LA VIDA ESPIRITUAL
Hemos ido pasando de los perjuicios
psicológicos del puritanismo a los perjuicios morales que, paradójicamente, también
acarrea.
Termina congelando el fervor, seca el
corazón, impersonaliza la relación religiosa —entrañable, personal y filial—
haciéndola una especie de imperativo categórico, una obligación abstracta, es decir,
un cumplimiento legal y formal en vez de una relación amorosa y viva. Sin ésta
la devoción languidece y muere, y con ella la comunión con Dios que es la
plegaria; pero, ya lo sabemos, "¡la fe no se retiene sino con las manos
juntas!".
La religión es reducida a la moral, y
ésta a un reglamento. Pero entonces, hecha la reducción, se invierten los
términos y se hace de la moral religión. La palabra de Dios se convierte en un
conjunto de amonestaciones, de normas "para cumplir"… Muchos sermones
infaliblemente iban a parar a eso: 'lo que nos quiere decir el Señor en este
pasaje es que debemos, o que no debemos...". La Revelación pierde
sustancia religiosa, mística; ésta es fagocitada por la ascética. El Evangelio queda
esquematizado en un común denominador que podría ser válido para cualquiera de
los grandes sistemas morales.
Cuántas veces estos moralistas nos han presentado
la figura de Cristo reducida a lo que Él tanto combatió: la ley sobre el amor. De
aquí las variantes de este estilo pastoral, sermoneador, a la vez vociferante y
sentimental, formulero y exterior, que trataba de mover los corazones desde afuera:
es que la pasión a la que comúnmente apelaba era el miedo, y el miedo mueve
desde fuera, porque es un movimiento de repulsa. El amor, en cambio, mueve
desde dentro porque impulsa a abrazarse al objeto amado e identificarse con él.
Y a medida qué el amor es más perfecto, va pasando de ser un movimiento de
apropiación a uno de entrega.
CONCLUSIÓN
El moralismo de la edad moderna, del
que, es menester reconocerlo, no se salvó el catolicismo, tuvo características
propias, pero se inscribió sin duda en la tradición de la eterna tentación
maniquea. Esta es una constante de la historia religiosa humana. Cada virtud
tiene su corrupción o su parodia, como tiene su negación o su vicio. La humana
condición es dialéctica porque es limitada e imperfecta. Pero la dialéctica
no es constitutiva del ser, como quería Hegel; es propia de una realidad entitativamente
relativa, mixtura de potencia y acto. Y —sobre todo— para el mundo postadámico,
marcada por un desmedro original. Esto tememos, que después del alegre
desenfado progresista y "liberador" volvamos a la rigidez jansenista.
La influencia moralista de los últimos
siglos si bien con raíces muy viejas tiene, como decíamos, sus notas peculiares
que es necesario señalar. Olvidarlas seria tan equivocado como dejarse
encandilar por ellas y perder de vista el trasfondo común del que surgen
y se nutren. Este transfondo les da sentido acabado. El movimiento
antijansenista del catolicismo actual parece perder de vista ese sentido
último, reaccionando más contra los síntomas modernos que contra las causas de
siempre.
El resultado fue otro error,
simétricamente contrario pero esencialmente idéntico. Tal comunidad esencial
explica parentescos aparentemente contradictorios en enemigos presuntos,
incluso declarados. Véase el aire protestante que por igual tienen en tantas
actitudes el jansenismo y el progresismo modernista.
De Corte sostenía, en su Ensayo sobre el fin de nuestra civilización,
que "la forma primitiva del cristianismo burgués es indudablemente el
jansenismo". Para él todo el movimiento del espíritu moderno, en el que se
subsumen jansenismo y burguesía, proviene de una ruptura existencial de relaciones
entre espíritu y vida; una desencarnación del hombre engendrada por el
racionalismo. Este es al mismo tiempo enemigo de la vida natural y de la
sobrenatural, porque es una infidelidad del hombre a su esencia. Pero como el
cristianismo se define como una relación "sui generis" entre la naturaleza
humana y lo sobrenatural, cualquier alteración al nivel de la naturaleza
repercutiría en la estructura de esa relación. El proceso moderno de
resquebrajamiento de la unidad de la naturaleza humana, espíritu y vida,
alterará el primer término de la relación cristiana entre naturaleza y sobrenatural.
El cristiano moderno —afectado como hombre por aquella alteración— reaccionará primero,
dice De Corte, con una desvalorización de su ser. Tendremos así la forma
burguesa y jansenista del cristianismo contemporáneo. Pero también puede
ocurrir que el cristianismo se persuada que la transformación sufrida por él no
es algo negativo, sino una nueva etapa de la historia del espíritu humano, y
entonces surgirá la forma progresista o historicista del actual cristianismo.
