El tema de la
deriva sectaria de los movimientos primaverales de matriz neoconservadora no es
nuevo para los lectores de nuestra bitácora. La Iglesia vive una situación caótica
determinada por un nuevo asociacionismo, que pareciera obtener como
contrapartida por su adhesión absoluta y entusiasta al Vaticano II una suerte de "patente de
corso" eclesial, en virtud de la cual la Jerarquía eclesiástica se muestra
reticente en corregir las distintas heterorpraxis que florecen en el seno de los
nuevos movimientos. La anterior afirmación, no obstante, debe matizarse para
rendir un justo homenaje a Benedicto XVI, que al menos habilitó cierta
depuración de “fundadores primaverales”. Una tarea inconclusa, sin dudas, pero
que tuvo con el Papa Ratzinger su puntapié inicial, lo que contrasta
con la inacción de los tiempos del Magno.
Transcribimos hoy
una entrada de Martin Scheuch a quien no conocemos. Una mirada muy superficial
a su bitácora nos indica que su visión de la Iglesia y del mundo es muy
distinta, y a veces muy distante, de la nuestra. A pesar de que la identidad de
nuestra bitácora es “tradicionalista” (independiente), no tenemos problemas en
reproducir sus reflexiones. Porque su relato parece verosímil en cuanto a los
hechos. La descripción de la estructura institucional y de la praxis
del Sodalicio de Vida Cristiana concuerda con la de otras instituciones eclesiales semejantes sobre las que ya
se ha hablado en nuestro blog. Esta entrada debe publicarse por caridad,
justicia y solidaridad humana, pues aspira cuanto menos a expresar el deseo de una justa
reparación del daño causado y su debida prevención para el futuro. De poco le
sirve a la Iglesia que determinados personajes como Alejandro Bermúdez emprendan una labor
“apologética” si no son capaces de ver el daño espiritual que pueden
causar en las personas de carne y hueso determinadas prácticas institucionales de las que son solidarios.
YO TE PERDONO,
SODALICIO
Por Martin
Scheuch
Desde que
comencé a escribir en este blog, hay varias personas vinculadas al Sodalicio y
al Movimiento de Vida Cristiana que me han rogado que perdone y dé vuelta a la
página. Lo cual implicaría como consecuencia que deje de escribir sobre mis
experiencias y no siga revelando lo que sé del Sodalicio. Curiosamente, en el
pasado, cuando todavía no había publicado nada, no se me pedía que perdonara,
sino más bien que hiciera una autocrítica a fondo y reconociera mis faltas y
mis errores. Pues en la ideología sodálite se parte del axioma de que la
institución no puede estar mal, en base a una interpretación muy peculiar de lo
que es el carisma o don especial del Espíritu Santo, según la cual se infiere
que el Sodalicio es una obra querida por Dios y, por lo tanto, criticarlo
equivale a criticar la voluntad de Dios. Fuera de que esto es mala teología, en
el Sodalicio siempre se ha fomentado la autoinculpación de sus miembros, pues
constituye una de las estrategias más eficaces para tener controladas sus
mentes y sus voluntades. Y sirve de sustrato para ese miedo que tienen muchos
de expresar libremente sus objeciones, e incluso de irse cuando su conciencia
les dicta que dar ese paso es lo correcto. Ese miedo o angustia puede incluso
acompañar durante años a aquellos que se han ido, a tal punto llega a ser
profunda la huella que dejan los “metodos de formación” que se aplican en la
institución, muy semejantes a las técnicas de control mental que implementan
las sectas.
