Reproducimos hoy la traducción completa de un artículo publicado en la bitácora El búho escrutador.
En el pasado mes de
junio la página RORATE CÆLI nos
obsequió con un interesante y agudo artículo del padre Richard G. Cipolla sobre
la desvirilización de la liturgia operada en el Novus Ordo Missæ. El término
“desvirilización”, tal como lo aclara el autor en el cuerpo del artículo, no
encierra nada peyorativo; es un neologismo que, a falta de otro mejor, el autor
considera como el más apropiado para expresar los elementos –asociados al
concepto latino de vir- que se han difuminado notablemente en la
nueva Misa. No todo lo que dice el padre Cipolla podrá ser del gusto del
lector. Pero en materias litúrgicas el “genio inglés” -en este caso
norteamericano- siempre merece atención. Nuestro reconocimiento y gratitud a
todo el equipo de Rorate Cæli por
su trabajo en bien de la liturgia católica y por autorizar a este blog la
publicación de la traducción completa del artículo en cuestión. Este búho
agradece igualmente al abogado Gustavo Delgado B. la esmerada traducción que ha
realizado del original inglés y que ahora presentamos.
La desvirilización
de la Liturgia en la Misa Novus Ordo
Fr. Richard G. Cipolla, Ph.D., D. Phil. (Oxon.)
Es bien conocida la
correspondencia entre el Cardenal Heenan de Westminster y Evelyn Waugh, antes
de la promulgación de la Misa Novus
Ordo, en la que Waugh lanza un crie
de coeur (grito del corazón)
sobre la liturgia post-conciliar, encontrando un empático aunque ineficaz oído
en el Cardenal. [ 1] Lo que no es tan conocido es el comentario del Cardenal
Heenan al Sínodo de los Obispos en Roma, luego de que la Misa experimental –la Missa Normativa- fuera presentada por primera vez,
en 1967, a
un selecto número de obispos. Este ensayo está inspirado por las siguientes
palabras del Cardenal Heenan dirigidas a los obispos allí reunidos:
“En casa, no son sólo
las mujeres y los niños, sino también los padres de familia y hombres jóvenes
los que acuden regularmente a misa. Si fuéramos a ofrecerles el tipo de
ceremonia que vimos ayer, pronto quedaríamos reducidos a una feligresía de
mujeres y niños.” [2]
Aquello a lo que el
Cardenal se refería yace en el corazón mismo de la forma Novus Ordo de la Misa Romana, y de los
consiguientes y profundos problemas que han afectado a la Iglesia desde su
imposición en 1970. [3] Uno podría tener la tentación de querer cristalizar lo
que el Cardenal Heenan experimentó al hablar de la “feminización” de la
liturgia. Sin embargo, este término podría resultar inadecuado y, en última
instancia, inducir a error. Porque existe un aspecto realmente mariano de la
liturgia, que es indudablemente femenino. La liturgia porta la Palabra de Dios,
la liturgia da a luz al Cuerpo de la Palabra para ser adorado y dado como
Alimento. Una mejor terminología podría ser que en el rito del Novus Ordo de la Misa la liturgia ha sido
“afeminada”. Hay un famoso pasaje en el De
bello Gallico, de César, donde él explica por qué los de la tribuBelgae eran tan buenos soldados. Y lo
atribuye a su falta de contacto con los centros de cultura, como las ciudades.
César creía que tal contacto contribuye ad
effeminandos animos, a la feminización de sus espíritus. [4] Sin embargo,
cuando se habla de la feminización de la liturgia se corre el riesgo de ser mal
entendido, como si se pretendiera devaluar lo que significa ser mujer o la
feminidad misma. Sin adoptar esta visión más bien machista de César acerca de
los efectos de la cultura en los soldados, ciertamente se puede hablar de una
desvirilización del soldado, cuando éste mina su fuerza y determinación para cumplir lo que un soldado
tiene el deber de hacer. Aquí no se trata de un desprecio de lo femenino; más
bien se describe el debilitamiento de lo que significa ser hombre.
Desvirilización,
pues, es el término que quiero emplear para describir lo que el Cardenal Heenan
vio ese día de 1967, durante la primera celebración de la Misa experimental.
[5] En la forma del Novus Ordo –que Benedicto XVI, en el Motu ProprioSummorum Pontificum, ha llamado comprensiblemente
aunque de modo difuso, la Forma Ordinaria del rito Romano- la liturgia ha sido
desvirilizada. Ahora bien, hay que recordar el significado de la palabra vir en latín. Tanto vir como homosignifican
"hombre", pero sólo vir tiene la connotación de hombre-héroe,
y es la palabra que se utiliza a menudo para "marido". La Eneida
comienza con las famosas palabras: arma
virumque cano. ("Yo canto a las armas y al hombre-héroe.") Lo que
el Cardenal Heenan, profética y correctamente vio en 1967, fue la virtual
eliminación de la naturaleza viril de la Liturgia; la sustitución de la
objetividad masculina, necesaria para el culto público de la Iglesia, por la suavidad,
el sentimentalismo y una personalización centrada en el papel materno del
sacerdote.
