Una de
las cosas buenas que ofrece internet –entre tantas malas o estúpidas- es la
enorme cantidad de libros digitales y otros recursos de libre acceso. Esto facilita
notablemente las posibilidades de adquirir una mejor formación
doctrinal-religiosa. Por esta razón hemos puesto enlaces a
bibliotecas digitales. Las cuales se pueden complementar con otros recursos
audiovisuales.
Pero a
veces pareciera que Dios le da
pan al que no tiene dientes. No por Dios, claro está, que es
Providente; sino porque nunca falta quien no quiere aprovechar las
oportunidades que se le ofrecen. Más bien habría que decir, en algunos casos,
que Dios da el pan a quien no
quiere comerlo.
No tratamos de quienes desprecian el conocer las verdades necesarias
para salvarse. Sino de aquellos que, conociendo su Catecismo elemental, tienen tiempo para escribir
en bitácoras y comentar en foros, metiéndose en temas que requieren mayores
conocimientos que las nociones básicas de la catequesis.
Si uno no
sabe más que lo elemental, puede entrometerse en asuntos más complejos, e
interactuar con otras personas, con buenas
disposiciones: el deseo de conocer verdades, profundizar lo que se sabe de
modo superficial, prevenirse contra posibles errores… buscando honestamente la
verdad. Y es raro que con buenas disposiciones no encuentre a otro que quiera
ayudarle a mejorar en sus conocimientos.
Pero uno
puede hacer lo anterior con malas
disposiciones. Y así incidir en distintas patologías virtuales. Como somos pecadores,
no estamos para tirar piedras, ni primeras, ni últimas.
Todos
podemos hacer algo para mejorar. Los libros digitales pueden ser una ayuda. Si
antes de meterse en un tema teológico que se ignora, uno se toma la molestia de
leer las voces elementales en algún diccionario teológico, seguramente podrá
comprender mejor el significado de lo que otros dicen, evitar hacer comentarios
lamentables o fastidiar una conversación interesante. Por ejemplo, en el sitio obrascatolicas hay dos diccionarios de Teología
orientados a la divulgación (el de Dogmática,
de Parente; y el de Moral de Roberti)
que permiten informarse del estado de una cuestión antes del Vaticano II con la
seguridad doctrinal de la Escuela Romana.
Consultando estas obras no agotará el tema, pero al menos tendrá un mínimo
común para dialogar.
¿Y qué
pasa si uno no quiere hacer nada para mejorar su formación y demuestra que no
está bien dispuesto? Lo menos que puede decirse es que no tendrá derecho a
quejarse si no le publican sus comentarios o si nadie los responde. Como decía
Castellani, el castigo para quien no ama la verdad es quedarse sin ella. Y si
además de no amar la verdad, por las malas
disposiciones, uno se cree en posición de lanzar anatemas y de poner
etiquetas sin ningún fundamento teológico, inevitablemente hará el ridículo.
1 comentario:
Un palo muy caritativo para uno que yo se. Que no creo que se entere porque su natural se lo impide.-
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