A fuerza de combatir, la lucha se vuelve más cuesta arriba y arrecia la tentación de desistir. Jesús fue tentado cuando llegaba al término de su cuaresma, y no falta la lección de aquellos santos que debieron enfrentar las más arduas pruebas -la llamada «noche del espíritu»- cuando ya entreveían la cima, el día pleno. Según consta por tan admirables ejemplos, es entonces cuando más urge la perseverancia.
En la situación
de anomalía sin descuentos en que se encuentra la Iglesia, no nos está siendo
ahorrada -incluso entre las voces críticas de este pontificado, tan
dolorosamente singular- alguna que otra señal de cansancio. Al fin de cuentas
el sol sigue saliendo cada día, y un papa proclive a escandalizar en cada
parada no alcanza a detener la costumbre rotatoria de los astros. Y entonces se
cierne la tentación de absorber la anomalía en la regla, y de atenuar la
horrísona verba papal por el recurso a alguna que otra dicción correcta, y de
reconocerle incluso algunas virtudes -que, sin duda, las ha de tener. Estas
cosas no atemperan nada; en rigor, no hacen más que confirmar el tenor de las
falencias que, exhibidas como triunfos, acaban por herir gravemente la dignidad
papal en el hombre que de momento la inviste.
Para provecho y
aliento en la contienda, ofrecemos la traducción de un artículo aparecido ayer en el diario Il
Foglio y
reproducido en varios sitios italianos. Ellos nos recuerdan que hay un contexto
aún más amplio que el párrafo del que se entresaca alguna afirmación malsonante
de Francisco, y que incluso el párrafo que se trae en su defensa puede ser un
testigo comprometedor. Que de nada sirve meter el sensus fidei en el alambique para ahorrarle
mortificaciones, y que el análisis urge la síntesis, sin escapatorias.
ESTE PAPA NO
NOS GUSTA
por Alessandro
Gnocchi y Mario Palmaro
Cuánto haya
costado la imponente exhibición de pobreza de la que el papa Francisco fue
protagonista el 4 de octubre en Asís, no es cosa que se sepa. Cierto es que, en
tiempos en los que está tan de moda la simplificación, se nos ocurre que la
histórica jornada ha tenido muy poco de franciscano. Una partitura bien escrita
y bien interpretada, si se quiere, pero privada del quid que hizo que el espíritu de
Francisco, el santo, resultara único: la sorpresa que desaira al mundo.
Francisco, el papa, que abraza a los enfermos, que se apretuja con la multitud,
que bromea, que improvisa discursos, que asciende al Panda, que abandona a los
cardenales durante el almuerzo con las autoridades para ir a la mesa de los
pobres, era cuanto menos descontado que pudiera esperarse, y ocurrió
puntualmente. Naturalmente con gran concurso de prensa católica y para-católica
lista a exaltar la humildad del gesto y soltando un suspiro de alivio porque,
esta vez, el papa habló del encuentro con Cristo. Y de la prensa laica diciendo
que, ahora sí, la Iglesia se pone a tono con los tiempos. Toda buena mercadería
para el titulador de medio calibre que quiere cerrar de prisa el diario y
mañana se verá.
No hubo ni
siquiera la sorpresa del gesto clamoroso. Pero incluso ésta sería bien poca
cosa, en vistas de cuánto el papa Bergoglio ha dicho y hecho en sólo medio año
de pontificado concluido con los guiños a Eugenio Scalfari y con la entrevista
a Civiltà Cattolica.
Los únicos que
se vieron derrotados, en este caso, habrían sido los "normalistas",
aquellos católicos que se esfuerzan patéticamente en convencer al prójimo, y
aún más patéticamente en convencerse a sí mismos, de que nada ha cambiado. Es
todo normal y, como de costumbre, es culpa de los diarios que tergiversan al
papa a gusto, el cual diría sólo de manera distinta las mismas verdades
enseñadas por sus predecesores.
