lunes, 16 de mayo de 2016

Semina Verbi, sin pelos en la lengua

Se ha convertido en un lugar común suponer que en las religiones no cristianas están presentes algunas semina Verbi (=semillas de la Palabra), o que constituyen una especie de praeparatio evangélica (=preparación para el Evangelio). En el origen de esta creencia está la enseñanza del Concilio Vaticano II. El Decreto sobre la actividad misionera afirma:
“[Los cristianos] estén familiarizados con sus [=de los no-cristianos] tradiciones nacionales y religiosas, descubran con gozo y respeto las semillas de la Palabra que en ellas laten” (Ad gentes, n. 11; cf Lumen gentium, n. 17).
En la Constitución dogmática sobre la Iglesia se afirma:
“Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio […] y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida” (Lumen gentium, n. 16; cf. Catecismo de la Iglesia católica, n. 843).
La Declaración sobre las religiones no cristianas, para expresar el mismo concepto, utiliza la imagen del haz de luz:
 “La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres” (Nostra aetate, n. 2).
Después del Concilio, las metáforas de las semina verbi y de la praeparatio evangélica fueron retomadas por los Sumos Pontífices. Pablo VI, en la Exhortación apostólica sobre la evangelización, dice:
“[Las religiones no-cristianas] están llenas de innumerables ´semillas del Verbo´ [74] y constituyen una auténtica ´preparación evangélica´ [75], por citar una feliz expresión del Concilio Vaticano II tomada de Eusebio de Cesarea”  (Evangelii nuntiandi, n. 53).
Por su parte, Juan Pablo II, en su primera Encíclica, escribe:
“Justamente los Padres de la Iglesia veían en las distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad ´como gérmenes del Verbo´,[67] los cuales testimonian que, aunque por diversos caminos, está dirigida sin embargo en una única dirección la más profunda aspiración del espíritu humano, tal como se expresa en la búsqueda de Dios y al mismo tiempo en la búsqueda, mediante la tensión hacia Dios, de la plena dimensión de la humanidad, es decir, del pleno sentido de la vida humana” (Redemptor hominis, n. 11).
Por lo tanto, parecería que nos encontramos con una doctrina bien establecida, profundamente enraizada en la tradición, ya que las expresiones utilizadas son de origen patrístico. La imagen las semina Verbi es de San Justino y Clemente de Alejandría; el concepto de praeparatio evangélica, en cambio, como Pablo VI nos ha recordado, se encuentra en Eusebio de Cesarea. Todo esto es cierto. El problema es: ¿estamos seguros de que los Santos Padres, con tales expresiones, que se referían a las religiones no cristianas (que en ese momento se identificaban con la religión pagana)? Hago responder a esta pregunta a uno de los principales patrólogos del siglo XX, Berthold Altaner (Patrología, Marietti, 7ª ed., 1977). Acerca de Justino, que habla de las “semillas del Verbo" en sus Apologías, escribe:
“Con su teoría del λόγος σπερματικός [logos spermatikos], Justino echa un puente  entre la antigua filosofía y el cristianismo. El Logos divino apareció  en Cristo en toda su plenitud; sin embargo, todo hombre lleva en su  razón un germen (σπέρμα) del Logos. Esta participación del Logos, y consiguientemente la disposición para conocer la verdad, en algunos  sabios fué particularmente grande; así, por ejemplo, los profetas del  judaísmo, y entre los griegos, Heráclito y Sócrates. Opina Justino que  muchos elementos de la verdad pasaron de la antigua literatura judaica a los poetas y filósofos griegos, ya que Moisés fué el más antiguo de  los escritores. Por consiguiente, los filósofos que ajustaron su vida y enseñanza a los dictámenes de la razón fueron, en cierto sentido, cristianos antes de la venida de Cristo. Pero sólo después de esta venida  los cristianos entraron en poder de la verdad total, segura y exenta  de todo error (I Apol. 46; II Apol. 8, 13). El pensamiento teológico  de San Justino está grandemente influido por la filosofía estoica y  platónica” (pp. 70-71).
En cuanto a Eusebio, que compuso una obra titulada Praeparatio evangelica, Altaner escribe:
La Praeparatio evangélica αγγελικ προπαρασκευή), en 15 libros, tiene por fin demostrar que los cristianos han tenido razón al preferir el judaísmo  al paganismo. La ´filosofía de los hebreos´ es superior a la cosmogonía y mitología de los paganos. Además, los sabios del paganismo, en especial Platón, han tomado su doctrina del Antiguo Testamento” (p. 223).
Como se puede ver, los Santos Padres no encuentran ninguna "semilla de la Palabra" en la religión pagana, ni la consideran una "preparación del Evangelio". Estas imágenes son aplicadas por ellos no a la religión, sino a la cultura de la época, en especial a la filosofía y la poesía, que, según ellos, se acercaron a Moisés. Los primeros cristianos nunca aprobaron todos los elementos de la religión pagana, mientras no tuvieron escrúpulos para tomar incluso categorías helenismo para expresar su fe. La preocupación de los cristianos de los primeros siglos no fue el diálogo entre religiones, sino la inculturación del Evangelio.
Una confirmación de esto, que fue la actitud de la Iglesia de todos los tiempos hasta el Vaticano II, se encuentra en el padre Matteo Ricci (1552-1610). Por lo general, el misionero jesuita, se propone como un precursor del diálogo interreligioso, dada su simpatía hacia el confucianismo. Pero no se tiene en cuenta que tal simpatía surgió precisamente de la “conciencia de que no había ningún elemento en el confucianismo que pudiera sugerir una religión... el confucianismo, lejos de presentar la misma forma de una religión, perseguía el objetivo de dar una justa y recta administración del gobierno del país "(Franco Di Giorgio). Por el contrario, el padre Ricci no tuvo escrúpulos en criticar el taoísmo y el budismo, que consideraba incompatibles con el cristianismo.
Aquí cabe preguntarse si, en este punto, el Concilio no representa una ruptura con la tradición, más que una evolución legítima. No me corresponde responder a esta pregunta, que también constituye un problema de suma importancia. La única cosa que puedo afirmar es que no parece correcto decir, como Juan Pablo II en la Encíclica Redemptor Hominis que "justamente los Padres de la Iglesia veían en las distintas religiones como otros tantos reflejos de una única verdad ´como gérmenes del Verbo´”. Un Papa tiene toda la autoridad para interpretar la Revelación, pero no para autoridad para distorsionar la historia.

