El Carlista, una amable lector de esta bitácora, ha dejado un comentario que merece un post aparte. Contemplata ha dado una respuesta aquí.
Redacción:
No creo que sea yo quien mejor pudiese lograr resumir tan medulosa obra en pocas palabras, pero ahí va mi intento sin antes dejar de recomendar que lo mejor sería acceder al libro (Ed. Rialp. 1959):
En la Metafísica del Sentimiento Theodor Haecker afirma que el sentimiento no representa ni desea objeto alguno, pues su campo se agota en el fuero interno. Hace referencia a un estado de ánimo que siempre es interior.
La inteligencia va en busca de la verdad y la voluntad tiende al bien. Pero el sentimiento no tiende a nada. Luego no está en la voluntad. Y ni discusión hay que tampoco en la inteligencia.
Para este alemán el sentimiento es facultad independiente del espíritu.
Para este alemán el sentimiento es facultad independiente del espíritu.
Entonces, a diferencia de lo que nos habían contado antes tendríamos tres potencias diferentes: inteligencia – voluntad – sentimiento (y ya no dos: inteligencia y voluntad).
La potencia psíquica se especifica por su objeto. Si se encontrase un objeto propio del sentimiento se podría demostrar su autonomía (ya sabemos que el objeto de la inteligencia es la verdad y el de la voluntad el bien).
El alemán considera que el objeto del sentimiento es la felicidad. Mientras la volición y el pensamiento parecen referirse al mundo y los objetos, el sentimiento es interioridad. Arraiga en la intimidad.
Lo que llevó a Haecker a estas reflexiones fue, entre otras experiencias, leer en el diario de Kierkegaard del 19 de Mayo de 1838, lo siguiente: “Hay una alegría indescriptible que envuelve misteriosamente en llamas nuestro interior, como cuando resuena de improvisto la palabra del Apóstol: ¡Regocijaos, os digo! Y os lo vuelvo a decir: ¡Regocijaos!”. Es una alegría sin motivos que surge de su interior: “de mi alegría y en mi alegría me alegro: por mi alegría, con mi alegría y cabe mi alegría. Celestial ritornelo que irrumpe súbitamente nuestros cánticos: alegría que refriega y apacigua como el suave aliento de la brisa, un soplo del alisio que, desde el valle de Mambre, se elevase como una ola a las moradas eternas”.
Y es llamativo, pues no era Kierkegaard precisamente un hombre rebosante de alegría (tema que profundiza Haecker en otra obra). Sin embargo cuenta que le surgió del interior.
Manuel Garrido, cuando desde los fueros del tomismo hace la crítica de esta Metafísica del Sentimiento, afirma que éste pertenece a la voluntad: “la inclinación a la propensión del apetito es tal, que no se agota en tender a la búsqueda del bien ausente, sino que incluye el gozo y el descanso en la posesión del bien presente. Apetecer es tanto desear lo que no se tiene como gozar de lo que se tiene”. Este “gozar” como coronamiento del apetito es fruición y sosiego que versa en ambos casos sobre el mismo objeto: el bien.
Así como en el orden de la inteligencia tenemos la duplicidad “entendimiento y razón”, también en el de la voluntad tendríamos la dupla “voluntad de fines (sentimiento) y voluntad de medios (“voluntad”)”.
Es bueno aclarar que Haecker advierte del riesgo del panteísmo “que es la religión natural del sentimiento”. Sería un error confundirlo con en sensiblero a lo católico moderno.
El alemán considera que el objeto del sentimiento es la felicidad. Mientras la volición y el pensamiento parecen referirse al mundo y los objetos, el sentimiento es interioridad. Arraiga en la intimidad.
Lo que llevó a Haecker a estas reflexiones fue, entre otras experiencias, leer en el diario de Kierkegaard del 19 de Mayo de 1838, lo siguiente: “Hay una alegría indescriptible que envuelve misteriosamente en llamas nuestro interior, como cuando resuena de improvisto la palabra del Apóstol: ¡Regocijaos, os digo! Y os lo vuelvo a decir: ¡Regocijaos!”. Es una alegría sin motivos que surge de su interior: “de mi alegría y en mi alegría me alegro: por mi alegría, con mi alegría y cabe mi alegría. Celestial ritornelo que irrumpe súbitamente nuestros cánticos: alegría que refriega y apacigua como el suave aliento de la brisa, un soplo del alisio que, desde el valle de Mambre, se elevase como una ola a las moradas eternas”.