Aunque el periodismo sea el oficio más antiguo del mundo, resulta difícil dar crédito a esta tesis.«Santidad», pregunta por ejemplo Scalfari en su entrevista, «¿existe una visión única del Bien? ¿Y quién la establece?». «Cada uno de nosotros», responde el papa, «tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a cada uno a dirigirse a lo que piensa que es el Bien». «Usted, Santidad» acosa jesuíticamente Eugenio, a quien no le parece real, «ya lo escribió en la carta que me mandó. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa». «Y aquí lo repito»,confirma el papa, a quien tampoco le parece cierto: «cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo».
Aunque el periodismo sea el oficio más antiguo del mundo, resulta difícil dar crédito a esta tesis.«Santidad», pregunta por ejemplo Scalfari en su entrevista, «¿existe una visión única del Bien? ¿Y quién la establece?». «Cada uno de nosotros», responde el papa, «tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a cada uno a dirigirse a lo que piensa que es el Bien». «Usted, Santidad» acosa jesuíticamente Eugenio, a quien no le parece real, «ya lo escribió en la carta que me mandó. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa». «Y aquí lo repito»,confirma el papa, a quien tampoco le parece cierto: «cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo».
A Vaticano II
ya concluido y a post-concilio más que aviado, en el capítulo 32 de laVeritatis
Splendor Juan Pablo II
escribía, refutando a «algunas corrientes de pensamiento moderno» que «se han
atribuido a la conciencia individual las prerrogativas de una instancia suprema
del juicio moral, que decide categóricamente e infaliblemente acerca del bien y
el mal (...), al punto que se ha llegado a una concepción radicalmente
subjetivista del juicio moral». Incluso el "normalista" más
antojadizo debiera encontrar difícil conciliar el Bergoglio 2013 con el Wojtyla
1993.
En presencia de
un tal cambio de ruta, los diarios hacen su honesto y descontado trabajo.
Retoman las frases del papa Francisco en evidente contraste con aquello que los
papas y la Iglesia han enseñado siempre y las transforman en titulares de
primera página. Y entonces el "normalista", que dice siempre y
doquiera aquello que piensaL' Osservatore Romano, sacan el contexto a colación. Las
frases extrapoladas del bendito contexto no reflejarían la mens de aquel que las pronunció. Sin
embargo -y es la historia de la Iglesia quien así lo enseña-, ciertas frases de
sentido completo tienen sentido y son juzgadas con prescindencia del contexto.
Si en una larga entrevista alguien sostiene que «Hitler ha sido un benefactor
de la humanidad», difícilmente podrá evadirse ante el mundo invocando el contexto.
Si un papa dice en una entrevista «yo creo en Dios, no en un Dios católico», es
que el pastiche se ha consumado sin atenuantes. Hace dos mil años que la
Iglesia juzga las afirmaciones doctrinales aislándolas del contexto. En 1713,
Clemente XI publica la constitución Unigenitus
Dei Filius, en la que condena
101 proposiciones del teólogo Pasquier Quesnel. En 1864, Pío IX publica en el Syllabus un elenco de proposiciones erróneas.
En 1907, san Pío X adjunta a la Pascendi
dominici gregis 65 frases
incompatibles con el catolicismo. Y son sólo algunos ejemplos para decir que el
error, cuando se encuentra, se reconoce a ojos vista. Un repasito al Denzinger
no haría mal.
Por otro lado,
en el caso de las entrevistas de Bergoglio, el análisis del contexto puede
incluso empeorar las cosas. Cuando, por ejemplo, el papa Francisco le dice a
Scalfari que «el
proselitismo es una solemne tontería», el
"normalista" explica de prisa que se está hablando del proselitismo
agresivo de las sectas sudamericanas. Lamentablemente, en la entrevista,
Francisco dice a Scalfari «no
quiero convertirlo». Se sigue
que, en la interpretación auténtica, cuando se define "solemne
tontería" el proselitismo, se entiende el esfuerzo hecho por la Iglesia
para convertir a las almas al catolicismo.
