miércoles, 30 de diciembre de 2015

Los amargos y la materia venerable

Decía Ignacio Anzoátegui que el católico –laico o sacerdote- no tiene que poner cara de «drogadicto de la virtud». Pero algunos olvidan que la eutrapelia es una virtud, que se ubica en un justo medio entre el espíritu de relajación lúdica y el exceso en la seriedad. Sin eutrapelia, falta equilibro y madurez en el cristiano.
El exceso en la seriedad, típico del jansenismo, no sólo tiene una dimensión moral, sino que es preludio o expresión de mala salud psíquica. Cuando uno es incapaz de toda relajación lúdica, no es temerario predecir que en algún momento sufrirá un quiebre psicológico o moral.
Aristóteles llama agroikía a la diversión viciosa por defecto (que algunos creen es «gravedad»). El agroico, que el Filósofo llama también duro o rústico, es aquél para quien toda diversión es inútil, o sospechosa de pecado, y no se permite bromear bajo ningún concepto, ni tolera que los demás lo hagan en su presencia. Santo Tomás los llama «agrii», es decir, «amargos». La palabra «rusticidad», que en castellano remite a la persona sencilla, poco sofisticada, pero no necesariamente viciosa, no hace justicia a la noción de agroicismo; será más exacto hablar de «dureza» o «amargura».
Una idea implícita -no pocas veces- en los agroicos es cierto maniqueísmo que pone bajo sospecha de mal a la materia. Pero lo malo no es la materia, sino el desorden que introduce el pecado en el uso de los bienes materiales. El vino, que es materia, es cosa buena. Y su uso -ordenado- incluso llega a ser objeto de una sana virtud, la eutrapelia. 
Los agroicos tienden a menospreciar la materia en aras de la espiritualidad, la trascendencia y la gravedad. Como si no fuese posible llegar a lo espiritual por lo material, alcanzar a Dios por la materia, a ese Dios que precisamente se ha hecho hombre, se ha hecho materia. No sin razón, San Juan Damasceno, comentando un texto de San Basilio, decía que si queríamos unirnos a Dios sólo con la mente, entonces era menester renunciar a todas las cosas materiales, las luces, el incienso, las oraciones vocales, los sacramentos mismos, que se confeccionan a partir de la materia, sea ésta pan, vino u óleo. Todas esas cosas constan de materia. Decía San Juan Damasceno por que la Encarnación Dios «se dignó habitar en la materia y obrar nuestra salvación a través de la materia». Y es autor de un texto que constituye una suerte de himno jubiloso a la materia:
«Vilipendias la materia y la declaras vil; los maniqueos hicieron lo mismo. Pero la Sagrada Escritura la proclama buena porque dice: "Dios vio lo que había hecho y todo eso era muy bueno" (Gen 1, 31). Por tanto la materia también es obra de Dios, y yo la proclamo buena; pero tú, si la declaras mala, debes confesar, o que no viene de Dios, o que Dios es el autor del mal. Pues bien, escucha lo que dice la Santa Escritura de la materia que tú miras como despreciable: "Moisés habló a toda la asamblea de los hijos de Israel y dijo: He aquí lo que el Eterno ha ordenado: Tomad de lo que os pertenece una ofrenda para el Eterno. Todo hombre cuyo corazón esté bien dispuesto aportará una ofrenda al Eterno: de oro, de plata y de bronce; telas teñidas de azul; madera de acacia; aceite para el candelabro; aromas para el óleo de unción y para el incienso aromático; piedras de ónice y otras piedras para el adorno del efod y el pectoral. Cuantos de entre vosotros sean hábiles, venid y realizad todo lo que el Eterno ha ordenado: el tabernáculo" (Ex 25, 1 ss.). He aquí, pues, que la materia es honrada, por despreciable que sea para vosotros. No adoro la materia, pero adoro al autor de la materia, que por mí se hizo materia, habitó en la materia, y realizó mi salvación por la materia. Porque "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14). Nadie ignora que la carne es materia y que ha sido creada. Yo venero, pues, y reverencio la materia mediante la cual se ha realizado mi salvación. La venero, no como Dios, sino como llena de eficacia y de gracia divina. ¿No es acaso materia aquel afortunadísimo y fecundísimo leño de la Cruz? ¿No es acaso materia el monte venerando y santo, el lugar del Calvario? ¿No es acaso materia, piedra madre y vital, monumento santo, la fuente de nuestra resurrección? ¿Acaso no son materia la tinta y las hojas del libro de los Evangelios? ¿No es acaso materia aquella mesa que nos da el pan de vida? ¿Acaso no son materia el oro y la plata con que se hacen las cruces, las patenas sagradas y los cálices? ¿No es acaso materia, de lejos más excelente que todo lo dicho hasta aquí, no es materia el cuerpo y la sangre de mi Dios? Quita el culto y la adoración de todas estas cosas, o acepta, según la tradición de la Iglesia, que las imágenes consagradas con el nombre de Dios y de sus amigos, y por tanto divinas, fecundas por la gracia del Espíritu, sean veneradas» (De imaginibus oratio I, PG 9 II, 14: 1300. Traducción de Alfredo Sáenz, tomada de su libro El Icono esplendor de lo sagrado, Bs. As. (2004), pp. 96-97)-

martes, 29 de diciembre de 2015

Ya no existe el jansenismo...

La entrada que reproducimos hoy está tomada de otra bitácora, cuya lectura poco nos interesa porque suele concentrarse en los problemas internos de la FSSPX y en la escisión de Williamson & c.
Con un poco de sentido común católico, y buena fe, cualquiera puede tomar conciencia de la ridiculez del ataque del blog Syllabus y de la inocencia de la foto censurada.
Ahora bien, ¿qué mentalidad subyace a las preguntas retóricas del crítico? ¿Cuáles son las deformaciones intelectuales que inciden en estas torceduras del juicio moral?
Los artículos de Pithod pueden ayudar. 

El pasado 19 de diciembre hubo una ordenación sacerdotal en el seminario de La Reja. Su nuevo sitio web da cuenta del solemne suceso, ofreciendo una amplia cobertura fotográfica.



Pero acerquémonos más en detalle a la última fotografía. Un objeto aparece colocado delante del grupo de sacerdotes que sonríe a la cámara. Hay algo que llama la atención. ¿Qué es eso?



Sí, señores, es una botella de vino (según parece vacía), que aparece infelizmente, como un mensaje dado por los mismos sacerdotes y seminaristas de la foto pues ellos son todos de la provincia argentina de Mendoza, tierra llamada “del buen sol y del buen vino”. Imaginamos que si mañana es ordenado un sacerdote cordobés, harán una foto con una botella de fernet adelante, si el nuevo sacerdote es español, habrá en el piso una botella de jerez, y si el ordenado es mexicano, aparecerán los sacerdotes mexicanos con una botella de tequila (previamente escanciada, por supuesto). Y quizá hasta alguno se anime a sostenerla en la mano, como muestra de lo bien que se está y disfruta ser parte de la Neo-FSSPX. En fin, no nos importa “quién se ha tomado todo el vino”, como canta horriblemente un desaforado músico de cuartetos, sino cómo se ha llegado a esa ligereza que cae en la irreverencia y hasta lo sale a mostrar en el sitio oficial de la congregación. ¿Acaso son sacerdotes de Baco y la botella ha sido parte de un rito? ¿Es la botella y la copa de vino un nuevo atributo de los paladines de la Tradición? Quizás así tímidamente comenzó otro sacerdote de la Neo-FSSPX, que terminó dando charlas sobre  degustación de vinos. En fin, es la Neo-FSSPX, tómela o déjela.



