martes, 29 de abril de 2014

Un trino polivalente

La reciente publicación del trino que arriba reproducimos en la cuenta de twitter del Pontífice ha suscitado diversas reacciones. No podía ser de otro modo, dada la ambivalencia, o polivalencia, de un aforismo que se presta a interpretaciones opuestas.
La desigualdad es una relación (dos términos y un fundamento). Decir algo sobre ella, que sea comprensible por el mayor número de lectores, requiere de algunas precisiones mínimas. En primer lugar, la referencia a un contenido, real o lógico, que en este caso es el orden social. En segundo, la desigualdad, aun definida en una categoría dada (por ejemplo, la desigualdad métrica) requiere la determinación de los parámetros (desigualdad en peso, desigualdad en temperatura).
Sin referencias a la virtud de la justicia, el trino que ahora glosamos puede tener muchos significados. La proposición “la desigualdad es la raíz de los males sociales” puede ser verdadera o falsa. Ello depende del contenido de injusticia que –suponemos- está implícito en la relación de desigualdad significada. En efecto, “se suele postular una igualdad pura y simple, o aritmética, en aquellas relaciones interhumanas de justicia conmutativa, cuyo centro de gravedad radica en cosas y bienes que no tienen un nexo singular con las características de las personas individuales implicadas en tales relaciones, por ejemplo, en los cambios, las compraventas, los arrendamientos de predios urbanos o de inmuebles rurales, etc. Por el contrario, se postula, con razón, no una igualdad simple y aritmética, sino una proporcionalidad distributiva, en aquellas relaciones sentadas principalmente sobre los méritos o deméritos, o mayores o menores méritos, de las diferentes personas implicadas. En el primer caso, en el de la justicia conmutativa, se exige que las personas, las situaciones, las cosas, y los hechos iguales deben ser tratados de un modo igual. Por el contrario, en las relaciones de justicia distributiva se requiere que las personas y las situaciones desiguales deben ser tratadas de un modo desigual, si bien calibrando las desigualdades con una misma vara de medir. Estos problemas son más complicados de lo que puede parecer a primera vista; las cuestiones, en apariencia simples, entrañan temas complejos de combinación de múltiples y variadas valoraciones. Algunos ejemplos evidenciarán esta complejidad. Referente a un caso de justicia conmutativa, fijémonos en una simple relación de cambio, por ejemplo, de trueque. Respecto de ella, todos los filósofos sostienen que la justicia exige que, en un contrato bilateral de cambio, el uno reciba del otro tanto como él le entregue. Pero adviértase que esa igualdad entre lo que se da y lo que se recibe no puede ser una identidad plena. Es decir, si interpretáramos esa igualdad como identidad, supondría que quien da una arroba de trigo debe recibir otra arroba de trigo; quien presta a otro el servicio de desollar un buey, reciba de aquél el mismo servicio. Pero tales cosas no tendrían ningún sentido, por la carencia de todo motivo y finalidad. No se trata de recibir lo idéntico, sino algo diferente, que en algún modo corresponda a lo que se entrega, es decir, algo diverso pero equivalente (…) Veamos ahora un caso de las relaciones tradicionalmente llamadas de justicia distributiva. Se ha denominado justicia distributiva aquella versión de la justicia que debe cumplirse al repartir funciones, beneficios y cargas públicas, así como las compensaciones por el trabajo realizado. Sobre la justicia distributiva dijo Aristóteles (y sobre ello insistió S. Tomás) que ésta exige que, en los repartos, las personas iguales reciban porciones iguales y las desiguales porciones desiguales, según sus diferentes dignidades y merecimientos. Por eso, la justicia distributiva implica al menos cuatro miembros a relacionar; y suele expresarse habitualmente, de modo metafórico, en una proporción geométrica. (…) Miguel Efesio, comentarista de Aristóteles, glosa esta teoría con el siguiente ejemplo: si consideramos a Aquiles doblemente merecedor que Aiax y damos al primero seis monedas, debemos dar tres al segundo, lo cual se puede expresar en la siguiente proporción: Aquiles que vale 8 es a Aiax que vale 4, como 6 monedas para Aquiles son a 3 monedas para Aiax. La relación entre lo que se da a Aquiles y lo que se da a Aiax es la misma que media entre los merecimientos del uno y los del otro: el doble. Esto es perfectamente comprensible y está fuera de toda discusión. Pero el problema importante no radica en esto, sino en saber el punto de vista para apreciar el diverso merecimiento de los sujetos, es decir, el criterio para la estimación jurídica. Dicho de otra manera: ¿Cuáles son los valores, desde qué punto de vista, Aquiles vale el doble de lo que vale Aiax?” (L. Recaséns Siches) A las anteriores consideraciones habría que agregar la función que ha de cumplir en una comunidad política la denominada justicia legal.
En conclusión, el trino papal podría tener dos formulaciones verdaderas aunque contradictorias en apariencia:
1ª. La desigualdad (injusta) es la raíz de los males sociales.
2ª. La igualdad (injusta) es la raíz de los males sociales.
Como tantas otras cosas que hace o dice este pontífice, el tutieo está destinado a causar sensación en el mundo, por lo que implica de concesión al discurso políticamente correcto. Lo que nosotros no logramos ver –seguramente, por nuestras limitaciones- es el fruto pastoral de estos bergoglemas publicitarios.