Sería difícil
interpretar el concepto de otra manera, a la luz de las bodas entre Evangelio y
mundo, que Francisco bendijo en la entrevista de Civiltà Cattolica. «El
Vaticano II», explica el papa «supuso una relectura del Evangelio
a la luz de la cultura contemporánea. Produjo un movimiento de renovación que
viene sencillamente del mismo Evangelio. Los frutos son enormes. Basta recordar
la liturgia. El trabajo de reforma litúrgica hizo un servicio al pueblo,
releyendo el Evangelio a la luz de una situación histórica completa. Sí, hay
líneas de continuidad y de discontinuidad, pero una cosa es clara: la dinámica
de lectura del Evangelio actualizada para hoy, propia del Concilio, es
absolutamente irreversible». Así,
justamente: no más el mundo medido a la luz del Evangelio, sino el
Evangelio deformado a la luz del mundo, de la cultura contemporánea. Y quizás
cuántas veces tendrá aún que ocurrir, a cada vuelta del cambio cultural,
emplazando cada vez la relectura precedente: no otra cosa que el "concilio
permanente" teorizado por el jesuita Carlo Maria Martini.
Suguiendo este
surco se va elevando sobre el horizonte la idea de una nueva Iglesia, el
«hospital de campaña» evocado en la entrevista a Civiltà Cattolica donde resulta que los médicos, hasta
el día de hoy, parecen no haber cumplido bien su oficio. «Estoy pensando en la
situación de una mujer que tiene a sus espaldas el fracaso de un matrimonio en
el que se dio también un aborto», continúa
diciendo el papa. «Después de
aquello esta mujer se ha vuelto a casar y ahora vive en paz con cinco hijos. El
aborto le pesa enormemente y está sinceramente arrepentida. Le encantaría
retomar la vida cristiana. ¿Qué hace el confesor?». Un discurso construido sabiamente
para ser rematado con una pregunta después de la cual se vuelve al comienzo
para mudar argumento, casi destacando la incapacidad de la Iglesia para
responder. Un pasaje desconcertante si se piensa que la Iglesia satisface desde
hace dos mil años tal dilema con una regla que permite la absolución del
pecador, con la condición de que esté arrepentido y que se esfuerce en no
permanecer en el pecado. Y sin embargo, subyugadas por la desbordante
personalidad del papa Bergoglio, legiones de católicos se han tragado la fábula
de un problema que en realidad no ha existido jamás. Todos allí, con
sentimiento de culpa por dos mil años de presuntas supercherías a expensas de
los pobres pecadores, a agradecerle al obispo venido desde el fin del mundo, no
el haber resuelto un problema que no existía, sino el haberlo inventado.
El aspecto
inquietante del pensamiento subentendido en tales afirmaciones es la idea de
una alternativa insanable entre rigor doctrinal y misericordia: si está el uno,
no puede estar la otra. Pero la Iglesia, desde siempre, enseña y vive
exactamente lo contrario. Son la percepción del pecado y el arrepentimiento por
haberlo cometido, junto al propósito de evitarlo en lo futuro, los que hacen
posible el perdón de Dios. Jesús salva a la adúltera de la lapidación, la
absuelve, pero la despide diciendo «vete y no peques más». No le dice: «vete, y
date por segura de que mi Iglesia no ejercitará ninguna injerencia espiritual
en tu vida personal».
Visto el
consenso prácticamente unánime del pueblo católico y el enamoramiento del
mundo, contra el cual y no obstante el Evangelio debiera poner sobre aviso,
diríase que seis meses del papa Francisco han cambiado una época. En realidad
se asiste al fenómeno de un líder que dice a la multitud aquello que la
multitud quiere que se le diga. Pero es innegable que esto se ejecuta con gran
talento y mucho oficio. La comunicación con el pueblo, que se ha convertido en
pueblo de Dios allí donde de hecho no hay más distinción entre creyentes y no
creyentes, es sólo -en una pequeñísima parte- directa y espontánea. Incluso los
baños de multitud en la plaza San Pedro, en la Jornada Mundial de la Juventud,
en Lampedusa o en Asís, son filtrados por los medios de comunicación que se
encargan de suministrar los acontecimientos juntamente con su interpretación.