Fuente:



miércoles, 23 de diciembre de 2015

Algo sobre el agustinismo político

Reproducimos una entrada de otro blog sobre la denominada “ortodoxia radical”. 
Ortodoxos radicales, ¡fuera!
Por Desiderio Parrilla Martínez
La “Ortodoxia Radical” es una escuela teológica y filosófica cristiana de pensamiento que hace uso de la filosofía posmoderna para rechazar el paradigma de la modernidad. El movimiento fue fundado por John Milbank, y toma su nombre del título de una colección de ensayos publicados por Routledge en 1999: “La Ortodoxia Radical, una nueva teología”, editado por John Milbank, Catalina Pickstock y Graham Ward. Aunque los principales fundadores del movimiento son anglicanos, “Ortodoxia Radical” incluye teólogos de varias tradiciones de la Iglesia. En España su principal adalid es el Arzobispo Metropolitano de Granada, d. Francisco Javier Martínez, a través de la editorial Nuevo Inicio, quien está editando la traducción de los principales autores de esta corriente.
La escuela de la ortodoxia radical respecto de la Teología política es un agustinismo político remozado. En este sentido adolece de no pocas carencias teóricas. Su planteamiento es unidimensional, reduccionista y “radicalmente” simplificador. De entrada llama la atención la confusión entre la “dimensión metapolítica” de la Iglesia con su “dimensión política”, reduciendo ésta a aquélla, en un proceso lógico de absorción.
El agustinismo político que lastra le impide detectar y distinguir estos dos aspectos. Este agustinismo pretende combatir el supuesto tomismo de Jacques Maritain en su propuesta de “Nueva cristiandad”. En su proyecto de neocristiandad, el filósofo francés no sólo distinguía sino que también separaba estos dos aspectos. La ortodoxia radical a fin de dar una solución de continuidad llega a anular la distinción real y la convierte sólo en una distinción de razón, descartada la posibilidad de una distinción formal a parte rei.
Como Maritain recurría al neotomismo, la ortodoxia le opone un neoagustinismo no menos desenfocado. Donde Maritain separaba, la ortodoxia radical une. Nada tendríamos que objetar a esta operación lógica de la Ortodoxia radical salvo que la operación en cuestión reduce un ámbito a otro. La dimensión política no se convierte en un epifenómeno de la dimensión metapolítica; sin embargo, el poder político queda subordinado –al modo agustiniano- al poder eclesiástico.
Para la ortodoxia radical, el poder político, el Estado, queda condenado como un fenómeno perverso propio de la modernidad, cuya redención sólo puede obtenerse absorbiendo el poder político bajo el poder metapolítico y tutelar de la Iglesia.
Se inicia así un neoagustinismo donde el Estado carece de esencia per se. El Estado queda reducido a la condición de un “pre-ser”, una realidad siempre embrionaria y dependiente cuya forma completa es la de ser una criatura en perpetua gestación dentro de ese vientre materno que es el poder metapolítico de la Iglesia. De esta manera la Iglesia carecería de una dimensión política, aunque esta dimensión política correspondería al Estado en cuanto institución permanentemente informada por el poder metapolítico eclesiástico.
El Estado sería “ancilla eclesiae”: sierva, criada, chacha, la “chica de servir” de la Iglesia, con la carga despectiva que posee este término de campo semántico vinculado a la servidumbre y el despotismo. La dialéctica hegeliana del amo y del esclavo quedaría fijada para la “ortodoxia radical” de la siguiente manera: el esclavo se identificaría con el poder estatal y el papel del amo correspondería al poder eclesiástico. Sin embargo, como dijo Unamuno, aunque fuera sólo una criada, la criada salió respondona. A esta reacción obedece el proceso de secularización de las sociedades occidentales desde la edad moderna y su progresiva separación del poder eclesiástico, según los ortodoxos radicales. Con una metáfora rural podríamos decir que para los ortodoxos radicales la Iglesia sería el rodrigón o tutor de esa planta trepadora tan endebles que es el Estado.
Nada puede ser más opuesto al tomismo que esta postura. Para el tomismo la Iglesia y el Estado son sociedades perfectas, cada una considerada en su género. El tomismo rompe con la mitología torpe que acuñó san Agustín. Para el tomismo, el estado no es una ciudad. Ni la sociedad civil ni la sociedad política ni la sociedad eclesiástica son ciudades, sino géneros de poder diferentes que se manifiesta en la vida civil o civilizada y por lo tanto en la Historia Universal, donde incide precisamente la irrupción del poder eclesiástico. El sintagma: “sociedades perfectas” no significa que estas sociedades carezcan de deficiencias, o sean impecables moralmente, sino que poseen perfección, riqueza ontológica (axion), es decir, una esencia específica que les confiere una naturaleza propia, y les confronta a otras esencias diferentes. Cada una de estas realidades son aspectos del mismo todo unitario, pero cada una supone un género diverso. Por otro lado este tomismo del Estado como “sociedad perfecta” condenó la postura de Maritain y el propio Maritain la matizó posteriormente, aunque sin enmendar su error de fondo.
La postura teopolítica hispánica, heredera de la idea de imperio español, fue la máxima expresión de este tomismo, su sofisticación más desarrollada, y es un rival teórico contra el neoagustinismo de la Ortodoxia radical, tanto católica como anglicana. En las siguientes entradas desarrollaremos esta corriente teopolítica hispánica como tercer género clásico de Teología política.

sábado, 12 de diciembre de 2015

Condenas en materia política (y 2)




Las condenas de la Iglesia en materia política tienen una dimensión moral que no elimina los grandes principios de la Teología, sino que los supone y  aplica. Por fuertes que sean las palabras de una reprobación eclesiástica, no deben ser leídas con sesgo partidista, o con emotividad rigorista, sino que se han de interpretar como toda la doctrina de la Iglesia. 
Sabido es que las condenas del magisterio son de interpretación estricta. Hay que atenerse a los límites fijados por la Iglesia: ni el defecto de la interpretación restrictiva, ni el exceso de la interpretación extensiva.
Pero no siempre es fácil determinar los límites de una condena en materia social. Y la debilidad humana muchas veces conduce a interpretaciones sesgadas. No es raro, por ejemplo, que los enemigos políticos de algo reprobado tiendan a extender los límites de su condena, y que los simpatizantes, por el contrario, procuren restringirla o silenciarla.
La Iglesia ha condenado al liberalismo, al comunismo, al fascismo, al nazismo, etc. ¿En qué sentido y con qué alcances?
Para dar respuesta adecuada, se debe partir de una importante distinción:
(a) Doctrina. Se trata de ideas erróneas contrarias al depósito revelado en materia de fe o costumbres. Que muchas veces se articulan, configurando una ideología, esto es un pensamiento sistemático, pero unilateral, sesgado o interesado.
(b) Legislación. En sentido amplio, no limitado sólo a las leyes, se trata de normas que mandan, prohíben o permiten conductas. Estas normas no son siempre y en su totalidad una consecuencia necesaria de la doctrina, en el sentido de que una doctrina errónea en lo especulativo implique siempre una norma injusta. Además, es de experiencia común que, en política, muchas veces las declamaciones no tienen proyección legislativa...
(c) Régimen. Como realidad distinta de la legislación, que puede ser legítimo o ilegítimo, tanto en su origen como en su ejercicio. Por lo general la Iglesia trata con los poderes establecidos de hecho, sin prejuzgar en la cuestión de su legitimidad, salvo en casos singulares.
Un ejemplo de esta distinción lo tenemos en la condena del fascismo. Hoy predominan los "demócratas", que tienden a ensanchar los límites de la condena, amalgamándolo al nazismo concebido siempre como un “mal absoluto”. Otros, afines al régimen, en su momento minimizaron o silenciaron la reprobación.
En primer lugar, la Iglesia condenó parte de la doctrina fascista: “…una ideología que declaradamente se resuelve en una verdadera y propia estatolatría pagana, en contradicción no menos con los derechos naturales de la familia que con los derechos sobrenaturales de la Iglesia”. También la Iglesia incluyó en el Index las obras completas de Gentile, considerado filósofo del régimen. La ideología fascista contiene errores sobre la naturaleza del Estado, que pueden sintetizarse indicando que se trata de una concepción "totalitaria" o "totalizante". Pero salvo un núcleo de ideas elementales, el fascismo histórico careció de una ideología sistemática y fija. En todo caso, a pesar de la ideología, el régimen fue capaz rectificar algunas acciones de gobierno equivocadas.
En segundo lugar, la Iglesia condenó parte de la legislación fascista. En efecto, hubo normas y medidas de gobierno inaceptables, singularmente las relativas a la Acción Católica y la política educativa del Estado. O, para poner otro ejemplo más concreto, un juramento de cumplir sin discusión todas las órdenes de las autoridades públicas. La fórmula debió ser rectificada por el Papa con una cláusula de reserva de conciencia para dejar a "salvo las leyes de Dios y de la Iglesia". Pero no se condenó toda la legislación fascista. Por ejemplo, el Código Civil de 1942 no fue reprobado y ha sido fuente de valiosos aportes a las ciencias jurídicas del siglo XX.
Y, en tercer lugar, la Iglesia nunca condenó “el régimen como tal” declarándolo ilegítimo por su ideología errónea o por su legislación inaceptable. Tampoco reprobó al partido. El propio Pío XI manifestó intención de limitar la condena al decir: “hemos hecho una obra útil a la vez al partido mismo y al régimen. ¿Qué interés puede tener, en efecto, el partido, en un país católico como Italia, en mantener en su programa ideas, máximas y prácticas inconciliables con la conciencia católica?”. En otro pasaje recordó a los católicos que “simpatizan francamente con el régimen y con el partido fascista” sin acusarlos de solidaridad con los errores, ni de complicidad con las normas inicuas. 
Como se ve con claridad en este caso, las condenas de la Iglesia en materia política tienen sus límites. No son un rechazo emotivo e irracional, ni significan que toda realización cultural, política, jurídica, etc. vinculada con lo condenado esté contaminada de maldad moral.



