadas mejillas de un mendigo. El hombre cabal no necesita impostar su entereza; no anda disimulando al niño que lleva dentro por temor y respeto humanos. Su grandeza le viene de Dios lo mismo que a la niñez inmaculada.
El cántico de David, rey guerrero, es retrato magnífico de esa infancia espiritual que debe añorar todo hombre de bien: “No ando tras de grandezas ni en planes muy difíciles para mí; lejos de eso, he hecho a mi alma quieta y apaciguada como un niño que se recuesta sobre el pecho de su madre; como ese niño, está mi alma en mí” (Sal. CXXX, 1-2). Plegaria llena de coraje, que nos impele a quitar delirios y habilitar el alma a esa entrega dichosa del niño apaciguado en pechos maternos. Pero la virilidad también posee sus caricaturas; ellas son gigantes de fango que se desploman cuando el Dios de los secretos dictamina la recompensa de los humildes. La seguridad en sí mismo es un gigante de fango y está en las antípodas de esa infancia vulnerable que recobra sus fuerzas en la quietud, recostada en el Otro…”
Tomado de:
FERRARI JOSÉ, Elogio de la niñez, Bs. As., Ed. Pórtico, 2017, págs. 23-25.

3 comentarios:

Prosopon dijo...

Exelente! Muy interesante!

Anónimo dijo...

Claro que sí! Muchas gracias!!
Los fariseos serían justamente lo contrario de esta niñez evangélica que se retrata aquí, no? Vale la pena reflexionar sobre su comparación me parece...

Javier M.

José dijo...

A los responsables del blog: muchas gracias por la entrada.

Efectivamente, les compartí estas líneas del libro a propósito de los dos post sobre el fariseísmo, que me parecieron edificantes.

Mi saludo cordial,

J.F.