Y es llamativo, pues no era Kierkegaard precisamente un hombre rebosante de alegría (tema que profundiza Haecker en otra obra). Sin embargo cuenta que le surgió del interior.
Manuel Garrido, cuando desde los fueros del tomismo hace la crítica de esta Metafísica del Sentimiento, afirma que éste pertenece a la voluntad: “la inclinación a la propensión del apetito es tal, que no se agota en tender a la búsqueda del bien ausente, sino que incluye el gozo y el descanso en la posesión del bien presente. Apetecer es tanto desear lo que no se tiene como gozar de lo que se tiene”. Este “gozar” como coronamiento del apetito es fruición y sosiego que versa en ambos casos sobre el mismo objeto: el bien.
Así como en el orden de la inteligencia tenemos la duplicidad “entendimiento y razón”, también en el de la voluntad tendríamos la dupla “voluntad de fines (sentimiento) y voluntad de medios (“voluntad”)”.
Es bueno aclarar que Haecker advierte del riesgo del panteísmo “que es la religión natural del sentimiento”. Sería un error confundirlo con en sensiblero a lo católico moderno.
Echa varios ejemplos durante la obra para justificar su tesis. Afirma que “el sentimiento no es un órgano de la inteligencia, pero es una conditio sine qua non del conocimiento del valor. Lo cual es algo distinto”. “Como sentimiento puro no conoce, pero combinado con la inteligencia crea un conocimiento específico de valores estéticos, éticos y religiosos”. Habla de cosas que ni siquiera pueden ser pensadas sin el sentimiento, en particular el sentimiento de “amor”.
El Carlista.
El Carlista.
34 comentarios:
Me recuerdan lecturas de treinta años atrás. Hay que volver a los libros viejos.
Dado que mi comentario apuntaba al del Carlista en el post anterior, lo copio aquí nuevamente con algunos agregados.
Interesante lo de Haecker. Si el sentimiento fuese así y además 'salir de sí' fuese sólo del sentimiento, estaríamos a lo mejor de acuerdo. Habría que ver.
Lo que no entiendo es: "a diferencia de lo que nos habían contado antes tendríamos 3 potencias" .
'Siempre tuvimos' 17 o más potencias -según contemos los sentidos. Los sentimientos o pasiones sensibles no son potencias sino actos de las potencias afectivas sensibles y por eso 'nunca estuvieron' en la voluntad en tanto sensibles. Aunque la voluntad se extiende a ellos y hay también afectividad volitiva.
El sentimiento o pasión(sobre todo el amor) se dirige a un objeto y no queda en uno mismo porque, salvo que la voluntad no lo consienta, mueve a obrar. En el animal la pasión mueve la potencia motriz también.
Es verdad que puede haber sentimientos enfermos que enajenan o ensimisman, que paradójicamente, viene a ser casi casi lo mismo. Sería como un autismo en que el sujeto no sale de sí y se 'conforma' con su propio sentimiento. Lo cual no quiere decir que el sentimiento no tenga objeto, sino que el objeto no tiene correlato real; es imaginario.
Es enfermizo el 'amare amabam', que menta San Agustín, por ejemplo.
Y lo es porque contradice la dirección natural del sentimiento que se dirige a un bien distinto del sentimiento mismo. Es verdad que el mismo Aristóteles dice que hay gozo en la operación y en la actividad también, pero no como aquello que principalmente produce gozo, sino como un plus que se añade al gozo o placer en el bien amado y presente.
Los sentimientos 'normales' no son así. Aunque para permanecer normales necesitan de la luz de la razón y de la virtud de la voluntad que se extiende en los apetitos sensibles como virtud también. Y, por supuesto de la Gracia y del Espíritu.
Es difícil trabajar con concepciones antropológicas distintas y pretender acordarlas sin más.