viernes, 4 de diciembre de 2015

Condenas en materia política (1)



¿Cómo interpretar las condenas de la Iglesia en materia socio-política? De una respuesta adecuada dependen muchas cosas importantes. En esta entrada, el punto de partida será la realidad concreta: casos que pueden plantearse en la actualidad. En la próxima, veremos una importante distinción y algunos principios.
1. Juan Pérez es comunista y ateo. Médico de profesión, practica abortos de manera habitual. El Dr. Pérez tiene un hijo adolescente. Y en el ejercicio de su autoridad paterna,
(a) ordena a su hijo que todos los días tienda su cama y mantenga limpia su habitación;
(b) permite que su hijo juegue al fútbol en el jardín de su casa si antes ha cumplido con sus deberes de estado (estudiar, ayudar en el hogar, etc.).
Si el hijo cumple el mandato (a), o usa del permiso (b), ¿adhiere al comunismo ateo de su padre o es cómplice de sus abortos?
Otra cosa es si el Dr. Pérez ordena a su hijo hacer de enfermero de los abortos…
2. La constitución argentina de 1853 es de inspiración demo-liberal. Proclama libertades modernas entre las cuales está el derecho de publicar ideas por la prensa sin censura previa (art. 14). Al amparo de esta  libertad de expresión la Argentina ha vivido una avalancha de inmoralidad pública.
Julián Gómez es un nacionalista católico, radicalmente opuesto a la constitución de 1853, al régimen demo-liberal burgués y a las libertades modernas. Sin embargo, ejerce la libertad de expresión para publicar sin censura previa (civil o eclesiástica) libros y artículos abiertamente contrarios al sistema político imperante y a sus libertades de perdición. Por su ejercicio de la libre expresión, ¿puede decirse que es partidario del demo-liberalismo constitucional, promotor de la libertad de expresión o cómplice de las inmoralidades públicas realizadas bajo su amparo?
3. La constitución de Uruguay también es liberal y posee una impronta laicista más marcada que la argentina. El país tiene, además, una explícita influencia de la Masonería en su vida pública.

En Uruguay, el referéndum es el instituto constitucional mediante el cual las personas habilitadas para sufragar expresan su decisión de ratificar o rechazar una ley que ha sido aprobada con todas las formalidades del caso, dentro del año de su promulgación. Es un instrumento de democracia directa dentro de un sistema de democracia representativa.
Un grupo de católicos uruguayos decide recolectar firmas para llamar a un referéndum en orden a derogar la ley de despenalización del aborto. ¿Puede decirse que por hacer tal cosa los católicos se hacen adeptos del liberalismo constitucional o cómplices los ataques masónicos al catolicismo?
Los tres casos plantean preguntas morales de respuesta obvia. E ilustran una verdad práctica: al vivir en sociedad, muchas veces entramos en relación con errores y pecados de los demás, que a veces pueden estar institucionalizados. Sin embargo, nuestras acciones relativas a esos males no implican siempre adhesión al error o una complicidad con el mal moral. 


domingo, 29 de noviembre de 2015

¿Se equivocó León XIII? (y 2)