No han faltado
quienes, antes mis observaciones críticas producto de una reflexión de años,
hayan querido hurgar en mi vida personal y pretendido encontrar la raíz de esas
críticas en “rupturas” interiores, crisis existenciales o “falta de
reconciliación”, que es como se la llama en los ambientes de la Familia
Sodálite. Y eso sin admitir la posibilidad de que los problemas pueden estar en
el Sodalicio mismo, siendo así que el mensajero que evidencia esos problemas no
tiene la culpa de que existan. “Matar al mensajero” es la consigna con la cual
se puede resumir el proceder del Sodalicio, metáfora que significa que se
buscará desacreditarlo, difamarlo, anularlo mediante el miedo, las amenazas
veladas y el desprestigio social. A decir verdad, lo del desprestigio social
puede que funcione en Lima, donde el Sodalicio sigue teniendo su sede central y
el apoyo casi incondicional del inefable Cardenal Cipriani, arzobispo de Lima,
además de una notable influencia en la clase burguesa y pudiente limeña así
como en algunos medios de prensa, pero dudo de que tenga efectos en otras
latitudes.
En el momento
en que se me comienza a pedir que perdone, cambia la perspectiva, pues ello
implica un tácito reconocimiento de errores que son merecedores de perdón. De
hecho, casi nadie de entre aquellos que me han escrito ha cuestionado la
veracidad de lo que yo expongo. Ciertamente, pueden haber inexactitudes en
cuanto a detalles puntuales, pero nada de lo que relato es inventado, y la
mayor parte corresponde a mis propias experiencias o lo he sabido de primera
mano. Las inexactitudes que pueden haber se deben a falta de información
adicional, lo cual es inevitable desde el mismo momento en que aquellos que
está en situación de poder completar esa información no quieren hablar ‒o han recibido la orden de no hacerlo‒, pues el Sodalicio es muy reticente en
cuanto a proporcionar información, y prefiere acusarme de tergiversar los
hechos, antes que desmentirlos presentando su propia versión de los mismos. Y
como ya he señalado, se trata de algunos pocos detalles puntuales, pues en todo
lo demás soy consciente de que me he esforzado en ser fiel a mi memoria y en
contrastar la información con las fuentes de que dispongo, absteniéndome de
relatar lo que no puede ser comprobado.
Tampoco han
faltado quienes han querido elucidar las motivaciones por las cuales escribo,
definiéndolas como una especie de venganza mediática por el hecho de que se me
hizo oídos sordos a todas las críticas que manifesté en su momento. Reducir mis
motivaciones a una especie de reacción insidiosa frente al hecho de que no me
hicieran caso, no se ajusta a verdad. Durante década y media nadie me hizo caso
en el Sodalicio, y nunca publiqué nada. Y nada va a cambiar ahora, porque tengo
razones para suponer que tampoco me van a hacer caso. Tampoco pretendo que se
me haga caso. Cada uno es libre de hacer lo que quiera. El asunto es más grave.
Se trata de ventilar los problemas estructurales que presenta el Sodalicio y
que afectan a innumerables personas. Pues así cómo hay quienes se han acercado
a la fe a través del Sodalicio, también hay quienes se han alejado de ella o
han sido perjudicados psicológicamente por obra de la institución. Que se hable
sobre el tema le puede hacer también mucho bien al Sodalicio. No hablar de lo
que sé ‒y aquí excluyo en la medida de lo posible los
datos anecdóticos de la vida privada de las personas‒ me haría cómplice de esa situación. ¿Voy a
solucionar yo los problemas? No lo creo. Pero sí puedo contribuir a ayudar a
muchas personas. Porque parto de la postura de un fiel creyente en la Iglesia,
y no de la posición de alguien que, criticando al Sodalicio, aprovecha para
criticar además a toda la Iglesia.
Debo dejar en
claro que mi blog no es un blog sobre el Sodalicio, sino una ventana abierta
donde busco dar testimonio de cosas que he vivido y que pueden ayudar a otras
personas a comprender ciertas realidades. Es inevitable que hable sobre el
Sodalicio, pues estuve oficialmente vinculado a él durante 30 años de mi vida.
Describo lo que vi y viví por experiencia propia en en el Sodalicio y que ha
sido ocultado pertinazmente por la institución. Y me refiero a doctrinas,
estilos, prácticas, hábitos y costumbres, en fin, al sistema mismo. Yo no tengo
la culpa de que el Sodalicio tenga o haya tenido las cosas que yo describo. Que
se sepan a través de mí no me convierte en responsable de esas cosas. Y el daño
que se pueda producir no es de responsabilidad del mensajero, sino de los
verdaderos causantes de esas cosas. El daño se puede subsanar cambiando lo que se
tenga que cambiar, no callando al mensajero.
