Publicamos este breve escrito de un monje de la Iglesia de Occidente que bien puede ser introducción y necesario complemento de Cristo y los fariseos, uno de los mejores libros del P. Castellani disponible aquí.
Hoy, que sabemos que “los malos
del Evangelio” son los fariseos (y no los publicanos y prostitutas) nos puede
ser de provecho detenernos en el primero de los versículos del Evangelio de
este domingo. Para notar que Jesús se sienta a comer con estos malos. Y lo hace
con el profundo deseo de que tal comida sea fuente de conversión de estos
malos.
Una vez invertida la tabla de
quién es bueno y quién es malo, curiosamente nos ha quedado a veces en la
Iglesia un “nuevo fariseísmo” que es el anti-fariseísmo farisaico. Si me
permiten el ocho.
Vale ser bueno, abierto, paciente,
condescendiente, afable, misericordioso, clemente con prostitutas, con ateos
empedernidos, con drogadictos y borrachos, etc., etc. pero ay de que alguien
pagado de sí, ay de que alguien altanero, arrogante, legalista, estrecho,
hipercrítico ose querer acercarse a nuestras mesas, a nuestras asambleas, a
nuestra Iglesia.
Somos tiernos con el pobre; somos
implacables con el rico altivo y soberbio. En definitiva —sin formularlo así,
claro— somos clementes con el pecador de menudencias, pero ahora que sabemos
cuál es el pecado gordo, el pecado serio, el pecado más tremendo: pues con
quienes muestren signos de portar esa lepra: ¡ni el saludo!
Olvidamos que la imagen que nos
devuelve el espejo de un mal, es otro mal. El bien no es su versión espejada
sino su contrario. Golpeándonos el pecho, desde el correctísimo último banco,
rezamos a Dios dando gracias por no ser como ése, como ese católico duro y
arrogante, sentado adelante.
Hoy abunda en nuestra Iglesia este
anti-fariseísmo farisaico. Es hora de desenmascararlo, pues en verdad no son (o
somos) más que fariseos vestidos con piel de publicanos. Como —vaya paradoja—
hay tanto publicano debajo de la leprosa piel farisea…
Por eso viene bien el comienzo de
este Evangelio: Jesús fue a comer a casa de un fariseo. ¿Lo entenderemos?
7 comentarios:
Excelente, en tiempos en que nos convertimos en restauracionistas, controladores de la fe y aduana de la Iglesia, un poco de luz.
Compartimos en nuestro blog: http://nacionalismo-catolico-juan-bautista.blogspot.com.ar/
De este asunto se ha hablado recientemente en varios blogs. Me parece interesante segir la secuencia. Tal vez hayan sido más artículos, pero yo he visto estos tres:
D. Javier Vicens, el Embajador, Antonio Sánchez.
Yo creo que algunos tradicionalistas producen rechazo porque dan la sensación de creerse necesarios para salvar a la Iglesia. Cuando a la Iglesia sólo la salva Dios y esos mismos tradicionalistas necesitan a la Iglesia más que ésta a ellos.
PEDRO HISPANO a ANONIMO: Vea la historia de la Iglesia. Ciertamente la salva Dios pero a través de medios humanos. Ya dijo el Excmo. Sr. Marqués de Peralta en un punto de Camino: "Las crisis de la Iglesia son crisis de santos"
Sí, Pedro Hispano, la salva Dios a través de los santos, pero no sabía yo que los tradicionalistas estaban plagados de santos; no se ofenda si se lo toma como algo personal. Y de hecho tengo para mí que el Marqués de Peralta tampoco era santo, al menos no en grado heroico que es lo que determina una canonización. Hoy no abundan los santos ni en el lado modernista (lógico) ni en el tradicionalistas (creo...).
Anónimo pero si hay gente que se está santificando aunque no gracias al moderismo o a las supuestas reformas primaverales sino a que Dios no deja de obrar.
La crisis no santifica.
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