Nos parece que León XIII se equivocó en el caso de Francia al  imponer a los católicos un combate legislativo que suprimía la oposición régimen republicano. También, que la política del ralliement fue un rotundo fracaso porque los diferentes gobiernos mantuvieron e incrementaron su hostilidad hacia la Iglesia y porque no se logró la deseada unión de los católicos, sino que se agudizó la división entre ellos.
Se podría objetar que sin el ralliement las cosas hubieran sido iguales o peores; que el papa no tuvo otra alternativa, etc. Se nos ocurre como respuesta que –tal vez- hubiera podido dejar la cuestión en manos de los laicos sin hacer juicios prudenciales y tomar decisiones políticas invasivas de lo puramente temporal, y por ende, ajenas al poder indirecto de la Iglesia.
Dicho lo anterior, cabe hacer algunas observaciones, que no son críticas al artículo de Gambra, sino fruto de conversaciones con amigos y algunas lecturas fragmentarias:
- Distinguir lo doctrinal de lo prudencial en León XIII. Las consecuencias del disenso. Un desacierto en lo prudencial para un caso no prueba –por sí mismo- que el error se repitiera en otros casos semejantes, pocos o muchos, y tampoco demuestra la existencia de errores en lo doctrinal. Hay que analizar cada situación particular y dar las pruebas antes de concluir precipitadamente.
En esta bitácora hemos criticado la hipertrofia magisterialista ultramontana. Pero no se puede perder de vista que León XIII formuló un corpus doctrinal en materia política en varios documentos dirigidos a la Iglesia universal. Ese corpus en parte es definitivo, y no por estar en el Denzinger, como se dice por ahí, sino porque se deriva de la revelación (Rom. 13, 1; 1 Petr. 2, 13-17; etc.). Y también en parte contiene enseñanzas que cuentan a su favor con el peso de la reiteración secular aunque no conste de modo manifiesto su definitividad. Nótese que este último punto es la base de uno de los argumentos centrales de la crítica de Mons. Lefebvre al Vaticano II: el peso de la reiteración secular frente a unas novedades que lucen heterogéneas. También el magisterio político leonino es un hito de singular importancia en una prolongada secuencia magisterial en materia política.
Si hay enseñanzas de León XIII que son reveladas, o secularmente reiteradas, no se las puede tomar a la ligera, por más que sean de un papa que se equivocó en el ralliement¿Se propone una relativización del magisterio político leonino, como la que hiciera en su tiempo J.C. Murray, aunque con otro sesgo político? En tal caso, se debe tener consciencia de las consecuencias de este disenso. 
- Francocentrismo. Francia fue conocida como hija primogénita de la Iglesia. Pero el francocentrismo sería una actitud semejante a la de los norteamericanos, contra la cual previno León XIII en Longincua oceani. Parafraseando al papa: se evitará creer erróneamente, como alguno podría hacerlo, que el modelo ideal de actuación política de los católicos hubiera de buscarse en el ralliement o en el contra-modelo de los monárquicos de Francia.
En cuestiones prudenciales no se puede presentar como principio inalterable una realidad histórica. Hay una unidad radical de los cristianos en el campo de los principios y también una legítima pluralidad de opciones temporales (siempre dentro de los límites que el derecho natural y la doctrina católica). Una solución conveniente para Francia puede ser inconveniente para Inglaterra o Japón.
- El contraste con Pío IX. A veces se encuentra el siguiente tópico: Pío IX se opuso tenazmente a cualquier forma de liberalismo católico, mientras que León XIII lo favoreció, no doctrinalmente, pero sí mediante el ralliement y otras medidas semejantes. Para llegar a esta conclusión, se necesitaría ignorar dichos y hechos de Pío IX. R. Aubert ha estudiado exhaustivamente la relación de Pío IX con el obispo Dupanloup a través de la correspondencia. El resultado de sus investigaciones puede caer a algunos como balde de agua helada: el papa Mastai Ferretti alentó de diversas maneras a Dupanloup, y a su catolicismo liberal de conveniencia, fundado en la distinción tesis-hipótesis, distinto del catolicismo liberal de convicción, como tesis de validez universal. Todo esto está ampliamente documentado desde hace décadas. Recordemos, además, el breve laudatorio del influyente comentario del Syllabus que hiciera el obispo de Orleans.
- Historia contrafactual. La historia contrafactual, historia alterna o historia virtual es el resultado de un ejercicio mental que responde a la pregunta “¿qué hubiera pasado si...?”. Se considera que un hecho fue causa determinante en un proceso histórico y se especula sobre lo que hubiera sucedido suprimiendo o modificando esa causa determinante. Por ejemplo, ¿qué hubiera pasado si León XIII no hubiera impuesto el ralliement? Aunque la premisa sea plausible, lo cierto es que la historia alterna es eminentemente conjetural, pues la libertad humana es un factor permanente de contingencia, que pone límites a cualquier intento determinista. Lo conjetural se ve potenciado cuando el ejercicio contrafactual se aplica a la historia de la Iglesia. La Providencia tiene designios muchas veces misteriosos, la gracia de Dios está garantizada a las personas en lo necesario para su salvación, pero no para el éxito político, y por efecto del pecado no existe correspondencia automática a la gracia.
- Institucionalismo determinista. Hay un debate en el seno del pensamiento social católico entre institucionalistas y culturalistas, que a veces termina en una contraposición un tanto artificiosa. El cristianismo está llamado a informar las instituciones políticas; es importante contar con un Estado y un Derecho cristianos, pues “de la forma dada a la sociedad conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa también el bien o el mal en las almas” (Pío XII). Pero las instituciones cristianas han de ser expresión y fruto de una cultura cristiana, de un catolicismo social profundamente arraigado en la vida cotidiana de las naciones.
La Iglesia es indefectible por una promesa de Cristo (Mt. 16,18). Las cristiandades, en cambio, no lo son. No hay Estado y Derecho cristianos capaces de soportar por largo tiempo la descristianización de la sociedad que rigen. Más temprano que tarde, habrá formas vacías de contenido, cáscaras y apariencias, que se derrumbarán como un castillo de naipes. Si el modelo del ralliement fue un fracaso, nadie puede asegurar que otro modelo no hubiera tenido el mismo resultado, por efecto de la profunda descristianización de la sociedad. 

viernes, 27 de noviembre de 2015

ELECCIONES 2015 (comentarios a un texto de José Antonio)






Decíamos en otra entrada que esta bitácora no es expresión del «nacionalismo católico argentino». Pero el Dr. Augusto Padilla sí se reconoce como tal. Reproducimos una entrada de su blog A la derecha.  
ELECCIONES 2015 (comentarios a un texto de José Antonio)
En poco tiempo más se conocerá el nombre del futuro presidente. Por supuesto que ninguno de los dos es de mi agrado, pero no me voy a enojar con quienes voten a Macri, no tanto por sus promesas, sino cansados del mefítico kirchnerismo, como lo estamos todos. Sí espero que muchos de quienes lo hagan tengan presente de que estaremos frente a una etapa light de la revolución cultural propugnada por Gramsci y la Escuela de Frankfurt. Y me dirijo especialmente a nuestros presos que eventualmente recuperen la libertad, después de sus indecibles sufrimientos. Hay que seguir luchando contra la subversión, queridos amigos, porque a ustedes y a nosotros no nos queda otra, manteniendo la “aptitud de combate”.
Y a propósito de estas elecciones, es “justo y necesario” evocar a un joven héroe español, tan cercano a nuestros afectos: José Antonio Primo de Rivera. Nada mejor entonces que recordar algunos párrafos de su discurso del 29 de octubre de 1933, en el Teatro de la Comedia de Madrid, cuando presentó su candidatura a diputado por Cádiz por la Unión Monárquica, un frente de las derechas.
En su encendido discurso, que se considera como el primer paso para la constitución de la Falange, el joven abogado planteó con galanura una nueva y generosa visión de la política:
“En un movimiento poético, nosotros levantaremos este fervoroso afán de España; nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos, y de nosotros será el triunfo, triunfo que ¿para qué os lo voy a decir? no vamos a lograr en las elecciones próximas.
En estas elecciones votad lo que os parezca menos malo. Pero no saldrá de ahí vuestra España, ni está ahí nuestro marco. Esa es una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa. No está ahí nuestro sitio. Yo creo, sí, que soy candidato; pero lo soy sin fe y sin respeto. Y esto lo digo ahora, cuando ello puede hacer que se me retraigan todos los votos. No me importa nada. Nosotros no vamos a ir a disputar a los habituales los restos desabridos de un banquete sucio. Nuestro sitio está fuera, aunque tal vez transitemos, de paso, por el otro. Nuestro sitio está al aire libre, bajo la noche clara, arma al brazo, y en lo alto, las estrellas, Que sigan los demás con sus festines. Nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas”.
Como se ve, José Antonio no le hacía ascos a soportar “una atmósfera turbia” de “una noche crapulosa”, porque su sitio no estaba ahí. Y tampoco lo escandalizaba el hecho de votar, a pesar de que algunos cátaros nuestros se rasguen las vestiduras, un tanto farisaicamente.
Si el nacionalismo quiere sobrevivir, deberá animarse también a respirar los malos aires de noches crapulosas, pero firmemente decidido a estar solamente de paso y a resistir la tentación de permanecer “en la taberna”. No será fácil, ni mucho menos, pero entiendo que,con la ayuda de Dios, vale la pena abordar la empresa.
Comentarios del Francotirador
1) Traigo a colación el ilustre ejemplo del entrañable José Antonio para que el nacionalismo se anime a organizarse y actuar políticamente, no limitándose a la mera literatura, quedando perdido entre las palabras.
2) Conozco de memoria las objeciones de los puros y de los dogmáticos: quedémonos en nuestra espléndida y cómoda torre de marfil, profiriendo improperios desde las alturas, porque mezclarse entre los politicastros es poco menos que un pecado mortal, ya que la democracia es perversa en sí misma. Idem con la participación en las elecciones.(Más allá de las componendas y traiciones de sus actuales dirigentes, el Frente Nacional de Francia ha logrado imponer una “agenda pública” mínimamente razonable y conveniente para los intereses nacionales, que no parece fácil de modificar).
Agrego que participé en la fallida experiencia del MODIN, lo que me nunca me desalentó. Más bien al contrario: me dejó convencido de que es absolutamente posible intervenir con cierto éxito, aun en el plano electoral.
Lamentablemente la patriada no pudo ser, por la defección de Aldo Rico y la renuencia de muchos nacionalistas a “embarrarse”. Pero nadie “quitará lo bailado” y si no que lo digan los queridos hermanos Hugo y Fernando Esteva.
3) Aclaro que no soy democratista, ni mucho menos. Simplemente propongo un modesto curso de acción no escrituraria, con el propósito de que el nacionalismo tenga presencia pública. Hacerlo con sensatez y continuidad, sería un aporte invalorable para los argentinos del mañana. Doy por sentado entonces la bondad intrínseca del nacionalismo y la necesidad de difundirla en todos los niveles.
Puntualizo que es una herramienta y nada más. Si no sirve, habrá que usar otra.
4) Naturalmente, habrá que reunirse-no más en capillas-y considerar los diversos modos de acción posibles, adecuándose prudentemente al marco local(provincial, municipal, barrial, etc.).El tiempo dirá cuál es la forma de la futura organización. Por ahora podría ser un movimiento destinado a influir sobre los ciudadanos para que sepan que hay otras banderas políticas que levantar, apuntando a las inteligencias y a los corazones de muchos compatriotas que hoy no se sienten interpretados y menos representados por nadie.
5) La tarea debería comenzar en niveles modestos, pero con un objetivo claro: conseguir aunque sea que una barriada pobre tenga cloacas, iluminación eléctrica o calefacción en la escuela. Después se verán los otros pasos a dar(v.g. plantear la necesidad de que los padres sean los educadores primarios de sus hijos y someter a ellos los planes de estudio, sobre todo en las materias morales y humanísticas)
6) En definitiva, se trata de hacer apostolado político a largo, muy largo plazo. Pero algún día hay que empezar a difundir la verdad –con minúscula, claro está-del nacionalismo, mero reflejo, en todo caso, de la otra y única Verdad.
Por cierto que se debe tener presente la advertencia de Castellani Magno, que no dudó en candidatearse como diputado nacional: “el error del nacionalismo es poner los ojos en el Poder a corto plazo en vez de ponerlos en la Verdad a largo alcance”.
7) Y después de estos comentarios a vuelapluma, quedo nomás a la espera del “fuego amigo”, que naturalmente será bien recibido.
Fuente:

