sábado, 16 de julio de 2016

Pacifismo

En el pasado publicamos en nuestra bitácora una entrada sobre el belicismo. Hoy toca decir algo sobre el pacifismo.
Para el pacifismo nunca hay derecho a derramar la sangre de otro. Sólo se puede resistir a la violencia con medios no violentos. Los pacifistas cristianos se apoyan en el Decálogo y en el Evangelio. La modalidad más seria del pacificismo se funda en argumentos morales: en la guerra mueren inocentes, personas que no son combatientes. Dado que matar al inocente es un acto intrínsecamente malo, intervenir en una guerra implica descalificación moral para el que lo realiza. Quien participa en una guerra se involucra en numerosos homicidios, de funestas repercusiones para la humanidad, pecando contra el Quinto Mandamiento. Lo hace como agente principal, causando el resultado letal, o bien como cooperador, consintiendo el homicidio que cometen otros. En todo caso, además, quien toma parte de un conflicto bélico, se expone a una ocasión próxima de pecado, al insertarse en una estructura pecaminosa. Consecuentes con estos argumentos los pacifistas son objetores de conciencia. Dado que consideran a la guerra como algo intrínsecamente deshonesto, la única opción legítima para el cristiano sería negarse a prestar cualquier cooperación con las fuerzas armadas, por lo cual estiman ilícito el servicio militar voluntario u obligatorio.
En estos argumentos pacifistas hay varios errores de juicio moral. En primer lugar, una concepción “fisicalista” del objeto, que identifica el objeto físico con el objeto moral. En una guerra se mata al enemigo y tal resultado es físicamente idéntico al de un homicidio, pero en el plano ético no se da tal confusión. En segundo lugar, el pacifismo no llega a distinguir adecuadamente entre matar a un enemigo (o injusto agresor) y matar a un inocente. En tercer lugar, es intrínsecamente malo matar directamente a un inocente. Esta última precisión se comprenderá mejor con un ejemplo clásico, conocido como tormenta bélica:
Para atacar el centro de operaciones del enemigo se puede bombardear con precisión determinadas zonas, lo que otorgaría la victoria. Sin embargo, se ha detectado la presencia de civiles no combatientes en la zona de bombardeo.
El caso recibió tratamiento explícito por parte de Francisco de Vitoria. Y tiene una solución pacífica y secular en la doctrina católica: es lícito en una guerra justa dirigir la tormenta bélica (cañones, aviación, etc.) contra los objetivos militares de una ciudad, aunque acaso tengan que perecer inocentes.
La solución no es más que una aplicación del principio de doble efecto (denominado como mal menor). Lo cual supone que la guerra no es intrínsecamente perversa; que la defensa de la patria es un bien objetivo; que ello es lo que se intenta directamente y no la muerte de los civiles, que es un efecto malo no querido de modo directo; que dicha muerte no es un medio para conseguir el fin; y que hay una razón grave para actuar.
En cuanto al argumento de la ocasión de pecar que usan los pacifistas, se debe reconocer que una guerra puede ser ocasión de pecado, ya que implica un cúmulo de circunstancias exteriores que son facilidades e incitaciones muy poderosas para pecar; circunstancias que no se buscan directamente sino que se presentan o imponen desde fuera. Pero este argumento tiene una respuesta tradicional: es legítimo colocarse en ocasión de pecar mediando causa justa y proporcionada. Y el bien de la patria ciertamente es causa justa y proporcionada para hacerlo.
Al margen de las buenas intenciones de los pacifistas, el pacifismo está equivocado.

4 comentarios:

Jorge Rodríguez dijo...

y ¿Quién dice cual es el bien de la patria? Además:

Primero, separar el objeto físico del moral es algo muy conveniente para justificar cualquier cosa.
Segundo, si "el pacifismo no llega a distinguir adecuadamente entre matar a un enemigo (o injusto agresor) y matar a un inocente." ¿Podemos decir que el belicismo si distingue adecuadamente?
Tercero, ¿donde dice el decálogo eso de "directamente" no mataras a inocente? ¿Es licito matar a un inocente indirectamente? Si yo le disparo un tiro, es la bala la que lo mata "indirectamente" supongo que eso me exculpa.

Martin Ellingham dijo...

Jorge:
En esta entrada se usan términos precisos del argot tomista.
Saludos.

Redacción dijo...

Anónimo persistente:
Este blog no es lugar para que demuestre su analfabetismo funcional y exhiba su anormalidad psíquica.

Martin Ellingham dijo...

Primero, separar el objeto físico del moral es algo muy conveniente para justificar cualquier cosa.

La distinción es real, tomista, y de ella se puede abusar, como de todo, no obstante el abuso no prohíbe el uso.
Hay actos físicamente observables que se parecen mucho. Por ejemplo, al ver que una persona toma en sus manos un objeto, se pueden hacer varias conjeturas sobre cómo calificar este hecho: a) como robo, b) como la apropiación justa de algo, c) como un acto de examinar el objeto, etc. Análogamente, al ver que una persona mata a otra, se pueden hacer varias conjeturas sobre la calificación del hecho.


Segundo, si "el pacifismo no llega a distinguir adecuadamente entre matar a un enemigo (o injusto agresor) y matar a un inocente." ¿Podemos decir que el belicismo si distingue adecuadamente?

El belicismo, habría que verlo. El tomismo sí distingue adecuadamente.

Tercero, ¿donde dice el decálogo eso de "directamente" no mataras a inocente?

Hay muchas verdades que no están expresamente contenidas en la Escritura. Pero pertenecen a la Tradición. Tampoco dice el Decálogo que no se debe librar un cheque sin fondos… para no pagar una deuda.
Lo que sí pertenece a la Tradición es que el acto de matar de modo voluntario y directo a un ser humano inocentes es intrínsecamente malo.


¿Es licito matar a un inocente indirectamente? Si yo le disparo un tiro, es la bala la que lo mata "indirectamente" supongo que eso me exculpa.

Indirectamente no alude al modo de matar, sino al acto de la voluntad que quiere la muerte del prójimo. Con un arma de fuego se puede matar a un inocente de modo voluntario directo (=homicidio) o de modo voluntario indirecto (=en una guerra se ametralla un cuartel enemigo, en el cual, además de tropas, se encuentran algunas enfermeras que fallecen sin que lo quiera el atacante).

Saludos.