Mis
experiencias son subjetivas en el sentido de que las viví yo, pero no son fruto
de mi subjetividad. Yo no he inventado nada y tampoco estoy mintiendo, y los
datos que proporciono no son meras interpretaciones. Que pueden diferir de otra
experiencias, lo admito. No por ello se hacen inválidas, sino que complementan
lo que otros puedan haber experimentado. Y es interesante descubrir que mi
experiencia es similar a la de otras personas, que por fin se atreven a hablar
de lo que ellas mismas han vivido.
No le guardo
rencor a nadie. Todo ya ha sido perdonado. Me siento a veces como una hoja al
viento, que no está anclada a las cosas de este mundo. Y por eso mismo, con
mayor libertad para dar testimonio. De todos modos, por si acaso alguien
todavía tiene dudas, quiero dejar aquí constancia pública de todo aquello que
he perdonado.
- Perdono que,
entre 1978 y 1980, siendo todavía menor de edad, haya sido sometido a exámenes
psicológicos efectuados por personas no profesionales sin el conocimiento ni
consentimiento de mis padres. Se trataba de una práctica habitual en el
Sodalicio. Las personas que me realizaron estas evaluaciones psicológicas
fueron Germán Doig y Jaime Baertl, aunque me consta que también las realizaban
el mismo Luis Fernando Figari, Superior General del Sodalicio hasta el año
2010, además de Virgilio Levaggi, Alfredo Garland y José Ambrozic, entre otros.
- Perdono que
se me haya permitido emitir una promesa formal mediante la cual me comprometía
a seguir el estilo y la espiritualidad del Sodalicio y obedecer a sus
superiores cuando sólo tenía 15 años de edad, sin que mis padres hubieran sido
informados al respecto. Más aún, se me indicó expresamente que mis padres no
tenían por qué enterarse de la promesa que había hecho y que no les dijera
nada.
- Perdono que
se me haya fomentado la desobediencia y el desprecio hacia mis padres, que
debía ser sustituida por obediencia y respeto absolutos hacia las autoridades
del Sodalicio. Sobre todo Luis Fernando Figari fomentaba un culto hacia su
persona, de modo que se debía seguir sus órdenes sin chistar, se debía
reflexionar continuamente sobre las cosas que le decía a uno personalmente, y
aceptar como incuestionable todo lo que exponía en sus escritos y charlas, de
modo que cualquier análisis crítico de lo que él decía era impensable, pues se
exigía un sometimiento del pensamiento y la voluntad propias a su pensamiento y
su voluntad. Recuerdo también cuando en en el verano de 1980 mi madre, en su
desesperación, llamó por teléfono a Jaime Baertl y, entre otras cosas, le dijo:
«Me están robando a mi hijo», a lo cual él respondió irónicamente: «Señora, el
ladrón cree que todos son de su misma condición». Y así cómo él hizo uso de la
ironía, también me recomendó que la usara con frecuencia para oponerme a mi
madre, a quien designaba con el apelativo despectivo de “tu vieja”.
- Perdono que,
desde mayo de 1978, en que asistí por primera vez a un retiro organizado por el
Sodalicio, hasta 1993, cuando dejé de vivir en comunidades, se me haya exigido
en reuniones grupales la apertura total de mi esfera privada y personal, e
incluso se hubiera ejercido presión por parte de los encargados para que, al
igual que otras personas presentes, revelara mis experiencias y sentimientos íntimos.
Esto solía llevar a una situación de desamparo personal que, a efectos
prácticos, permitía una manipulación de las conciencias, sobre todo generando
una dependencia hacia quien ostentaba la autoridad.