El pueblo, en el interior de la Liturgia, [6] se sitúa en una relación mariana con ella misma: atención, receptividad, meditación, espera de ser saciado. Dentro de la Liturgia, es el sacerdote como padre quien pronuncia, anuncia y confecciona la Palabra para que la Palabra pueda convertirse en Alimento para los que permanecen dentro de esa suprema actualización de la Ecclesia, que es la Liturgia. [7] Es el sacerdote quien ofrece Cristo al Padre, y es este acto el que contiene el rol distintivo de lo que significa ser sacerdote. Así, el papel del sacerdote como padre hace su rol propio no sólo en su función, sino que en la misma ontología de la sexualidad. [8] El sacerdote se presenta en el altar in persona Christi, in persona Verbi facti hominem, y esto no sólo como homo, palabra que en un sentido trasciende el sexo, sino in persona Christi viri: en el sentido de que homo factus est ut fiat vir, ut sit vir qui destruat mortem, ut sit vir qui Calcet portas inferi: Dios se hizo hombre para poder ser ese hombre-héroe que destruya la muerte y aplaste con su propio pie las puertas del infierno.
El pueblo, en el interior de la Liturgia, [6] se sitúa en una relación mariana con ella misma: atención, receptividad, meditación, espera de ser saciado. Dentro de la Liturgia, es el sacerdote como padre quien pronuncia, anuncia y confecciona la Palabra para que la Palabra pueda convertirse en Alimento para los que permanecen dentro de esa suprema actualización de la Ecclesia, que es la Liturgia. [7] Es el sacerdote quien ofrece Cristo al Padre, y es este acto el que contiene el rol distintivo de lo que significa ser sacerdote. Así, el papel del sacerdote como padre hace su rol propio no sólo en su función, sino que en la misma ontología de la sexualidad. [8] El sacerdote se presenta en el altar in persona Christi, in persona Verbi facti hominem, y esto no sólo como homo, palabra que en un sentido trasciende el sexo, sino in persona Christi viri: en el sentido de que homo factus est ut fiat vir, ut sit vir qui destruat mortem, ut sit vir qui Calcet portas inferi: Dios se hizo hombre para poder ser ese hombre-héroe que destruya la muerte y aplaste con su propio pie las puertas del infierno.
La desvirilización de
la liturgia y la desvirilización del sacerdote, para todos los efectos
prácticos, no se pueden separar. En lo que sigue, me gustaría, aunque
esquemáticamente y de manera incompleta, hablar, en primer lugar, en términos
más específicos sobre la desvirilización de la liturgia misma en la forma Novus Ordo del rito Romano. En segundo lugar me
referiré a la necesaria desvirilización (que se sigue del rito desvirilizado)
del sacerdote, utilizando, al efecto, ejemplos concretos.
La descripción de la
liturgia Romana usando adjetivos como "austera", "concisa",
"noble" y "simple", es un lugar común entre tantos que han
escrito sobre liturgia en el marco del movimiento litúrgico moderno del siglo
XX. Sin embargo, muchos de estos escritores han idealizado la austeridad del
rito Romano o bien la han utilizado para promover su propia agenda consistente
en despojar al rito del crecimiento orgánico alcanzado a través de los siglos,
etiquetando dicho crecimiento orgánico con términos peyorativos tales como
"adiciones Galicanas" o "repeticiones inútiles". Antes que
designar el rito romano como austero, un adjetivo que podría decirse tiene
connotaciones puritanas, es mejor hablar de la masculinidad o virilidad del
rito Romano tradicional. Hacerlo exige necesariamente una definición de la
masculinidad en este contexto. Esto es algo difícil, y requiere un estudio más
profundo. Con todo, voy a mostrar varias características del rito Romano
tradicional que ayudan a explicar lo que quiero decir acerca de la inherente
masculinidad y virilidad en el contexto de ese rito. [9]
En primer lugar, la
masculinidad se opone al sentimentalismo -no al sentimiento, sino al
sentimentalismo-. Hay una ausencia de cualquier rastro de sentimentalismo en el
rito tradicional, también llamado Forma Extraordinaria. Esto se ve en sus
colectas y oraciones, que sin sacrificar la belleza del lenguaje, son concisas
y van al grano; también se aprecia en sus rúbricas, que impiden que la
personalidad del sacerdote introduzca sus propias emociones y preferencias en
el rito mismo. Si tomamos nota de la intuición del Cardenal Newman de que el
sentimentalismo es el ácido de la religión, es decir, lo que destruye la
religión verdadera, entonces las rúbricas del rito tradicional son la pequeña
píldora púrpura que previene el reflujo de sentimentalismo en la liturgia. [10]
En segundo lugar, con
la Misa Romana tradicional hay una aceptación plena del silencio como corazón
de los medios para comunicarnos con Dios. La participación activa es entendida
como contemplación, como oración. Las palabras del rito no son nunca el punto.
Ellas son fijas. Siempre apuntan más allá de sí mismas. Es común decir que dos
verdaderos amigos son aquellos que pueden permanecer en silencio absoluto uno
frente al otro, y reconocer lo que un corazón le habla al otro corazón en este
silencio. Este es el silencio de Moisés ante la zarza ardiente, el silencio de
los Padres del Desierto, el silencio de San Benito en la cueva, el Sacro Speco.
En tercer lugar, está
el hecho de la masculinidad de la lengua latina. Esta lengua, a diferencia de
la femineidad de las lenguas Romances, que son su descendencia, es masculina en
su laconismo, su concisión, su formalidad, su dificultad, su falta de
flexibilidad. Incluso en manos de un poeta como Ovidio, quien sin duda entendió
y tan bellamente puso en práctica el lado femenino de la poesía Romana, incluso
allí la masculinidad de la lengua se mantiene firme en contra de cualquier
intento de hacer que sea lo que no es.
