Se ha convertido en un lugar común
suponer que en las religiones no cristianas están presentes algunas semina Verbi (=semillas de la Palabra ), o que
constituyen una especie de praeparatio
evangélica (=preparación para el Evangelio). En el origen de esta creencia
está la enseñanza del Concilio Vaticano II. El Decreto sobre la actividad misionera afirma:
“[Los cristianos] estén familiarizados con sus [=de los no-cristianos]
tradiciones nacionales y religiosas, descubran con gozo y respeto las semillas
de la Palabra
que en ellas laten” (Ad gentes,
n. 11; cf Lumen gentium,
n. 17).
En la Constitución
dogmática sobre la Iglesia
se afirma:
“Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la
salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso
de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios.
Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una
preparación del Evangelio […] y otorgado por quien ilumina a todos los hombres
para que al fin tengan la vida” (Lumen gentium, n. 16; cf. Catecismo
de la Iglesia
católica, n. 843).
“La
Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas
religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de
obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho
de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella
Verdad que ilumina a todos los hombres” (Nostra
aetate, n. 2).
Después del Concilio, las
metáforas de las semina verbi y de la
praeparatio evangélica fueron retomadas
por los Sumos Pontífices. Pablo VI, en la Exhortación apostólica sobre la evangelización,
dice:
“[Las religiones no-cristianas] están llenas de innumerables ´semillas del Verbo´
[74] y constituyen una auténtica ´preparación evangélica´ [75], por citar una
feliz expresión del Concilio Vaticano II tomada de Eusebio de Cesarea” (Evangelii nuntiandi, n. 53).
Por
su parte, Juan Pablo II, en su primera Encíclica, escribe:
“Justamente los Padres de la Iglesia veían en las
distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad ´como
gérmenes del Verbo´,[67] los cuales testimonian que, aunque por diversos
caminos, está dirigida sin embargo en una única dirección la más profunda
aspiración del espíritu humano, tal como se expresa en la búsqueda de Dios y al
mismo tiempo en la búsqueda, mediante la tensión hacia Dios, de la plena
dimensión de la humanidad, es decir, del pleno sentido de la vida humana” (Redemptor
hominis, n. 11).
Por lo tanto, parecería que nos
encontramos con una doctrina bien establecida, profundamente enraizada en la
tradición, ya que las expresiones utilizadas son de origen patrístico. La
imagen las semina Verbi es de San
Justino y Clemente de Alejandría; el concepto de praeparatio evangélica, en cambio, como Pablo VI nos ha recordado,
se encuentra en Eusebio de Cesarea. Todo esto es cierto. El problema es: ¿estamos
seguros de que los Santos Padres, con tales expresiones, que se referían a las
religiones no cristianas (que en ese momento se identificaban con la religión
pagana)? Hago responder a esta pregunta a uno de los principales patrólogos del
siglo XX, Berthold Altaner (Patrología,
Marietti, 7ª ed., 1977). Acerca de Justino, que habla de las “semillas del Verbo"
en sus Apologías, escribe:
“Con su teoría del λόγος σπερματικός [logos spermatikos],
Justino echa un puente entre la antigua filosofía y el cristianismo. El
Logos divino apareció en Cristo en toda su plenitud; sin embargo, todo
hombre lleva en su razón un germen (σπέρμα) del Logos. Esta participación
del Logos, y consiguientemente la disposición para conocer la verdad, en
algunos sabios fué particularmente grande; así, por ejemplo, los profetas
del judaísmo, y entre los griegos, Heráclito y Sócrates. Opina Justino
que muchos elementos de la verdad pasaron de la antigua literatura
judaica a los poetas y filósofos griegos, ya que Moisés fué el más antiguo de los
escritores. Por consiguiente, los filósofos que ajustaron su vida y enseñanza
a los dictámenes de la razón fueron, en cierto sentido, cristianos antes de la
venida de Cristo. Pero sólo después de esta venida los cristianos
entraron en poder de la verdad total, segura y exenta de todo error (I
Apol. 46; II Apol. 8, 13). El pensamiento teológico de San Justino está
grandemente influido por la filosofía estoica y platónica” (pp. 70-71).