El fenómeno
Francisco no se substrae a la regla fundamental del juego mediático sino que,
más aún, se sirve de él casi hasta volvérsele connatural. El mecanismo fue
definido con gran eficacia a comienzos de los años ochenta por Mario Alighiero
Manacorda en un provechoso librito con el provechosísimo título de El lenguaje televisivo. O la
loca anadiplosis. La
anadiplosis es una figura retórica que, como ocurre en este renglón, hace
empezar una frase con el término principal contenido en la frase precedente.
Tal artificio retórico, según Manacorda, se ha convertido en la esencia del
lenguaje mediático. «Estos modos puramente formales, superfluos, inútiles e
incomprensibles en lo tocante a la sustancia» decía, «inducen al oyente a
seguir la parte formal, es decir la figura retórica, y a olvidar la parte
sustancial».
Con el tiempo,
la comunicación de masas ha terminado por sustituir definitivamente el aspecto
formal por el sustancial, la apariencia a la verdad. Y lo ha hecho, en
particular, gracias a las figuras retóricas de la sinécdoque y de la metonimia,
con las cuales se representa el todo por la parte. La velocidad crecientemente
vertiginosa de la información impone descuidar el conjunto y lleva a
concentrarse sobre algunos particulares elegidos con pericia para dar una
lectura del fenómeno complexivo. Cada vez más a menudo, diarios, tv, sitios de
internete, resumen los grandes eventos en un detalle.
Desde este
punto de vista, parece que el papa Francisco estuviera hecho para los mass media y que losmass media estuvieran hechos para el papa
Francisco. Basta sólo con citar el ejemplo del hombre vestido de blanco que
desciende por la escalera del avión llevando un andrajoso bolso de cuero negro:
perfecta utilización de sinécdoque y metonimia a la vez. La figura del papa
resulta absorbida por aquel bolso negro que anula la imagen sacral transmitida
por siglos para devolver otra completamente nueva y mundana: el papa, el nuevo
papa, está todo presente en aquel particular que exalta la pobreza, la
humildad, la entrega, el trabajo, la contemporaneidad, la cotidianidad, la
proximidad a cuanto de más terreno se pueda imaginar.
El efecto final
de tal proceso lleva a disponer el concepto impersonal de papado como telón de
fondo, y a la contemporánea salida a escena de la persona que lo encarna. El
efecto es tanto más detonante si se observa que los destinatarios del mensaje
asumen el significado exactamente opuesto: exaltan la gran humildad del hombre
y piensan que éste le da lustre al papado.
Por efecto de sinécdoque y de metonimia, el paso sucesivo consiste en identificar la persona del papa con el papado: una parte por el todo, y Simón ha destronado a Pedro. Este fenómeno logra ciertamente que Bergoglio, aun expresándose formalmente como doctor privado, transforme de hecho cualquiera de sus gestos y cualquiera de sus palabras en un acto de magisterio. Si luego se piensa que aun la mayor parte de los católicos está convencida de que todo lo que dice el papa sea sólo y siempre infalible, el juego está completo. Por más que se pueda protestar que una carta a Scalfari o una entrevista a quien sea valgan incluso menos que el parecer de un doctor privado, en la época mass-mediática el efecto que producirán resultará inconmensurablemente mayor que el de cualquier pronunciamiento solemne. Es más: cuanto más formalmente pequeños e insignificantes resulten el gesto o el discurso, tanto mayor efecto tendrán y serán considerados como irreprochables e irrecusables.