martes, 24 de noviembre de 2015

¿Se equivocó León XIII? (1)

Muchos católicos tradicionales comparten una crítica al ralliement impulsado por León XIII. Andrés Gambra publicó en 1981 (aquí, v. ps. 222-259) un notable estudio que contiene las ideas centrales de los desaciertos del pontífice en la política de apaciguamiento. Trataremos de sintetizarla muy apretadamente en esta entrada. En otra, haremos algunas observaciones.
¿Qué fue el ralliement?
León XIII estaba convencido de esta secuencia de identidades: debilidad del catolicismo francés = tradición monárquica = oposición sistemática a la república = política laicista del gobierno. Dicho de otro modo, que el laicismo intolerante del gobierno republicano era una reacción frente al monarquismo de los católicos franceses.
Tomó, pues, una decisión: imponer a los católicos franceses la adhesión al régimen republicano e instarles a la unidad de acción contra las leyes inaceptables.
“El ralliement a la Tercera República que León XIII impuso a los católicos franceses a partir de 1892, en contra de la opinión generalizada entre ellos, que era la de perseverar en una actitud de mero acatamiento formal y activa oposición política hacia el régimen republicano, en el que veían un enemigo sistemático de su religión y de lo que ellos entendían que era la tradición francesa…
El ralliement señaló en Francia el final de la vigorosa oposición monárquica y el afianzamiento definitivo del régimen republicano, es decir, de un sistema de gobierno que en el caso francés respondía a unas coordenadas políticas e ideológicas bien determinadas, con una tradición que hundía sus raíces en la magna conmoción revolucionaria de 1789; una república que, a través de una legislación laicista a ultranza, sabiamente orquestada y aplicada, fue capaz en un lapso de tiempo breve de transformar en profundidad las coordenadas mentales de la población francesa, aún fundamentalmente católicas en las postrimerías del siglo XIX.”
Doctrina política y aplicación prudencial.
Gambra destaca el valor del corpus doctrinal leonino:
“León XIII. El cardenal Pecci ocupó el trono pontificio en 1878, a la muerte de Pío IX. Su figura –admirable por tantos conceptos- ofrece, a los ojos del historiador, un perfil enigmático, con contradicciones difíciles de resolver entre lo que fue su importantísima labor doctrinal y su discutible acción diplomática y política. En el terreno doctrinal mantuvo y completó la trayectoria de sus predecesores. El corpus politicum leoninum consta de encíclicas numerosas que constituyen un compendio espléndido de doctrina política cristiana -el más importante en la historia del pontificado- y una summa de verdades contrarias al liberalismo y a la religión democrática.”
Pero cuestiona la aplicación prudencial de la doctrina al caso francés: imponer a los católicos un combate legislativo que no suponga oposición régimen republicano constituido.
El fracaso del ralliement.
La Tercera República fue una muy eficaz empresa empresa descristianizadora de la sociedad francesa. Un programa anticatólico bajo la etiqueta hábil de anticlericalismo. La gran mayoría de los católicos sinceros, e interesados seriamente en la perduración de la civilización católica en Francia, eran monárquicos o, al menos, desafectos al régimen republicano cuyo espíritu anticatólico conocían bien. El ralliement contribuyó eficazmente 
-      al debilitamiento de la oposición política de los católicos en Francia y al auge paralelo del catolicismo de izquierdas,
-         a la prosecución  de la política laicista de los gobiernos de la Tercera República.
Además, la situación de los católicos en la Tercera República, que nunca había sido muy boyante, empeoró considerablemente después del ralliement.
En este ámbito -el de la acción y la unidad de los católicos-, que era prioritario en las preocupaciones de León XIII, el ralliement no hizo otra cosa que agravar hasta el desastre una situación que antes no era buena, desde luego, pero tampoco desesperada. En su conjunto los católicos franceses, en su mayoría monárquicos o filomonárquicos antes del ralliement, se dividieron en dos bandos irreconciliables. Un bando estuvo integrado por aquellos que, fuesen o no católicos liberales, que de todo había, aceptaron las consignas pontificias, se hicieron republicanos y emprendieron, con la falta de decisión que luego veremos, el combate legislativo que propugnaba León XIII. El otro grupo fue el de los «refractarios», que se negaron a aceptar –sin por ello renunciar al parlamento y a la acción legislativa y política- las consignas papales, argumentando que suponían una injerencia, contraria a las tradiciones del Vaticano, en una cuestión de régimen y oportunidad política que no era de su competencia. Como es fácil de suponer, la situación del grupo monárquico se hizo muy difícil porque la encíclica Au milieu los había descalificado ante la opinión pública y a los ojos de muchos católicos sencillos, fieles por principio a las recomendaciones del Papa. Surgió, en expresión que recoge Havard de la Montagne, el «pecado de monarquía», que fue fustigado por los republicanos de siempre y por los propios ralliés que llegaron, en varias ocasiones, a apoyar en las cámaras al gobierno mejor que a sus correligionarios monárquicos. Entre unos y otros «ralliés» y «refractarios»-- se entabló una polémica agria y perniciosa que debilitó a la derecha católica con resultados electorales desastrosos. En 1889 los diputados católicos eran todavía 210; en 1893 quedaban menos de 100, divididos entre sí. En los años siguientes las cosas siguieron empeorando hasta reducir a muy poco -y aun este poco ineficaz como mero símbolo - a la oposición católica de las cámaras.
El costo del ralliement fue, así pues, muy elevado. Y la Iglesia de Francia no recibió nada a cambio de los republicanos. Los propios jefes del ralliement fueron puestos en cuarentena en las elecciones de 1893, y no obtuvieron escaños. Fracasaron porque su programa reivindicativo -que era mínimo- fue rechazado por los republicanos de siempre. La política y la legislación laicistas siguieron su curso inexorable para culminar, a principios del siglo XX, a partir de 1902 sobre todo, cuando el radical Combes ocupó la jefatura del gobierno. No vatnos a entrat tampoco ahora en detalles sobre el desarrollo práctico de esta etapa postrera del radicalismo antieclesiástico de la Tercera República
El error de León XIII.
La encíclica Au milieu, con ortodoxa y cuidada doctrina, buscaba unos objetivos que eran, en principio, laudabilísimos. Pero León XIII se equivocó. Se equivocó al considerar que la hostilidad de los republicanos hacia la Iglesia era, en gran parte, fruto de una reacción contra la inspiración monárquica del catolicismo francés y no de causas más profundas. No se percató de que los republicanos aborrecían a la monarquía sobre todo porque veían en ella la salvaguarda de las tradiciones religiosas y morales de Francia que ellos, inspirados en una cosmovisión antagónica a la del cristianismo, pretendían desarraigar. León XIII se equivocó -o al menos dijo mucho más de lo que era prudente afirmar taxativamente- cuando descartó una oposición que no pasase por el aro de la adhesión a un régimen que estaba, por su espíritu profundo, lejos de ser legítimo.
Al pedir a los católicos que se adhiriesen a la Tercera República, León XIII exigió de ellos la adopción de una postura ambigua -acatamiento leal a un régimen cuya obra y espíritu debían ser objeto de repulsa- que a nadie, o a muy pocos, podía entusiasmar. Lo que ocurrió era predecible: la resistencia frente a la República se vino abajo. León XIII quiso encauzar en un solo chorro los manantiales de resistencia católica y lo único que logró fue secarlos.