En cuarto lugar, el
rito romano tradicional exige, no sólo en sus rúbricas, sino que en su misma
esencia, una sumisión a su forma. Demanda una supresión de la auto-realización.
Es algo en lo que se elige entrar, una sola vez. Y esa elección implica siempre
algo así como un heroico despojarse de uno mismo por la meta mayor, el telos.
En quinto lugar, muy
vinculado con el aspecto anterior, la liturgia es algo dado, nunca hecho. Está
ahí para entrar en ella. Este aspecto se ve más claramente en los ritos
Orientales, donde el racionalismo y el sentimentalismo nunca han erosionado
este sentido de “ser-dada-por-Dios” de la liturgia -por lo que se conoce en el
Oriente como "la Divina Liturgia"-. Este ser-dada no implica que sea
un fósil ni niega su desarrollo orgánico. Más bien, este ser-dada es como una
gran casa que ha sido construida por inspiración del Espíritu a través de los
siglos, y que está ahí para entrar en ella. El genio y la verdad de la obra El Espíritu de la Liturgia de Romano Guardini, que ha inspirado
tan profundamente al actual Papa, Benedicto XVI, en su propia comprensión de la
liturgia, asume este absoluto ser-dado de la liturgia, pues no se puede
"tocar en la casa del Señor", a menos que la casa ya esté allí para
tocar música en ella. El sacerdote acepta la prohibición de imponer sus propios
gustos y aversiones en la liturgia. Él está dispuesto a que se le recuerde
hacer lo que se debe hacer. Él acepta la imparcialidad que la liturgia impone,
sin la cual uno no puede entrar en la Liturgia cósmica que trasciende el tiempo
y el espacio. [11]
En sexto lugar, la
liturgia es viril en su comprensión y uso de gestos ambiguos como el beso. El
beso ciertamente encuentra un lugar seguro en el reino de lo erótico. No
obstante, el beso como señal de respeto y amor por los objetos que se utilizan
en la liturgia y por quienes participan en la liturgia, como el beso de la paz,
purifica este símbolo erótico y lo eleva al nivel más alto y más objetivo de
adoración de la presencia de Dios en la liturgia. Siempre me asombran y aturden
los que celebran la Misa Romana tradicional sin los besos habituales, en base a
considerarlos en cierto modo "excesivos" y propensos a ser mal
interpretados. Nunca son excesivos, como enseñó Jesús a Judas cuando la mujer
ungió sus pies con nardo precioso. Estos besos son propensos a ser mal
interpretados sólo si la Liturgia es despojada de su virilidad innata.
Por último, la
liturgia es viril en su aceptación de la soledad esencial del sacerdote dentro
de la comunidad, su querido rebaño, que él ama y por el que moriría si
estuviese llamado a hacerlo. El sacerdote vir se encuentra solo en el altar para
ofrecer el Sacrificio por su pueblo. Permanece en la línea de Melquisedec, de
Moisés, de San Pablo, de San Agustín y de todos los santos que no temieron
estar a solas con Dios por y con la comunidad, especialmente aquellos que no
temieron experimentar la soledad del martirio.
Por la reflexión anterior
sobre la masculinidad y la virilidad de la liturgia, resulta obvio que la
desvirilización de la liturgia exige y revierte en la desvirilización del
sacerdote. Quiero examinar ahora dos contextos de la desvirilización del
sacerdote: uno directamente consecuencia del Novus
Ordo tal como es ampliamente
celebrado; el otro, una consecuencia de la olvidada esencial
masculinidad-virilidad del sacerdote.
No puede haber una
fuerza más poderosa para la desvirilización del sacerdote que la moderna
costumbre de decir la misa de cara al pueblo. Al margen de su carácter no
tradicional; al margen de su fundamentación en deficientes y sentimentales
apelaciones a la antigüedad (arqueologismo contra el cual advirtió Pío XII en Mediator
Dei); aparte de su imposición por una terrible falta de comprensión acerca
de la esencia de la Misa que ha hecho que el aspecto secundario de "cena"
casi elimine el aspecto primario de Sacrificio: esta costumbre de decir Misa de
cara al pueblo como una novedad sin el apoyo de la Tradición, ha sido una de
las principales causas de la desvirilización del sacerdocio. [12]
En una de mis muchas
estancias en Italia me di cuenta de que muchos de los coches de bebé estaban
construidos de tal manera que el bebé se sentara de frente a su madre, mientras
ella empujara el coche. Esto me pareció extraño, ya que en Estados Unidos el
bebé mira en la misma dirección que la madre que está empujando el coche.
Cuando le pregunté a una amiga sobre esto, ella me dijo que muchas madres
italianas quieren mantener permanente contacto visual con el bebé, desean poder
sonreír al niño, y hablarle en su propio lenguaje para así asegurarse de
mantener el vínculo entre madre e hijo. La clásica relación madre-hijo se
acentúa casi de una manera perversa por la necesidad que siente la madre de
enfrentar constantemente cara a cara a su hijo, no sea que el contacto con el
mundo exterior, con "el otro", dañe la relación.