En una perspectiva tomasiana, el noli foras ire de Agustín no significa no salir de sí para encontrarse con la verdad o el amor, sino recogerse, o sea, no perderse en afectos que abajan, desconcentran y confunden, para poder contemplar y amar en primer lugar a Dios, pero también a los amigos, y a los prójimos, para estudiar incluso sine ira.
El último párrafo de la reseña está en consonancia con la frase de Pascal: EL CORAZÓN TIENE RAZONES que la razón no tiene.
En general el "tomismo" no aceptó esta frase, pues "las razones no están en el corazón según Sto. Tomás".
Y a mí no me gusaba mucho tampoco. Ahora comprendo un poco más su significado.
Sólo leí de Haecker El diario del día y de la noche, así que me resulta interesante todo esto.
Supongo que pese a los prejuicios que puso en mi mente Castellani (en doscientos lugares dice que Haecker era un macaneador), vale la pena leerlo.
Muchas gracias, don Carlista.
Leí solo Virgilio Padre de Occidente de Haecker. Se lo comenté a un profesor "tomista" de la UCA quien me dijo que era "vana prosa preciosista".
Sigo creyendo que es un gran libro.
En la entradilla, donde pone "una" debe decir "un".
La lectura de cualquier pensador europeo que dijo algo sugestivo (además de interesdante) es siempre una buena ocasión para que los argentinos saquen a relucir a su Castelllani. Puf!
¿Entonces por qué no nos devuelven los derechos de autor así podemos volver a publicarlo en pesos argentinos y no tenemos que comprarlo a precio de euros?
Ocurre que si se hubiera hecho caso a los doctores místicos, sobre todo San Juan de la Cruz en los libros de la Subida, cuando hablaban de la memoria como potencia del alma y lo que supone en el mecanismo de la vida teologal en cuanto formas sensibles con intenciónes se ahorra uno toda la progresión de Haecker.
Y si los tomistas se hubieran dedicado en lugar de machacar repetitivamente que la memoria no se distingue del entendimiento a machacar la questio 10 en De Veritate pues no habría este vacío que siente el escolástico cuando se habla de estas cosas y mucho menos hubiera aparecido incontestado el nuevo mesalianismo rampante y rapiñante que vivimos hoy.
Coronel, no es extraño lo de Castellani. Haecker en La Joroba de Kierkegaard le hace varias críticas al danés que Castellani no compartía. Pero hay otras que Castellani le hace y no dice que las toma de Haecker...
Haecker lo quería bien a Kierkegaard. Fue su traductor al alemán y kierkergaardiano hasta los huesos. Lo mismo que pascaliano.
Anónimo:
Ese es el mejor libro de Haecker. Para hacerle justicia a la UCA hay que decir que ese libro lo editó su Facultad de Derecho en 1979 (los que pasen por esa biblioteca deberían pedirlo). Además, lleva un profundo prólogo, lleno de elogios, de Alfredo Di Pietro, quien era profesor de la casa (notable profesor de Derecho Romano).
Entre otros, en Argentina, también lo valoró un grande como Sepich, quien tradujo su El Espíritu del Hombre y la Verdad.
En fin, así es la filosofía. Aburrido sería que todos estemos en todo de acuerdo.
El Carlista.
Che, que peor era cuando los derechos los teníamos nosotros y nadie lo editaba ni reeditaba y para conseguir Juan XXIII -XXIV tenías que hacer un curso de bombero!
PEDRO HISPANO dice: Pues yo lo que no entiendo es a qué viene esto de Haecker aquí.
Se me ocurren dos ideas por las que podría discurrir alguna reflexión sobre esto que nos propone "El carlista". A modo de "abrir el melón": la eliminación de la intencionalidad del sentimiento, ¿ no conllevaría el peligro de caer en el "psicologismo"?