Por efecto de sinécdoque y de metonimia, el paso sucesivo consiste en identificar la persona del papa con el papado: una parte por el todo, y Simón ha destronado a Pedro. Este fenómeno logra ciertamente que Bergoglio, aun expresándose formalmente como doctor privado, transforme de hecho cualquiera de sus gestos y cualquiera de sus palabras en un acto de magisterio. Si luego se piensa que aun la mayor parte de los católicos está convencida de que todo lo que dice el papa sea sólo y siempre infalible, el juego está completo. Por más que se pueda protestar que una carta a Scalfari o una entrevista a quien sea valgan incluso menos que el parecer de un doctor privado, en la época mass-mediática el efecto que producirán resultará inconmensurablemente mayor que el de cualquier pronunciamiento solemne. Es más: cuanto más formalmente pequeños e insignificantes resulten el gesto o el discurso, tanto mayor efecto tendrán y serán considerados como irreprochables e irrecusables.
No por caso la
simbología que sostiene este fenómeno está hecha de pobres cosas cotidianas. El
bolso negro llevado en la mano en el avión es un ejemplo de escuela. Pero
también cuando se habla de la cruz pectoral, del anillo, del altar, de los
objetos sagrados o de los paramentos, se habla del material con el que están
hechos y ya no más de lo que representan: la materia informe le ha sacado
ventaja a la forma. De hecho, Jesús ya no se encuentra más en la cruz que el
papa lleva al cuello porque la gente es inducida a contemplar el hierro con el
que el objeto fue producido. Una vez más la parte se engulle al Todo, que acá
se escribe con T mayúscula. Y a la «carne de Cristo» se
la busca en otra parte y cada uno acaba por identificar donde quiere el
holocausto que más le viene a gusto. En estos días, en Lampedusa; mañana, quién
sabe.
Es el éxito de
la sabiduría del mundo, que san Pablo rechazaba como estulticia y que hoy es
empleada para releer el Evangelio con los ojos de la tv. Pero ya en 1969
Marshall McLuhan escribía a Jacques Maritain: «los ambientes de la información
electrónica, que han sido completamente etéreos, nutren la ilusión del mundo
como sustancia espiritual. Éste es un razonable facsímil del Cuerpo Místico,
una ensordecedora manifestación del anticristo. Al fin de cuentas, el príncipe
de este mundo es un destacadísimo ingeniero electrónico».
Más tarde o más
temprano tendremos que despertarnos del gran sueño mass-mediático y volver a
cotejarnos con la realidad. Y será también necesario aprender la verdadera humildad,
que consiste en someterse a Alguien más grande, que se manifiesta a través de
leyes inmutables incluso por el Vicario de Cristo. Y será necesario recobrar el
coraje de decir que un católico sólo puede sentirse turbado ante un diálogo en
el que cualquiera, en homenaje a la pretendida autonomía de la conciencia, sea
incitado a caminar hacia una suya y personal visión del bien y del mal. Porque Cristo no puede ser una opción entre
tantas. Al menos para su Vicario.
Tomado de:
30 comentarios:
Hoy se conoció que luego de la publicación de este artículo los señores Alessandro Gnocchi y Mario Palmaro fueron despedidos de Radio María, emisora con la que colaboraban desde hacía 10 años.
Evidentemente, la misericordia es sólo para los de afuera.
Nada nuevo, en Buenos Aires hacía lo mismo. Una verdadera tiranía clerical.
La "novedad" de la crítica al proselitismo:
BXVI: "La Iglesia no hace proselitismo"
http://www.elcorreogallego.es/terras-de-santiago?idMenu=11&idEdicion=516&idNoticia=166182
Benedicto XVI agregó que la fe no se impone a nadie, que el proselitismo es contrario al cristianismo y que la fe se puede desarrollar sólo en libertad.
http://www.emol.com/noticias/internacional/2006/09/10/230843/benedicto-xvi-en-occidente-se-desprecia-a-dios.html
Juan Pablo II ha indicado a su llegada a Kiev que no busca "hacer proselitismo", sino "pedir perdón por los errores cometidos en el pasado y los recientes", y ofrecer a su vez "el perdón por los daños recibidos".
http://internacional.elpais.com/internacional/2001/06/23/actualidad/993247204_850215.html
JPII: "In questo spirito rifiutiamo ogni forma di proselitismo, ogni atteggiamento che sarebbe o potrebbe essere percepito come una mancanza di rispetto. "
http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/speeches/1987/december/documents/hf_jp-ii_spe_19871207_dichiarazione-comune_it.html
Es un acierto reproducir tanto el texto de Gnocchi y Palmaro como la magnífica introducción de Flavio Infante en su blog in-expectatione.
