miércoles, 13 de febrero de 2013

Roberto de Mattei sobre la renuncia de Benedicto XVI


El Papa puede renunciar. Pero, ¿es oportuno que lo haga? Un autor ciertamente no “tradicionalista”, Enzo Bianchi, en “La Stampa” de 1 de julio de 2002, escribía: “Según la gran tradición de la iglesia de Oriente y de Occidente, ningún Papa, ningún patriarca, ningún obispo debería renunciar solo a causa de alcanzar un límite de edad. Es verdad que desde hace una treintena de años en la iglesia católica hay una norma que invita a los obispos a ofrecer la propia renuncia al pontífice al cumplir los setenta y cinco años, y es verdad que todos los obispos acogen con obediencia esta invitación y la presentan, y es verdad también que normalmente son atendidos y acogidas las renuncias. Pero esta es una norma y una praxis reciente, fijada por Pablo VI y confirmada por Juan Pablo II: nada excluye que en el futuro pueda ser revisada, después de haber sopesado las ventajas e inconvenientes que haya traído en estos decenios de aplicación”. La norma por la que los obispos renuncian a los 75 años a sus diócesis es una fase reciente de la historia de la Iglesia, que parece contradecir las palabras de san Pablo, para el que el Pastor es nombrado “ad convivendum e ad commoriendum” (2 Cor 7, 3), para vivir y para morir junto a su rebaño. La vocación de un Pastor, como la de todo bautizado, ata por tanto no hasta una cierta edad, y mientras haya una buena salud, sino hasta la muerte.
Bajo este aspecto la renuncia al pontificado de Benedicto XVI aparece como un gesto legítimo desde el punto de vista teológico y canónico, pero en el plano histórico, se muestra en absoluta discontinuidad con la tradición y la praxis de la Iglesia. Desde el punto de vista de las consecuencias que se puedan seguir se trata de un gesto no simplemente “innovador”, sino radicalmente “revolucionario”, como lo ha definido Eugenio Scalfari en “La República” del 12 de febrero. La imagen de la institución pontificia, a los ojos de la opinión pública de todo el mundo, queda en efecto despojada de su sacralidad para ser cosignada a los criterios del juicio de la modernidad. No por casualidad, en el “Corriere della Sera” del mismo día, Massimo Franco habla del “síntoma extremo, final, irrevocable de la crisis de un sistema de gobierno y de una forma de papado”.
No se puede parangonar con Celestino V, que renuncia después de haber sido arrancado a la fuerza de su celda eremítica, ni con Gregorio XII, que fue obligado por su parte a renunciar para resolver el gravísimo problema del Gran Cisma de Occidente. Se trataba de casos excepcionales. Pero ¿cuál es la excepción en el gesto de Bendicto XVI? La razón, oficial, plasmada en sus palabras del 11 de febrero expresa, más que la excepción, la normalidad: “En el mundo de hoy, sujeto a rápidos cambios y agitado por problemas de gran relevancia para la vida de la fe, para gobernar la barca de Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del alma, vigor que, en los últimos meses ha disminuido en mí de modo tal que debo reconocer mi incapacidad”.
No nos encontramos aquí ante una gran inhabilitación, como era el caso de Juan Pablo II en el último tramo de su pontificado. Las facultades intelectuales de Benedicto XVI están plenamente íntegras, como ha demostrado en una de sus últimas y más significativas meditaciones en el Seminario Romano, y su salud es “en general buena”, como ha precisado el portavoz de la Santa Sede, padre Federico Lombardi, según el cual, sin embargo, el Papa ha advertido en los últimos tiempos “el desequilibrio entre las tareas, entre los problemas que hay que afrontar y las fuerzas de las que siente no disponer”.
Sin embargo, hasta el momento de la elección, todo pontífice tiene un comprensible sentimiento de inadecuación, advirtiendo la desproporción entre las capacidades personales y el peso del cargo al que es llamado. ¿Quién puede decir encontrarse en condiciones de sostener con sus solas fuerzas el munus de Vicario de Cristo? El Espíritu Santo, sin embargo, asiste al Papa no solo en el momento de la elección, sino hasta la muerte, en todo momento, también en el más difícil de su pontificado. En la actualidad el Espíritu Santo está siendo invocado con frecuencia indebidamente, como cuando se pretende que cubra todos los actos y todas las palabras de un Papa o de un Concilio. En estos días, sin embargo, es el gran ausente en los comentarios de los mass-media que valoran el gesto de Benedicto XVI siguiendo un criterio puramente humano, como si la Iglesia fuese una multinacional, guiada en términos de pura eficiencia, prescindiendo de todo influjo sobrenatural.
Pero hay que preguntarse: en dos mil años de historia, ¿cuántos son los Papas que han reinado con buena salud y no han advertido el declive de las fuerzas y no han sufrido enfermedades y pruebas morales de todo género? El bienestar físico no ha sido nunca un criterio para el gobierno de la Iglesia. ¿Lo será a partir de Benedicto XVI? Un católico no puede dejar de hacerse esta pregunta y si no se la hace, se la harán los hechos, como en el próximo cónclave, cuando la elección del sucesor de Benedicto se orientará fatalmente hacia un cardenal joven y en plenitud de fuerzas para que pueda ser considerado adecuado a la grave misión que le espera. A menos que el núcleo del problema no sea el de los “problemas de gran relevancia para la vida de la fe” a los que ha hecho referencia el Pontífice, y que podrían aludir a la situación de ingobernabilidad en que parece encontrarse hoy la Iglesia.
Sería poco prudente, bajo este aspecto, considerar ya “cerrado” el pontificado de Benedicto XVI, dedicándose a prematuros balances, antes de esperar el fatídico plazo anunciado por él: la tarde del 28 de febrero de 2013, una fecha que quedará grabada en la historia de la Iglesia. Antes, pero también después de aquella fecha, Benedicto XVI podría ser aún protagonista de nuevos e imprevistos escenarios. El Papa, en efecto, ha anunciado su renuncia, pero no su silencio, y su decisión le restituye una libertad de la que quizás se sentía privado. ¿Qué dirá y hará Bendicto XVI, o el cardenal Ratzinger, en los próximos días, semanas o meses? Y sobre todo, ¿quien guiará, y de qué manera, la navecilla de Pedro en las nuevas tempestades que inevitablemente la esperan?

