En una entrada precedente hablamos de la posibilidad de ser luteranos
sin saberlo. Uno de los modos de “luteranizarnos” sería desdoblarnos e
imitar a aquellos hombres decimonónicos que vivían la fe como un crede
firmiter público -gesto retórico, apologético- más que como una
auténtica disposición espiritual informada por la caridad e integrada en un
organismo espiritual.
No pocas veces esta tentación consiste no tanto en el crede
firmiter como en combatir públicamente los errores. Podría describirse
esta actitud como una opción fundamental contra el modernismo:
se trata de ser un anti-modernista militante. Lo cual no es malo y, en algunos
casos, va unido a un conocimiento suficiente de la buena doctrina; pero en
otros, bastante frecuentes, apenas si se complementa con algunas ideas
teológicas muy superficiales y mal asimiladas. Junto a esta falta de
profundidad y de rigor, suele darse el hábito de lanzar anatemas sin
fundamento, por logofobia.
Esta actitud arranca de un olvido fundamental: “mire,
pues no caiga el que piensa estar en pie”, dice San Pablo (1 Cor 10,12). Y
comenta Santo Tomás:
“...aquéllos, aunque favorecidos de Dios por sus beneficios, por
tan mal agradecidos, y por sus muchos pecados, perecieron. "Así que,
pensando en eso, quien juzga, por alguna conjetura, que esta firme, es a saber,
que esta en gracia y caridad, mire, con solicita atención, no caiga, pecando, o
haciendo a otros pecar. ¿Como caíste del cielo, Lucifer? (Is 14,12). Caerán a
tu lado mil y diez mil a tu diestra (Ps 90, 7). Por eso dice en Efesios:
"mirad como camináis, de modo que lo que andáis lo andéis con tiento y
cautela".
El cristiano no está confirmado en gracia y quien hoy es justo,
simultáneamente es pecador en potencia, puede caer y serlo en acto. Y esta
misma observación autoriza a sostener, correlativamente, que quien es
actualmente pecador, también es potencialmente justo, pues sólo la muerte
cierra la posibilidad de conversión y nadie está confirmado en el mal fuera de
los demonios y condenados del infierno.
En fin, el anti-modernismo militante -incluso cuando es conforme a
la verdad, y no lanza anatemas ridículos- no es una opción fundamental que
nos confirme en gracia ni tampoco una vacuna que garantice una ortodoxia
integral.
3 comentarios:
El “anti-modernismo” al uso entre muchos tradis llega a ser heterodoxo y heteropráctico
Es una actitud que olvida que, por sobre todo, debemos pensar y vivir en medio de los Misterios de la Fe (formuladas en los dogmas) como realidades que determinan nuestra vida. El Dios Tripersonal, la Encarnación, la Redención, la divinización por la Gracia, etc., tienen consecuencias en nuestra conducta. El Credo es breve pero su significado es infinito.
Del mismo modo la moral cristiana atañe a nuestra actividad, pese a la sencilla expresión. No nos olvidemos que los mandamientos son diez, y se resumen en dos, siendo la teología moral no más que su explicación.
Cuando esto se pierde de vista esto, el panorama general y completo del Credo, el fiel se atrapa en un solo aspecto y lo exacerba hasta el límite, yendo por el mismo sendero de Lutero o Calvino, aún cuando externamente parezca un católico firmísimo (las verdades que vuelven locas como dice el buen Gordo). En algunos casos el aspecto legal de la Redención, o el deber del culto público a Dios, o la moral sexual, pueden predominar sobre cualquier otro aspecto de la Revelación.
Ojo que no necesariamente es farisaico. Un comentarista del Wanderer decía años atrás que el ultramontano no es necesariamente hipócrita, sino que simplemente ha degradado su fe en ideología, muchas veces de buena fe.
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