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Blowback

Los neoconservadores (políticos) se indignan cuando algunos afirman que el intervencionismo militar norteamericano, pasado y presente, es factor de hostilidad en el mundo musulmán, facilita el reclutamiento de terroristas por parte de organizaciones como Al Qaeda o Isis, y puede contribuir a la comisión de atentados en las naciones de Occidente. La palabra “blowback” (tiro por la culata), acuñada por la CIA para uso interno, ahora es bastante común en el campo relaciones internacionales. Se refiere a las repercusiones no buscadas de políticas clandestinas por lo general, que no son de público conocimiento. El “blowback” es uno de los factores del terrorismo. Hacerlo explícito no implica, como es lógico, justificar o excusar a unos asesinos salvajes.

Financiamiento opaco o Blowback
¿Cómo es que una organización como EI [Estado Islámico], que reniega de la modernidad y sus avances de todo tipo, puede llegar a tener los alcances presentes? En este punto se abre una tangente que suele ser ocultada por gran parte de los medios de información masivos. El Estado Islámico de Iraq y Siria no se trata de un grupo que tomó por sorpresa a EEUU y sus aliados en la región. Se trata de una realidad mucho más compleja que esa visión naive.
El ascenso relámpago del EI, en gran parte, es la consecuencia de una estrategia con largo historial sostenida por Estados Unidos y sus aliados en la región (las monarquías salafistas árabes) que consiste en financiar secretamente grupos de este tipo para desestabilizar gobiernos que no están alineados con las pretensiones del establishment económico y militar estadounidense ni de sus socios sobre recursos naturales tan preciados y rentables como el petróleo o el gas.
Esta política de “dividir para reinar” ha proliferado en la región del medio oriente y el Magreb durante el desarrollo de la llamada “primavera árabe”, EEUU, a través de la OTAN, así como las monarquías de Arabia Saudita y Qatar y el Estado turco se han servido de la región como un tablero de ajedrez, provocando injerencias continuas en los sucesivos estallidos sociales que han tenido lugar en Egipto, Libia, Siria. Iraq, por supuesto, no ha sido ninguna excepción. La intervención ha sido indirecta por medio financiamiento a grupos de fundamentalistas yihadistas a través de petrodólares. Entre esos grupos se encuentra el EI.  (4)
Las monarquías como Arabia Saudita y Qatar son fundamentales en este esquema. Llevando a cabo un juego de doble rasero que los beneficia. Exportan fanáticos a otros países para que no causen problemas en casa. Estos difunden su visión yihadista, compatible con el salafismo institucionalizado de esas naciones absolutistas, en países de la región donde no predomina esa postura. Así como también los financia a través de dinero, recursos y armas. (5)
Lo que sucede con esta dinámica es que, durante la última década ha escapado del control estadounidense. Estos grupos utilizan el financiamiento mencionado para sus propios planes de reducir la influencia estadounidense y occidental en la región, aunque sin tocar a sus mentores monárquicos. Ya sucedió con Al-Qaeda, ahora sucede con EI. Que rompió las alianzas mantenidas con gran parte del arco de grupos fundamentalistas a causa de divisiones que responden a las ambivalentes relaciones entre Arabia Saudita y Qatar. Quienes siguen sus propios juegos de poder en la región. La actual postura en contra de los saudíes hacia el Estado Islámico es una señal elocuente de que este grupo es financiado en forma opaca por la monarquía qatarí.
El Gobierno de EEUU, luego de mantener una postura pasiva de apoyo indirecto a los grupos fundamentalistas que tomaron el poder en Libia y la resistencia en Siria, ha enviado fuerzas militares nuevamente a Iraq ante la avanzada del Estado Islámico de Iraq y Siria sobre recursos estratégicos que amenazan intereses estadounidenses en ese país.
Visto en:

martes, 17 de noviembre de 2015

Derecho a réplica

Esta bitácora no es expresión del «nacionalismo católico argentino». Razón por la cual no nos preocupa si nuestra «línea editorial» está dentro o fuera de los cánones de «pureza doctrinal» de dicho movimiento político-cultural. Opinamos, según nuestro leal saber y entender, desde una posición «independiente».
Cuando se trata de la «ortodoxia católica» procuramos ser fieles a la Tradición. Conscientes de nuestra falibilidad tratamos de fundar cuidadosamente las opiniones que tocan directamente la doctrina católica. Y esa doctrina es secular, clara y segura. La hemos expresado en entradas precedentes; se la encuentra en una inagotable bibliografía de referencia; por lo que no vamos a saturar el blog con cientos de páginas que los interesados podrán leer por su cuenta.
En lo que respecta a la moralidad de la participación política en las presentes circunstancias, seguimos la doctrina católica tradicional y defendemos la «libertad de las conciencias» (no confundir con «libertad de conciencia») verdaderas de obrar conforme a la recta ratio. Y por ello no aceptamos como vinculante para las conciencias cristianas ninguna forma de rigorismo moral, por buenas que sean las intenciones de sus sostenedores. Dejando intactos los principios ya explicamos que en materia electoral puede haber diversas opciones prudenciales.
El Dr. Antonio Caponnetto se ha sentido aludido por algunas entradas de nuestra bitácora y por un comentario de la Redacción. Ha remitido el escrito que transcribimos a continuación para que pueda ejercitar su derecho a réplica. Disentimos de su contenido pero no vamos a agregar nada más a lo dicho. Sólo nos resta aclarar que cuando en algún comentario hablamos de autoridad, nos referimos a ella en sentido doctrinal, como autoridad docente, sea para formular principios morales o emitir juicios morales, y de ninguna manera cuestionar la conducta de nadie en particular.