Por cierto que los autores italianos han sufrido en sus carnes aquello de lo que previene Infante, al prescindir Radio María de sus servicios tras diez años -si no recuerdo mal- de permanencia en antena. En este caso, por criticar al Papa, -se les dijo-. Aunque los "sancionados" ponen a salvo la actitud del director de Radio María, no dejaron de constatar que todo lo que dicen en su artículo de crítica es puro y simple catolicismo.
Anónimo, aunque el término proselitismo ha tomado tintes peyorativos, no quiere decir que sea algo malo.
Por eso pienso que las expresiones y de Benedicto XVI y de Juan Pablo II podían ser más afortunadas. Se refieren a aquella connotación peyorativa del proselitismo que no respeta la dignidad de la persona y violenta la conciencia.
Pero el proselitismo no es una solemne tontería. Máxime si se entiende como esfuerzo misionero.
Ni siquiera es tiranía clerical, sino tiranía modernista.
¿y cuando la iglesia utilizó ese proselitismo peyorativo anónimo?
Anonimo lea como Benedicto XVI explica que es proselitismo y como anunciar el evangelio buscando la conversión de los no creyentes es un deber de todos los miembros de la Iglesia y va a ver la diferencia con la respuesta de Francisco.
Se lo pongo en italiano notengo tiempo de traducirlo.
"La Chiesa cattolica nei territori dell'Asia centrale e delle ex repubbliche sovietiche - come in ogni parte del mondo - è contraria ad ogni azione di proselitismo, non impone cioè la propria fede, che è infatti dono di Dio
Mi pare utile ribadire che la Chiesa non impone, ma propone liberamente la fede cattolica, ben sapendo che la conversione è il frutto misterioso dell'azione dello
Spirito Santo». «La fede - ha detto ancora - è dono e opera di Dio. Proprio per questo è proibita ogni forma di proselitismo che costringa o induca e attiri qualcuno con
inopportuni raggiri ad abbracciare la fede. Una persona può aprirsi alla fede dopo matura e responsabile riflessione, e deve poter realizzare liberamente questa intima aspirazione. Ciò va a vantaggio non solo dell'individuo, bensì dell'intera società,poiché la fedele osservanza dei precetti divini aiuta a costruire una convivenza più giusta e solidale».
Lo del proselitismo es ridículo. Que le apliquen la misma regla de tres a la culpa.
No es la primera vez en la historia que la Iglesia ha tenido que recordar que la fe no puede imponerse por medios coactivos. Sin la gracia de Dios, no hay acto de fe; es algo más imposible que un círculo cuadrado. Además, los teólogos enseñaron siempre que forzar un acto de fe exterior insincero sería inducir a un pecado de irreverencia. Si secuestramos a un judío y lo amenazamos de muerte si no recita el Credo, además de cometer varios delitos y pecados de injusticia, no lograremos que se convierta, a menos que Dios le de el don sobrenatural de la fe, cosa que nunca se puede buscar por medios deshonestos.
Saludos.
" lea como Benedicto XVI explica que es proselitismo y como anunciar el evangelio buscando la conversión de los no creyentes es un deber de todos los miembros de la Iglesia"
Contra este proselitismo no tengo nada, es obvio.
Si secuestramos a un judío y lo amenazamos de muerte si no recita el credo....
perdón, pero.... a ver si me pueden explicar
¿CUANDO ES QUE LA IGLESIA HIZO ESO?
Anónimo, creo que ya lo entiendo: si la crítica al proselitismo la hacen JPII o BXVI nos esforzamos por buscarle el lado positivo; si la hace Francisco, hemos de entenderla siempre en un sentido negativo.
