Ortodoxos radicales,
¡fuera!
Por Desiderio Parrilla Martínez
La “Ortodoxia Radical” es una escuela teológica y filosófica cristiana
de pensamiento que hace uso de la filosofía posmoderna para rechazar el
paradigma de la modernidad. El movimiento fue fundado por John Milbank, y toma su nombre del
título de una colección de ensayos publicados por Routledge en 1999: “La Ortodoxia Radical ,
una nueva teología”, editado por John Milbank, Catalina Pickstock y Graham
Ward. Aunque los principales fundadores del movimiento son anglicanos,
“Ortodoxia Radical” incluye teólogos de varias tradiciones de la Iglesia. En España su
principal adalid es el Arzobispo Metropolitano de Granada, d. Francisco Javier
Martínez, a través de la editorial Nuevo Inicio, quien está editando la
traducción de los principales autores de esta corriente.
La escuela de la ortodoxia radical respecto de la Teología política es un
agustinismo político remozado. En este sentido adolece de no pocas carencias teóricas.
Su planteamiento es unidimensional, reduccionista y “radicalmente”
simplificador. De entrada llama la atención la confusión entre la “dimensión
metapolítica” de la Iglesia
con su “dimensión política”, reduciendo ésta a aquélla, en un proceso lógico de
absorción.
El agustinismo político que lastra
le impide detectar y distinguir estos dos aspectos. Este agustinismo pretende
combatir el supuesto tomismo de Jacques Maritain en su propuesta de “Nueva
cristiandad”. En su proyecto de neocristiandad, el filósofo francés no sólo
distinguía sino que también separaba estos dos aspectos. La ortodoxia radical a
fin de dar una solución de continuidad llega a anular la distinción real y la
convierte sólo en una distinción de razón, descartada la posibilidad de una
distinción formal a parte rei.
Como Maritain recurría al neotomismo, la ortodoxia le opone un neoagustinismo
no menos desenfocado.
Donde Maritain separaba, la ortodoxia radical une. Nada tendríamos que objetar
a esta operación lógica de la
Ortodoxia radical salvo que la operación en cuestión reduce
un ámbito a otro. La dimensión política no se convierte en un epifenómeno de la
dimensión metapolítica; sin embargo, el
poder político queda subordinado –al modo agustiniano- al poder eclesiástico.
Para la ortodoxia radical, el poder político, el Estado, queda
condenado como un fenómeno perverso propio de la modernidad, cuya redención
sólo puede obtenerse absorbiendo el poder político bajo el poder metapolítico y
tutelar de la Iglesia.
Se inicia así un neoagustinismo
donde el Estado carece de esencia per se.
El Estado queda reducido a la condición de un “pre-ser”, una realidad siempre
embrionaria y dependiente cuya forma completa es la de ser una criatura en
perpetua gestación dentro de ese vientre materno que es el poder metapolítico
de la Iglesia. De
esta manera la Iglesia
carecería de una dimensión política, aunque esta dimensión política
correspondería al Estado en cuanto institución permanentemente informada por el
poder metapolítico eclesiástico.
El Estado sería “ancilla
eclesiae”: sierva, criada, chacha, la “chica de servir” de la Iglesia , con la carga
despectiva que posee este término de campo semántico vinculado a la servidumbre
y el despotismo. La dialéctica hegeliana del amo y del esclavo quedaría fijada
para la “ortodoxia radical” de la siguiente manera: el esclavo se identificaría
con el poder estatal y el papel del amo correspondería al poder eclesiástico.
Sin embargo, como dijo Unamuno, aunque fuera sólo una criada, la criada salió
respondona. A esta reacción obedece el proceso de secularización de las
sociedades occidentales desde la edad moderna y su progresiva separación del
poder eclesiástico, según los ortodoxos radicales. Con una metáfora rural
podríamos decir que para los ortodoxos radicales la Iglesia sería el rodrigón
o tutor de esa planta trepadora tan endebles que es el Estado.