- Perdono que
no se me hubiera permitido ni siquiera salir a la calle ‒a no ser para actividades que formaban parte
del horario reglamentario‒ o comunicarme telefónicamente con quien sea,
incluidos mis padres, sin permiso expreso del superior. Estas medidas formaban
parte de un sistema donde las comunicaciones con el mundo exterior eran
controladas férreamente, lo cual a la larga, junto con otras medidas de control
mental, terminó generando en mi interior una división entre el ambiente interno
del Sodalicio y el mundo externo, hacia el cual se debía tener desconfianza y
considerarlo en parte como un peligro para seguir la vocación sodálite en la
vida consagrada. Se efectuó como una especie de secuestro de mi psique, que yo
acepté al principio de buen grado, pero que a la larga causó en mi una disociación
que se traducía en la división excluyente entre un mundo intracomunitario bueno
contrapuesto a un mundo “salvaje” fuera de los límites de la comunidad, con el
cual no era permitida ninguna componenda.
- Perdono los
correazos que, por orden de Luis Fernando Figari, me fueron propinados en la
espalda desnuda, sólo para que éste pudiera demostrar su tesis de que las
mortificaciones corporales son inútiles, y de que la ascética basada en el
dolor físico no tenía mucho sentido y fomentaba la soberbia.
- Perdono la
aplicación constante de técnicas de control mental a que fui sometido, muy
comunes entre los grupos de características sectarias, entre ellas:
·
el agotamiento
físico a través de ejercicios corporales intensos y prolongados, sumándose a
ello la continua sustracción de horas de sueño, y dado que el hecho de quedarse
dormido era sancionado con penitencias, sin importarle a nadie que uno
estuviera cansado, ello me generaba miedo a quedarme dormido, lo cual a su vez
producía un stress que me ocasionaba más agotamiento y tensión, y con ello más
cansancio y sueño, en lo que era un círculo vicioso sin salida;
·
el aislamiento
de mis familiares y amigos no pertenecientes a la institución, aplicando las
consignas dictadas por Luis Fernando Figari: «sólo un sodálite puede ser amigo
de otro sodálite» y «en la Iglesia podemos tener compañeros de camino, pero
amigos verdaderos sólo en el Sodalicio»;
·
la anulación
de la esfera privada, al hacer que todos los aspectos de la vida personal
dependieran de la comunidad, sin serme permitido casi nunca tomar una decisión
propia, además de ser forzado a confesar todos los aspectos de la propia vida
íntima ya sea en reuniones grupales, con el superior o con el consejero
espiritual, incluyendo aspectos referentes a la sexualidad, muchas veces
aplicando dinámicas conducentes a este fin y violentando la libertad personal
mediante la intimidación y la violencia verbal, si se consideraba necesario;
·
la
programación minuciosa de lo que uno debe hacer desde que se levanta hasta que
se acuesta, incluyendo también el tiempo libre, sin dejar nada a la libre
decisión de la persona;
·
la
amonestación y reprensión ‒con un
lenguaje agresivo‒ ante preguntas incómodas o difíciles de
responder, por más legítimas que fueran;
·
el uso
frecuente de un lenguaje agresivo e insultante; quien se quejaba del trato era
tachado de susceptible, “hembrita”, débil, poco viril;
·
la obligación
de asistir por consigna a cualquier conferencia o charla del fundador, y
apuntar minuciosamente todo lo que dijera, para luego estudiarlo y revisarlo
durante horas;
·
la aplicación
desproporcionada de castigos severos y humillantes ante faltas que pueden ser
consideradas ligeras. A manera de ejemplo, puedo mencionar que:
o
fui obligado
por Germán Doig a pasar una noche en vela en la capilla de la Comunidad Nuestra
Señora del Pilar (Barranco) en adoración del Santísimo, sólo por haber
cabeceado durante una Misa en la Iglesia de San José ‒situada en la Av. Dos de Mayo 259, Miraflores‒;
o
fui enviado