Sin pretender que la
analogía anterior sea exacta o completa, afirmaría que la radical innovación -
nunca impuesta por el Concilio ni por ningún otro libro litúrgico- de celebrar
Misa con el sacerdote de cara al pueblo, ha transformado el papel del sacerdote
en la Misa, de padre que guía a su pueblo para ofrecer el Sacrificio al Padre,
en el de madre necesitada de contacto visual, de parloteo litúrgico con el
pueblo y a veces de un comportamiento deliberadamente bobo, como si el pueblo
fueran párvulos, reduciendo así su rol de sacerdote al de la madre de un
infante. Esta reducción de los feligreses a párvulos, forzados a mirar a la
madre-sacerdote, les impide ir más allá de él y ver al Dios que está siendo
adorado en la presencia del sacrificio cósmico de Cristo.
Para usar otra
analogía secular: la Misa de cara al pueblo se reduce a una asamblea de escuela
secundaria, donde todo el mundo tiene un papel que desempeñar bajo la dirección
del sacerdote como Madre Rectora, que se asegura de que todas las cosas salgan bien.
Esto es descrito por algunos liturgistas como la dimensión
"horizontal" de la liturgia, en oposición a la dimensión
"vertical" que proporciona el sentido de trascendencia. Esto es, en
última instancia, discurso vacío, porque supone que la liturgia está bajo el
control del sacerdote y los ministros y que una de sus funciones es la de
asegurarse de que ambas dimensiones estén presentes, y se mantengan, de alguna
manera, en equilibrio.
Está claro que todo
este enfoque niega profundamente el "ser-dado" de la liturgia y su
foco en la adoración a Dios en alabanza y sacrificio. Las rúbricas del Novus Ordo fomentan esta comprensión radicalmente
no tradicional de la liturgia, con el constante debilitamiento de las
instrucciones de sus rúbricas con expresiones como "o en otras
palabras", "o de alguna otra manera" y "o según la
costumbre local". Lejos de la romántica visión retrospectiva de la frase
de San Justino Mártir con relación al celebrante de la Misa -que ofrece la
acción de gracias "según su capacidad"- [13], tomada como norma; al
margen de la cuestionable idea de imaginar que el sacerdote es capaz de sacar
de la Tradición o de su propio sentido de la liturgia aquello necesario para
completar o llenar lo que las rúbricas ordenan se diga y haga: esta comprensión
de la liturgia como "asamblea de escuela secundaria" hace imposible
el culto católico como se ha entendido en la Tradición. Porque la Tradición
entendió el radical significado de la liturgia como comprendiendo el culto
público como un deber, officium,
un deber sin duda basado en el amor, pero deber al fin y al cabo. Es este
sentido tradicional de la adoración como officium el que es consagrado y hecho visible y
oído y experimentado en el rito Romano tradicional.
El sacerdote es como
Abrahán, el padre de Isaac y de los judíos, y nuestro padre en la fe. El mayor
acto de fe y de culto de Abrahán como padre es cuando lleva a su hijo Isaac a
la montaña para sacrificarlo, obedeciendo a Dios. Caminan de frente a la cima
de la montaña. Hay silencio, excepto por el breve diálogo entre padre e hijo:
"Y se dirigió Isaac a Abrahán, su padre, diciendo: “Padre mío”; el cual
respondió: “Heme aquí, hijo mío”. Y dijo (Isaac): “He aquí el fuego y la
leña, mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?” Contestó Abrahán: “Dios
se proveerá de cordero para el holocausto, hijo mío.” Y siguieron caminando los
dos juntos." (Gn. 22, 7-8,).
Es aquí, entre
Abrahán e Isaac, que vemos el componente verdaderamente horizontal del culto,
breve y al grano. El diálogo vertical y primario es entre Abraham y Dios, un
diálogo que se produce en el silencio de una impresionante obediencia y fe.
Este papel de vir de fe es radicalmente diferente al del
sacerdote que cree que su trabajo no es llevar al pueblo al altar del
Sacrificio, sino dialogar con él y hacerle "entender qué está
pasando". Así, la Plegaria Eucarística, con su breve diálogo entre el
sacerdote y el pueblo, se convierte en otra extensión del parloteo del sacerdote. Aquí no existe un
caminar juntos por la montaña; no hay un volverse juntos hacia el Señor; hay en
cambio un terrible y embrutecedor éxtasis de la madre condescendiente y
agobiante tratando de conectar con su hijo, destruyendo, en el camino, la
libertad del niño para subir al monte de Dios. [14]
Antes de abordar la
importante cuestión de la continuidad del rito del Novus Ordo con el rito Romano tradicional desde
el punto de vista de la desvirilización de la liturgia, quisiera comentar dos
resultados prácticos de la desvirilización de la liturgia y del sacerdote. El
primero es el siguiente: la música que el Novus
Ordo ha producido para la
Misa y demás canciones para cantar en la liturgia, es, en el mejor de los
casos, funcional, y, en el peor, basura sentimental que hace que los viejos
himnos evangélicos protestantes suenen como corales de Bach. Cuando la Misa se
reduce a una asamblea auto-referencial, entonces la música se vuelve, en el
mejor de los casos, meramente funcional, y en el peor, algo para despertar los
sentimientos del pueblo. Este funcionalismo es una señal de la escalofriante,
anticuada y anti-litúrgica postura del establishment litúrgico que aún controla gran parte
de la vida litúrgica de la Iglesia en los dicasterios romanos, en los
seminarios, en las diócesis, y, por lo tanto, en las parroquias. [15]
El funcionalismo no
puede producir grandes obras de arte, ni en la música o la pintura, ni en la
escultura o la arquitectura. Además destruye el culto, al menos como se ha
entendido tradicionalmente, no como algo irracional, pero sí ciertamente como
algo no reductible a razón. [16] En la visión funcionalista, las lecturas en la
Misa del Novus Ordo se vuelven momentos didácticos, como