Segunda tajada al melón: el carácter formal, no material (por no intencional) de la estructura del sentimiento, no sería una suerte de "estructura trascendental" al estilo kantiano o husserliano?Algo parecido sucede con la epistemología de San Agustín cuando habla de las "nociones" impresas en la memoria "de praesentibus" y que quedarían expresas en el intelecto por obra de la iluminación produciendo un re-conocimiento, sin necesidad de acudir al entendimiento agente y poniendo el fundamento de las operaciones psicológicas en un fundamento que permite el re-conocimiento de esencias objetivas, y que asegura por ello la posibilidad del conocimiento. Este aspecto "trascendental" sin embargo, poseería un fundamento objetivo que es la "iluminación" que es la misma para todos, y procede de la presencia de Dios en el alma. El problema estaría en definir cuál sería el fundamento objetivo de esa estructura "trascendental" (con perdón). Por cierto, ¿podría encontrarse alguna relación entre el planteamiento de Haecker y la "reducción trascendental" de Husserl, tan de modo en la Alemania filosófica de aquélla época?
Fr. Juan de Santo Tomás
Fr. Juan.
No entiendo mucho de esto, pero hay un punto central y es que T.H. le creyó a K. que esa alegría le venía solo de dentro y porque sí y desde ese punto que no discute plasmó su tesis.
Al menos eso parece.
Ludovicus dijo,
La alegría venia de la serotonina.
Muchas gracias por publicar la respuesta.
Saludos
Anónimo de 20:21.
Además de esa alegría de causa interior está el tema del sentimiento que no solo nace sino que muere en el interior. A diferencia de la voluntad.
Y en los casos que el sentimiento tenga como causa algo exterior también muere en el interior. También a diferencia de la voluntad.
Creo que esto nos sucedió a todos más de una vez...
La memoria es así mismo un un acto interior. Y por destrozar el melón: Dos conceptos: Conversio ad phantasmata (memoria sensible) frente a la capacidad espiritual de reconocerse a sí mismo en los actos de voluntad pasados que permanecen en la memoria (memoria intelectiva) por un lado y este texto de Santo Tomás por el otro:
"Los afectos del alma no están en el entendimiento ni por sus imágenes solamente, como los cuerpos, ni por su presencia en él a modo de sujeto, como las artes, sino como lo derivado está en el principio en el que está contenida la noción de derivado. Así, Agustín dice que los afectos del alma están en la memoria por determinadas nociones. "
Me ahorro divagar con Husserl y con todo formalismo pues es imposible que exista lo segundo, si antes no ha existido lo primero. O sea: aunque no es necesario el sensible para la memoria intelectiva en la que el alma se conoce a sí misma en su propia esencia, si es presupuesto y dato dado la conversio ad phantasmata del cual se deriva dicho conocimiento del afecto del alma.
Purificación de la memoria y ponerla siempre en Dios tendería a poner el afecto no tanto en el sensible en el cual se conoce ni en el reconocimiento de nosotros en cuanto que lo conocimos y lo quisimos presente en la memoria, sino en la iluminación de Dios que nos permite conocer.
Obviamente es un camino interior, pero que parte de la experiencia (experimentum) como algo necesario y fundante (por tanto evitamos el peligro de todo psicologismo) y en concreto de la presencia de Dios en la propia vida anímica en cuanto fundamento de la misma más que como experiencia (que sólo es de lo sensible). Es el camino de los místicos más que el gozo en lo sensible, propio de los mesalianos.
En este caso es obvio que la alegría interior surge de la convicción teologal de Dios presente a nuestra alma derivado desde el experimento del hecho relevado y la acción de Dios en nuestra vida histórica. Es el fruto de la esperanza informada por la caridad en todo aquel que tiene fe.
La alegría cristiana no tiene así nada que ver con esa perversión de la misma que puede ser confundida con el optimismo buscado o con otro tipo de convicción interior o reacción química.
Posibilidades que suceden en los hechos según nuestra propia experiencia:
a) que el sentimiento surja de dentro y no se manifieste en el mundo.
b) que el sentimiento surja de fuera y no se manifieste en el mundo.
