miércoles, 27 de septiembre de 2017

Marcionismo


Un comentario de una entrada anterior lleva a reflexionar sobre la relación entre Antiguo y Nuevo Testamento. Las introducciones al estudio de la Biblia suelen tratar el tema. El lector interesado en profundizar tiene una amplia bibliografía a su disposición (por ejemplo, aquí)
La unidad interna de la única Biblia, compuesta por los dos testamentos, se supone una verdad conocida por todo católico medianamente instruido. Unidad que se apoya en la inspiración: ambos testamentos tienen a Dios por autor y por ende una autoridad sobrehumana. De manera que las dos partes de la Biblia tienen relaciones mutuas de armonía interna. Lo cual se manifiesta –entre otros signos- en el hecho que los hagiógrafos «tejieron en gran parte de textos del Antiguo Testamento el apoyo más firme de la Nueva Ley» (León XIII).
Pero en la historia de la Iglesia hubo herejías que pretendieron alterar la relación de ambos testamentos, introduciendo la antítesis dialéctica en lo que Dios ha querido sea complementario. El caso de Marción permite ilustrar estas tendencias y prevenirnos contra el error de minusvalorar el Antiguo Testamento.
«Contemporáneo de Celso es el hereje cristiano Marción, que inaugura dentro de la Iglesia los ataques al canon o catálogo de los libros inspirados. Nacido a finales del siglo I en Sínope, provincia del Ponto, sobre la costa meridional del mar Negro, e hijo del obispo de la ciudad, Marción fué educado en el cristianismo. Excomulgado por su padre por haber seducido a una virgen, abandonó la casa paterna y se hizo armador de barcos, terminando por fijar su residencia en Roma. La interpretación personal equivocada de dos frases de Cristo en el Evangelio de San Lucas —y tal vez el influjo del hereje Cerdón— le condujo a establecer el doble dualismo metafísico e histórico que había de constituir la base de su sistema: si por los frutos se conoce al árbol, este mundo tan malo en que vivimos no puede haber sido creado por un Dios infinitamente bueno y poderoso. Si es perjudicial poner un remiendo fuerte a una tela pasada o echar el vino nuevo en odres viejos, no menos perjudicial resulta querer mezclar el mensaje evangélico con la vieja y caduca Economía Antigua.
Condenado en sesión solemne del Presbyterium romano el año 144, Marción inicia abiertamente la propaganda de su herejía con la publicación de sus dos obras El instrumento y Las antítesis, que sólo conocemos por las refutaciones de San Justino, San Ireneo, Tertuliano e Hipólito principalmente.
Hasta ahora la Iglesia cristiana empleaba, como instrumento jurídico que hacía fe sobre la verdadera doctrina, la palabra de Dios inspirada en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, por más que todavía en estos primeros siglos aparecieran algo desdibujados los contornos del canon neotestamentario.
Los apóstoles, y después de ellos, siguiendo la misma línea, los apologetas, habían probado la verdad del cristianismo por el cumplimiento de las profecías contenidas en los libros del Antiguo Testamento. Ya San Pablo se había planteado —y resuelto— el problema de la antinomia entre la sustitución de la Economía Antigua por la Nueva y la afirmación de Cristo de no haber venido a destruir la ley, sino a perfeccionarla, entre la promesa racial hecha a Abrahán y la destinación universal de la redención de Cristo.
Marción considera equivocado el proceder de la Iglesia y de los apóstoles. Ninguna relación de parentesco puede haber entre la Antigua y la Nueva Economía. La primera, como el mundo, es obra de un Dios creador o, por mejor decir, organizador, especie de demiurgo imperfecto y limitado, que no fué capaz de imponer su voluntad a la materia preexistente, y que, a fuerza de querer ser justo, resulta a veces cruel. Este demiurgo es el inspirador de los libros del Antiguo Testamento. Cristo, encarnación del Dios omnipotente y bueno, vino a revelarnos la existencia de éste y su designio salvador.
Para justificar este doble dualismo metafísico e histórico y esta fobia antinomista, Marción hubo de recortar arbitrariamente el Instrumentum doctrinae de los libros inspirados, rechazando en bloque todo el Antiguo Testamento, que tenía por autor al Demiurgo o Dios creador, y todos aquellos escritos neotestamentarios que mantienen las estrechas relaciones existentes entre ambos Testamentos. [...]
En Las antítesis presenta Marción los atributos diferentes —y, según él, inconciliables— que el Antiguo y el Nuevo Testamento dan a su respectivo Dios, y resalta, exagerándola notablemente, la distinta actitud de Pablo y de los demás apóstoles con respecto a la Ley Vieja.
Los procedimientos de Marción han sido copiados a lo largo de la historia por todos los mutiladores del cuerpo sagrado de las Escrituras. Lutero, al distinguir entre libros que contienen bien a Cristo y libros que lo contienen mal; los protestantes liberales, al excluir de los Evangelios como interpolado todo el contenido escatológico, y los escatologistas al hacer lo mismo con las enseñanzas morales y constitucionales, procedían con el mismo apriorismo que llevó al heresiarca del siglo II a rechazar —contra el sentir unánime de la Iglesia— todo el Antiguo Testamento y parte del Nuevo. Ni siquiera le cabe a la escuela de Tubinga la triste gloria de haber descubierto el antagonismo entre San Pablo y los demás apóstoles, que dieciséis siglos antes había subrayado Marción»
Tomado de:
MUÑOZ IGLESIAS, S., Doctrina Pontificia: I. Documentos Bíblicos (Introducción), BAC, Madrid, 1955.  El texto en negrita es nuestro.

1 comentario:

Johannes dijo...

Puede ser ilustrativo notar que el esquema de Marción es extremadamente blasfemo hacia el Dios omnipotente del NT a partir de dos nociones metafísicas básicas, parte de los "praeambula fidei":

1. El único que puede crear de la nada, causar que un ente contingente sea, es el Ser Subsistente o Absoluto. (Usaré este término para referirme al Dios omnipotente que según Marción se reveló recién en el NT, de modo de diferenciarlo claramente del supuesto demiurgo.)

2. Cada ser humano tiene un alma espiritual creada de la nada por el Ser Subsistente.

Por lo tanto, según Marción el Ser Subsistente habría estado interviniendo permanentemente en el universo desde la creación de Adán y Eva creando de la nada el alma espiritual de cada ser humano pero limitando su intervención estrictamente a eso y permitiendo que el demiurgo engañase a los poquísimos (en proporción) seres humanos que creían estar adorando al Ser Subsistente, o sea al pueblo de Israel, haciéndose pasar por el Ser Subsistente ante la completa pasividad de Éste!

Más aún, según Marción el Ser Subsistente no solamente habría permitido pasivamente la impostura del demiurgo sino que habría colaborado activamente con ella, al resucitar sendos muertos en respuesta a las súplicas de Elías (1 Reyes 17,17-24) y Eliseo (2 Reyes 4,18-37), quienes, según Marción, interactuaban con el demiurgo.