 FRENTE AL 22-N
Por Antonio Caponnetto

"No participamos de la opinión de los que pretenden bastardear el Nacionalismo poniéndolo en el plano de un simple partido político para entrar en la puja de menudos intereses electoralistas. No creemos que sean las de hoy las condiciones propicias para la resolución de los grandes problemas que afectan al país, por la vía electoral y menos pretender que esa sea hoy una salida honrosa para el ideal que sustentamos. Mediatizar lo que es de Dios y de la Patria al juego a la baja de unas elecciones, a la decisión de una mayoría circunstancial que se deja arrastrar por el canto de sirena de quien demagógicamente más le promete, nos parece una verdadera aberración. Nos parece una aberración a la que siempre rechazó de plano el Nacionalismo [...].Sólo hay una cosa que hay que levantar fundamentalmente en Occidente como verdadera tabla de salvación: la Cruz. A ella nos aferramos" (Jordán Bruno Genta, Hay un solo Nacionalismo, en Combate, Buenos Aires, Año II, 1957).
 Un doliente hartazgo
 Algunos pocos y benévolos amigos me han pedido cierta orientación u opinión ante los próximos comicios.
Explico primero el porqué del doloroso hartazgo frente al tema, y luego intentaré expedirme para que no se me acuse de evasivo.
Nadie está obligado a leerme, ni he perdido el juicio como para tenerme por consultor obligado.Pero si no se me lee, nadie tiene tampoco derecho alguno a criticar lo que pienso. Sencillamente porque no conocen lo que pienso. O lo conocen del peor modo: fragmentariamente, y de mentas; cuando no cargados de elementales apriorismos. Hasta ahora, parecía ser ésta la funesta especialidad de las izquierdas. Pero resulta queel contagio ha llegado a la propia tropa. A la muy cercana.
Nadie está obligado a leerme,reitero. Pero tampoco pesa sobre mí el deber de volver a escribir los mismos libros cada vez que una circunstancia determinada pone sobre el tapete el tema central de esos libros ya escritos. Un traumatólogo no escribe sobre los riesgos de las fracturas expuestas cada vez que alguien se rompe un codo.
Llevo publicados dos volúmenes densos y pormenorizantes sobre la perversión democrática, y está en curso un tercero, del mismo tenor. El número de escritos referidos al punto –aunque en rigor, a cuestiones colaterales y anejas al mismo- podría casi multiplicarse, si contara, no sin razones, dos tomos previos, aparecidos en el año 2000, antologizando textos que publicara en Cabildo durante veinte años.
Por más modesto que quiera ser al respecto,no encuentro el modo de omitir que he procurado ser detallista, exhaustivo y meticuloso en mis argumentaciones contra el horribilísimo e insalvable sistema político que nos domina, así como sobre la nocividad moral en que incurre quien lo convalida o avala en vez de procurar su destrucción. Ergo, dable sería esperar la misma actitud analítica en quienes no comparten mi postura.
Lamentablemente no suele suceder así. Y cualquier opinante anónimo de un blog, verbigracia, se cree facultado para descalificar mi tesitura. O peor dicho:lo que suponen, sin leerme de modo íntegro, que es mi tesitura. Las presiones para que me rinda y siente cabeza de católico que “no dogmatiza lo prudencial”, ni tiene “conciencia escrupulosa”, ni “vea pecado donde no lo hay”, se multiplican en vísperas de cada elección, con argumentos cada vez más insólitos. Últimamente, el de acusarme de donatista, platónico, kantiano, rigorista, fariseo, provocador o desafectado de los hipotéticos beneficios que les traería a los militares presos el triunfo de esa porciúncula más del estiércol que responde a la sigla PRO.
Ninguno quiere dejar en paz a quien, simplemente, -¡vaya pretensión!- procura dar testimonio de coherencia en soledad. A quien no quiere ser útil al sistema, ni incurrir en el activismo partidocrático, ni vivir pendiente de los requerimientos de un modelo corrupto, ni pagar tributo a la corrección política, ni estar desatento al regreso de Jesucristo antes que atento a la huida de los kirchner, minusculando a sabiendas el nauseabundo gentilicio.
Una voluntad tácita de castigarlo y doblegarlo se pone en marcha ante el disidente. El rigorismo de los demócratas es cada vez más circundante y opresivo. No quemar incienso al sufragio universal está penado por la ley y queda el réprobo sometido a figurar en la lista estatal de infractores, oblando su multa. Sin embargo, no es éste el maldito rigorismo que dispara siquiera una línea de condena, sino el nuestro, por no querer sumarnos a la inmoralidad cuantofrénica.
Los ciudadanos de la democracia están divididos entre los integrados mansamente al llamamiento electoral, que deben tenerse por puros y limpios; y los impuros y sucios que, contrario sensu, desacatan el imperativo de hacer una genuflexión doble ante cada urna. Sin embargo, insistimos, no es a esta demasía a la que se la compara con la casuística de purezas e impurezas del judaísmo, sino a nuestra actitud de no querer contaminarnos éticamente haciendo la fila para rifar a la patria con cada boleta asquerosa.
En esa ofensiva contra el disidente,lo subrayamos, cualquier argumento es válido. Hasta el de compararnos con los circunceliones del siglo IV. Bandidos desaforados y heréticos, claro; éso seríamos. Como los brigantes franceses, los bandoleros de la Cristiada, los forajidos resistentes al castrismo, o más criolla la cosa: como el Chacho Peñaloza, conductor de los últimos “bárbaros”, al que con el mencionado mote de bandido insultó su verdugo antes de matarlo.
Imposible no recordar en dos trazos lo que me sucediera en una de las primeras defensas catedralicias, en Buenos Aires. Tras soportar en desigualdad de condiciones largas horas de blasfemias, sacrilegios y obscenidades, aproveché un segundo de silenciamiento de las hordas para vivar a Cristo Rey. Sólo ese grito, lo juro. Sucedió entonces que un señor de civil, muy atildado y correcto, a quien hasta entonces no había visto, se me acercó e -identificándose como comisario en operaciones en el susodicho vejamen- me dijo textualmente: “si usted vuelve a provocarlos, no me deja otra alternativa más que detenerlo”. El infeliz no había leído a San Agustín ni a Baronio. Nada sabía de Makide o Faser, los renombrados caudillejos de los circunceliones. Pero algo había aprendido del mundo y para el mundo: el provocador era yo.Tristísima cosa que así piense, no ya un ignoto y exculpable esbirro del Estado, sino un haz de católicos a quienes tengo por buenos[1].
Desahogo formulado, enunciemos lo esencial.
Brevísimas consignas
I.-Independientemente de la inacabable disputatio sobre el mal menor, el domingo 22 de noviembre no hay ningún mal menor que elegir.Es uno solo, enorme,  abisal e inmenso el mal; y le daré los nombres que tiene a riesgo de seguir siendo incomprendido. Ese mal se llama Democracia, Revolución,Modernidad, Inmanentismo. Con cualquiera de estos apelativos, y mucho más con todos ellos juntos, puede sentirse denominado el Anticristo.
Macri, Scioli, Zannini o Michetti no son los nombres del mal. Apenas si apodos circunstanciales, efímeros, intercambiables y con caducidad a mediano plazo. Si no se entiende la naturaleza y la hondura del mal que enfrentamos, nos tranquilizaremos creyendo que ejercemos la vindicta sobre los marxistas porque votamos a los liberales. Para entenderlo,no lean Cabildo, que es nazi. Pero Los endemoniados de Dostoievsky no puede dejar de leerse. Y allí, no sólo está retratado el carácter preternatural del mal que tenemos delante, sino el error que cometemos al desconocer la circularidad viciosa de sus progenitores y de su prole.
Mientras redactamos estas líneas, Macri ha dado a conocer la nómina de los centenares de “artistas, científicos e intelectuales” que le darán su voto. Ante la vista del horrísono listado es imposible mantener en pie la idea de que “aquí y ahora[Macri] es lo menos pésimo, porque nos libera aunque sea temporalmente del totalitarismo culturalmente marxista que soportamos”[2]. La contracultura marxista salta de contento con estos personajes, que conciben la política como un “resolver los problemas de la gente”; esto es, con ofrecerles bienestar y paraisos terrenales.¿Hay algo más sutilmente  próximo al materialismo marxista?