Desde hace unos días Francisco no ha vuelto a decir nada, pero los blogs tradi/cons siguen martilleando con nuevos agravios. El último es que al parecer se ha equivocado en una letra al acuñar una moneda conmemorativa, y que -según nos explica Morillo- el anillo que encargó le ha salido muy caro, con lo que Francisco sería un redomado hipócrita.
Con cualquier excusa se dan palos una y otra vez a Francisco, como si fuese un monigote de feria, al tiempo que se callan los abundantes precedentes de las heterodoxias de Francisco en papas anteriores. Ahora resulta que todo esto lo ha inventado Francisco. Y para dar los palos vale todo, desde la soflama venenosa de la "otra hija de Maciel" al artículo de un juanpablista resentido en una publicación neocón.
En algunos sitios que nunca han sido sedevacantistas ya se refieren a Francisco como el Anticristo. Si ése es el estado de opinión que pretendéis crear en los fieles, adelante; pero si no es ésa vuestra intención, como yo creo, más vale que bajéis el pistón de las críticas durante una temporada, o por lo menos englobadlas dentro de una crítica más amplia a la Iglesia de las últimas décadas.
Por cierto, con todo este aluvión de críticas, no se está diciendo nada de la próxima turbocanonización de JPII, que podría resultar de los aspectos más dañinos del pontificado de Francisco.
Anónimo, mi ejemplo es una obvia exageración.
Si a lo largo de su historia la Iglesia ha enseñado que debe respetarse la libertad del acto de fe y además lo ha imperado prácticamente en su derecho (p. ej., Código de 1917), cabe suponer que se dieron algunos casos reales de coacción indebida. No tendría mucho sentido una predicación sin destinatarios reales y un derecho que ordenara conductas sólo existentes en la imaginación de teólogos de laboratorio.
Saludos.
Anónimo de las 03:08:
Estoy de acuerdo con Vd.: no entiendo cómo algunos sitios tradis (no me refiero tanto a éste como a otros) se esté buscando en Francisco algo así como el demonio causante de todos los males presentes de la Iglesia, ignorando (!?) que Bergoglio no es causa, sino más bien consecuencia del estado de cosas en que estamos envueltos desde hace décadas (en algunos aspectos, desde hace siglos). Ese idealizar el pontificado de Benedicto y demonizar el actual de Francisco me parece un ejercicio de lavadura de cerebro verdaderamente grotesco, si no en ocasiones hipócrita.
Pero tal vez todo esto termine sirviendo para algo: para acabar con el papanatismo que permea no sólo los sitios neocones, sino también alguno "tradi". Así tal vez volvamos a la situación medieval en que, para los fieles, el Papa, más allá de ser el Vicario de Cristo, sólo entraba en sus vidas cuando se le mencionaba en el Canon de la Misa. Al menos yo sí volví a la Edad Media, gracias entre otras cosas a la renuncia de Benedicto y la elección del mastuerzo que tenemos ahora.
Y creo que sería muy beneficioso que se abordase este tema cuanto antes, o de lo contrario volverá a prevalecer el "fetichismo africano" (Castellani) al que esta bitácora dedicó una entrada hace algún tiempo. Y seguiremos poniendo tronos a las causas y cadalsos a las consecuencias, como están haciendo muchos blogs durante estas últimas semanas.
Kyrie eleison
PS: a fin de cuentas, tengo la impresión de que nos hallamos de nuevo como en tiempos de mons. Lefebvre: la alternativa es o volver a la Tradición, o hacernos sedevacantistas.
PEDRO HISPANO: Desde luego a Mons. Muller, con sus antecedentes doctrinales más que obscuros, no le nombró Francisco sino Benedicto. Quien en uno de sus viajes a Alemania alabaría la "experiencia religiosa de Lutero" y en un discurso en Italia citó elogiosamente a Theilard. Y a Jorge Mario Bergoglio le nombró cardenal Juan Pablo II, junto a Kasper, Martini, etc. etc, etc... Con lo cual se justificaría una afirmación hecha antes aquí de que Francisco no es causa sino efecto.