En estos dos casos podemos dejar la manifestación exterior del sentimiento por respeto a las normas de urbanidad, porque sí, porque con el gozo o dolor interior alcanza, o por muchos otros motivos.
c) que el sentimiento (surja de dentro o de fuera) sea manifestado al exterior. Aquí el sentimiento nos movilizó a obrar (muy común en el amor y en el odio). El sentimiento movilizó la voluntad. Lo que mueve y lo movido no pueden ser lo mismo. Entonces el sentimiento no es tan seguro que sea parte de la voluntad.
Finalmente: el sentimiento tiene injerencia capital en la voluntad sin ser parte de ella y en la inteligencia, como se dice en el último párrafo del resumen.
Me parece bastante razonable.
Martín.
"Aquí el sentimiento nos movilizó a obrar (muy común en el amor y en el odio)."
No se debe confundir esto de que hablamos con las pasiones, que obviamente no pertenecen a lo intelectivo sino a lo meramente sensible. Aquí creo que se habla de una acción intelectiva, o sea: radicada en el alma, distintas de las facultades sensibles.
Ronin.
Está claro y no lo confundo.
Hablo de sentimientos (amor u odio) y no de pasiones.
Yo mismo he hecho cosas (a través de la voluntad) por amor.
Este filósofo, nuevo para mí, no veo en qué se está equivocando.
Tampoco lo veo peligroso. No es ni un "sensiblero" ni un "idealista" (no niega el ser que aprehendido informa al intelecto).
Atte.
Matín.
Amor y odio son pasiones que pertenencen al apetito concupiscible. He ahí parte y solo parte de la gran confusión que da paso al mesalianismo rampante.
Santo Tomás:
"La pasión es efecto del agente en el paciente. Ahora bien, el agente natural produce un doble efecto en el paciente, pues primero le da una forma, y en segundo lugar le da el movimiento consiguiente a la forma; como el generante da al cuerpo la gravedad y el movimiento consiguiente a ella. Y la misma gravedad, que es el principio del movimiento hacia el lugar connatural por razón de la gravedad, puede decirse en cierto modo amor natural. De la misma manera, el objeto apetecible da al apetito primeramente una cierta adaptación para con él, que es la complacencia en ese objeto, de la cual se sigue el movimiento hacia el objeto apetecible. Porque el movimiento apetitivo se desarrolla en círculo, como dice III De anima. El objeto apetecible, en efecto, mueve al apetito introduciéndose en cierto modo en su intención; y el apetito tiende a conseguir realmente el objeto apetecible, de manera que el término del movimiento esté allí donde estuvo al principio. La primera inmutación, pues, del apetito por el objeto apetecible se llama amor, que no es otra cosa que la complacencia en el objeto apetecible; y de esta complacencia se sigue un movimiento hacia el objeto apetecible, que es el deseo, y, por último, la quietud, que es el gozo. Así, pues, consistiendo el amor en una inmutación del apetito por el objeto apetecible, es evidente que el amor es una pasión: en sentido propio, en cuanto se halla en el concupiscible; y en sentido general y lato, en cuanto está en la voluntad."
Y esto no se puede confundir con la caridad.
Y aparte tampoco se puede confundir la caridad con el reconocimiento de sí en la memoria intelectiva (que no es ya algo sensible) sino que la caridad consiste en la presencia luminosa de Dios por su gracia en el alma conduciendo a la verdad y obrando el bien y que no es en absoluto algo percibible ni perceptible de ninguna manera salvo revelación divina personal. Y así es por mucho que podamos tener certeza moral suficiente de la misma.
Conclusion a modo de ejemplo: El Pentecostalismo. la sensiblería en la devoción, la devoción sensible sin purificar, es todo un engaño de los sentidos que conduce rápidamente a una patología espiritual de no ponerle remedio tal como le ocurría a los mesalianos o a los barrocos que convertían la liturgia en una ópera, por citar un término de exageración artística propiamente católica.
Mucho de esto hay en quien va tras las puntillas y casullas de guitarra como si eso fuera la base de la devoción y de la misma liturgia.
Más comprensible es intentar entender porqué ciertas formas y ritmos se acoplan mejor a la presencia de Dios y a purificar esta memoria que otras. De ahí se entiende la recomendación permanente del gregoriano y el canto llano o del órgano.