Tomado de: 

21 comentarios:

Miles Dei dijo...

De sentido común, lo que dice De Mattei. Nunca un Papa ha renunciado por vejez. Ya está bien de tanta cobardía y falsa prudencia en este tema.

Miles Dei dijo...

Lamentablemente creo que Benedicto XVI callará y permanecerá callado. La opción B puede no ser más que el sueño y clavo ardiendo de los amantes del orden ante el caos que se ve venir. No se hace un mal para conseguir un bien. No se renuncia a gobernar para poder gobernar la Iglesia. El castigo por volver a confíar en la sagacidad humana y sus fuerzas naturales puede ser gigantesco.

Martin Ellingham dijo...

Hay algo que no tiene precedentes adecuados en la historia porque es en parte una novedad de época. Siempre hubo personas longevas aunque en el pasado eran casos excepcionales. Y hubo pontífices ancianos.
Pero lo que es un hecho nuevo es la creciente asimetría entre salud física y capacidad psíquica que se puede constatar en muchos ancianos del mundo de hoy.
Si Benedicto XVI está barruntando una próxima entrada en la senilidad, y no quiere dejar la Iglesia en manos de la actual Curia, porque piensa que eso será un mal mayor, tal vez haya hecho el mayor bien posible con su renuncia.
Saludos.

Miles Dei dijo...

Creo que ayer se respondió ese punto, Martin. Y la misma tradición católica lo responde. De lo que haga la curia el único responsable es el Papa, porque él los ha elegido, figura así, por ejemplo, en la famosa carta de San Bernardo al papa Eugenio.