Ἰουστινιανός bergoglio no es el causante de todos los males, mas bien es la cereza del postre ¿se entiende?
un gnocchaso para bergoogle
Bueeeeeeno que se haya dado algúuunnn que otro caso de coacción indebida ¡Martín! pero no es lo que siempre hizo la iglesia y para colmo de esos casos se agarran los enemigos de la iglesia para crear las famosas leyendas negras.
Tiene razón, idealicemos el pasado y culpemos siempre a los enemigos de la Iglesia. Hagamos neoconservaudirsmo retroactivo.
Papanatismo nada, a un san Pío X da gusto defenderlo. En cambio se hace difícil defender lo indefendible como a los papas postconciliares que se rasgaban las vestiduras del humo de sat.., de autodemolición y de que la barca de Pedro hace aguas y no se dan por enterados que ellos eran los causantes de la debacle con su agazapado modernismo.
No, idealizar no Martín. Deme ejemplos concretos.
Ni siquiera se le puede aplicar el mote de lepidium sativum, es una planta con ciertas cualidades jaja....
"De lo dicho se deduce que la misión sajona, en su esencia, únicamente pudo afianzarse gracias a la sangrienta victoria de Carlomagno. En este sentido, la conversión de los sajones se efectuó en buena parte bajo graves presiones (no faltaron frecuentes deportaciones forzosas). El punto culminante de esta «misión de la espada» se alcanzó con la promulgación de una ley general de Carlomagno, que debía regular y proteger la evangelización en la Sajonia franca y, entre otras cosas, establecía la pena de muerte para quienes rechazasen el bautismo[5] (también para quienes quebrantasen el ayuno, incinerasen los cadáveres y cometiesen robos sacrilegos[6]). Si bien esta ley supone que el cristianismo ya se había impuesto en general y, por tanto, sólo pretendía en sustancia proteger su existencia, ejerció, no obstante, sobre las conciencias una coacción de todo punto inadmisible. Desgraciadamente la Iglesia franca como tal, a excepción de algunos reproches de algunos obispos, no hizo en el fondo absolutamente nada contra esta «misión de la espada»." (J. Lortz)
Domingo de Soto y Francisco Suárez trataron el tema con abundantes ejemplos. Y no lo hicieron por pura especulación de gabinete.
Saludos.
Ese párrafo también me recuerda, Gladius, el "Cuius regio, eius religio".
uyyyy... si toda la troupe humanista Martín....los hijos espirituales de Gerrit Gerritszoon.
http://www.conoze.com/index.php?accion=autor&autor=Joseph+Lortz
uh.... parece bueno esto!!!!
"Anónimo, creo que ya lo entiendo: si la crítica al proselitismo la hacen JPII o BXVI nos esforzamos por buscarle el lado positivo; si la hace Francisco, hemos de entenderla siempre en un sentido negativo."
No anónimo, la critica de BXVI al proselitismo es precisa, no s pud mal interpretar. La de Francisco es como poco desafortunada. Contestar a la pregunta ¿Ud quire convertirme? con la demonización del proslitismo y nada más requiere de varias páginas d explicación ortodoxa para evitar la herejia.
En la Carta «Quod aliquantum» de 10 de marzo de 1791, condena los derechos del hombre. «La Asamblea Nacional se ha atribuido la potestad espiritual cuando ha efectuado tantos reglamentos tan contrarios al dogma… La consecuencia necesaria de la Constitución decretada es aniquilar la religión católica. Con el fin se estableció como un derecho del hombre en la sociedad esta libertad absoluta que no solamente asegura el derecho de no ser inquietado sobre sus opiniones religiosas, sino que otorga licencia de pensar, de decir, de escribir y, además, de hacer imprimir impunemente en materia de religión todo lo que pueda sugerir la imaginación más extravagante. ¿Qué podría haber de más insensato que establecer entre los hombres esta libertad y esa igualdad desenfrenada?»
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