domingo, 18 de marzo de 2012

Un concilio celebrado en vano



Joseph Ratzinger trató acerca de la posibilidad de que un concilio fuera celebrado en vano. He aquí la cita: 
«Intentemos extraer ahora un balance global. Al final del Concilio [Vaticano II], Karl Rahner recurrió a una comparación según la cual son necesarias enormes cantidades de pezblenda para obtener un poco de radio, que es lo único que importa de todo el proceso. Según esto, de toda la poderosa proclama del Concilio, lo único valioso sería el más —por muy pequeño que fuera— de fe, esperanza y amor que, a través de él, pudo conseguirse. Es muy posible que no alcanzáramos a comprender en toda su amplitud, en aquellos días, la terrible seriedad de estas palabras. De todas formas, hay una relación necesaria entre la pezblenda y el radio. Donde hay pezblenda, hay radio, aunque la relación de cantidades sea abrumadoramente pequeña. No existe, en cambio, esta misma necesaria relación entre la pezblenda de palabras y papeles y la realidad viviente cristiana. Que el Concilio llegue a ser una fuerza positiva en la historia de la Iglesia sólo de una manera indirecta depende de los textos y de las agrupaciones. El factor decisivo es que haya o no hombres —santos— que, mediante el compromiso inconmovible de su propia persona, acierten a crear cosas nuevas y vivas. La decisión definitiva sobre el valor histórico del concilio Vaticano II depende de que existan hombres capaces de hacer frente al drama de la separación del trigo y de la cizaña y den así un claro sentido a un conjunto que no puede abarcarse sólo con palabras. Todo lo que, por el momento, podemos decir es que el Concilio por un lado ha abierto sendas que, prescindiendo de ciertos extravíos y desviaciones, conducen verdaderamente al centro del cristianismo. Pero, por otro lado, debemos tener la suficiente capacidad de autocrítica para reconocer que el ingenuo optimismo del Concilio y la presunción de muchos que lo apoyaron y propagaron han justificado de terrible manera los funestos presagios de muchos varones eclesiásticos del pasado sobre los peligros de los concilios. No todos los concilios legítimos de la historia de la Iglesia han sido concilios fructuosos. De algunos de ellos sólo queda, como resumen, un enorme «celebrado en vano» 14 [14. En este contexto, se menciona con frecuencia, y con razón, el concilio Laterano V, celebrado en 1512-1517, pero sin aportar una ayuda eficaz para la superación de la crisis amenazante.] Respecto del rango del Vaticano II aún no puede pronunciarse un juicio definitivo, aun admitiendo que en sus textos hay muchos elementos válidos. Que, al final, haya de ser enumerado entre los faros luminosos de la historia de la Iglesia es algo que depende de los hombres que deben transformar la palabra en vida.» (Cfr. Ratzinger, J. TEORÍA DE LOS PRINCIPIOS TEOLÓGICOS. BARCELONA. HERDER, 1985. Ps. 452-453. La bastardilla es nuestra.)
Llama la atención la comparación inicial: la pecblenda (para la traducción de Herder: “pezblenda”) y su relación con el radio. De acuerdo con el DRAE, la pecblenda es un mineral de uranio, de composición muy compleja, en la que entran ordinariamente varios metales raros, entre ellos el radio. Se necesita una tonelada de pecblenda para extraer sólo un gramo de radio. ¿Se insinúa aquí que los documentos del Vaticano II son como una tonelada de pecblenda de la cual sólo podría extraerse un gramo de utilidad para la Iglesia?
Otro dato de interés es la mención del Concilio Lateranense V en nota al pie como ejemplo histórico de un concilio celebrado en vano. Convocado por el papa Julio II, el sermón inaugural del lateranense V fue pronunciado por Egidio de Viterbo, general de los agustinos y causó una fuerte impresión en el auditorio. El orador saludaba la llegada de los nuevos tiempos en los siguientes términos: «¡Dichosos los tiempos que vieron estas grandes asambleas! ¡Desgraciados los que no las recibieron!». ¿Algún parecido con el entusiasmo del «nuevo Pentecostés» y la censura a los «profetas de calamidades»? Siete meses y medio después de la clausura de este concilio, entraba en escena Lutero, y la aceleración de la rebelión protestante volvería irrisorias las medidas conciliares. Con todo, la adquisición más duradera de este verdadero fracaso pastoral fue haber puesto la palabra final a las teorías conciliaristas vigentes, reconociendo la superioridad del papa.  

7 comentarios:

Miles Dei dijo...

