El notable biblista Straubinger glosaba algunos cánones del Código de Derecho Canónico de 1917 relativos a la Sagrada Escritura concluyendo que todos los fieles católicos tienen el derecho a leer la Biblia. Por cierto que la lectura de la Escritura es algo mucho más rico que un derecho. Pero en los tiempos en que el autor escribió las páginas que reproducimos a continuación, le pareció necesario decirlo con énfasis para salir al cruce de errores vigentes.
9. NORMAS DEL CODIGO
CANONICO PARA LA LECTURA Y
PUBLICACION DE LA
SAGRADA ESCRITURA
Considerando las fervorosas exhortaciones de los Sumos Pontífices a leer
y meditar la Sagrada
Escritura , se plantean lógicamente algunas cuestiones
de índole práctica, sobre todo la pregunta: ¿Cuáles son las ediciones
que se ajustan a los requisitos que la Iglesia considera indispensables para
hacer fecunda la lectura de la
Biblia ?
La legislación de la
Iglesia trata en cinco cánones del Código sobre la
lectura del Libro sagrado.
Canon 1385, 1: No se
publiquen, ni siquiera por los seglares, sin previa censura eclesiástica, los
libros de la Sagrada
Escritura ni comentarios a los mismos.
Canon 1391: Las versiones de las
Sagradas Escrituras en lengua vulgar no pueden imprimirse si no son aprobadas
por la Santa Sede
o si no son publicadas bajo la vigilancia de los
Obispos y con anotaciones sacadas
principalmente de los Santos Padres de la Iglesia y de doctos y católicos escritores.
Canon 1399, 1: Están prohibidas ipso jure las ediciones del texto original y de las antiguas versiones católicas de la Sagrada Escritura ,
incluso las de la
Iglesia Orien tal, publicadas por cualesquiera no-católicos,
así como las versiones de la Sagrada Escritura en cualquier lengua, hechas o
publicadas por los mismos.
Canon 1400: El uso de los libros a
que se refiere el canon 1399,1 y de los libros publicados contra lo prescrito
en el canon 1391 está permitido solamente a los que de alguna manera se dedican
a los estudios teológicos o bíblicos, con tal que tales libros estén fiel e
integralmente editados y no se combatan en ellos, en
los prolegómenos o en las notas los dogmas de la fe católica.
Canon 2313, 2: Los autores y editores que sin la debida licencia hacen
editar los libros de la Sagrada Escritura
o notas o comentarios a la misma, incurren ipso
facto en la excomunicación no reservada.
No cuesta mucho esfuerzo comprender los saludables motivos en que se inspiran los cánones citados. Su objeto no sólo es salvaguardar el texto sagrado sino también preservar a los fieles de los abusos que
tan frecuentemente hacen de él aquellos mismos que pretenden tomarlo por la única
base de la fe.
En los primeros cánones se requiere la previa aprobación para todas las ediciones y comentarios efectuados por católicos. Ninguno puede imprimirlos sin la licencia
por parte de la Santa
Sede. Los
mismos efectos produce la aprobación episcopal con tal que la edición sea acompañada de anotaciones sacadas principalmente de los
Padres, Doctores y escritores católicos.
El tercer canon se ocupa de las ediciones hechas por no católicos, prohibiendo su lectura a los fieles y extendiendo la prohibición al texto
original así como a las versiones en lengua
vulgar.
El cuarto
canon establece una excepción en
favor de los que “de alguna manera” se dedican a los estudios teológicos o bíblicos siéndoles
concedido el uso de todas aquellas ediciones que
reproduzcan fielmente el texto, y
no impugnen los dogmas de la fe católica.
El quinto canon fija las sanciones para los
autores y editores que sin la debida
licencia publiquen los libros
sagrados.
Pasando a la aplicación de los cánones citados podemos
formular las normas siguientes:
1º. Los que quieren leer
sólo o meditar la divina palabra, para alimentar su alma, han de atenerse a
las ediciones aprobadas por la autoridad eclesiástica.
2º. Los que de alguna manera se consagran
a estudios teológicos y bíblicos, sean sacerdotes,
sean laicos, gozan del
privilegio de usar las ediciones protestantes y por ende no aprobadas, con las
precauciones indicadas, es decir, si
son fieles reproducciones del texto sagrado y se abstienen de atacar la fe
católica. Los Seminarios v. gr., pueden servirse del texto griego del Nuevo
Testamento de Nestle, ofrecidas por las sociedades protestantes. Se entiende
por sí mismo que han de dar preferencia a ediciones católicas si las hay.
Respecto de las pretendidas falsificaciones de la Biblia por los
protestantes, tópico muy usado en la polémica, hay que observar que los
protestantes no usan traducciones de la Vulgata sino exclusivamente versiones hechas de
los textos originales (el hebreo y el griego respectivamente) y sólo de los
libros protocanónicos, por lo cual resultan numerosas diferencias que veces por
los que no conocen los textos originales ni las dificultades de la traducción,
son consideradas como falsificaciones del texto sagrado.
3º. Están prohibidas —para los que no hagan estudios bíblicos— todas las
ediciones de las sociedades bíblicas protestantes, aunque ellas ofrezcan traducciones de
autores católicos. La
Sociedad Bíblica Británica y Extranjera p. ej., ofrece la versión católica de Felipe
Scio y la Sociedad Bí blica Americana hace lo mismo.
Como se ve, la Iglesia no quiere prohibir la lectura
de la Sagrada
Escritura , y menos los estudios bíblicos, concediendo
para ellos hasta el uso de Biblias protestantes. Lo que nuestra santa Madre intenta es únicamente salvaguardar
la primitiva y legítima autoridad de la Biblia sin dar lugar a interpretaciones sujetivas y heréticas. Es pues falso
decir que la Iglesia
tenga alejados a los fieles de los manantiales sobrenaturales que brotan de los
santos libros. Al contrario: Todos los católicos tienen hoy día el derecho
de leer la Sagrada
Escritura ,
con tal que se atengan a las
disposiciones que ha establecido para ellos la prudencia maternal de la Iglesia.
Pero no olvidemos que
los derechos implican deberes. Para nosotros que buscamos en la Biblia un alimento
espiritual, la lectura de las Escrituras es más que un derecho. Es un medio
y remedio. Un medio
para acercamos a Dios, un remedio contra las enfermedades del alma; porque “la Palabra de Dios es viva y
eficaz y más acerada que una espada de dos filos, tan penetrante, que llega
hasta separar el alma y el espíritu, las coyunturas y la médula, porque
discierne las intenciones y los pensamientos del corazón” (Hebr. 4, 12).
Tomado de:
Straubinger, J. La Iglesia y la Biblia. Ed. Guadalupe, Bs. As., 1944 (aquí), pp. 181 y ss.
Tomado de:
Straubinger, J. La Iglesia y la Biblia. Ed. Guadalupe, Bs. As., 1944 (aquí), pp. 181 y ss.
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