domingo, 13 de septiembre de 2015

LA POLITÍCA NACIONALISTA Y NOSOTROS LOS CATÓLICOS

LA POLITÍCA NACIONALISTA Y NOSOTROS LOS CATÓLICOS.
Un buen católico puede ser definido como un hombre piadoso, que cumple los mandamientos, que es fiel a la doctrina de siempre, que lleva vida sacramental. Si todo esto lo hace con particular energía, podemos hablar de un católico fervoroso.
Algunos amigos dan por hecho que ese católico "fervoroso" para completar su "currícula espiritual" debe ser nacionalista. Y la verdad es que no siempre sucede esto. Y más aún, ¿tiene que ser necesariamente así? En mi caso he conocido excelentes católicos que no adherían al nacionalismo. Con mucho, eran simples patriotas, pero no más. Un nacionalista les podía generar desconfianza. Esos católicos, quizás con una alta vida espiritual, no tenían por qué ser nacionalistas. No sentían, no vibraban, no se apasionaban, no tenían inquietudes de índole política. ¿Está mal? Creo que no. El nacionalismo no es un acople de la religión, es una opción libre.
Por otra parte conozco nacionalistas que no se distinguen por ser piadosos. Son católicos de bautismo, o católicos "culturales", jamás hostiles al factor religioso; en el peor de los casos indiferentes (pero no traidores). Tienen códigos morales de orden natural: gente de palabra, que no roba, que no disfraza lo bueno diciendo que es malo.
Y finalmente, conocemos una suerte de síntesis, la de aquellos nacionalistas decididos, tan fervorosos como fe religiosa llevan en su alma. Algunos hablan de política y lo hacen para un público formado, que entiende de principios. Esto es muy válido. Pero también es necesario, más que nunca, el nacionalista que atraiga, que convenza, que produzca verdaderas conversiones políticas (después vendrán las religiosas). Que sin callarse ni ocultar nada, sepa que su mensaje tiene que ser oído para dar frutos. ¿Para qué hará política entonces? ¿para que lo escuchen los "formados"? ¿para que lo sigan los cuatro o cinco amigos? Nos hemos repetido tantas veces que el "número" es lo de menos que terminamos creyendo que cuantos menos seamos es mejor (!!!) No!, queremos ser muchos y buenos. Cuanto más... mejor!
Entre quienes nos precedieron en la lucha había cosas muy claras. Podríamos citar a varios, como Enrique Osés o Roberto de Laferrere. Pero vamos a alguien más conocido, más "famoso". Leonardo Castellani decía en 1969 hablando sobre estos temas que aquello de "la política primero" no significa que la política esté por encima de todo, "religión incluso, sino que en ciertos adjuntos llega a ser lo primero, no en la dignidad como si dijéramos, sino en el tiempo. Y así en la Argentina, si no se resuelve primero el problema político, no se puede resolver ninguno de los otros, aunque sean en sí superiores y principaliores; o sea, económicos, financieros, religiosos, artísticos, científicos; ni siquiera el sempiterno problema de la educación".
Bajar los principios en bloque a un auditorio como el que nuestra sociedad representa (hablándole quizás a lo "mejorcito" de nuestra sociedad) es como hablar en chino mandarín en el medio de Bagdad.
La política bien entendida nos llevará al camino de la victoria (no sabemos de derrotas!). Y después podrá hablarse en chino mandarín ante cualquier auditorio. Pero primero arar la tierra, pasar con los bueyes o el moderno tractor, pero arando, removiendo, ablandando la superficie. Luego, recién luego, irá la semilla. Eso es la política. El resto es tirar la semilla sobre una carpeta de concreto que no tiene la más mínima capacidad de ser regada.
Hernán Capizzano
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10 comentarios:

Jorge Rodríguez dijo...

