Hay otra cuestión muy importante implícita en todo lo que hemos visto
y que requiere la consecuente elucidación. Es conocida la férrea oposición de Newman al
liberalismo religioso durante toda su vida, desde los tiempos de su
fellowship en Oxford
hasta el final. Precisamente, en su célebre alocución al recibir el biglietto como Cardenal de la
Iglesia Católica, Newman dijo:
Y me regocijo en decir que desde el principio me he opuesto a un gran
mal. Por treinta, cuarenta, cincuenta años he resistido con todas mis fuerzas
el espíritu del liberalismo en religión. Nunca ha necesitado la Santa Iglesia
campeones contra él tan acuciantemen- te como ahora, en que este error se
extiende como una trampa por doquier; y en esta gran ocasión, cuando es natural
que alguien en mi lugar mire hacia todo el orbe, y hacia la Santa Iglesia, y
hacia su futuro, espero que no se me considere fuera de lugar si renuevo la
protesta contra este mal como lo he hecho tan a menudo.
El liberalismo en religión es la doctrina que afirma que no hay verdad
positiva en religión, sino que un credo es tan bueno como otro, y que ésta es
la enseñanza que está ganando fuerza y se está imponiendo actualmente. Es
inconsistente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera. Enseñan que todas deben
ser toleradas, pues todas son materia de opinión. La religión revelada no es
una verdad, sino un sentimiento y un gusto, no un hecho objetivo, no milagrosa;
y es el derecho de cada individuo hacerle decir lo que se le pase por la cabeza.
La devoción no está necesariamente fundada en la fe. Los hombres pueden ir a
las Iglesias Protestantes y a las Católicas, pueden obtener bienes de ambas y
pertenecer a ninguna. Pueden fraternizar en pensamientos y sentimientos
espirituales sin ninguna perspectiva de doctrina en común, y sin percibir su
necesidad. En consecuencia, por ser la religión una peculiaridad tan personal y
una posesión tan privada, deberemos necesariamente ignorarla en las relaciones
entre los hombres. ¿Qué le importa a Ud. si un hombre inventa una nueva
religión cada mañana? Es tan impertinente pensar en la religión de un hombre
como en el origen de sus ingresos o el gobierno de su familia. La religión, en
consecuencia, no es en ningún sentido el vínculo de la sociedad.
¿Por qué entonces Newman apoyó al Rambler, una
publicación claramente adscripta, por lo menos desde la llegada de Simpson y
Acton, al así llamado "catolicismo liberal"? En primer lugar porque,
como dijimos más arriba, el liberalismo que ellos encarnaban no era propiamente
escepticismo ni un antecedente del modernismo, pues lo que buscaban no era
cambiar los dogmas ni su interpretación, sino las formas teológicas de
expresión y explicación de esos principios, de tal modo que fuesen compatibles
con el pensamiento moderno. Newman no era, en principio, opositor a una
empresa tal, siempre y cuando se tomasen una serie de recaudos con relación a
la ciencia moderna. Es sabido que en su pensamiento con respecto a este tema
primaba una palabra: cautela.
Pero hay una razón más profunda, que nos dará oportunidad de
incursionar en una doctrina newmaniana no demasiado conocida, aunque no por
eso menos importante. Me refiero a su concepción acerca de las escuelas
teológicas y el consiguiente papel de la inteligencia en la Iglesia.
Newman fue consciente desde el principio que el principal adversario
que el Cristianismo iba a enfrentar en el tiempo por venir era el formidable
movimiento moderno hacia la incredulidad y el ateísmo. Realmente lo desvelaba
la problemática acerca de cómo hacer razonable la fe cristiana al hombre
educado moderno. Incluso pensaba, en su fuero íntimo, que ésa era probablemente
la misión que la Providencia le deparaba.
A su vez, era perfectamente consciente de las limitaciones de la
apologética de su época, totalmente ignorante de las características del
pensamiento moderno.
La sutil concepción de Newman acerca de esta cuestión está expresada
claramente en un artículo publicado en 1859 en la revista Atlantis,
titulado The Benedictine Schools.
