Emperador Juliano el apóstata. |
- En el siguiente pasaje el obispo de Hipona da cuenta de la inquietud que provoca en los cristianos el hecho de estar bajo una potestad política perversa a la cual, sin embargo, la Escritura dice que se ha de obedecer (1 Pe 2, 13-17; Rom. 13) . Inicia su reflexión partiendo de un ejemplo doméstico que luego traslada al ámbito político:
«7. Porque no abandonará el
Señor la vara de los pecadores sobre la suerte (la heredad) de los justos, para
que los justos no alarguen sus manos a la iniquidad. Ahora ciertamente los justos sufren un
poquito, y asimismo, de vez en cuando, los perversos dominan a los justos. ¿De
qué modo? Consiguiendo algunas veces los inicuos los honores del mundo. Pues,
cuando han alcanzado estos honores y han sido constituidos jueces o reyes,
puesto que esto lo hace Dios por la enseñanza de su plebe y de su pueblo, no puede
menos de acontecer que se preste el debido honor a los poderes. De tal modo
ordenó Dios su Iglesia, que toda potestad establecida en este mundo debe ser
honrada, y algunas veces lo es por los mejores. Pondré un ejemplo; de aquí
conjeturad la naturaleza o condición de todos los poderes. La primera y la
ordinaria potestad del hombre sobre el hombre es la del señor sobre su siervo.
Casi en todas las familias se halla esta potestad. Hay señores y siervos; los nombres son diversos, pero hombres y hombres son iguales nombres. ¿Qué dice el
Apóstol enseñando a los siervos a someterse a los señores? Siervos, obedeced a vuestros
amos carnales; y lo dice así
porque hay otro Señor en cuanto al espíritu. Él es el verdadero y eterno Señor;
mas estos de la carne lo son temporalmente. A ti, andando en el camino,
viviendo en esta vida, Cristo no quiere hacerte soberbio. ¿Te hiciste cristiano
y tienes por Señor a un hombre? Pues bien, no te hiciste cristiano para
quebrantar el yugo de la servidumbre. Cuando mandándote Cristo sirves al
hombre, no le sirves a Él, sino a quien manda. Por esto dice el Apóstol: Obedeced a vuestros señores
carnales con temor y temblor, con sencillez de corazón; no sirviendo a la
vista, como queriendo agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo,
cumpliendo el querer de Dios con agrado y buena voluntad [Ef 6,5.6]. Ved que no hizo de siervos libres,
sino de malos siervos, siervos buenos. ¡Cuánto no deben los ricos a Cristo, que
les arregló la casa! De suerte que, si allí hay un siervo desleal, Cristo le
convierte y no le dice: "Abandona a tu dueño." No le dijo: "Ya
conociste al que es verdadero Dueño; quizás el carnal es impío e inicuo, tú ya
eres fiel y justo; es indigno que el justo y el fiel sirvan al inicuo e
infiel." No le dijo esto, sino más bien: "Sirve." Y para
corroborar al siervo dijo esto: "Sirve a ejemplo mío, pues yo, antes que
tú, serví a los inicuos." ¿De quién soportó en la pasión el Señor tantos
tormentos sino de los siervos? ¿Y de qué siervos sino de los malos, puesto que,
si hubieran sido siervos buenos, hubieran honrado al Señor? Pero, como eran
malos siervos, le injuriaron. Y Él, ¿qué hizo a su vez? Devolvió amor por odio,
pues dice: Padre,
perdónales, porque no saben lo que hacen [Lc 23,34]. Si el Señor del cielo y de la tierra,
por quien fueron hechas todas las cosas, sirvió a los indignos, rogó por los
despiadados y enfurecidos, y viniendo se mostró como médico, pues los médicos,
siendo mejores que los enfermos, les sirven con el arte y la curación, ¿cuánto
más no debe desdeñarse el hombre en servir al señor de todo corazón, con todo
empeño y con todo el amor aun siendo malo?»
- "Siervos, obedeced a vuestros amos carnales", es el mandato apostólico que San Agustín extrapola a los gobernantes temporales. Cita el ejemplo de Juliano el apóstata y destaca la actitud de los primeros cristianos ante este emperador romano.
«Ved que
sirve el mejor al peor, pero temporalmente. Lo que dije del señor y del siervo,
entendedlo de las potestades y reyes, de toda autoridad de este mundo. Algunas
veces las potestades son buenas, temen a Dios; otras no le temen. El emperador
Juliano fue infiel, apóstata, inicuo, idólatra; sin embargo, los soldados
cristianos sirvieron a un emperador infiel; pero, cuando se presentaba la causa
de Cristo, sólo reconocían por emperador a Aquel que estaba en el cielo. Cuando
quería que adorasen a los ídolos, que les ofreciesen incienso, le posponían a
Dios. Sin embargo, cuando les decía: "Aprestad el ejército, acometed a
aquella nación", al momento le obedecían. Distinguían al Señor eterno del señor
temporal y se sometían por el Señor eterno al señor temporal.»
- En el presente orden, los cristianos están sujetos a la contingencia de gobernantes perversos. Esta
situación -fruto de la defectibilidad humana- se mantendrá hasta la segunda venida de Cristo.
«8. Pero ¿acontecerá siempre esto, que
los inicuos manden sobre los justos? No será así. Oíd lo que dice este salmo. Porque no abandonará el
Señor la vara de los pecadores sobre la heredad de los justos. Temporalmente se percibe la vara de
los pecadores sobre la heredad de los justos; pero no se la deja allí, no será
eternamente. Llegará tiempo en que se reconozca un solo Dios; llegará tiempo en
el que, apareciendo Cristo en su esplendor, congregue delante de Él a todas las
gentes y las divida, como el pastor divide las ovejas de los carneros, poniendo
las ovejas a la derecha, y los carneros a la izquierda[Mt
25,32.33]. Allí veréis muchos siervos entre las
ovejas, y muchos señores entre los carneros; y, asimismo, muchos señores entre
las ovejas, y muchos siervos entre los carneros.»
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