Las naciones sudamericanas se construyeron sobre la base de la destrucción del Imperio Católico Español, planificada por Inglaterra protestante y masónica. Esa construcción "nacional" fue luego idealizada por los masones como Mitre cuando en realidad era la misma o peor dependencia pero cambiando España por Inglaterra. Además, al producirse la fragmentación de los virreinatos, se produjo la fragmentacioón política y del mercado interno con el consiguiente atraso económico, las guerras fraticidas como las de unitarios-federales, el estado laico, los valores de la revolución entronizados etc. ¡Gran idea el nacionalismo de republiqueta bananera que supimos conseguir!

Anónimo dijo...

Excelente artículo de Hernan, como suelen ser todos los suyos

Xavier De Bouillon

Anónimo dijo...

Cuando iba leyendo el segundo párrafo, de repente me emocioné. Por fin un nacionalista argentino reconocía que un católico no tiene por qué ser nacionalista.

Pero cuando leí las últimas oraciones, ya no. El nacionalismo argentino volvía a caer en sus vicios: En román paladino viene a decir que el católico con "inquietudes de índole política" tiene que ser nacionalista.

Y, a continuación, la embarran peor. El nacionalismo vendría a ser una "estrategia" de evangelización ["...también es necesario, más que nunca, el nacionalista que atraiga, que convenza, que produzca verdaderas conversiones políticas (después vendrán las religiosas)"].

Y, para colmo, se trae de ejemplo de esta "politique d'abord" a Castellani, quien justamente dice lo contrario. Porque la política a la que se refiere Castellani no es la política de comité, la politiquería, ni siquiera el proselitismo nacionalista; sino la Política con mayúsculas. Y, por eso, Castellani podía conversar amicablemente con un ministro radical como Marcó o un dirigente conservador como Fresco o un periodista peronista como Tiempo... sin exigirles ser nacionalistas previamente.

-Un católico con inquietudes políticas, pero no nacionalista.

Abel Della Costa dijo...

Interesante la reflexión. Sin embargo, dado que este blog se lee tanto en Argentina como en España, sería bueno tener en cuenta que en España el significado de la palabra "nacionalista" es distinto (y afectivamente llega a ser opuesto) que el que tiene en Argentina.
Aquí en España un nacionalista es el que exalta el valor de su región (Cataluña, Valencia, Galicia, País Vasco, etc.) por encima, y aun en contra, de la idea de una España nacional; el nacionalismo llega a confundirse en muchísimos casos con el separatismo, de tal modo que una persona nacionalista que no sea separatista generalmente tiene que aclararlo (al menos así en Cataluña y País Vasco).
El catolicismo más tradicional suele ser opuesto al nacionalismo, e incluso antinacionalista, precisamente por ser hispanista; e incluso algunos llegan a decir (abusando de los términos, creo yo) que "el nacionalismo es pecado".

Favila dijo...

Muy cierto lo que dice Abel sobre las connotaciones de "nacionalista" en España. Se asocia al separatismo antiespañol, al liberalismo o a una ideología pagana que pone a la nación por encima de la religión. Carlistas y falangistas siempre rechazaron el término. Y basta mencionárselo a esos dos grupos para que te consideren enemigo, aun advirtiéndoles de que podría tener connotaciones diferentes en otros países. Lo curioso es que tampoco se ha encontrado un término sustitutivo; algunos utilizan lo de "patriota", pero parece que esa palabra también tiene una carga revolucionaria que causa disgusto en según que ambientes católicos.

Favila dijo...

Muy cierto lo que dice Abel sobre las connotaciones de "nacionalista" en España. Se asocia al separatismo antiespañol, al liberalismo o a una ideología pagana que pone a la nación por encima de la religión. Carlistas y falangistas siempre rechazaron el término. Y basta mencionárselo a esos dos grupos para que te consideren enemigo, aun advirtiéndoles de que podría tener connotaciones diferentes en otros países. Lo curioso es que tampoco se ha encontrado un término sustitutivo; algunos utilizan lo de "patriota", pero parece que esa palabra también tiene una carga revolucionaria que causa disgusto en según que ambientes católicos.

Anónimo dijo...

Jorge Rodríguez, las naciones sudamericanas se construyeron sobre la base de la destrucción del Imperio Católico Español, como Ud. dice.

