Se publicó la Relatio de las discusiones de la III Asamblea General Extraordinaria del Sínodo de los obispos que
se está celebrando en Roma. El documento es una verdadera porquería. A tal
punto que ha merecido los siguientes comentarios de prelados que no se
caracterizan por hacer declaraciones temerarias:
- Cardenal Müller, Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe: “El
documento preliminar del sínodo es indigno, vergonzoso y completamente
equivocado”.
- Cardenal Burke, Prefecto de la
Signatura Apostólica: “El documento
carece de una base sólida en las Sagradas Escrituras y en el Magisterio”.
- Cardenal Wilfrid Fox Napier,
arzobispo de Durban, “El documento es
virtualmente irredimible”.
- Mons. Gadecki, Presidente de la
Conferencia Episcopal Polaca: “El
documento es inaceptable”.
Su estilo es subjetivista
y emotivo, mechado con vocablos propios de esa psicoterapia light de los libros de autoayuda.
Un pasaje representativo del grado de descomposición sinodal es el siguiente:
50. Las personas homosexuales
tienen dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en
grado de recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en
nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa
acogedora para ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando
y evaluando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica sobre
la familia y el matrimonio?
La primera parte es de una
insoportable ambigüedad. O para ser más claros: quien lo redactó es un burro,
un estúpido u obra de mala fe. Las personas homosexuales tienen “dones y
cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana” no en cuanto
homosexuales. Pero hay algo que es mucho peor: “aceptando y evaluando su
orientación sexual”. Lo que la Iglesia enseña -de manera reiterada y secular-
es que la orientación homosexual, aunque no se concrete en actos, es en sí
misma desordenada. Por tanto, no es una orientación que pueda “aceptarse”,
porque constituye un desorden y como tal es inaceptable. Si es posible, dicha
inclinación se ha de rectificar. Además, tampoco es necesario “evaluarla”,
porque esa evaluación ya ha sido realizada por la Iglesia y es negativa.
Siguiendo la lógica de la primera
parte de este pasaje habría que decir que también los mafiosos y los corruptos –tan
fuertemente anatematizados por el Papa- poseen “dones y cualidades para ofrecer
a la comunidad cristiana”. Una simple interpolación muestra el absurdo:
50. Las personas [mafiosas] tienen
dones y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana: ¿estamos en grado de
recibir a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad en nuestras
comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que sea casa acogedora para
ellos. ¿Nuestras comunidades están en grado de serlo, aceptando y evaluando su
orientación [criminal], sin comprometer la doctrina católica sobre [el respeto
a la vida, la libertad, la integridad física, la propiedad, de las víctimas de
la mafia]?
El «Pensamiento Alicia» de Rodríguez
Zapatero -que ácidamente criticara Gustavo Bueno- ha penetrado en las cabezas
de muchos obispos católicos. Que Dios ayude a estos pastores a recuperar un poco
del sentido común que han perdido.
2 comentarios:
La siguiente expresión de Monseñor Livieres en su última carta, lo dice TODO.
“Dentro de la Iglesia, y últimamente desde algunas de sus más altas esferas, «soplan vientos nuevos» que no son del Espíritu Santo.”
Y en esa misma carta agregaba después:
“La situación es gravísima y no soy yo el primero en advertir que desgraciadamente estamos frente al peligro de un gran cisma. Exactamente lo que el Señor y su Santísima Madre nos han prevenido en apariciones reconocidas y aprobadas por la autoridad de la Iglesia.”
Los desafortunados principios en los que se pretende fundamentar las líneas argumentales del sínodo (gradualidad, misericordina, etc.) han sido puestos en evidencia extrayendo los despropósitos a que conducen. Véase: las aportaciones de los mafiosos a la comunión eclesial, apuntadas en esta entrada; la justificación de la poligamia, del cardenal Napier; la imperfecta realización del ideal del amor conyugal en el sexo virtual, apuntada por el Wanderer...
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