durante una semana a vivir bajo un régimen estricto en una de las comunidades
de formación de San Bartolo (bal nearioal sur de Lima) ‒que eran mencionadas a veces de manera
humorística entre los sodálites como “la Siberia”‒, sólo por haber hecho un par de preguntas incómodas de corte intelectual
a Germán Doig durante una charla en el Centro Pastoral de San Borja, lo cual
constituye también una falta de respeto a la legítima diversidad de opinión,
pues en el Sodalicio sólo el hecho de preguntar podía ser motivo de
amonestaciones, acompañadas de reproches por no haber aprendido o estudiado a
fondo el pensamiento sodálite;
o
me fue vertido
un vaso lleno de agua fría encima de la cabeza por orden del superior de turno
de la Comunidad Nuestra Señora del Pilar ‒entonces ubicada temporalmente en el barrio de La Aurora, Miraflores‒, sólo por haberme quedado dormido en una
reunión muy cerca de la medianoche;
o
me fue
prohibido participar de las reuniones recreativas de la comunidad por tiempo
indefinido, debido a que grabé cassettes de música clásica para uso personal en
el equipo de música perteneciente a Alfredo Garland, entonces superior de la
Comunidad Nuestra Señora del Pilar en Barranco, sin su permiso. Debo indicar
que los simples miembros de las comunidades teníamos entonces prohibido, por
orden expresa de Luis Fernando Figari, escuchar todo tipo de música, salvo la
que fuera de carácter religioso. Esa orden no se aplicaba a los superiores, que
podían escuchar la música que creyeran conveniente. Un domingo, tarde en la
noche, en que la comunidad tenia una actividad recreativa en la sala destinada
a estos fines, de la cual yo estaba excluido, me eché un rato a descansar en mi
cama debido al cansancio y me quedé dormido. Fui despertado violentamente por
Alfredo Garland y José Antonio Eguren, y a modo de castigo, se me ordenó estar
confinado en una habitación separada del resto de la casa, con prohibición de
salir si no era para ir al baño, prohibición de hablar con cualquier miembro de
la comunidad que no fuera Eguren, prohibición de leer cualquier otra cosa que
no fuera la Biblia y los escritos de autores espirituales que se proporcionara
para hacer un retiro espiritual que me hiciera cambiar de actitud y me llevara
a corregir mis “malos comportamientos”.
- Perdono los
abusos debido a excesos cometidos durante los ejercicios físicos que teníamos
que realizar los miembros de las comunidades de formación de San Bartolo,
poniéndose a veces en riesgo la integridad física de las personas sin medir las
consecuencias. Yo ‒junto con otros más‒ fui obligado a hacer cuclillas con una bolsa
de cemento, de unos 25
kilogramos , sobre los hombros. A consecuencia de ello,
se me generó una dolorosa inflamación de los músculos dorsales, a tal punto que
ni siquiera podía mover el cuello para mirarme los pies, tuve que usar una faja
y necesité una semana para restablecerme. Otro sodálite, que sufría de
dolencias en la columna vertebral, también fue obligado a hacer tales
ejercicios, no obstante que le advertí al superior Emilio Garreaud que eso
podía hacerle daño. Asimismo, fuimos obligados a ingresar al mar de noche, en
un sitio donde reventaban olas y había muchas rocas filudas. Varios salieron
del mar con arañazos, heridas y cortes. También hubo ocasiones en que se hizo
nadar a algunos durante tanto tiempo en el mar, que cuando finalmente salieron,
no dejaban de temblar debido a que la temperatura corporal les había descendido
por debajo de los 36 °C
y se les tuvo que dar vino caliente para subirles la temperatura. En la última
época que pasé en San Bartolo (de diciembre de 1992 a agosto de 1993) yo
tenía que levantarme todos los días a las cuatro de la madrugada cuando todavía
estaba oscuro y meterme al mar junto con otro sodálite, fueran cuales fueran
las condiciones climáticas, hubiera mar calma o brava, sin que hubiera nadie
que por seguridad nos vigilara desde afuera.