Todo está en que, ahora, por escapar a
este último, no volvamos a empezar.
13 comentarios:
excelente texto....muchas gracias por darlo a conocer...
Lo leí completo. El artículo está muy bien. No hay que dejar que a estos temas los monopolicen los progresaurios.
Estos artículos tan profundos se leen poco. Gracias por publicarlos. Por más que tenga pocos comentarios ayuda a conocer la Verdad.
Miren la página de Guimaraes y van a ver el puritanismo tradi en su quintaesencia.
Gracias por publicar tan excelente artículo. Un gusto leerlo. Deja pensando mucho...
Asdfg
Muy bueno todo el artículo. Es un placer intelectual leerlo. Es a la vez muy esperanzador, pues pone al alcance de muchos,cosas casi del todo olvidadas.
Simplemente excelente. EL APRENDIZ
El texto está cargado de sugerencias.
Sólo quiero apuntar el paralelismo que se da entre este moralismo al que apunta el autor y lo que podríamos llamar una teología ideológica. El rigorismo moral va acompañado de un racionalismo teológico que tiene respuesta para todo: el misterio ha quedado reducido a una medida humana y se pretende disponer de un prontuario de respuestas teológicas para todo problema humano. El rigorismo moral se acompaña de una adhesión inquebrantable y acrítica a una formulación teológica llena de precisiones y autoritaria, que se confunde con la fe.
El rigorismo es porque la carga está desbalanceada, falta gracia. (La moral sin oración)
El Señor dió una premisa que se puede aplicar a este tema: una cosa sin dejar la otra.
Tal vez la escasez de gracia es por la falta de piedad.
El artículo muy bueno, pero no deja claro que el pecado es pecado, y así, por ejemplo, usar anticonceptivos como hacen tantos católicos hoy no es una "veleidad progresista" es un pecado, y esto no es puritanismo, es doctrina católica.
Muy interesante y sugerente. Cualquiera que se haya acercado al mundillo tradi reconocerá palabras, gestos y actitudes como las que se describen en el texto. Cuánto daño...cuántas conciencias deformadas...cuánta amargura...cuánta espontaneidad sana castrada por castrados...cuánta alegría mirada con sospecha...cuánta anormalidad...Viva el amor de Dios...
Andino
Hace más de diez años asistí a una conferencia a cargo de un superior de Distrito. El público era reducido y de confianza, puesto que lo integraban los miembros seglares de la congregación (terciarios) y otros como yo que para allá íbamos.
No recuerdo el tema ni el título de la conferencia, pero en su desarrollo el sacerdote empezó a hablar de los riesgos de las ciudades y de la necesidad de partir al campo, a vivir en comunidades. Luego prosiguió con una serie de características y ventajas que deberían tener esas comunidades.
Un señor a mi lado, quizás con poco conocimiento teológico, pero con sentido común, dijo: "pero eso sería vivir como los menonitas..."...y se le respondió por el sacerdote: "sí...como los menonitas"...
Ufff...qué ambiente más irrespirable...cerrado, endogámico...
de ahí a la deriva sectaria hay un paso...
Viva el amor de Dios...
Andino
Andino es una forma de prepararse para la etapa del anticristo, nadie podrá vender ni comprar sin la marca.
Aunque contesto varios años después, pues he topado ahora con el artículo, decir que es muy bueno.
Ante la comparación provocada con el mundo tradicional, decir que sí, no debemos caer en el jansenismo actual al tratar de reaccionar contra el modernismo. Pero ojo, muchas veces es difícil llegar a ese sano punto medio entre una deriva rigorista y otra hipócrita que no se inmuta por el pecado. En esa situación intermedia, el hombre, que no es una máquina para situarse en un punto medio, lo hará hacia un lado u otro. En esta disquisición, mejor es situarse ligeramente más cerca del rigorismo que de la hipocresía, sin perder el Amor. Pero teniendo claro que al final es peor el no inmutarse hacia el pecado y, remarcando, que lo ideal es el punto medio.
Por último decir que el comentario de Andino es erróneo. Precisamente, el apartarse al campo y crear una comunidad pequeña cristiana al margen del Mundo moderno, realzaría y fortalecería un verdadero cristianismo natural, sano y humano; alejado del aislacionismo que se da en las ciudades donde parecemos una tribu urbana más.
Santiago
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