En
cuanto a Eusebio, que compuso una obra titulada Praeparatio evangelica,
Altaner escribe:
“La
Praeparatio evangélica (Εὐαγγελικὴ προπαρασκευή), en 15 libros, tiene por fin
demostrar que los cristianos han tenido razón al preferir el judaísmo al
paganismo. La ´filosofía de los hebreos´ es superior a la cosmogonía y
mitología de los paganos. Además, los sabios del paganismo, en especial Platón,
han tomado su doctrina del Antiguo Testamento” (p.
223).
Como se puede ver, los Santos
Padres no encuentran ninguna "semilla de la Palabra " en la
religión pagana, ni la consideran una "preparación del Evangelio".
Estas imágenes son aplicadas por ellos no a la religión, sino a la cultura de
la época, en especial a la filosofía y la poesía, que, según ellos, se
acercaron a Moisés. Los primeros cristianos nunca aprobaron todos los elementos
de la religión pagana, mientras no tuvieron escrúpulos para tomar incluso
categorías helenismo para expresar su fe. La preocupación de los cristianos de
los primeros siglos no fue el diálogo entre religiones, sino la inculturación
del Evangelio.
Una confirmación de esto, que fue
la actitud de la Iglesia
de todos los tiempos hasta el Vaticano II, se encuentra en el padre Matteo
Ricci (1552-1610). Por lo general, el misionero jesuita, se propone como un
precursor del diálogo interreligioso, dada su simpatía hacia el confucianismo.
Pero no se tiene en cuenta que tal simpatía surgió precisamente de la “conciencia
de que no había ningún elemento en el confucianismo que pudiera sugerir una
religión... el confucianismo, lejos de presentar la misma forma de una
religión, perseguía el objetivo de dar una justa y recta administración del
gobierno del país "(Franco Di Giorgio). Por el contrario, el padre Ricci
no tuvo escrúpulos en criticar el taoísmo y el budismo, que consideraba
incompatibles con el cristianismo.
Aquí cabe preguntarse si, en este
punto, el Concilio no representa una ruptura con la tradición, más que una evolución
legítima. No me corresponde responder a esta pregunta, que también constituye
un problema de suma importancia. La única cosa que puedo afirmar es que no parece
correcto decir, como Juan Pablo II en la Encíclica Redemptor
Hominis que "justamente los Padres de la Iglesia veían en las
distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad ´como
gérmenes del Verbo´”. Un Papa tiene toda la autoridad para interpretar la Revelación , pero no para
autoridad para distorsionar la historia.
Tomado y traducido de:
7 comentarios:
La catequesis de Benedicto XVI sobre San Justino aclara bastante este asunto.
Aporto el enlace a la catequesis que menciona Dick Winters:
http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070321.html
Agrego que el tema de la relación del cristianismo primitivo con la filosofía y la religión del mundo grecorromano es particularmente conocido por Benedicto, quien ya lo había tratado en su lección inaugural como profesor de teología en 1959, "El Dios de la Fe y el Dios de los filósofos".
http://es.catholic.net/op/articulos/13966/cat/599/el-dios-de-la-fe-y-el-dios-de-los-filosofos.html
Volvió a tratarlo, ya con afirmaciones casi idénticas a las de la catequesis de 2007 sobre S. Justino, en el capítulo homónimo del libro de 1968 "Introducción al cristianismo". (Libro que, aclaremos, adolece de severas notas de heterodoxia en la parte de cristología. Pero hay que "examinar todo y quedarse con lo bueno".)