Creo que no se enmienda el mal renunciando a gobernar por miedo al desgobierno, sino reconociendo que uno se equivocó al elegir a sus colaboradores y poniendo los medios para corregirlo. Claro que para eso hay que ser humilde y muy valiente. Igual no se arregla nada, pero se habrá dado la directriz adecuada. Esto sólo crea más confusión y es fuente de serios problemas.

Martin Ellingham dijo...

Miles: si una persona ingresa en la senilidad a los 80 y pueden mantenerla físicamente saludable hasta los 90, es un problema nuevo que no tiene respuesta prefabricada en la tradición.

No sé en España, pero en la Argentina, vemos cada vez más casos de personas con una salud física sólida y muy desproporcionada con el estado mental.

No creo que a los 80 y tantos años sea fácil reformar a fondo la Curia para tener buenos colaboradores en caso de que se acelere el ingreso en la senilidad.

Es sólo mi opinión. El tema en sí no permite más que conjeturar sobre muchas circunstancias que hoy no se conocen.

Saludos.

Miles Dei dijo...

El hombre no es autor de su propia vocación, pero responde a la propuesta divina; y la debilidad humana no debe causar temor si Dios llama. Es necesario tener confianza en su fuerza que actúa precisamente en nuestra pobreza; hay que confiar cada vez más en el poder de su misericordia, que transforma y renueva.”

Esto lo ha dicho el Papa hoy en el Angelus. ¿Se está quedando con nosotros o es una especie de mensaje oculto cabalístico?

Miles Dei dijo...

Perdón, no hoy sino el día antes de anunciar la renuncia.

Ἰουστινιανός dijo...

Se han enterado de lo que dijo 23 (léase el arzobispo de París)? Esto ya parece una revolución (y, lo peor de todo, azuzada por las más altas jerarquías eclesiásticas).

http://chiesaepostconcilio.blogspot.com.es/2013/02/il-mondo-da-berlino-e-bene-che.html

Kyrie eleison

Blas dijo...

"No se renuncia a gobernar para poder gobernar la Iglesia. El castigo por volver a confíar en la sagacidad humana y sus fuerzas naturales puede ser gigantesco."

Me parece que la idea de BXVI es que no es el Papa quien gobierna la Iglesia. El ministeriio papal para él es confirmar a los discipulos en la Fe. Y supongo que BXVI llegó a la Fe por la razón, si pierde su capacidad de razonar siente queno podrá confirmar en la Fe a los discipulos.

Hermenegildo dijo...

Miles: por muy buenos que sean los colaboradores de que se haya podido rodear un papa, el que tiene el poder de las llaves es él y no sus adláteres. Me explico: si un Papa no está en condiciones plenas de gobernar, es razonable que dé paso a otro. Cristo quiso que fuera el Papa quien gobernara la Iglesia, no la Curia. La Curia puede ayudar al Papa en su labor, pero sustituirlo en todo de modo que el Santo Padre quede reducido a una figura simbólica, como era Juan Pablo II en sus últimos años.

Dicho esto, pienso que, si ésta es la opinión de Ratzinger, pienso que no debió aceptar la elección, pues fue elegido con 78 años cumplidos. Salvo que hayan sobrevenido obstáculos con los que él no contaba en principio...

Hermenegildo dijo...

En relación con el artículo, quisiera recordar que no es la primera vez que el cónclave opta por un cardenal joven y vigoroso para sustituir a un Papa enfermo. Ya ocurrió en 1978; tras la repentina muerte de Juan Pablo I, el cónclave eligió a un cardenal joven y deportista.

Hermenegildo dijo...

En mi comentario de las 17:28, donde dice "pero sustituirlo en todo", léase "pero no sustiuirlo en todo".

Miles Dei dijo...