Pero los amigos españoles y el "Trosko-Carlismo" argentino (esa ideología en el peor sentido de la palabra que no repara en matices y pretende hacer la restauración monárquica en cada esquina) suelen asignar mal las culpas. Las cargan sobre los ingleses, sobre los americanos, etc.

El imperio español fue destruído por los españoles y sus monarcas. Pruébese el sayo compañero, y va a ver que le cabe. ¿0 pretende que los territorios más ricos de la tierra iban a seguir atados a una estupidez tan arbitraria como el monopolio del comercio español, y sin tallar nada en la política decidida a miles de leguas de distancia por el gobierno central de la península?. Hágase la pregunta y contéstese con sinceridad.

Para colmo no hacía falta buscar en Inglaterra a los masones y liberales, artífices de nuestra revolución. Con los masones y liberales españoles alcanzó. Le recuerdo que los independentistas argentinos, fueron iniciados en logias de Cádiz.

Estrictamente hablando, nos independizamos de Pepe Botella, de la mano de masones españoles, con motivo de la imbecilidad económica y la miopía política de España. Inglaterra no pudo arrebatarles su imperio. Peor que eso, lo perdieron Ustedes solitos.

Asimismo, le recuerdo que hablar de atraso económico como producto de la independencia es llamativo, cuando en cuestión de 2 generaciones desde la independencia, la República Argentina descollaba como potencia económica mundial. Lo que trajo aparejado que tantos españoles, hartos del verdadero atraso económico de la península, buscaran aquí su nuevo hogar.

La independencia de España, hizo rica a la Argentina. Lo que nos empobreció fue el peronismo.

Lo de las guerras fraticidas, me parece que está en el gen hispano. Acusar a los americanos de matarse entre ellos desde España, el país más aficionado a achurar al vecino es, por lo menos, irónico.


A lo del Estado laico, los valores entronizados de la revolución, etc. le contesto lo mismo que ut-supra. ¿Acaso usted me habla desde un lugar donde eso no ha sucedido?.

Y según usted, estos males son culpa del nacionalismo de republiqueta bananera que supimos conseguir. Curioso. Porque, el nacionalismo, por estos lados jamás gobernó.

Para terminar le diré. Yo amo a España, soy hipánico orgulloso y me siento español a pesar de que mi familia lleve más de cuatro siglos en el continente americano, pero me alegro de no seguir dependiendo de gentes con con opiniones tan infundadas como la suya.

Manuel Arias

el hombre del visogné castaño dijo...

La opinión de Manuel está bien. Va un poco más allá de la del Revisionismo del siglo pasado (reconoce que los Padres de la Patria fueron masones, que ya es algo; y que esto lo aprendieron en Europa, que es más que algo y va contra el "intocable" Hombre del Caballo Blanco).

En buena parte entiendo que se equivoca. Que siga revisando los trabajos documentadísimos que llegaron hasta hoy.

En relación al Carlismo Americano no se equivoca. Este es algo correcto cuando siembra buenos recuerdos, cuando es objeto de estudio, cuando se lo usa para pasar el rato, cuando inspira a pintores (qué linda la obra de Ferrer Dalmau) y cuando se le pide algún cura misas por las almas de aquellos mártires.
Pero es peligroso cuando este Carlismo, tanto en Argentina como en España, se lo ve como posibilidad aun lejana de gobierno concreto, cuando entroniza caballeros y reconoce príncipes.

La visión del pasado que se proyecta al presente embelezándolo, entusiasmando, esperando lo que no hay modo que ocurra, es una visión romántica que está bien para cierta edad. Es un modo de idealismo que a veces se sostiene con verba tomista al que, como el ser zurdo, ya por los 20 hay que largarlo.

Hubo una amigable trifulca por esto mismo:

http://argentinidad.org/nota/romanticismo-y-tradicion

Jorge Rodríguez dijo...

Señor Manuel Arias, no se confunda que yo soy argentino. Nací y vivo aquí.