Lo dirá Sto. Tomás, pero no parece irrefutable en el sentido que indudablemente se puede afirmar que el amor es una pasión según él lo ve y además un sentimiento.
Tal vez estemos dándole vueltas a una cuestión más semántica que otra cosa.
Me parece lo más normal del mundo considerar al amor un sentimiento. Decimos que "sentimos" amor.
De todos modos le agradezco la valiosa ilustración.
Martín.
Qué, y el dolor tampoco es un sentimiento? Acaso no mueve a obrar?
O el dolor también es una pasión?!
Efectivamente, para el Aquinate el dolor es también una pasión (S.Th. I-IIae.,35,1).
La cuestión aquí es semántica.
El sntimiento así expresado no es más que una pasion intensificada. Si a esto se reduce el tema bastaba con hablar de la educación de las pasiones que es parte de la purificación de las potencias corporales. Entiendo que aquí el tema cae más en el lado de las facltades del alma. Se ha hablado de trascendental...sinceramente un cacao que acaba en que por ahí anda ya una bloguera capaz de juzgar de la esperanza de cada uno segń los sentimientos qur muestren.
No es cuestiòn semántica, creo.
El asunto es que el sentimiento es una pasión intensificada. El sentimiento es así siempre, en doctrina escolástica algo que atañe a la sensibilidad o lo corporal.
Para hablar de ello bastaba con remitir a la purificación de las facultades corporales y en concreto a la educación de las pasiones, tal como hacen los clásicos de teología espiritual.
Creía que aquí, con la introducción de este autor se estaba haciendo un apunte a algo no corporal, de hecho uno intentando cortar tajada al melón ha apuntado a esquemas trascendentales. Es por tanto obvio que estamos hablando de facultades intelectivas o del alma. Por eso insisto en que para ese recorrido tenemos ya el tema de la memoria intelectiva y la aplicación que hace San Juan de la Cruz de la misma, ignorada o tan maltratada por los tomistas, como consta por ejemplo en como se la ventila Royo Marín en una nota al pie poniendo la autoridad del Padre Crisógono por encima de la de San Juan de la Cruz.
En fin. Ustedes verán porqué hay tanto neomesaliano en la Iglesia a uno y otro lado.
En aquel libro que leí hace muchos años se menciona lo que comentó Fray Tomás sobre San Agustín y lo que comenta Ronin Católico de San Juan de la Cruz. Recuerdo que T.H. lo acepta pero con variables en ambos casos, pero no recuerdo exactamente con cuáles.
También afirma que hay sentimientos corporales (causados por la percepción sensorial) y del alma. Toda esta metafísica es sobre los segundos (no de sensaciones corporales).
En este tema, para la antropología de la filosofía perenne, emociones, sensaciones y pasiones son intercambiables. No me detendría demasiado en cuestiones semánticas.
Por otro lado, se distinguen sentidos externos y sentidos internos (memoria, imaginación/phantasmata, instintos) que hacen a la vida animada, por lo que también están en los animales. Y que, por lo tanto, se distinguen de la inteligencia y la voluntad.
El asunto es saber dónde se asientan las pasiones (en el sentido de más arriba), si en los sentidos internos, o en la inteligencia y/o voluntad. ¿El animal tiene irascible, concupiscible, etc.?
Este autor, como otros, parecen distinguir una especie de tercera potencial espiritual (racional) que no es ni inteligencia ni voluntad. Pero parece más una distinción didáctica que real (in re).
No me queda claro que sea compatible con el tomismo, excepto que uno de le dé algunas vueltas, como hace Castellani con Kirkegaard, y que uno abandone el ámbito propio de la antropología filosófica propiamente dicha para adentrarse en el de la psicología.
Anónimo del 25, 00:27: ¿qué, Juan XXIII-XXIV se editó en España? no hubo noticia... ¿o está incluido en alguna neo-antología?
Si no te enteraste que Castellani se editó y reeditó constantemente en Argentina es porque vivís en Colombia. Pero bueno, que te aproveche lo que te llegue y como sea.
Juan XXIII-XXIV no se reeditó.
No está ni en Mercado Libre.
Dígame dónde lo consigo.
Por favor.
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