- Tradicionalismo. Emparentado con el fideísmo, el tradicionalismo tuvo matices muy diversos; sus maestros poseyeron
una formación científica más completa y consiguieron elaborar un sistema más
acabado y coherente. Como en el fideísmo,
parte de la incapacidad de la razón para conocer con verdadera certeza las
realidades espirituales, sean de orden especulativo sean de orden moral. El
criticismo kantiano es aceptado como un postulado con respecto a la razón del
individuo, no en cuanto a la razón general o sentir común de los hombres que es
siempre criterio de certeza.
Muchos
seguidores del tradicionalismo se muestran
partidarios de las ideas innatas, unos clara y otros latentemente. El pecado
original con sus consecuencias y los pecados personales velan de continuo esas
ideas. La razón no es más que un instrumento que ayuda a despertarlas, pero,
como ocurre con la voluntad, está expuesta al oscurecimiento del individualismo
y subjetivismo. Sólo la razón general o sentir común del género humano puede
asegurarnos una norma objetiva.
El
tradicionalismo en sentido estricto
es la doctrina según la cual fue absolutamente necesaria al género humano una
revelación primitiva para adquirir el conocimiento no sólo de las verdades de
orden sobrenatural, sino también el de las verdades fundamentales de orden
natural de índole metafísica, moral y religiosa: la existencia de Dios,
espiritualidad e inmortalidad del alma y existencia de una ley moral natural.
Esta revelación nos llega por la tradición;
de ahí el nombre de tradicionalismo
dado a este sistema.
Para
el tradicionalismo existe una
revelación primitiva, que se va trasmitiendo de generación en generación con la
máxima fidelidad, quedando esta fidelidad garantizada por el sentir común de
los hombres. En definitiva el criterio último de certeza se encuentra en la
transmisión de la revelación primitiva o tradición; de ahí el nombre de tradicionalismo que recibe.
El
lenguaje, como medio de comunicación social y de llegar a percibir la razón
general humana, es reconocido por estos teólogos como de origen divino. De lo
contrario el hombre habría quedado sumido en una invencible tiniebla. Sólo el
contacto o intercambio de las razones singulares, mediante el lenguaje,
manifiesta cuál es la razón general, cuyo contenido no es otro que las verdades
reveladas en un principio y trasmitidas a través de los siglos: la tradición.
El sentido común o razón general es el intérprete infalible y la manifestación
irrevocable de la tradición y es, por lo mismo, en el orden práctico criterio
inconcuso de certeza.
Entre
las varias causas que pueden aducirse como introductoras de la nueva doctrina
están, por un lado, los sistemas teológicos (Jansenismo), que defienden la
corrupción radical de la naturaleza humana por el pecado, y las filosofías de
inspiración kantiana, anuladoras de la función metafísica de la razón
individual. Por otro lado -como causas negativas o de reacción-, el
racionalismo del Siglo de las Luces y el olvido de la Tradición cristiana
antigua y medieval, que hará surgir los diversos romanticismos.
La
explicación de su éxito es necesario buscarla, primero, en el fracaso de la Revolución Francesa
promovida por la diosa razón, y, en segundo lugar, en el triunfo del
romanticismo, del sentimiento, del retorno a lo medieval y legendario. La
difusión de El Genio del Cristianismo
de Chateaubriand, impreso en 1802, era el símbolo de los nuevos tiempos.
- Agustín Bonnetty (1798-1879), fundador
de la revista Annales de philosophie
chrétienne (1830), fue un seglar muy eficiente en la lucha contra el
racionalismo ambiente, y se preocupó, como Bautain, por el problema de las
relaciones entre la razón y la revelación. Bonnetty sostenía que la razón es
incapaz de proporcionar una «demostración de Dios y sus atributos, del hombre y
de su origen, de su fin y sus deberes, de las reglas de la sociedad doméstica y
civil». Todo lo que el hombre puede alcanzar de la verdad religiosa lo recibe
de los vestigios de la primitiva revelación filtrados en las tradiciones de la
humanidad (tradicionalismo). Bonnetty se inserta en una corriente apologética
de reacción, bastante extendida en el siglo XIX. Baste citar los nombres de
Bonald (1754-1840), Lamennais (1782-1854), De Maistre (1754-1821), Donoso
Cortés (1809-1853), Ventura Raulica (1792-1861), etc. Entre ellos era bastante
común la idea de que todo teólogo que no era tradicionalista, era un
racionalista, incluyendo entre estos últimos a los grandes escolásticos.
El
texto de las Tesis contra el
tradicionalismo de A. Bonnetty (Decr. de la Congregación del
Índice, 11 junio 1855) es el siguiente:
- «Aun cuando la fe está por encima de la razón, sin embargo, no puede darse jamás entre ellas ninguna disensión o conflicto real, puesto que ambas proceden de la misma y única fuente de verdad eterna e inmutable: Dios óptimo máximo. Más bien se prestan mutua ayuda» [cf. n.15, 62).
- «El razonamiento puede probar con certeza la existencia de Dios, la espiritualidad del alma y la libertad del hombre. La fe es posterior a la revelación; por consiguiente, no es correcto alegada como prueba de la existencia de Dios a un ateo, ni como prueba de la espiritualidad o libertad del alma racional a uno que no admite el orden sobrenatural, o a un fatalista» [cf. n.1, 4].
- «El uso de la razón precede a la fe y con ayuda de la revelación y de la gracia conduce hasta ella» [cf. n. 5].
No hay comentarios:
Publicar un comentario