Lo que no me impide ver las cosas. La independencia de los países sudamericanos a los únicos que benefició fue a las oligarquías locales, que en argentina estaban en le puerto, Buenos Aires. Buenos Aires devastó a las provincias, tanto que las despobló (el gaucho bueno era el gaucho muerto) y tanto que luego tuvieron que traer la inmigración porque el país estaba vacío.

Veo que se ha tragado el manual de historia de la generación del 80 con tapas y todo. Argentina potencia mundial en dos generaciones? No me haga reir con esas leyendas. ¿Potencia con qué parámetros de desarrollo? ¿el granero del mundo jaja? Aquí lo que había una clase muy rica que se favorecía de la exportación de materias primas hasta la crisis de Wall Street y ahí se le acabó el cuento. Lo mismo que ahora con la soja, se acabó el cuento.

Volviendo a España, claro que la destrucción del imperio español tuvo colaboración desde adentro, convenientemente fogoneada desde afuera. Pero si esa destrucción no hubiese ocurrido, ahora habría una hispanoamenrica unida con un mercado interno de 500 millones de personas, estaríamos con un grado de autonomía como el que tienen las comunidades autónomas españolas como pais vasco, cataluña etc, democracia si le gusta.

¿Que las guerras fraticidas están el el gen hispano? ¿También se trago Ud. la leyenda negra propagada por los anglosajones? Le falta hablar de Torquemada y la Inquisición y la expulsión de los Judíos por la cruel Isabel la Católica y hace cartón lleno.

Anónimo dijo...

Cualquier forma de nacionalismo me produce alergia. Seguramente soy muy ignorante porque no recuerdo ni un solo gobierno nacionalista en el mundo que haya traído paz y prosperidad. Comparto la opinión de Juan Pablo II quien distingue entre nacionalismo y patriotismo. Yo me considero patriota.

Del libro "Memoria e Identidad. Conversaciones al filo de dos milenios":


«La patria es un bien común de todos los ciudadanos y, como tal, también un gran deber. (...) El siglo XX, ¿no manifiesta acaso una tendencia generalizada al incremento de estructuras supranacionales e incluso al cosmopolitismo? Esta tendencia, ¿no comporta también que las naciones pequeñas deberían dejarse absorber por estructuras políticas más grandes para poder sobrevivir? Se trata de cuestiones legítimas. Sin embargo, parece que, como sucede con la familia, también la nación y la patria siguen siendo realidades insustituibles. (...) Naturalmente, se debe evitar absolutamente un peligro: que la función insustituible de la nación degenere en el nacionalismo. En este aspecto, el siglo XX nos ha proporcionado experiencias sumamente instructivas, haciéndonos ver también sus dramáticas consecuencias. ¿Cómo se puede evitar este riesgo? Pienso que un modo apropiado es el patriotismo. En efecto, el nacionalismo se caracteriza porque reconoce y pretende únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás. Por el contrario, el patriotismo, en cuanto amor por la patria, reconoce a todas las otras naciones los mismos derechos que reclama para la propia»

"La expresión "patria" se relaciona con el concepto y la realidad de "padre" ("pater"). Esto explica con hondura el valor moral del patriotismo. Si se pregunta por el lugar del mismo en el decálogo, la respuesta es inequívoca: es parte del cuarto mandamiento, que nos exige honrar al padre y a la madre. Es uno de esos sentimientos que el latín incluye en el término "pietas", resaltando la dimensión religiosa subyacente en el respeto y veneración que se debe a los padres, porque representan para nosotros a Dios Creador. Al darnos la vida, participan en el misterio de la creación y merecen por tanto una devoción que evoca la que rendimos a Dios Creador. El patriotismo conlleva precisamente este tipo de actitud interior, desde el momento que también la patria es verdaderamente una madre para cada uno. El patrimonio espiritual que nos transmite nos llega a través del padre y la madre, y funda en nosotros el deber de la pietas.

Patriotismo significa amar todo lo que es patrio: su historia, sus tradiciones, la lengua y su misma configuración geográfica.

Un amor que abarca también las obras de los compatriotas y los frutos de su genio. Cualquier amenaza al gran bien de la patria se convierte en una ocasión para verificar este amor"