sábado, 10 de noviembre de 2018

Racionalismo y fideísmo (4)


- Tradicionalismo. Emparentado con el fideísmo, el tradicionalismo tuvo matices muy diversos; sus maestros poseyeron una formación científica más completa y consiguieron elaborar un sistema más acabado y coherente. Como en el fideísmo, parte de la incapacidad de la razón para conocer con verdadera certeza las realidades espirituales, sean de orden especulativo sean de orden moral. El criticismo kantiano es aceptado como un postulado con respecto a la razón del individuo, no en cuanto a la razón general o sentir común de los hombres que es siempre criterio de certeza.
Muchos seguidores del tradicionalismo se muestran partidarios de las ideas innatas, unos clara y otros latentemente. El pecado original con sus consecuencias y los pecados personales velan de continuo esas ideas. La razón no es más que un instrumento que ayuda a despertarlas, pero, como ocurre con la voluntad, está expuesta al oscurecimiento del individualismo y subjetivismo. Sólo la razón general o sentir común del género humano puede asegurarnos una norma objetiva.
El tradicionalismo en sentido estricto es la doctrina según la cual fue absolutamente necesaria al género humano una revelación primitiva para adquirir el conocimiento no sólo de las verdades de orden sobrenatural, sino también el de las verdades fundamentales de orden natural de índole metafísica, moral y religiosa: la existencia de Dios, espiritualidad e inmortalidad del alma y existencia de una ley moral natural. Esta revelación nos llega por la tradición; de ahí el nombre de tradicionalismo dado a este sistema.
Para el tradicionalismo existe una revelación primitiva, que se va trasmitiendo de generación en generación con la máxima fidelidad, quedando esta fidelidad garantizada por el sentir común de los hombres. En definitiva el criterio último de certeza se encuentra en la transmisión de la revelación primitiva o tradición; de ahí el nombre de tradicionalismo que recibe.
El lenguaje, como medio de comunicación social y de llegar a percibir la razón general humana, es reconocido por estos teólogos como de origen divino. De lo contrario el hombre habría quedado sumido en una invencible tiniebla. Sólo el contacto o intercambio de las razones singulares, mediante el lenguaje, manifiesta cuál es la razón general, cuyo contenido no es otro que las verdades reveladas en un principio y trasmitidas a través de los siglos: la tradición. El sentido común o razón general es el intérprete infalible y la manifestación irrevocable de la tradición y es, por lo mismo, en el orden práctico criterio inconcuso de certeza.
Entre las varias causas que pueden aducirse como introductoras de la nueva doctrina están, por un lado, los sistemas teológicos (Jansenismo), que defienden la corrupción radical de la naturaleza humana por el pecado, y las filosofías de inspiración kantiana, anuladoras de la función metafísica de la razón individual. Por otro lado -como causas negativas o de reacción-, el racionalismo del Siglo de las Luces y el olvido de la Tradición cristiana antigua y medieval, que hará surgir los diversos romanticismos.
La explicación de su éxito es necesario buscarla, primero, en el fracaso de la Revolución Francesa promovida por la diosa razón, y, en segundo lugar, en el triunfo del romanticismo, del sentimiento, del retorno a lo medieval y legendario. La difusión de El Genio del Cristianismo de Chateaubriand, impreso en 1802, era el símbolo de los nuevos tiempos.
- Agustín Bonnetty (1798-1879), fundador de la revista Annales de philosophie chrétienne (1830), fue un seglar muy eficiente en la lucha contra el racionalismo ambiente, y se preocupó, como Bautain, por el problema de las relaciones entre la razón y la revelación. Bonnetty sostenía que la razón es incapaz de proporcionar una «demostración de Dios y sus atributos, del hombre y de su origen, de su fin y sus deberes, de las reglas de la sociedad doméstica y civil». Todo lo que el hombre puede alcanzar de la verdad religiosa lo recibe de los vestigios de la primitiva revelación filtrados en las tradiciones de la humanidad (tradicionalismo). Bonnetty se inserta en una corriente apologética de reacción, bastante extendida en el siglo XIX. Baste citar los nombres de Bonald (1754-1840), Lamennais (1782-1854), De Maistre (1754-1821), Donoso Cortés (1809-1853), Ventura Raulica (1792-1861), etc. Entre ellos era bastante común la idea de que todo teólogo que no era tradicionalista, era un racionalista, incluyendo entre estos últimos a los grandes escolásticos.
La Congregación del Índice, advertida de las ideas de Bonnetty, le envió cuatro proposiciones que debía de firmar, si quería mantener la doctrina de la Iglesia sobre la capacidad de la razón natural para conocer la verdad religiosa. Las tres primeras están tomadas de las que había firmado Bautain en 1840 y de la encíclica Qui pluribus, de Pío IX (9-XI-1846); la cuarta es una defensa de la escolástica, a la que Bonnetty acusaba de racionalismo. Pío IX confirmó el decreto de la Congregación del Índice el 15 de julio de 1855. Bonnetty firmó las proposiciones el 12 de julio del mismo año y las publicó en Annales (octubre de 1855).
El texto de las Tesis contra el tradicionalismo de A. Bonnetty (Decr. de la Congregación del Índice, 11 junio 1855) es el siguiente:
  1. «Aun cuando la fe está por encima de la razón, sin embargo, no puede darse jamás entre ellas ninguna disensión o conflicto real, puesto que ambas proceden de la misma y única fuente de verdad eterna e inmutable: Dios óptimo máximo. Más bien se prestan mutua ayuda» [cf. n.15, 62).
  1. «El razonamiento puede probar con certeza la existencia de Dios, la espiritualidad del alma y la libertad del hombre. La fe es posterior a la revelación; por consiguiente, no es correcto alegada como prueba de la existencia de Dios a un ateo, ni como prueba de la espiritualidad o libertad del alma racional a uno que no admite el orden sobrenatural, o a un fatalista» [cf. n.1, 4].
  1. «El uso de la razón precede a la fe y con ayuda de la revelación y de la gracia conduce hasta ella» [cf. n. 5].
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