http://www.mercaba.org/FICHAS/Religion/introduccion_cristianismo_06.htm
Cito:
"La fe cristiana optó, como hemos visto, por el Dios de los filósofos en contra de los dioses de las religiones, es decir por la verdad del ser mismo en contra del mito de la costumbre. En este hecho se apoya la acusación formulada en contra de la primitiva Iglesia que calificaba a sus miembros de ateístas; tal acusación nace de que la primitiva Iglesia rechazó todo el mundo de la antigua religio, de que no aceptaba nada de ella, sino que todo lo consideraba como pura costumbre vacía erguida en contra de la verdad. Para los antiguos, el Dios abandonado de los filósofos no era significativo religiosamente, sino una realidad académica, arreligiosa; dejarlo en pie, confesarlo como único y como todo, se consideraba como negación de la religión, de la religio, como ateísmo. En la sospecha de ateísmo con la que tuvo que enfrentarse el cristianismo primitivo se ve claramente su orientación espiritual, su opción únicamente en pro de la verdad, su opción únicamente en pro de la verdad del ser."
A mi comentario anterior, agrego que Benedicto XVI se refirió expresamente a la parte de Nostra Aetate citada por el artículo en un escrito no magisterial que publicó en L'Osservatore Romano el 11 de octubre de 1962, con ocasión del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Probablemente usó ese formato no magisterial para tener mayor libertad de expresar su pensamiento, el cual respecto a este tema es muy crítico del texto de la declaración. Cito:
"Por último, creció la intuición de que era justo hablar también de otras dos grandes religiones — el hinduismo y el budismo —, así como del tema de la religión en general. A eso se añadió luego espontáneamente una breve instrucción sobre el diálogo y la colaboración con las religiones, cuyos valores espirituales, morales y socioculturales debían ser reconocidos, conservados y desarrollados (n. 2). Así, en un documento preciso y extraordinariamente denso, se inauguró un tema cuya importancia todavía no era previsible en aquel momento. La tarea que ello implica, el esfuerzo que es necesario hacer aún para distinguir, clarificar y comprender, resulta cada vez más patente. En el proceso de recepción activa poco a poco se fue viendo también una debilidad de este texto de por sí extraordinario: habla de las religiones sólo de un modo positivo, ignorando las formas enfermizas y distorsionadas de religión, que desde el punto de vista histórico y teológico tienen un gran alcance; por eso la fe cristiana ha sido muy crítica desde el principio respecto a la religión, tanto hacia el interior como hacia el exterior."
http://www.vatican.va/special/annus_fidei/documents/annus-fidei_bxvi_inedito-50-concilio_sp.html
Por mi parte, mi entendimiento y praxis de "recepción activa" es maximalista: si un texto dice "ABCD", el proceso de "recepción activa" puede resultar en quedarme con "AcDE".
(De paso, y por lo que dije en mi comentario anterior, un texto que requiere que su lectura sea hecha en modo "recepción activa" entendida en este sentido maximalista es precisamente su "Introducción al cristianismo".)
Sin ánimo de defender a Nostra aetate y Cía. hay que tener en cuenta que religión puede usarse en forma análoga como cultura, dado que como hoy se entiende la última se ve mucho mejor explicada por la "tradición religiosa" (como se dice hoydía) que por la raza.
Así, hasta
Así, hasta losjesuitas con los guaraníes supieron hacer que pasasen de la antropofagia a la Eucaristía.
O san Pablo hizo pasar del Dios desconocido pagano a Cristo resucitado.
Rezad por un servidor, pecador. Gracias.
San Pablo no tuvo empacho en citar un verso tan controversial como "nosotros somos de su raza" (=los hombres somos de la raza divina) de la Phainomena del poeta-astrónomo Arato. Los cristianos utilizamos ampliamente los mitos griegos como alegorías de nuestra fe (los Hércules, Orfeos y Apolos en las catacumbas... por no mencionar al gigantesco Alighieri). Recomiendo a este respecto la lectura del opúsculo de S. Basilio de Cesarea “A los jóvenes, sobre la manera de sacar provecho de las letras helenas”. Cf. también las expresiones de S. Agustín en el cap. XL del libro segundo "Sobre la doctrina cristiana", y las de S. Jerónimo en su Epístola 70,2.
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