- Perdono la
mentalidad que se me inculcó, que establece una separación entre el Sodalicio y
el resto del mundo, disponiendo que hay entregar toda nuestra confianza a los
responsables de la institución y hay que mantener una cierta desconfianza hacia
lo que se halla fuera del Sodalicio. Esta mentalidad es reforzada por el concepto
rígido de obediencia que se maneja al interior de la institución, donde la
crítica al superior ‒aunque sea legítima‒ es considerada como una falta grave, pues
«el superior sabe mejor que tú lo que es bueno para ti» y «el que obedece, no
se equivoca», lo cual en el fondo induce a una renuncia a la propia conciencia
y responsabilidad. Además, esta mentalidad de separación entre el Sodalicio y
el resto del mundo también se aplica al interior de la Iglesia. Pues durante
mucho tiempo a mí se me inculcó que la espiritualidad y el pensamiento
sodálites constituían una de las maneras más radicales y auténticas de vivir el
cristianismo en la actualidad, junto con un menosprecio de muchos grupos y
espiritualidades que forman parte de la diversidad eclesial, que eran
calificados de mediocres. Había un particular desprecio por los grupos
parroquiales, los carismáticos, los neocatecumenales, entre otros, y en
particular por los partidarios de la teología de la liberación, aun en sus
formas legítimas. Se nos inculcaba que el diálogo con personas que siguieran
estas espiritualidades particulares no era una opción válida. Eso explica por
qué se ha tenido una actitud muy agresiva ‒e incluso se han tomado medidas represivas‒ contra quienes tuvieran simpatía hacia la teología de la liberación.
Quiero recalcar que superar esta mentalidad de separación intraeclesial entre
el Sodalicio y los demás grupos me ha costado mucho esfuerzo, además de que los
rezagos de esa mentalidad me han generado más de un problema durante mi
reinserción en la vida normal en el mundo.
- Perdono la
situación de angustia que se me generó durante los siete últimos meses que
paseé en una de las comunidades sodálites de San Bartolo, en el año 1993, hasta
el punto de que llegué a desear que me sobreviniera la muerte. Eso debe
atribuirse al concepto estrecho de vocación que se ha manejado en el Sodalicio
y que se inculca en las mentes, a saber, que a quien no sigue la vocación a la
que Dios le ha llamado, le será muy difícil obtener la salvación eterna. Esto
se traducía así: quien ha sido llamado por Dios al Sodalicio y se aparta de él,
pone en peligro no sólo su felicidad temporal, sino también su salvación eterna,
y debe ser considerado como un “traidor”. El hecho de que yo no me sintiera
realizado ni a gusto en las comunidades sodálites era para mí un indicio de que
yo no estaba llamado a la vida consagrada en comunidad, pero el haber seguido
esa vida durante unos once años (desde diciembre de 1981) me hacía pensar que
posiblemente ésa si pudiera ser mi vocación, y era yo el que estaba fallando y
fracasando. El hecho de tener que tomar una decisión ‒que, según lo que me habían inculcado, podía
decidir mi destino eterno‒ me angustiaba a tal punto, que hubiera
preferido morir debido a alguna circunstancia fortuita, es decir, ya no me
importaba seguir viviendo. Esa sensación que se prolongó durante casi todo el
tiempo que estuve en San Bartolo, y que me llevaba a no importarme correr
riesgos durante los ejercicios corporales ‒incluyendo la natación en mar abierta‒ alcanzó una gran intensidad debido a que, como no se me comunicó cuánto
tiempo iba a estar en San Bartolo ‒“discerniendo”, como se suele decir‒, sino hasta un mes antes de salir, vivía en una continua incertidumbre y
desasosiego. En esa época se creía en el Sodalicio que había muy pocas razones
legítimas para alejarse de él, y que quienes se alejaban por lo general habían
traicionado el llamado de Dios y sus esperanzas de salvarse eran muy reducidas.
Eso explicaría por qué algunos ex sodálites logran cierta paz cuando arrojan
esa mentalidad por la borda, aunque muchas veces eso signifique también
desprenderse de la fe.