si se estuviera en una sala de clases, en lugar de actos de culto como se ha
entendido tradicionalmente. Una vez más, el sacerdote actúa como maestra de
escuela, explicando constantemente lo que sus estudiantes están viendo y
escuchando. Nos hemos olvidado de que las lecturas de la Misa (la Liturgia de
la Palabra) llevan la Palabra dentro de la Liturgia; no son meras lecciones
para escuchar y asimilar. Las lecturas vienen de dentro de la Liturgia y no de una clase de
catecismo presidida por una "institutriz". La liturgia no es
didáctica: ella forma e in-forma. Reclama atención a lo que está más allá de
las palabras que están siendo cantadas o dichas. La Escritura dentro de la Misa
es un eco de la Palabra y un venerable "recordatorio a Dios" acerca
de lo que Él ha dicho y hecho por nosotros en la persona de Jesucristo. Desde
el punto de vista funcionalista, el canto tradicional de la Iglesia debe ser
dejado absolutamente de lado, ya que va más allá de la mera función en su forma
distinta y dada, cuyo propósito es la elevación del espíritu humano a Dios. [17]
De la música banal y
sentimental del Novus Ordo,
que es fruto enfermizo del funcionalismo que subyace en el rito, pasamos a algo
que puede parecer trivial en comparación, pero que también es parte de la
evidencia de la desvirilización del sacerdote: el vestido del sacerdote fuera
de la Misa. El vestido del sacerdote cuando no está realizando una función
litúrgica se ha vuelto, en cierto sentido, y para pedir prestado un adjetivo
secular recientemente en boga, metrosexual. Esto significa que su masculinidad
se ha desdibujado en su apariencia exterior. El abandono de la sotana como
vestido normal del sacerdote fuera de la liturgia es parte de la
desvirilización del sacerdote. El decaimiento de la vestimenta distintiva que
es la sotana, y su reemplazo por un traje de oficina negro usado con un cuello
clerical, o, cada vez más frecuentemente, con una camisa con alzacuello blanco
que se puede quitar y meter en el bolsillo, es parte de la pérdida de la
“liminalidad” del sacerdote. Él ya no es el que se sitúa en el umbral, el limen de la tierra y del cielo, al ofrecer
Misa. El vestido religioso inspirado en el vestido seglar lo domestica al punto
de convertirlo en un simple clergyman(N.
del T.: eclesiástico), donde man significa ahora "persona" y
no "hombre".
Las décadas de los
cincuenta y sesenta fueron testigo de un enfoque más radical sobre la
vestimenta del sacerdote, de parte de aquellos que eran vistos y se tenían a sí
mismos por la vanguardia de la reforma, especialmente en Europa. Ellos usaban
chaqueta y corbata o turtlenecks (N. del T.: beatles o sweaters de
cuello alto) negros, mezclándose más todavía con el vestido secular de quienes
los rodeaban. Muchos sacerdotes europeos todavía se visten de esta manera, ya
sea continuando su romance con el secularismo, o como un intento de encajar con
su rebaño. El hecho es que la sotana, en cuanto vestido tradicional del
sacerdote, al menos entre su pueblo, les recuerda que no es sólo un "clergyman",
sino un sacerdote; no sólo "un líder religioso", sino el que ofrece
el Sacrificio por ellos, cuya vida se centra en este ofrecimiento del
Sacrificio, y que nunca puede ser totalmente secularizado. La sotana es una
afirmación de la masculinidad y la virilidad del sacerdote. Esto está en
contraste con la idea mundana de masculinidad, referida a la del jugador de
fútbol americano que gruñe, o al modelo de Armani sin afeitar en jeans ajustados, o a una especie de
"semental" que exuda potencia sexual. El uso de la sotana es el
ponerse el manto del profeta del sacerdote; es el signo externo de su asumir
esa soledad y desprendimiento que es parte integral de lo que significa para un
hombre, vir, ser sacerdote. La sotana es un símbolo
de ese desapego que marca la relación entre el sacerdote y su pueblo.
El sacerdote
desvirilizado confunde desapego con arrogancia o superioridad, frialdad o clericalismo.
Irónicamente, la verdad es todo lo contrario. El período post-conciliar ha
visto el surgimiento de un clericalismo que se enmascara afirmando que el
sacerdote sólo "preside" la asamblea, pero, de hecho, lo preside
todo. El sacerdote nunca debe ser un presidente, porque esto es como ser un
organizador de bodas quisquilloso. Para amar a su pueblo, el sacerdote debe
tener este sentido de desapego de ellos, para que no se convierta en un muñeco
Ken de colección, con cuello clerical [18].
Finalmente llegamos
al efecto más grave de la desvirilización de la liturgia: la discontinuidad
aparente y real entre el Novus
Ordoy el rito Romano tradicional. Este tema de la discontinuidad y la ruptura
ha sido objeto de una serie de estudios y conferencias en los últimos años,
dentro de los que se cuenta el ahora famoso discurso de Benedicto XVI a la
Curia Romana del 22 de diciembre de 2005. Si bien es cierto este discurso trata
específicamente la cuestión de la hermenéutica, de la interpretación del
Concilio Vaticano II, de todos modos tiene relevancia para el problema
específico de la discontinuidad de la liturgia. [19]
El significado de la
misma palabra "discontinuidad", a menudo no es claro. Deseo hacer una
analogía que creo aclara lo que está involucrado en esta discontinuidad entre
las dos formas del rito Romano. [20] En las matemáticas hay funciones que se
llaman discontinuas en un punto determinado. En términos simples, lo que esto
significa es que, en ese punto, no hay ningún valor para la función. Podemos
decir que en ese punto hay un "agujero" en la función. Lo que esto
significa, además, es que no hay manera de "llegar" desde antes de la
discontinuidad a después de la discontinuidad. Uno no puede ir "a través
de" un agujero en la función.