6 comentarios:

Ludovicus dijo...

Si una proposición es incorrecta y correcta al mismo tiempo, es que está formulada en forma defectuosa.
Servirá para entenderlo la siguiente proposición:

los (omitido: malos) papas son la desgracia de la Iglesia

los (omitido: buenos) papas son el don de Dios para la Iglesia

Con lo que se escamotea lo principal: la bondad o maldad de los papas, no los papas en sí.

En el caso del bergoglema, la proposición correcta es "la injusticia es la raíz de los males sociales". La desigualdad es la raíz de toda riqueza ontológica de lo social.

Martin Ellingham dijo...

A veces uno supone un cierto "tomismo implícito", como un fondo de filosofía cristiana realista. ¿Existirá tal cosa? ¿Qué pasará con las siguientes generaciones de pastores? Inquietante.

Miles Dei dijo...

Como digo, el Papa que viene, formado en los ochenta, será mucho más divertido.

Genjo dijo...

Oración universal de los fieles para momentos de desconcierto como el presente.
San Juan XXIII, san Juan Pablo II, rogad por Francisco I.
Para que con sus trinos deje de levantarnos dolores de cabeza, en vez de iluminarnos. Rogad por él.
Para que deje de expeler vacuidades. Rogad por él.
Para que deje de imitar a los políticos. Rogad por él.
Para que deje de actuar y hablar precipitadamente y lo haga santa y prudentemente. Rogad muchísimo por él.

Anónimo dijo...

«La Iglesia es la primera en aprobar esta libertad justa y digna del hombre. Nunca ha cesado de combatir para conservarla incólume y entera en los pueblos. Los monumentos históricos de las edades precedentes demuestran que la Iglesia católica ha sido siempre la iniciadora, o la impulsora, o la protectora de todas las instituciones que pueden contribuir al bienestar común en el Estado. Tales son las eficaces instituciones creadas para coartar la tiranía de los príncipes que gobiernan mal a los pueblos; las que impiden que el poder supremo del Estado invada indebidamente la esfera municipal o familiar, y las dirigidas a garantizar la dignidad y la vida de las personas y la igualdad jurídica de los ciudadanos».
→ LEÓN XIII, Carta Encíclica ‘Immortale Dei’ (1 de noviembre de 1885), n. 19.
«No es necesario enumerar ahora los méritos de la Iglesia en este campo. Basta recordar la esclavitud, esa antigua vergüenza del paganismo, abolida principalmente por la feliz intervención de la Iglesia. Ha sido Jesucristo el primero en proclamar la verdadera igualdad jurídica y la auténtica fraternidad de todos los hombres. Eco fiel de esta enseñanza fue la voz de los dos apóstoles que declaraba suprimidas las diferencias entre judíos y griegos, bárbaros y escitas (cf. Gál 3, 28), y proclamaba la fraternidad de todos en Cristo».
→LEÓN XIII, Carta Encíclica ‘Libertas Praestantissimum’ (20 de junio de 1888), n. 9.

Arturo dijo...

Miles:
Preparaos para Francisco II!!!! !!!!!!!

Creo indudablemente, que Francisco es Paulo VII. Repasen el pontificado de Montini, sus declaraciones y es como estar volviendo a los 60 y 70, al populismo, al filo-socialismo, tercermundismo, etc. Y un loco afán de renovar todo, porque si.
Nada nuevo bajo el sol...
Bergoglio es muy muy montiniano.