Allí él contrapone la actitud conservadora de las escuelas benedictinas de los
siglos VIII y IX con la actitud creativa de la escolástica del siglo XIII. El
espíritu conservador es esencial al Cristianismo en lo que respecta a la
custodia del depósito de la Revelación. Newman nunca ocultó su amor por este
espíritu, claramente manifestado en su amor por los Padres de la Iglesia. Pero
en su devenir por este mundo, la Iglesia debe enfrentar las impugnaciones de
sus adversarios, por lo que su conservadurismo en el núcleo dogmático debe
contrapesarse con un pensamiento creador que responda a las nuevas cuestiones
planteadas. Y de hecho esto ocurrió en los dos grandes momentos creadores de
la historia de la Iglesia, la Patrística y la Escolástica. Esta última dio
origen a las grandes escuelas teológicas, en las cuales floreció la libertad
de pensamiento y la
disputatio, esenciales a la investigación.
Newman era, perfectamente consciente de que, en coincidencia con el
paulatino debilitamiento de la iniciativa intelectual en la Iglesia, se había
ido favoreciendo la actitud contraria, plasmada en el creciente centralismo
romano. La impugnación moderna, en vez suscitar la aparición de los doctores,
había ocasionado la aparición del partido ultramontano, fundado por De
Maistre, con su énfasis del centralismo y de la obediencia al magisterio y del esprit de corps
como respuesta a la impiedad. Sus partidarios adherían a un concepto de
Iglesia en el que las encíclicas y los documentos papales prácticamente
reemplazarían el ejercicio de la inteligencia católica. Es conocida la frase de
W. G. Ward (uno de sus campeones en Inglaterra, junto con Manning): "quisiera una nueva Bula Papal cada mañana en el desayuno, junto con mi Times".
En definitiva, la postura de Newman fue sintetizada por él mismo en
la siguiente frase tomada de una carta dirigida a Copeland en 1873:
Mi visión ha sido siempre responder, no suprimir lo que es erróneo meramente
como una cuestión de conveniencia por la causa de la verdad, por lo menos en
este momento. Suprimir me parece una mala política. La verdad tiene un poder
por sí misma que se abre su propio camino; es más fuerte que el error, de acuerdo
con el proverbio “Magna est veritas,
etc.”
Para terminar, simplemente queremos remarcar que, como hemos visto más
arriba, Newman era perfectamente consciente de la formidable impugnación que
la Iglesia estaba a punto de afrontar y, sobre todo, de la crisis modernista
que una generación después la Iglesia Católica iba a sufrir. Wilfrid Ward, su
primer biógrafo, refiere que en sus últimos años Newman solía decir lo
siguiente:
Cuando veo un joven inteligente y criterioso, siento una especie de
sobrecogimiento y aún terror al pensar en su futuro ¿Cómo podrá él mantenerse
frente al aluvión intelectual que se está configurando contra la Cristiandad?
Tomado y adaptado de: Baliña, Carlos. Estudio preliminar. En: Newman, John Henry. LOS FIELES Y LA TRADICIÓN. Ed. Pórtico. Buenos Aires, 2006, p. 37-47.
3 comentarios:
Bien bien, pero eso no es ni más ni menos la libertad que tiene la teología (in crescendo desde Benedicto XV para acá) y que ha llevado a que se hagan auténticas desistencias magisteriales en temas cruciales. Por ejemplo, la Virginidad en el parto de Nuestra Señora, por poner algo actual que está sobre el tapete.
A no ser qe se quiera dar a entender que la culpa de la desistencia magisterial es a causa de los ultramontanos.
Es conocida la frase de W. G. Ward (uno de sus campeones en Inglaterra, junto con Manning): "quisiera una nueva Bula Papal cada mañana en el desayuno, junto con mi Times".
Jejeje... De los ultramontanos decimonónicos a los neocones del siglo XXI.
"...lo que buscaban no era cambiar los dogmas ni su interpretación, sino las formas teológicas de expresión y explicación de esos principios, de tal modo que fuesen compatibles con el pensamiento moderno".
Esto -dicen- fue lo que se propuso el Concilio Vaticano II.
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