Usar esta analogía de
una función en la que hay un agujero, una discontinuidad, nos ayuda a entender
el hecho de que para la inmensa mayoría de los católicos que viven en el lado
de "después" del agujero, aquellos para quienes el Novus Ordo es su única experiencia de Misa, la
parte de la función que está "antes" del agujero, les es totalmente
ajena. Cualesquiera que sean los argumentos teológicos y litúrgicos que se
ofrecen en este debate sobre la continuidad, el sobrecogedor hecho es que para
el católico que creció con la Misa Novus
Ordo, el tradicional rito
Romano es algo ajeno y exótico. Estos católicos no ven la continuidad que se ha
dado por supuesta y defendido. Ellos sólo ven el agujero como un abismo y no
pueden ver o entender el lado de "antes" del agujero.
Esto nos lleva a
utilizar la analogía matemática para dilucidar lo que realmente significa esta
discontinuidad entre las dos formas. Las funciones se representan mediante
fórmulas que implican variables. Una función que es discontinua puede tener la
misma "fórmula", que representa su "forma", para cada lado
del agujero en la función. Pero puede darse la situación en que, después de
esta discontinuidad, la fórmula de la función cambie, y ahora haya esencialmente
una nueva fórmula y forma. Si hemos de creer lo que nuestro propio pueblo
católico experimenta en la celebración de la Misa en las dos formas del rito
Romano, entonces es obvio que no sólo hay una discontinuidad, un agujero;
también hay una función nueva, una fórmula nueva, una forma nueva, después del
agujero. La fórmula utiliza las mismas variables que la fórmula antigua, pero
es una fórmula diferente que denota una nueva familia de curvas. La apariencia,
la figura y la estructura de la nueva forma se ven y son muy diferentes a las
de la forma de antes del agujero. Este es un problema gravísimo para la
integridad de la fe Católica, tal y como es vista, comprendida y actualizada en
la celebración de la Santa Misa. [21] Por un lado tenemos la Misa Romana
Tradicional que, utilizando las palabras que describen la Regla de San Benito
en un relato contemporáneo de la vida del santo, es potente e strana, poderosa y
extraña. [22] La Misa Romana Tradicional puede ser bien descrita con las
palabras de la introducción del Antiphonale
Monasticum en su descripción
del canto de la Iglesia: “simple, sobrio, a veces quizá un poco austero, sin
duda hermoso, con un fuerte sentido de la línea; capaz de dulzura, y por esto
enormemente expresivo, sensible a todos los temperamentos, y capaz de suscitar
los sentimientos más íntimos del alma”. [23] Y en el otro lado, otra cosa: algo
distinto, más desvirilizado y desromanizado.
Esto es de hecho lo
que el Cardenal Heenan vio aquel día en 1967, cuando se celebró por primera vez
la forma experimental de la Misa Novus
Ordo para los obispos en
Roma. Él vio allí los resultados de la mentalidad funcionalista que no entiende
de ceremonias y confunde la sencillez con un reducido infantilismo. Él vio allí
la "novedad" de la Missa
Novus Ordo, una novedad que no creció orgánicamente de la Tradición, sino
más bien de una cepa específica de la teología litúrgica fundada e infectada
por el racionalismo post-Ilustrado. Él vio allí la desvirilización de la
liturgia y supo cuál sería uno de los efectos del Novus Ordo en la Iglesia: una
marcada disminución de la asistencia a Misa. Él vivió lo suficiente para ver el
comienzo de la pérdida del sentido de lo sagrado. Lo que no alcanzó a ver fue
la desvirilización del sacerdocio y sus desastrosas consecuencias en la falta
de vocaciones e infidelidad personal a la castidad y al celibato.
Fr. Cipolla es
Director del Departamento de Clásicos en Brunswick School, Greenwich, CT, y
vicario de la parroquia de Santa María, de Norwalk, CT.
Notas:
[1] Evelyn Waugh y John Carmel Cardenal Heenan, A Bitter Trial, 2ª ed. (South Bend: St. Austin Press, 2000)
[1] Evelyn Waugh y John Carmel Cardenal Heenan, A Bitter Trial, 2ª ed. (South Bend: St. Austin Press, 2000)
[2] Ibid., 70
[3] La importante cuestión acerca
de la validez de la imposición del Novus
Ordo y la prohibición
efectiva del Misal de 1962 del rito Romano fue traída a colación por el propio
Joseph Ratzinger en El Espíritu de la Liturgia, (San Francisco: Ignatius Press,
2000) 165-66. Pareciera que la respuesta a la pregunta está contenida en la
promulgación de Summorum
Pontificum y su carta adjunta
para los obispos. El asunto no es si es que el Papa puede promulgar un Misal
reformado o no. De hecho, San Pío V lo hizo, en respuesta a Trento. La pregunta
es si un Papa puede imponer una nueva forma de Misa en la Iglesia y suprimir el
rito Romano tradicional. La comprensión cuasi-fanática de los poderes del
papado desplegada por Pablo VI y suscrita por los que le animaron a suprimir el
rito Romano tradicional y por los obispos que accedieron a este audaz
movimiento: todo esto, habría hecho sonrojar a Pío IX, con vergüenza y quizás
envidia.