El único responsable de lo que pasó con Juan Pablo II es Juan Pablo II. Esa es la norma. Lo que hagan tus colaboradores cuando se tiene el cargo de gobierno de elegirlos conlleva la responsabilidad de sus actos en el gobierno. Por eso un Papa debe meditar atentamente a quien pone y quita en la curia y más responsable se es cuando lleva años en ello.

Y es que aquí hay otra premisa falsa: el Papa no está en condiciones de gobernar. ¿Cómo que no? Claro que sí. A no ser que entendamos que el Papa ha de estar de tourné activa todo el día y ser un deportista y ejemplo de culturismo.

Si su visión del Papa es la de alguie que puede quedar impedido, pidamos que el derecho ponga como condición un chequeo de salud para ser papable por si se nos cuela algún defectuoso. Ya sabe, siempre puede haber enfermedades hereditarias, patologías ocultas, etc... que podrían dejar ingobernable la Iglesia en manos de una camarilla. De hecho los cardenales podrían aprovecharse de ello y elegir a tullidos para el cargo y mantenerse en el poder.

¿Quien sabe lo que le depara el Señor y lo que será de sus dones dentro de cinco minutos? De nuevo estamos jugando con esperanzas meramente humanas que nunca han pesado en el ánimo de ningún Papa ni de la Iglesia.

Quizás Wanderer tenga razón y haga falta una catarsis plena, pero quizás es que ya se ha cumplido todo y la catarsis se llame Parusía.

Hermenegildo dijo...

Miles: no he dicho que Benedicto XVI no esté en condiciones de gobernar, sino que no está en condiciones plenas (eso dice él y no tenemos por qué dudar de su palabra).

Cuenta Santa Teresita del Niño Jesús que cuando se entrevistó con León XIII para pedirle entrar en el Carmelo, el Papa Pecci le dio la impresión de un enorme deterioro físico y mental. Esto fue en 1887, quince años antes de la muerte del Papa, lo cual quiere decir que durante la mayor parte su pontificado, León XIII reinó pero no gobernó. ¿Es esta situación deseable para la Iglesia?

Miles Dei dijo...

Pus bien que gobernó a Teresita que le dijo que obedeciera a su obispo.

La situación "indeseable" ya fue prevista por el que dio las llaves a Pedro, que no habló de toma las llaves mientras puedas llevarlas, sino que simplemente se las dio y le anunció el martirio en su vejez.

El tema es que ningún Papa ni la Iglesia ha puesto reparos a la vejez y decrepitud de un Papa. Ustedes no acaban de comprender que el Papa no es un monarca absoluto, sino que la Iglesia es un cuerpo con una cabeza. La cabeza puede dormir y aún estar inconsciente y el cuerpo seguir funcionando animado por el mismo alma. Es parte de la vida social del hombre y una enseñanza de la necesidad que tenemos de estar en manos de todos y que el Papa no es un factotum, sino un símbolo sacramental de la unidad de la Iglesia y una persona con un carisma específico en orden a confirmar la fe cuando esta resulta amenazada. A mi me da más miedo un Papa que renuncia que un Papa anciano. La camarilla actuará igualmente y de hehco ha actuado en Papas mas jóvenes y dispuestos. ¿De hecho y puestos a los futuribles quien nos dice que la camarilla no ha sido la que ha forzado a renunciar al Papa con algún trapo sucio?

Hay un momento para viajar y lucir como el sol (De labore Solis) y otro momento para el reposo esperanzado mientras uno se arruga como una aceituna afectada por el frío y la sequía, pero que aún así sigue dando aceite (De gloria olivae)

Ἰουστινιανός dijo...

La cuestión de fondo (es mi opinión) es que la Iglesia no es una sociedad, o institución, como las de este mundo; y no me cabe duda de que esta renuncia es una asimilación a las sociedades del mundo.
En relación a lo que dice Miles, hay algunos neocones que pretenden que esta renuncia sea una prueba de que el devenir de la Iglesia depende de Nuestro Señor, y no del Papa; sin embargo, el hecho de buscar un candidato más joven y en -supuestas- mejores facultades mentales, ¿no es acaso un acto de desconfianza en la protección divina, y de excesiva confianza en las facultades humanas del Soberano Pontífice?