Adquisición duradera que no se debe al concilio, sino a un acto papal extraordinario sobre el mismo.

Sería interesante saber exactamente la expresión original que hay bajo la palabra "rango".

Anónimo dijo...

Hace ya tiempo que BXVI es consciente de que la Iglesia se deshace. Una muestra, entre tantas:

"«Después del Concilio, las diferencias de confesiones entre la exégesis católica y protestante desaparecieron prácticamente... Pero el aspecto negativo de ese proceso es que, a partir de ahora, incluso en ambientes católicos, la separación entre la exégesis y el dogma es total, y la Escritura se ha convertido por sí misma en una palabra del pasado que cada cual debe esforzarse en traducir al presente, sin poder apoyarse demasiado en la base en que se aguanta. La fe se convierte entonces en una especie de filosofía de la vida que cada cual trata de extraer de la Biblia. El dogma, privado del fundamento escriturario, carece de sostén. La Biblia, que se ha separado del dogma, se convierte en un documento del pasado; ella misma pertenece al pasado»

Y yo me pregunto si esas palabras las dice con sincera pesadumbre o si piensa, en lo más íntimo, que "esto va bien". Al fin y al cabo, él arrimó el hombro para empujar en la dirección que marcaron algunos pseudo-teólogos anti-católicos, especialmente Rahner, quien "recupera por su cuenta la tesis hegeliana de que el concepto de Dios, y Dios mismo, es la proyección de la conciencia humana. En vez de existir antes que el hombre, Dios es fruto del espíritu humano." (D. Bourmad, "100 años de modernismo") Al fin y al cabo, parece seguir empujando en la misma dirección, fomentando el indiferentismo y apoyando tesis claramente masónicas (véase Caritas in Veritate).

Mi impresión es que BXVI es tan modernista como pudo serlo Rahner, y tiene tanto miedo como cualquier católico liberal a proclamar la Verdad sin ambigüedades ni subterfugios retóricos. Para los modernistas, la pecblenda no es ningún inconveniente, sino el material con que se construye el parapeto.

Por cierto, y hablando de Rahner, habrá algún día que examinar el papel tan prominente de los jesuitas en la destrucción de la Iglesia. Desde luego, subvertir al ejército de San Ignacio ha sido una obra maestra del demonio.

Miles Dei dijo...

Ese análisis de los jesuitas ya está documentado en gran parte gracias a Ricardo de la Cierva.

Flipper dijo...

El Lateranense V tiene sus semenjanzas, pero también sus diferencias con este concilio.
El discurso de Egidio de Viterbo era una llamada a renovar la Iglesia en su totalidad, los objetivos que se pusieron en Trento después. Sólo que en esa ocasión el papa y la curia-como hizo León X en Trento después- no estaban demasiado urgidos a poner en práctica un concilio.

Anónimo dijo...

Pues si el análisis es de Ricardo de La Cierva apaga y vámonos. Yo me pregunto de dónde sale que los jesuitas mantengan una postura grupal. Yo he hablado con varios y cada uno era de un palo diferente, sí abundan los progresistas (como en casi todas las congregaciones de "todal la vida") pero también hay muchos muy tradicionales.

Salo

Jose Ramon dijo...

Justo lo que pensaba. ¡¿Ricardo de la Cierva?! Por Dios.

Miles Dei dijo...

El análisis es el correcto, sólo que hay que saber leer más allá de las líneas. El problema de los jesuitas es la obediencia ciega.

Bajo esa vida de obediencia ciega (aunque parezca una antítesis con la forma de ser de los progresistas) se ha gestado y vivido la destrucción de la compañía. Superiores intermedios ineptos para dirigir el rumbo de la misma cuando saltaban los resortes y solo sabían exigir la obediencia a lo que dictaban desde arriba.

Y los tradicionales doblemente ineptos porque lo que tenían que haber hecho hace tiempo es desobedecer y haberse plantado. SObre todo cuando se les negó la escisión de la Compañía.

Eso a groso modo. La documentación que aporta de la Cierva es enorme. Lo mejor en los informes internos que ha publicado en su último libro: La infiltración. Leyéndolos no se explica como los jesuitas fieles podían morir amargados sin hacer nada contra los malos superiores después de escribir esos informes.

Para un análisis más profundo del tema hay que remontarse varios siglos. Pero es más largo de contar y aún más complejo de entender. Ahí sí que es cierto que De la Cierva ni lo huele sino todo lo contrario como cuando muestra ese orgullo jesuítico afirmando que Molina salvo la libertad del hombre con su "ciencia media". Por eso dije "en gran parte".