miércoles, 23 de diciembre de 2015

Algo sobre el agustinismo político

Reproducimos una entrada de otro blog sobre la denominada “ortodoxia radical”. 
Ortodoxos radicales, ¡fuera!
Por Desiderio Parrilla Martínez
La “Ortodoxia Radical” es una escuela teológica y filosófica cristiana de pensamiento que hace uso de la filosofía posmoderna para rechazar el paradigma de la modernidad. El movimiento fue fundado por John Milbank, y toma su nombre del título de una colección de ensayos publicados por Routledge en 1999: “La Ortodoxia Radical, una nueva teología”, editado por John Milbank, Catalina Pickstock y Graham Ward. Aunque los principales fundadores del movimiento son anglicanos, “Ortodoxia Radical” incluye teólogos de varias tradiciones de la Iglesia. En España su principal adalid es el Arzobispo Metropolitano de Granada, d. Francisco Javier Martínez, a través de la editorial Nuevo Inicio, quien está editando la traducción de los principales autores de esta corriente.
La escuela de la ortodoxia radical respecto de la Teología política es un agustinismo político remozado. En este sentido adolece de no pocas carencias teóricas. Su planteamiento es unidimensional, reduccionista y “radicalmente” simplificador. De entrada llama la atención la confusión entre la “dimensión metapolítica” de la Iglesia con su “dimensión política”, reduciendo ésta a aquélla, en un proceso lógico de absorción.
El agustinismo político que lastra le impide detectar y distinguir estos dos aspectos. Este agustinismo pretende combatir el supuesto tomismo de Jacques Maritain en su propuesta de “Nueva cristiandad”. En su proyecto de neocristiandad, el filósofo francés no sólo distinguía sino que también separaba estos dos aspectos. La ortodoxia radical a fin de dar una solución de continuidad llega a anular la distinción real y la convierte sólo en una distinción de razón, descartada la posibilidad de una distinción formal a parte rei.
Como Maritain recurría al neotomismo, la ortodoxia le opone un neoagustinismo no menos desenfocado. Donde Maritain separaba, la ortodoxia radical une. Nada tendríamos que objetar a esta operación lógica de la Ortodoxia radical salvo que la operación en cuestión reduce un ámbito a otro. La dimensión política no se convierte en un epifenómeno de la dimensión metapolítica; sin embargo, el poder político queda subordinado –al modo agustiniano- al poder eclesiástico.
Para la ortodoxia radical, el poder político, el Estado, queda condenado como un fenómeno perverso propio de la modernidad, cuya redención sólo puede obtenerse absorbiendo el poder político bajo el poder metapolítico y tutelar de la Iglesia.
Se inicia así un neoagustinismo donde el Estado carece de esencia per se. El Estado queda reducido a la condición de un “pre-ser”, una realidad siempre embrionaria y dependiente cuya forma completa es la de ser una criatura en perpetua gestación dentro de ese vientre materno que es el poder metapolítico de la Iglesia. De esta manera la Iglesia carecería de una dimensión política, aunque esta dimensión política correspondería al Estado en cuanto institución permanentemente informada por el poder metapolítico eclesiástico.
El Estado sería “ancilla eclesiae”: sierva, criada, chacha, la “chica de servir” de la Iglesia, con la carga despectiva que posee este término de campo semántico vinculado a la servidumbre y el despotismo. La dialéctica hegeliana del amo y del esclavo quedaría fijada para la “ortodoxia radical” de la siguiente manera: el esclavo se identificaría con el poder estatal y el papel del amo correspondería al poder eclesiástico. Sin embargo, como dijo Unamuno, aunque fuera sólo una criada, la criada salió respondona. A esta reacción obedece el proceso de secularización de las sociedades occidentales desde la edad moderna y su progresiva separación del poder eclesiástico, según los ortodoxos radicales. Con una metáfora rural podríamos decir que para los ortodoxos radicales la Iglesia sería el rodrigón o tutor de esa planta trepadora tan endebles que es el Estado.
Nada puede ser más opuesto al tomismo que esta postura. Para el tomismo la Iglesia y el Estado son sociedades perfectas, cada una considerada en su género. El tomismo rompe con la mitología torpe que acuñó san Agustín. Para el tomismo, el estado no es una ciudad. Ni la sociedad civil ni la sociedad política ni la sociedad eclesiástica son ciudades, sino géneros de poder diferentes que se manifiesta en la vida civil o civilizada y por lo tanto en la Historia Universal, donde incide precisamente la irrupción del poder eclesiástico. El sintagma: “sociedades perfectas” no significa que estas sociedades carezcan de deficiencias, o sean impecables moralmente, sino que poseen perfección, riqueza ontológica (axion), es decir, una esencia específica que les confiere una naturaleza propia, y les confronta a otras esencias diferentes. Cada una de estas realidades son aspectos del mismo todo unitario, pero cada una supone un género diverso. Por otro lado este tomismo del Estado como “sociedad perfecta” condenó la postura de Maritain y el propio Maritain la matizó posteriormente, aunque sin enmendar su error de fondo.
La postura teopolítica hispánica, heredera de la idea de imperio español, fue la máxima expresión de este tomismo, su sofisticación más desarrollada, y es un rival teórico contra el neoagustinismo de la Ortodoxia radical, tanto católica como anglicana. En las siguientes entradas desarrollaremos esta corriente teopolítica hispánica como tercer género clásico de Teología política.