[4] César, De bello Gallico, 1.1
[5] El cardenal Heenan prologó su
comentario con la observación de que no sabía los nombres de aquellos que
habían propuesto la nueva Misa, pero era claro para él que pocos de ellos
habían sido curas párrocos alguna vez.
[6] No se debe hablar de que el
pueblo esté en la liturgia, sino dentro de la liturgia. La liturgia es algo en
lo que se entra, no es algo visto o creado o traído a la existencia por el
pueblo reunido.
[7] Sacrosanctum Concilium 10:
"No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la
Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza."
[8] Sobre la naturaleza ontológica
de la sexualidad ver Angelo Scola, “The Nuptial Mystery: A Perspective for
Systematic Theology?” Communio 30 (verano de 2003).
[9] Este ensayo no pretende abordar
el contenido verbal del rito Novus Ordo, como, por ejemplo, los cambios
radicales en las colectas y oraciones del ofertorio. Los importantes y, a su
manera, devastadores resultados de la investigación de la Dr. Lauren Pristas en
una serie de artículos y en un libro de próxima aparición sobre las revisiones
realizadas por el Consilium post-conciliar sobre las oraciones
colectas de Misa, son una evidencia de las políticas racionalistas y
modernistas de revisión que condujeron a las nuevas colectas en la Misa Novus Ordo. Estas políticas
pueden entenderse bien a la luz de la categoría de la
"desvirilización". Lauren
Pristas, "The Orations of the Vatican II Missal: Policies for Revision”,
Communio 30 (Invierno de 2003) 621-653; “Theological Principles that Guided the
Redaction of the Roman Missal 1970” ,
The Thomist 67 (2003) 157-95; “The Collects at Sunday Mass: An Examination of
the Revisions of Vatican II”, Nova et Vetera, 3:1 (Winter, 2005) 5-38. Ver
también Aidan Nichols, Looking at the Liturgy, (San Francisco: Ignatius Press
1997). Este breve libro sigue siendo la
mejor fuente para comprender los supuestos racionalistas y anti-litúrgicos del
movimiento litúrgico moderno tardío, que tuvo como resultado la forma Novus Ordo de la Misa.
[10] Este tema de la destrucción de
la verdadera religión mediante su reducción a un mero sentimiento, atraviesa
todos los sermones y obras de Newman. El Discurso Biglettopronunciado en Roma
cuando fue nombrado cardenal es una reafirmación de este tema en términos de lo
que él llama Liberalismo. Este discurso es a la vez poderoso y profético.
[11] Sobre estas cuestiones véase
Romano Guardini, The Church
and the Catholic and The Spirit of the Liturgy (Sheed and Ward: Nueva York, 1935),
especialmente los capítulos 3 y 9.
[12] La tercera revisión de la
Instrucción General del Misal Romano deja muy claro que la Misa de cara al
pueblo no es obligatoria y que la postura tradicional ad orientem está efectivamente permitida. Uno de
los grandes misterios de la revolución litúrgica post-conciliar es cómo la Misa
de cara al pueblo se hizo obligatoria a pesar de no existir documento oficial
alguno en respaldo de esta idea. Para una historia detallada y desapasionada, y
una comprensión teológica de la posición "hacia el este" del
sacerdote y el pueblo en la celebración de la Misa, ver Uwe Michael Lang, Turning to the Lord, (San
Francisco: Ignatius Press 2009).
[13]
San Justino Mártir, Apología. 66-67
[14]
Guardini: "The Primacy of the Logos over the Ethos", op. cit.,
199-211
[15] Este mortífero papel del
funcionalismo en la liturgia es discutido y refutado por Benedicto XVI en una
colección de ensayos sobre el papel de la música en la liturgia titulado Lodate Dio con arte (Venecia: Marcianum Press 2010).
[16]
Guardini, op.cit., "The playfulness of the Liturgy".
[17] En Italia, donde el
establishment litúrgico parece aún comprometido con el funcionalismo y con una
actitud tecnocrática respecto a la liturgia, se ha reciclado una palabra
maravillosa para describir el despojamiento hasta los huesos de la liturgia y de
la construcción de iglesias: adeguamento(adaptación,
adecuación). En Lodato Dio con
arte, Benedicto XVI habla de
este término y de los efectos perjudiciales que la realización del adeguamento ha tenido en la vida litúrgica de la
Iglesia en Italia.
[18] Uno puede ver los comienzos de
esta desvirilización del sacerdote en las representaciones de Hollywood de los
sacerdotes, como la de Bing Crosby en la película The Bells of St. Mary. La
imagen del sacerdote como un buen tipo que fuma una pipa y no es en absoluto
una amenaza para nadie, el sacerdote domesticado que ayuda a disipar el
visceral anti-catolicismo de la América Protestante. Uno se pregunta cuántos
jóvenes han dejado de hacerse sacerdotes estos últimos cuarenta años, por temor
de que hacerse sacerdote significaría abandonar su hombría y virilidad.
