Hace unos días,
quien esto escribe tuvo la oportunidad de escuchar a un gurú -que suele presentarse como “último
mohicano” y “duro entre los duros” del tradicionalismo- que aplicaba con mucha liviandad el rótulo de hegeliano. La conclusión implícita de su mensaje era que, salvo unos pocos
iluminados, el resto de los católicos seríamos hegelianos. Una afirmación extraordinaria, porque el principio de no contradicción es evidente,
aunque muchas personas no estén en condiciones de formularlo de manera precisa,
ni conozcan suficiente lógica de las proposiciones para comprender su
aplicación a las relaciones de oposición entre los enunciados.
En realidad, lo
que suele ocurrir con el principio de no contradicción es que se lo formula mal y se olvida que la oposición debe darse en un mismo aspecto. Esto explica, en parte, el origen de algunas objeciones:
“Respecto del 'Principio de [no] contradicción',
se ha objetado, especialmente por los hegelianos… que hay contradicciones, o
situaciones en las que operan fuerzas contradictorias o conflictuales. Debemos
admitir que hay situaciones en las cuales actúan fuerzas conflictuales, y esto
es tan cierto en el ámbito de la mecánica como en las esferas social y
económica. Pero, llamar 'contradictorias' a estas fuerzas en conflicto es usar
una terminología vaga e inconveniente. El calor aplicado a un gas, que tiende a
provocar su expansión, y el recipiente que tiende a contener su expansión
pueden describirse como en conflicto uno con otro, pero ninguno de ellos es la negación
o el contradictorio del otro.El propietario de una gran fábrica, que necesita
miles de obreros que trabajan concertadamente para poder funcionar, puede
oponerse al sindicato y a su vez, ser combatido por éste, que nunca se habría
organizado si sus miembros no hubieran sido reunidos para trabajar juntos en la
fábrica; pero ni el propietario ni el sindicato es la negación o el contradictorio
del otro. Si se lo comprende en el sentido correcto, el 'Principio de [no] contradicción'
es inobjetable y totalmente verdadero” (Copi, I. Introducción a la lógica, Eudeba, 1969, ps. 249-250).
Para que haya verdadera oposición entre dos enunciados estos
deben afirmar y negar una misma cosa bajo el mismo punto de vista o aspecto. No
hay oposición rigurosa si no hay identidad absoluta y perfecta entre sujetos y
predicados de las proposiciones comparadas. Y entonces vale la regla
de que dos contrarias nunca pueden ser verdaderas, pero pueden ser ambas
falsas.
Lo dicho resulta de capital importancia cuando se debate una cuestión teológica. Porque en
la teología católica se emplea la analogía. Un ejemplo, puede ilustrar: las proposiciones el
acto de fe es libre y el acto de fe
no es libre son opuestas, con oposición contraria, por lo que no pueden ser ambas verdaderas siempre que los sujetos y los
predicados se tomen en idéntico sentido. En cambio, si se altera el sentido de los términos, tenemos que el enunciado teológico:
- El acto de fe es libre, es una proposición
verdadera, si se toma libre en
sentido psicológico. Porque la fe se da en el acto libre, o califica al acto
libre, aunque no es adecuadamente su libertad.
- El acto de fe no es libre, es también una proposición verdadera, si se toma libre en sentido moral. Porque moralmente
la fe no es libre, sino debida. Por eso rechazar la fe suficientemente
propuesta o abandonarla es un pecado gravísimo y los hombres no son libres para
tener la religión que más les guste.
El problema que tienen algunos que
llaman hegeliano a medio mundo es
que usan poco y mal de la analogía. Son víctimas de un univocismo que es tara filosófica propia de una modernidad racionalista que detestan.
9 comentarios:
La búsqueda de una única causa para explicar todo (Platón, Descartes, Hegel, Kant, la masonería, el modernismo, etc.) es uno de los grandes males de nuestro mundillo.
Nada que no se cure con un poco de lectura.
Esa única causa existe y se llama actitud inmanentista.
De todas formas en la teología la definición de los términos empleados era una parte importante del método escolástico. Así se evitaba la ambiguedad y la confusión.
San Pio X dejó claro en la Pascendi quienes eran los artistas de usar el lenguaje de modo que encubriera sus errores.
Si es por simplificar factores, llegaremos (a no dudarlo) a la acción de Satanás en el mundo. Y, en suma, al "non serviam". Eso está claro.
Por otro camino, podríamos llegar igualmente a la serpiente y el pecado de Adán y Eva.
Y, por otro, a la condenación, pasión y muerte de Nuestro Señor.
Pero, si bien una explicación mono-causal nos puede servir a cierto nivel, no agota el tema, ni mucho menos.
Claro y menos en distintos aspectos, aunque bien puede iluminar la inferencia causal de distintas causas segundas.
Estimada Redacción: coincido en lo sustancial con Ud.
Cercano al desprecio de la analogía está la consideración de las realidades prudenciales como dogmáticas, y el juicio definitivo respecto de ciertas personas, sin distinguir la mezcla de bien y mal que existe en todos los que vivimos en esta tierra.
El gusto por las frases tajantes, la pretensión de tenerla clara, los juicios influidos por la afectividad (afectividad "dura", por cierto), etc., también son problemas de nuestro ámbito.
Saludos cordiales,
Provinciano.
Sr. Redactor:
Muy inteligente su post.
El problema se ha reducido a comprender la analogía, es decir, el aporte propio de Sto. Tomás a la filosofía tradicional.
Sin una inteligencia lúcida de la analogía en la ciencia de la historia, jamás vamos a saber distinguir lo moderno de la modernidad.
Vale decir, el recurso de condena en bloque no es occidental sino oriental (bizantino vestido de tweed), lo que da lugar a las dialécticas verdaderamente hegelianas en materia religiosa y politica.
El "tradicionalismo" se ha convertido hoy en un retiro para conservadores reaccionarios, incapaces de comprender lo que C. Schmitt llamó "el llamado de la historia".
Por eso son liberales, en todo sentido.
Decía nuestro sabio Castellani, "el cristiano debe pensar difícil", que significa en buen romance que tiene que ejercitar una inteligencia analógica, en lo cual se "configurará con Cristo", porque Dios piensa en términos análogos.
La univocidad (negación de la participabilidad del Bien) es el pecado satánico, como dice el gran De Konnick.
Bien, gracias por la el aporte: lúcido, corto y bien dicho.
Aquí sois todos unos hegelianos!
Menos en Galicia, lo son en todos lados!
Manolo.
Los gallegos también serían hegelianos porque afirman que las meigas no existen pero haberlas, hailas. Lo cual niega el principio de no contradicción en un mismo elemento lógico desarrollándolo en forma dialéctica.
Es la no-meiga la meiga que no existe en el mundo, pero que está inmersa en el mismo como no-meiga desarrollando la capacidad espiritual del gallego ante el hecho espiritual e histórico que le da su idiosincracia peculiar.
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