Asimismo, y ante la vista de los antecedentes pasados y de las conductas presentes de quienes integran la coyunda CAMBIEMOS, es inviable alimentar cualquier optimismo respecto de una reparación histórica sobre la situación de los soldados en cautiverio. Esto supuesto que el fin justificara los medios y que el bien privado esté por encima del bien común. Y que,entonces, para conseguirle a un amigo militar la prisión domiciliaria habría que darle nuestro voto a un hideputa anaranjado o amarillo.
II.-Votar tiene varias acepciones en el lenguaje político, aún en el clásico. Y hay votaciones que poseen su licitud y hasta su conveniencia. Pero votar bajo las especies del sufragio universal,la soberanía del pueblo,el monopolio de la representatividad partidocrática y la tutela del constitucionalismo moderno, es “la mentira universal”. Sumarse a esa mentira es conculcar el Octavo Mandamiento.
Como en el caso de la unión co-generadora entre liberales y marxistas o del mal menor, lo que acabamos de decir sobre la calificación moral del sufragio universal, no es una ocurrencia solitaria nuestra (suponiendo que de serlo deberíamos estar forzosamente equivocados). Hemos documentado con minucia la existencia de una sólida y larguísima docencia cristiana y aún no cristiana condenatoria de la inmoralidad numerolátrica. En mis escritos sobre el tema, no he apelado a mi autoridad para sostener esta premisa,que tanto parece molestar, sino a la de una frondosísima catalogación de autores, católicos o no, pontífices o súbditos, contestes en el álgido punto.
Se me objeta llamar pecado al sufragio universal porque “la Iglesiano enseña tal cosa desde el siglo XIX hasta el presente”[3]. Además de no ser correcta esta aseveración, la perspectiva democrática, como se ve, la forma mentis cuantitativista, ha invadido aún las propias filas de bautizados fieles y lúcidos. Y hasta los buenos católicos, para saber qué es pecado y qué no, deberán acudir ahora  al siglómetro. Como ese traje de baño que pasados dos veranos sin que nos quepa en el cuerpo, nos resignamos a considerar impropio para nuestras carnes, así también serían ahora los pecados para la vestimenta del espíritu. Tienen fecha de vencimiento. Pasada una determinada cantidad de años, si ya no se habla de ellos en la Iglesia, pues sencillamente no existen.
III.-Conocer y admitir estos principios rectos y procurar darles una aplicabilidad en cada aquí y ahora, no es un error filosófico (platonismo) ni una herejía religiosa (donatismo). Es la olvidada y simplísima virtud de la coherencia. Lo que Jordán Bruno Genta llamaba teresianamente “preferir la verdad en soledad al error en compañía”. Que pueda caerse en excesos o en defectos en su práctica, es riesgo propio de toda virtud. Va de suyo que cada quién hará lo posible por conservar el justo medio moral.
Nadie dice que “el orden moral y político, si no es cristiano, está irremediablemente corrompido”. Gobiernos hubo en tiempos paganos que pueden merecer nuestro encomio. Y hasta lo mismo podría decirse de ciertos gobiernos paganos en tiempos cristianos. Pero el ordenamiento moral y político que tenemos por delante y bajo el cual se nos propone vivir, es explícitamente anti-cristiano, y aún anti-natural y anti-humano. De allí que esté irremediable e inherentemente corrompido. Y de allí que propongamos enfáticamente la niguna cooperación con el mismo y hasta nuestro módico intento de combatirlo.
Lo que la política tiene de arte prudencial, y lo que la prudencia tiene de principios e instancias aplicados a casos y circunstancias concretos, no es algo desvinculado de la “batalla de ideas”. Sencillamente porque la operación sigue al ser. La teoría no se confunde con la praxis. Pero ninguna praxis deja de presuponer una teoría, y hasta el praxeólogo puro –precisamente por eso- es deudor de una concepción previa que luego ejecuta.
Las fuentes de la moral con las que medimos la pecaminosidad o culpabilidad del régimen al que nos quieren obligar a acatar, siguen siendo las mismas que enseña el Catecismo: objeto, fin y circunstancias. Y no hay principio del doble efecto o de voluntario indirecto que pueda servir para mitigar el desbarajuste ético de los colaboracionistas del sistema. No es que tengamos por malo aquello que nos repugna. Nos repugna lo que está objetivamente mal. Es un error el mero circunstancialismo vitalista de Ortega, pero error es también negarle valor moral a las circunstancias en las que elegimos libremente actuar; o desconocer que existe una virtud que rige el obrar en cada circunstancia, que se llama circunspección y que es parte de la prudencia. Es un error y un calvario la conciencia escrupulosa. Pero también lo es el laxismo moral y la pérdida de la conciencia del pecado.
IV-No somos el partido de los votos anulados,ausentes o en blanco. Nos tiene sin cuidado ser partícipes de un cambio en los cómputos finales del escrutinio. Ni siquiera somos el partido de los abstencionistas. Porque creemos que hay un quehacer político del católico, sobre el cual ya nos hemos expedido en muchas ocasiones, durante largos años. Un quehacer posible, perentorio y necesario, que nos convierte en presentistas no enausentistas de la vida política.
La deslegitimación del sistema no depende del número de electores que acudan a los comicios. Es más del mismo criterio cuántico. El sistema es intrínsecamente perverso y por lo tanto incurablemente ilegítimo. Las mentiras de la voluntad popular y de la soberanía del pueblo, no se contrarrestan con el abstencionismo, sino con una prédica infatigable de los sofismas en que se sustentan y con la demostración de que una alternativa práctica nos resulta y nos resultaría posible, si fuéramos capaces de desentendernos de las categorías y de los criterios con que la Modernidadconcibe a la acción política.
Un amigo carlista y reaccionario y empecinadamente ultramontano, nos regaló esta cita de Dominique Paladilhe, contenida en su libro: La grande aventure des Croisés. Se trata de una declaración de Saladino -nada menos- que dice lo siguiente: “¡Ved a los cristianos,ved cómo vienen en multitud, como se apresuran por el deseo, cómo se sostienen mutuamente, cómo se cotizan juntos, cómo se resignan a grandes privaciones”! Lo hacen con la idea de que por ello sirven a su religión; he aquí porqué consagran a esta guerra su vida y su riqueza. En todo esto no tienen más causa que la de Aquél que adoran, la gloria de Aquél en el que tienen fe”.
Buena reflexión para tiempos electorales que coinciden,además,con una nueva embestida del Islam, en la que ya no hay Saladinos ni mucho menos un Cid ni un Juan de Austria. Buena reflexión ante esta nueva y trágica encrucijada de la Iglesia y de la Patria. Quede dicho:no quisimos ni queremos tener otra causa que la gloria y la adoración de Aquél. Y en esta causa, se nos van los años, las privaciones,la vida y la guerra.
Pta: Por si alguien dispusiera de tiempo y ganas sugiero la lectura del Epílogo de mi libro La perversión democrática, donde me demoro en el quehacer político del católico, tomando distancias de posturas abstencionistas y colaboracionistas. Sólo aclaro que el escrito es del año 2010.

 


[1] Para quienes no estén en el tema –ni tengan porqué estarlo- aclaro que estoy aludiendo a una seguidilla de interesantes notas del blog Info Caótica(“El mal menor no es un pecado menor”, “El donatismo político”, “Balotaje”, “Algo  sobre el platonismo político”). Aclaro igualmente que, al margen de esta dolorosa disidencia, en no pocos y sustanciales planteos me siento afín al pensamiento expresado desde este valioso sitio digital. Y que fue desde el mismo, entre otros, que se dio a conocer la solidaridad de un puñado de amigos hacia mi persona, ante el ridículo y canallesco entredicho planteado por Monseñor Taussig.Por lo que guardo un agradecimiento particular.
[2] Declaración del Instituto de Filosofía Práctica, La vindicta como parte potencial de la justicia y las elecciones presidenciales, Buenos Aires,4-11-2015.

[3] Primer comentario de la Redacción del blog Infocaótica al artículo “Algo sobre el platonismo político”, 29-9-2015