[19] Sobre la cuestión específica
de la discontinuidad del ritoNovus Ordo con el rito Romano ver la introducción
de Joseph Ratzinger a The
Reform of the Roman Liturgy de
Klaus Gamber, Roman Catholic Books 1993, y Joseph Ratzinger, El espíritu de la
liturgia, especialmente el capítulo dedicado al Rito. Para ver un ejemplo
detallado del consenso entre muchos académicos respecto a que el Novus Ordo es discontinuo con el rito Romano, ver
las actas de la conferencia litúrgica celebrada en la Abadía de Fontgombault en
2001: Looking again at the
Ouestion of the Liturgy, Alcuin
Reid, ed., (Farnborough, Inglaterra: St. Michael Abbey Press. 2002). Esta
cuestión de la discontinuidad parece ser ignorada por motivos pastorales, y con
razón, en Summorum Pontificum y en la carta adjunta dirigida a los
obispos. El hecho de que las dos formas del rito Romano coexistan en la Iglesia
no dice nada definitivo acerca de si son o no continuos.
[20] La discontinuidad es una
cuestión distinta de la validez de la forma. La validez de ambas formas del
rito Romano se toma como un hecho dado.
[21] Pristas, Orations: Con
respecto a los trabajos del Consiliumsobre
las colectas de la Misa, Pristas habla de "la construcción de una ciudad
completamente nueva". Es de destacar que el trabajo de esta investigadora
no ha causado gran inquietud entre los obispos, que son, de hecho, los
moderadores de la liturgia en sus diócesis.
[22] Flaminia Morandi, San Benedetto: Una luce per
l'Europa(Milan: Paoline 2009)
[23] "simplices, sobriae, aliquando
fortisan austeriores, decoram certe et firmamissam exhibent lineam, de cetero
dulcibilem ac per hoc maxime expressivam, omnium susceptibilem temperamentorum,
intimos animae sensus preferendi capacem." Antiphonale Monasticum,
(Tournai: Desclée & Co., 1934) p. XI.
Texto original:
Otra buena traducción
castellana del cuerpo del artículo puede verse en:
10 comentarios:
Excelente texto, muchas gracias por su publicación-traducción.
Y todo eso mientras se usaban albas con puntillas, caras rasuradas, trapos de todo tipo, etc. Muy "masculino".
Difícilmente puedan decirse tal cantidad de tonterías juntas como en el artículo. Es el riesgo de la argumentación, de por sí, puede argumentarse cualquier cosa, a niveles asombrosos (ver Hegel), que sea real es otra cosa muy distinta.
Pero, en fin, como dicen.....si te hace feliz.....
Me ofende que subrepticiamente me traten de mariquita.
NEO-CATE-CUME-QUE?
El anónimo de 22:56 se muestra un tanto... ¿qué diríamos?...
Femenino.
Anónimo de 22:56, hagamos un ejercicio práctico, a ver si lo ve mejor.
Eso sí, debe responder con toda sinceridad a mis preguntas:
Un sujeto imparcial observa el desarrollo de una misa nueva donde los feligreses se dan el beso de la paz y cantan "Vienen con alegría ..., cantando vienen con alegría..."; y luego observa la celebración de la misa según el rito tradicional donde los feligreses se comportan como es propio en aquel rito.
Y luego, a este observador, le traen a Juan, que estaba en la misa nueva; y a Pedro, que estaba en la tradicional.
Y le preguntan al observador: ¿Dígame usted, señor observador, quién cree que en el coche y en su hogar escucha discos de Sergio Denis y Luis Miguel?, ¿según las liturgias que presenció donde estuvieron cada uno de ellos, diría que el más afecto a estos pop-boleristas es Juan el novordista o Pedro el tradicionalista?
Ahora Anónimo, con sinceridad, ¿qué cree usted que contestaría el observador imparcial?
Y le hago una pregunta más: ¿le parece correcto que un hombre adulto, aun en la soledad, escuche a Sergio Denis?, ¿no le parece rarito, no le chirria?, ¿no sería de una virilidad dudosa o por lo menos torpe?
Bueno, ahí lo tiene. La misa "afecta".
Anónimo para verificar la realidad del comentario basta con comparar el imperativo "ite Missa est" con la sara de pavadas que dicen los sacerdotes para terminar la misa.
EL gregoriano de solesmes era ya muy afeminado. Por ahí vino todo.
pues dice San Bernardo: "Es una vergüenza ser un miembro delicado bajo una cabeza coronada de espinas". Este es un contraste irritante: que el Santo de los santos esté en el padecimiento, y yo en el placer y el pecado; que Jesús entregue su cabeza a las espinas, y yo no pierda ocasión de proporcionarme placeres, mientras puedo hacerlo sin pecar mortalmente.
3º Este misterio nos enseña la humildad, porque la corona de ignominia que lleva Jesús, es la condenación de la de orgullo y ambición que forma uno de nuestros más dulces ensueños. Escogiendo por su parte una corona de humillación, Jesús ha querido decirnos cómo reprueba la pasión de brillar, de exhibirse y ser más que los otros; cuánto, al contrario, alaba a las almas humildes, que, contentas con solo Dios, no buscan las miradas de las criaturas y hacen el bien en secreto, sin ruido y sin pensar en la fama, porque la virtud les es suficiente. Recojamos en lo íntimo de nuestro corazón estas experiencias y enseñanzas, y conformemos a ellas nuestros sentimientos y acciones.
¿TE SUENA ESTO BABOSILLO?
La misión de la misa de antes era santificar el alma, en cambio en la nueva la misión comienza cuando la misa termina. Ite misa est, la misión se cumplió, santificar el alma. Hoy día cualquier verdura humanista.
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