Nada puede ser más opuesto al tomismo que esta postura. Para el
tomismo la Iglesia
y el Estado son sociedades perfectas, cada una considerada en su género. El tomismo rompe con la
mitología torpe que acuñó san Agustín. Para el tomismo, el estado no es una
ciudad. Ni la sociedad civil ni la sociedad política ni la sociedad
eclesiástica son ciudades, sino géneros de poder diferentes que se manifiesta
en la vida civil o civilizada y por lo tanto en la Historia Universal ,
donde incide precisamente la irrupción del poder eclesiástico. El sintagma:
“sociedades perfectas” no significa que estas sociedades carezcan de
deficiencias, o sean impecables moralmente, sino que poseen perfección, riqueza
ontológica (axion), es decir, una esencia específica que les confiere una naturaleza
propia, y les confronta a otras esencias diferentes. Cada una de estas
realidades son aspectos del mismo todo unitario, pero cada una supone un género
diverso. Por otro lado este tomismo del Estado como “sociedad perfecta” condenó
la postura de Maritain y el propio Maritain la matizó posteriormente, aunque
sin enmendar su error de fondo.
La postura teopolítica hispánica, heredera de la idea de imperio
español, fue la máxima expresión de este tomismo, su sofisticación más
desarrollada, y es un rival teórico contra el neoagustinismo de la Ortodoxia radical, tanto
católica como anglicana. En las siguientes entradas desarrollaremos esta corriente
teopolítica hispánica como tercer género clásico de Teología política.
4 comentarios:
Examinadlo todo, retened lo bueno.
Éste artículo en concreto del Profesor Parrilla es interesante.
Es profesor en la Universidad del Camino Neocatecumenal (UCAM, en Murcia, Universidad católica san Antonio). Este profesor, junto a otros como David García-Ramos, tienen la misión (más o menos oficial) de desarrollar una especie de "fundamento intelectual" para la "teología" y "filosofía" subyacentes al CN. Acaba de publicar, por ejemplo, un libro sobre la Nueva Estética sacra (que no es otra que la de Kiko, of course).
Cuando el Cardenal Burke escribió al Papa Benedicto sobre las dudas acerca de la "liturgia" del CN, el profesor Parrilla publicó este articulito:
http://blogs.periodistadigital.com/xiphias.php/2012/06/06/jesus-manso-y-humilde-de-corazon-oyeme
(el que pueda entender, que entienda qué está llamando el Señor Parrilla al Cardenal)
Y en cuanto a ideas políticas, tiene cosas muy interesantes, y otras, por lo menos curiosas. Su obsesión con el partido Podemos (fundado por comunistas), llega a cotas asombrosas, como en el siguiente artículo.
http://blogs.periodistadigital.com/xiphias.php/2015/01/27/podemos-votar-por-espana
Así que me quedo con San Pablo. Examinadlo todo, quedáos con lo bueno. El Sr Parrilla tiene cosas muy interesantes. Pero tiene otras cuestionables, como su amor-veneración a Kiko Argüello, y su falta de objetividad cuando se toca el tema del Camino. Para él el CN es "EL" modo en que se hará la "nueva evangelización" (ejem, ejem: cada vez que alguien habla de nueva evangelización no sé por qué me vienen a la cabeza animalitos en la Piazza di San Pietro o misas con Payasos)
Un fuerte abrazo de parte de un lector habitual que les agradece sus esfuerzos
Algo curioso, a la vez que sintomático, de la Ortodoxia Radical es su reivindicación de la Teología de la Liberación.
El agustinismo político de ciertas versiones del nacionalismo católico argentino, aunque rechace la TL por razones políticas, termina moviéndose en el mismo andarivel "agustino".
Es bien sabido que en cuestiones morales San Agustín nunca se desprendió del todo de su anterior maniqueísmo. Así como del agustinismo moral (especialmente en cuanto reacción contra el tomismo), se derivaron maniqueísmos morales como el jansenismo. De modo similar, de este agustinismo político se derivan formas maniqueas de entender la acción política típicas de ciertas versiones bastante ruidosas del nacionalismo católico argentino.
Aún cuando se sostenga el tomismo a nivel metafísico, no se derivan de ello principios morales, donde privan las formas agustinas por sobre las tomistas.
Sr. Kurtz: ¿podría recomendar algún libro que analice el tema del agustinismo político y su relación con el maniqueísmo?. Sé que "¿Una nueva ciencia de la política?" de Voegelin trata de la relación de los movimientos de masas del s. XX con el gnosticismo, pero no conozco mucho más. Le agradecería cualquier dato sobre la influencia de maniqueísmo y/jansenimo en movimientos políticos y/o religiosos recientes.
Y muchas gracias al blog por tratar estos temas.
Mmmm. Traer el artículo de un rabioso podemita... Malos maestros escogen.
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