En cualquier caso, el precedente que se crea es muy peligroso y, por más que pese a neocones y progres, a quien más beneficia es a la Curia: a partir de ahora las presiones curiales podrán "deponer" a un Papa cada vez que no guste a ciertos ambientes (esto me recuerda a la época del Cisma).

Les ruego perdonen la divagación.

Kyrie eleison

Andres dijo...

Nos sumus tempora, quales nos sumus talia sunt tempora....siempre me agrado la idea de que la modernidad, con su devenir tecnologico, radicalmente unida al consumismo materialista, vision teologica nula y filosoficamente inmanentista, de arte atque cultu humanitatis ni hablemos...no está acaso ya signada a fuego la modernidad? No es despreciable ipso facto? Si la quitáramos del medio, que tendríamos? Convencido estoy que un mundo pagano A. Christum Natum, o el Renacimiento en su esplendor, pero nada mas ni nada menos....Y la Iglesia, su esplendor fue en la Edad Media, las Cavernas del tiempo Post Christum, donde los males, las carencias, la desnudez del hombre abatido por el pecado ante su propia naturaleza lo obligaba a despojarse de todo por mirar el evangelio, tiempo de monjes y de pastores, agricultores y escribas....esa fue la gloria de la Iglesia, no la modernidad del consumo. En la medida que seamos monjes despojados de todo, pero conservando los signos visibles de la Fe, y arraigando en nuestro espíritu sus enseñanzas. La renuncia, ante la modernidad, nada, ante la Iglesia, mucho significa....en la medida que se pretenda acercarla o no a ella....he leído en algunos lugares que el devenir histórico nos condiciona y hay que aggiornarse a los tiempos.....En qué quedamos si el culmen ya sabemos cuando y cómo fue?

Hermenegildo dijo...

"La cabeza puede dormir y aún estar inconsciente y el cuerpo seguir funcionando animado por el mismo alma"

Miles: si reducimos entonces la figura del Papa a un papel simbólico, poca trascendencia va a tener en la vida de la Iglesia que dimita o no.

Anónimo dijo...

PEDRO HISPANO: Con mi mayor respeto a todos los argumentos he de decir que creo que hay algo que no debe repetirse y es la imagen de un Papa -Juan Pablo II- emitiendo sonidos inarticulados en su discursos (Por ejemplo en el último viaje a España) y -me revienta tener que decirlo pero así fue- cayéndosele la baba. Y después en el despacho y ante las decisiones que dia a dia había que tomar nos podemos figurar lo que sería aquello.
Eso no debiera repetirse nunca. Comprendo que no será un argumento teológico pero sí un hecho bien reciente que hay que tomar en consideración a la hora de valorar el paso dado.
Por otra parte Benedicto XVI no ha tenido que llegar a la senilidad extrema para el nombramiento de Muller.

Anónimo dijo...

Pedro hispano eso hay que dejarlo en manos de Dios, el tema no es la imagen sino si Dios lo permite.

Juan Pablo Benito dijo...

Benedicto XVI ha tomado esa decisión de forma libre y reflexiva. Suponemos que la misma capacidad personal, mental y teológica que tenía antes de la decisión la tuvo cuando la tomó, cuando la anunció, y ahora.
Miles no hace más que intentar retorcer el argumento de la capacidad, pero esa capacidad va cambiando cada día, más o menos significativamente. Todos los que tenemos a nuestro lado a personas ancianas lo sabemos. Y no se puede pedir al Papa que esté tomando decisiones constantemente, según sus circunstancias, o las de su colaborador, o según las de su secretario, o las de su asistente, etc., sobre todo cuando las circunstancias propias han ido evolucionando sin apenas conciencia de ello.