Si el estar en el mundo es visto como una maldición maniquea, habrá dificultades para aceptar el lugar en el cual
El
ser humano conoce lo real a partir de los datos sensibles. Dentro del
conocimiento sensitivo la imaginación cumple un papel importante. La actividad
imaginativa, si es ordenada, permite aprehender la riqueza de la realidad. Pero el
pecado introduce desorden en la potencia imaginativa. Por esto los autores
espirituales insisten en la necesidad de purificar esta facultad para que no sea la “loca de la casa”, como la llamaba Santa Teresa. Porque la imaginación desordenada es una "bestia salvaje", en el decir de Fr. Luis de Granada, y de ella provienen disipación, tentaciones y pecados.
La fuga mundi imaginaria produce un desdoblamiento interior por el cual no
se está del todo en lo que se hace. Una actividad imaginativa desordenada rompe los vínculos con la realidad y tiende a sacarnos de ella. Así, no se
logra apreciar lo real en toda su riqueza. Parece que nunca se está conforme
con lo que la Providencia
ha puesto entre manos y se ansía otra cosa. Se produce una dualidad
irreconciliable entre un ideal imaginario y la realidad presente, que se tiene
por banal, tediosa y maldita.
Una
manera de desdoblamiento interior es el cambio
de lugar. Se desea salir de la propia situación, vital o espacial, evadiéndose
imaginariamente hacia otra situación más gratificante, que en concreto es moralmente
imposible [1]: quien trabaja en el campo sueña con desplazarse a la gran ciudad; el
que vive agobiado por la ciudad, anhela la vida tranquila del campo; el célibe,
quisiera casarse; el casado, extraña las libertades de su soltería; el casado
con Fulana, hubiera preferido casarse con Mengana... Se desea algo imaginario, que puede ser bueno, pero que en las propias circunstancias se sabe contrario a lo que Dios
quiere: en esto consiste el desorden. Es una rebelión interior opuesta a la conformidad con la voluntad divina [2] significada o de beneplácito; un mecanismo
compensatorio dañino, que no se debe confundir con la sana expansión que pueden darnos la
literatura, el cine, el teatro...
Otro
modo de desdoblamiento es el anhelo de cambiar
de tiempo. Lo real, lo que depende de nuestra libertad, porque está en
nuestras manos, es siempre el presente. El pasado ya no existe. El futuro, para
cada uno es incierto. Pero la imaginación desordenada sustrae energías al
momento presente mediante nostalgias de un pasado mejor que ya no existe, o nos hace a soñar con un futuro promisorio, o angustiante, pero en todo caso irreal. A pesar de las
apariencias, este desorden tiene poco que ver con la prudencia cristiana o la esperanza teologal. Es una evasión paralizante respecto de una realidad que
no se logra digerir. El aquí y ahora es cruz y la “máquina del tiempo”
imaginaria es un modo de bajarse de la cruz.
El
punto de partida para purificar la imaginación pasa por la aceptación de la
realidad tal cual es, con todos sus aspectos positivos y negativos. No se
puede estar en el mundo si no se lo
ama en lo que tiene de bueno y amable; si se lo rechaza todo, en bloque, porque las circunstancias en que nos
toca vivir no son como las deseamos. Tampoco se puede no ser del mundo si no se detesta lo que tiene de malo. No hay que aprobarlo todo, con optimismo compulsivo y sonrisa bobalicona, en un conformismo pasivo
frente a lo que nos rodea.
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[1] “Casiano trae allá muchos ejemplos en sus Colaciones sobre la discreción y los directores experimentados saben muy bien que la imaginación o el demonio sugieren a veces prácticas moralmente imposibles contrarias a los deberes del propio estado, dándoles apariencia de inspiraciones divinas. Estas sugestiones traen consigo turbación; si obedecemos a ellas, nos ponemos en ridículo, perdemos, o hacemos perder, un tiempo precioso; si resistimos a ellas, nos parece que nos alzamos contra Dios, perdemos ánimos y acabamos por caer en la tibieza.” (Tanquerey).
[2]
“Se entiende por voluntad divina significada (o voluntad de signo) cierto
signos de la voluntad de Dios, como los preceptos, las prohibiciones, el
espíritu de los consejos evangélicos, los sucesos queridos o permitidos por
Dios. La
voluntad divina significada de ese modo, mayormente la que se manifiesta en los
preceptos, pertenece al dominio de la obediencia. A ella nos referimos, según
Santo Tomás (I,19,11), al decir en el Padrenuestro: Fiat voluntas tua. La
voluntad divina de beneplácito es el acto interno de la voluntad de Dios
aún no manifestado ni dado a conocer. De ella depende el porvenir todavía incierto
para nosotros: sucesos futuros, alegrías y pruebas de breve o larga duración,
hora y circunstancias de nuestra muerte, etc […] si la voluntad significada
constituye el dominio de la obediencia, la voluntad de beneplácito pertenece al
del abandono en las manos de Dios. Como largamente diremos más tarde,
ajustando cada día más nuestra voluntad a la de Dios significada, debemos en lo
restante abandonarnos confiadamente en el divino beneplácito, ciertos de que
nada quiere ni permite que no sea para el bien espiritual y eterno de los que
aman al Señor y perseveran en su amor” (Garrigou-Lagrange).
2 comentarios:
Spiritual wannabism.
Excelente...
Lot vivía en Sodoma y Gomorra con su esposa y dos hijas, supongo que era necesaria la presencia de un justo para aplacar la ira divina.
Beatriz
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