- Perdono la
desconfianza hacia mí que percibí en muchos sodálites consagrados, su falta de
apoyo para reinsertarme en el mundo y el ostracismo que se me aplicó después de
salir de comunidad, cuando poco a poco fui siendo apartado de manera
imperceptible de actividades de formación y apostolado en el Sodalicio y el
Movimiento de Vida Cristiana.
- Perdono que
se me haya considerado loco, excéntrico o raro cuando comencé de buena fe a
manifestar observaciones críticas ante varios aspectos del Sodalicio y del
Movimiento de Vida Cristiana, o que se haya aceptado como ciertos rumores
falsos sobre mi vida laboral y privada, sin verificación de ningún tipo.
Con todo lo
dicho, el paso más importante para una reconciliación ya está dado. Y si algo
he callado u olvidado, eso también queda perdonado y no se lo voy a tener en
cuenta al Sodalicio. No voy a exigir disculpas, pues darlas es algo que debe
partir de la libre iniciativa de los implicados y no una obligación. Pero si
vienen, serán bienvenidas con el corazón abierto y la mano extendida.
El propósito
de enmienda queda como un asunto entre Dios y los responsables del Sodalicio.
Si quieren enmendarse, en buena hora. Y si no, arréglenselas con Dios y con el
juicio de la historia. Pues ante Dios sí van a tener que responder de cómo
administraron los talentos que se les confió, y qué hicieron con las personas
que, por esos vericuetos del destino, se unieron al Sodalicio y pusieron su
confianza en la institución, para luego ver sus esperanzas traicionadas.
Puedes irte,
Sodalicio. No te condeno, ni te guardo rencor. Te bendigo y te deseo todo bien,
no tanto por ti, sino por los seres humanos de carne y hueso que viven bajo tu
sombra y que, al igual que yo, se sienten miembros vivos de la Iglesia, y a los
cuales considero hermanos en la fe, aunque no compartamos la misma ideología.
Pero sí compartimos la misma fe y estamos unidos en la esperanza y el amor, en
ese misterio de comunión que llamamos Iglesia, en ese Pueblo de Dios donde la
diversidad no sólo está permitida, sino que constituye uno de los mayores dones
del Espíritu Santo.
Adiós,
Sodalicio. Descansa en paz y que duermas bien. Por los siglos de los siglos.
Fuente:
16 comentarios:
Estimados:
Igualito al IVE a Miles, a LEGIONARIOS, al CAMINO, al OPUS a tantos....tantos.
Es siempre lo mismo. Y lo digo con mucho conocimiento de causa.
Adelante en la lucha contra el "espiritu" neocon que anima a estos movimientos y neo-congregaciones.
Un abrazo
El nacionalista
Particularmente si creo que tu blog es un blog sobre el Sodalicio o escribes algo mas? puedes publicarlo para leerlo, pienso es algo personal da la vuelta si dices que has "perdonado" no se que acaso te obligaron entrar ahí, estas equivocado respecto al Sodalicio y el tiempo lo dirá, y lo tendremos que ver.
"¿Da la vuelta si dices que has perdonado?". ¿Qué consejo para más cabrón es ese? Scheuch tiene todo el derecho de desflemarse y advertir sobre los excesos que se perpetran en organizaciones de ese calibre. "Dar la vuelta" sugiere callarse, el silencio, mirar hacia cualquier sitio, en lugar de enfrentar la realidad. Me parece un gesto valiente el de Scheuch. "Dar la vuelta" es lo que hace la mayoría, supongo. Y miren. Cómo saltan los escándalos en la iglesia justamente por eso.
Las mismas infamias se dicen del IVE y su Fundador. Son estériles. Envidiosos de los frutos de estas santas fundaciones.
R.,
¿Infamia? ¿En serio?
¿Todo inventado? ¿Por envidia?
¿Envidia de qué diablos?
¿Escribir así, tan largo, tan detallado, tan elocuente, tan preciso, tan conmovido, tan patético, tan drámático... y no es todo más que un producto de la imaginación (estéril)?
¿En serio, R., de veras cree eso?
