lunes, 25 de abril de 2016

Logofobia

Se ha escrito bastante sobre la manipulación por medio del lenguaje. Una táctica de manipulación frecuente es el empleo de palabras talismán. Se considera tales a ciertos términos que a lo largo de la historia se han cargado de prestigio, de un prestigio tal, que nadie en ese momento se atreve a ponerlas en tela de juicio (en el siglo XVII, la palabra orden, en el siglo XVIII, la palabra razón, en el siglo XIX, la palabra revolución, en el siglo XX y comienzos del XXI, la palabra talismán por excelencia libertad). También son palabras talismán en uso diálogo, consenso y no discriminación.
La contracara de la actitud respecto de estas palabras prestigiadas es la logofobia. Término que empleamos aquí no en el sentido de trastorno psíquico, sino más bien como síntoma de una forma un tanto superficial de criticar ideas. En el catolicismo, la logofobia parece hija de la manualística, tal como la describiera L. Bouyer:
            “…los manuales de filosofía de los seminarios, que todavía ayer, como quien dice, concentraban toda la atención de los seminaristas durante los primeros años de estudio; con ellos quedaremos suficientemente edificados. En ellos se presentaba a Descartes, Leibniz, Kant, Hegel, Bergson, etc., como una caterva de cretinos malhechores, que con un solo silogismo, o a lo más con un sorites, se podían liquidar sin más. ¿Marx? El hombre con el cuchillo entre los dientes. ¿Freud? Un viejo verde. ¿Blondel o Le Roy? Modernistas de una perversidad muy particular, pues persistían en seguir siendo católicos, aunque ponían en tela de juicio que los únicos razonamientos adecuados debieran formularse en bárbara o baralipton... Yo he visto y oído con mis propios ojos y mis propios oídos –y la cosa no es muy vieja– a un profesor de universidad pontificia, en un congreso internacional de apologética, demostrar que personas como Gabriel Marcel, que pretendían haber llegado a la fe por el camino del existencialismo, sólo podían ser hipócritas. (Recuerdo también, a Dios gracias, los rugidos de furor con que Étienne Gilson acogió tal estupidez. Se le dejó hablar porque nadie en aquella docta asamblea conocía a santo Tomás tan bien como él, pero de ahí a inclinarse ante sus razones había gran trecho.)”
La lectura manualística se aplica muchas veces a las condenas de la Iglesia y así se genera logofobia. Se rechazan de modo emotivo e irracional palabras, sin preocuparse demasiado por precisar su contenido lógico ni su referencia a la realidad.
Recuerdo ahora del caso de un amigo que le tenía fobia a la denominación pro-vida en uso por grupos católicos que se oponen al aborto. Hay que reconocer que la expresión no es la más precisa. Si se tratara de un uso académico, desde la Filosofía del Derecho habría que hablar de grupos pro-defensa-del-derecho-subjetivo-natural-de-la-persona-humana-inocente-a-la-conservación-de-la-vida-física. Premisa de la cual se sigue la oposición a la despenalización y legalización del aborto, entre otras cosas. Pero el sintagma que expresa esta premisa es largo y para abreviarlo se podría emplear una sigla tan disonante como DSNPHICVF... De manera que por una convención del lenguaje, lo razonable es usar pro-vida, hasta tanto se encuentre una expresión más precisa y eufónica.

10 comentarios:

Jorge Rodríguez dijo...

A mi me esta dando logofobia la palabra "discernimiento"

Martin Ellingham dijo...

Por el discernimiento de espíritus de San Ignacio?

Carlo dijo...

Otra palabra transformada en talismán es "amor". Todo lo que importa es el amor, dicen en el mundo y también casi todos en la Iglesia hoy, sin jamás definir qué es y alejándolo del verdadero sentido cristiano de ágape/caritas. "Amor" sería cualquier inclinación, simpatía, atracción, obsesión o tara, y como en esos sentidos todos "aman" algo/alguien, nadie es pecador ni puede ser juzgado o condenado.

Anónimo dijo...

La que se está volviendo talismás es la palabra "misericordia"
Pocho

Jorge Rodríguez dijo...

No, por el uso que le da alguno de los discípulos de San Ignacio

Favila dijo...

De acuerdo con la crítica a la logofobia, pero el ejemplo de la palabra "provida" no me parece bien traído. Siempre hubo un término mucho más preciso que el de provida: antiaborto. Pero dicha palabra fue rechazada por creerse que los "anti-" resultaban antipáticos y se impuso como talismán la de "provida", en la creencia de que al definirnos de manera positiva atraeríamos la buena suerte. Además de lo absurdo de invocar tal creencia nuevaerista para evitar el término más preciso, se ignoró que "provida" era precisamente un término que venían usando las ligas neomalthusianas en su batalla a favor del aborto, y que no lo usaban por casualidad sino siguiendo una tradición que arrancaba por lo menos desde Nietzsche y su "partido de la vida".

Martin Ellingham dijo...

Favila:
No sé en España, pero por aquí pro-vida parece tomado del “pro-life” de los norteamericanos, contrapuesto al “pro-choice” de Roe v. Wade. La estrategia es contraponer un talismán (“libertad”) a otro (vida).
Saludos.

Favila dijo...

Sin duda fue un calco del término norteamericano. Por otra parte, creo que el "pro-life" estadounidense precede históricamente al "pro-choice", aunque ambos surgieron en el contexto de Roe v. Wade. Procuro no tener fobia a las palabras, por lo que no me importa que alguien se defina como provida. Eso sí, considero que el movimiento provida está profundamente averiado y habría que someterlo a un análisis crítico. Pero comprendo que es otro tema.

Abracadabra dijo...

En relación con esta entrada y algunas anteriores, hay quienes piensan que por usar la expresión "soberanía del pueblo", la Constitución de la República Argentina se tiñe automáticamente de una injusticia invalidante, que la torna ilegítima, con efectos expansivos por sobre todo su articulado. No prestan atención a si dicha expresión cambia o no cambia la justicia (o falta de justicia) de las diversas normas jurídicas y declaraciones contenidas en el texto constitucional, ni tampoco a si efectivamente dicha expresión tiene un correlato real en el gobierno del país o si más bien se trata de un pretendido fundamento ideológico "para la gilada".

¿Qué diferencia real causa en el gobierno de la Argentina tener o no tener esa expresión en su texto constitucional? Antes bien, piensan que la expresión es directamente operativa por estar allí escrita. Algo así como si yo dijese que la pantalla que estoy mirando fuese un auto de Fórmula 1 y por lo tanto pretendiera usarlo para correr una carrera en el autódromo: "abracadabra".

barba azul dijo...

Dicha expresión constitucional es ciertamente desgraciada, pero, como usted bien dice, carece de efecto automático.
Si la Constitución Nacional es mala (mala era la de 1853, con las reformas la han dejado pésima), es por todo lo demás, aun haciendo abstracción del positivismo pactista y la disputa más teórica que práctica sobre su conveniencia, procedencia y filosofía subyacente.