4 comentarios:

Abundio dijo...

Examinadlo todo, retened lo bueno.

Éste artículo en concreto del Profesor Parrilla es interesante.

Es profesor en la Universidad del Camino Neocatecumenal (UCAM, en Murcia, Universidad católica san Antonio). Este profesor, junto a otros como David García-Ramos, tienen la misión (más o menos oficial) de desarrollar una especie de "fundamento intelectual" para la "teología" y "filosofía" subyacentes al CN. Acaba de publicar, por ejemplo, un libro sobre la Nueva Estética sacra (que no es otra que la de Kiko, of course).

Cuando el Cardenal Burke escribió al Papa Benedicto sobre las dudas acerca de la "liturgia" del CN, el profesor Parrilla publicó este articulito:

http://blogs.periodistadigital.com/xiphias.php/2012/06/06/jesus-manso-y-humilde-de-corazon-oyeme

(el que pueda entender, que entienda qué está llamando el Señor Parrilla al Cardenal)

Y en cuanto a ideas políticas, tiene cosas muy interesantes, y otras, por lo menos curiosas. Su obsesión con el partido Podemos (fundado por comunistas), llega a cotas asombrosas, como en el siguiente artículo.

http://blogs.periodistadigital.com/xiphias.php/2015/01/27/podemos-votar-por-espana

Así que me quedo con San Pablo. Examinadlo todo, quedáos con lo bueno. El Sr Parrilla tiene cosas muy interesantes. Pero tiene otras cuestionables, como su amor-veneración a Kiko Argüello, y su falta de objetividad cuando se toca el tema del Camino. Para él el CN es "EL" modo en que se hará la "nueva evangelización" (ejem, ejem: cada vez que alguien habla de nueva evangelización no sé por qué me vienen a la cabeza animalitos en la Piazza di San Pietro o misas con Payasos)

Un fuerte abrazo de parte de un lector habitual que les agradece sus esfuerzos

Walter E. Kurtz dijo...

Algo curioso, a la vez que sintomático, de la Ortodoxia Radical es su reivindicación de la Teología de la Liberación.

El agustinismo político de ciertas versiones del nacionalismo católico argentino, aunque rechace la TL por razones políticas, termina moviéndose en el mismo andarivel "agustino".

Es bien sabido que en cuestiones morales San Agustín nunca se desprendió del todo de su anterior maniqueísmo. Así como del agustinismo moral (especialmente en cuanto reacción contra el tomismo), se derivaron maniqueísmos morales como el jansenismo. De modo similar, de este agustinismo político se derivan formas maniqueas de entender la acción política típicas de ciertas versiones bastante ruidosas del nacionalismo católico argentino.

Aún cuando se sostenga el tomismo a nivel metafísico, no se derivan de ello principios morales, donde privan las formas agustinas por sobre las tomistas.

Ireneus Lyonensis dijo...

Sr. Kurtz: ¿podría recomendar algún libro que analice el tema del agustinismo político y su relación con el maniqueísmo?. Sé que "¿Una nueva ciencia de la política?" de Voegelin trata de la relación de los movimientos de masas del s. XX con el gnosticismo, pero no conozco mucho más. Le agradecería cualquier dato sobre la influencia de maniqueísmo y/jansenimo en movimientos políticos y/o religiosos recientes.

Y muchas gracias al blog por tratar estos temas.

Veritas dijo...

Mmmm. Traer el artículo de un rabioso podemita... Malos maestros escogen.