Pues si ud. cree eso... con razón que cree en Buela, Maciel, Escrivá y todos los demás santos fundadores.
(No lo puedo creer).
J. T.
Por favor, alguien ilustrado que me explique la diferencia entre neoconservadores y tradicionalistas. Esta especificación que he leido en muchos blogs, me es completamente ajena y no puedo darle significado correcto a lo que algunos escriben.
Anticipadas gracias al benévolo "desasnador" que lo haga.
Tradicionalista desorientado:
Le sugerimos que primero lea atentamente "El espíritu sectario" de Jack Tollers:
http://info-caotica.blogspot.com.ar/2012/06/de-nuestro-amigo-jack-tollers.html
Y luego que busque "diccionario" "neocon" en la bitácora:
http://caminante-wanderer.blogspot.com
Son tres o cuatro entradas cortas sobre el neoconservadurismo eclesial.
Con esto tendrá una primera aproximación al tema.
Que desastre.
Se ve que el fundador no hace ejercicios porque tiene una linda y burguesa pancita.
El tema de la deriva sectaria de los movimientos primaverales de matriz neoconservadora no es nuevo para los lectores de nuestra bitácora. La Iglesia vive una situación caótica determinada por un nuevo asociacionismo, que pareciera obtener como contrapartida por su adhesión absoluta y entusiasta al Vaticano II una suerte de "patente de corso" eclesial, en virtud de la cual la Jerarquía eclesiástica se muestra reticente en corregir las distintas heterorpraxis que florecen en el seno de los nuevos movimientos.
¡Excelente explicación!!
Vaya, ahora Infocaótica juega a "enemigo de mi enemigo".
Interesante.
Gracias redacción; así lo haré.
Todos sus artículos me parecen muy interesantes y oportunos.
Estoy helada. Leía y veía reflejada la vida en Lumen Dei. Incluso las familias con padres e hijos son sometidas a la "obediencia" déspota de los superiores. Qué decir de hermanas y hermanos consagrados. Desgraciadamente se hace muy poco contra estas sectas destructivas incrustadas en la Iglesia que no son nada tradicionales sino un invento cómico.
Estas cosas deben conocerse y no encubrirse, no es posible que un superior o en este caso ex-superior se tome atribuiciones de Dios, si este instituto religioso no se autoexamina y elimina estas practicas, no puede continuar, ¿Donde en el evangelio se narra de como Jesus maltrataba a sus discipulos? Y los que tenian dudas ¿No eran acaso el joven rico o el propio Pedro? Pedro supo que un gallo iba a cantar tres veces antes de sus tres negaciones pero no que un maton iba a ser enviado a lastimarlo: " tres patadas en los huevos" ( autor de esta frase: LF Figari)Y luego el secuestro, el "no se lo gogas a tus padres"....15 años y no se lo digas a tus padres. Pobres padres, pobre madre, yo creo que la angustia y el dolor de todos estos padres y madres ha sido escuchado y que ya al menos se conoce lo que se hizo, que parece haber sido en algunos casos aun mas grave y se estan tomando las medidas desde el ministerio publico, el tribunal eclesiastico y el propio SVC para que esto no se repita, abrir los ojos sin perde la fe y la Esperanza este parece ser el reto de estos dias. Cuidate mucho Martin
Esto es un horror, me impacta la parte de esconder esto de los padres, en el caso de un muchacho de 15 años ahora que se lo que se de desarrollo evolutivo y el cerebro y la afectividad del adolescente y del adolescente tardio que irresponsabilidad, por decir lo menos, y si esto se hizo con conocimiento de causa se llama secuestro y si debiera ser penalizado. ¿Usar el nombre de Dios, de la Iglesia para este abuso y este maltrato. ¿ Que tenian en ese momento todos en la cabeza.? Era tan tiranico el poder de Figari? Mucho ara repensar y limpiar si deseara el SCV seguir flotando pero no con esos capitanes de navio ni esas rutas ni estilos de navegacion.
Descepcionado numero un millom
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