 Tomado y traducido de:

7 comentarios:

Dick Winters dijo...

La catequesis de Benedicto XVI sobre San Justino aclara bastante este asunto.

Johannes dijo...

Aporto el enlace a la catequesis que menciona Dick Winters:

http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20070321.html

Agrego que el tema de la relación del cristianismo primitivo con la filosofía y la religión del mundo grecorromano es particularmente conocido por Benedicto, quien ya lo había tratado en su lección inaugural como profesor de teología en 1959, "El Dios de la Fe y el Dios de los filósofos".

http://es.catholic.net/op/articulos/13966/cat/599/el-dios-de-la-fe-y-el-dios-de-los-filosofos.html

Volvió a tratarlo, ya con afirmaciones casi idénticas a las de la catequesis de 2007 sobre S. Justino, en el capítulo homónimo del libro de 1968 "Introducción al cristianismo". (Libro que, aclaremos, adolece de severas notas de heterodoxia en la parte de cristología. Pero hay que "examinar todo y quedarse con lo bueno".)

http://www.mercaba.org/FICHAS/Religion/introduccion_cristianismo_06.htm

Cito:

"La fe cristiana optó, como hemos visto, por el Dios de los filósofos en contra de los dioses de las religiones, es decir por la verdad del ser mismo en contra del mito de la costumbre. En este hecho se apoya la acusación formulada en contra de la primitiva Iglesia que calificaba a sus miembros de ateístas; tal acusación nace de que la primitiva Iglesia rechazó todo el mundo de la antigua religio, de que no aceptaba nada de ella, sino que todo lo consideraba como pura costumbre vacía erguida en contra de la verdad. Para los antiguos, el Dios abandonado de los filósofos no era significativo religiosamente, sino una realidad académica, arreligiosa; dejarlo en pie, confesarlo como único y como todo, se consideraba como negación de la religión, de la religio, como ateísmo. En la sospecha de ateísmo con la que tuvo que enfrentarse el cristianismo primitivo se ve claramente su orientación espiritual, su opción únicamente en pro de la verdad, su opción únicamente en pro de la verdad del ser."

Johannes dijo...

A mi comentario anterior, agrego que Benedicto XVI se refirió expresamente a la parte de Nostra Aetate citada por el artículo en un escrito no magisterial que publicó en L'Osservatore Romano el 11 de octubre de 1962, con ocasión del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Probablemente usó ese formato no magisterial para tener mayor libertad de expresar su pensamiento, el cual respecto a este tema es muy crítico del texto de la declaración. Cito:

"Por último, creció la intuición de que era justo hablar también de otras dos grandes religiones — el hinduismo y el budismo —, así como del tema de la religión en general. A eso se añadió luego espontáneamente una breve instrucción sobre el diálogo y la colaboración con las religiones, cuyos valores espirituales, morales y socioculturales debían ser reconocidos, conservados y desarrollados (n. 2). Así, en un documento preciso y extraordinariamente denso, se inauguró un tema cuya importancia todavía no era previsible en aquel momento. La tarea que ello implica, el esfuerzo que es necesario hacer aún para distinguir, clarificar y comprender, resulta cada vez más patente. En el proceso de recepción activa poco a poco se fue viendo también una debilidad de este texto de por sí extraordinario: habla de las religiones sólo de un modo positivo, ignorando las formas enfermizas y distorsionadas de religión, que desde el punto de vista histórico y teológico tienen un gran alcance; por eso la fe cristiana ha sido muy crítica desde el principio respecto a la religión, tanto hacia el interior como hacia el exterior."

http://www.vatican.va/special/annus_fidei/documents/annus-fidei_bxvi_inedito-50-concilio_sp.html

Por mi parte, mi entendimiento y praxis de "recepción activa" es maximalista: si un texto dice "ABCD", el proceso de "recepción activa" puede resultar en quedarme con "AcDE".

(De paso, y por lo que dije en mi comentario anterior, un texto que requiere que su lectura sea hecha en modo "recepción activa" entendida en este sentido maximalista es precisamente su "Introducción al cristianismo".)

Walter E. Kurtz dijo...

Sin ánimo de defender a Nostra aetate y Cía. hay que tener en cuenta que religión puede usarse en forma análoga como cultura, dado que como hoy se entiende la última se ve mucho mejor explicada por la "tradición religiosa" (como se dice hoydía) que por la raza.

Jesuita dijo...

Así, hasta

Jesuita secular dijo...

Así, hasta losjesuitas con los guaraníes supieron hacer que pasasen de la antropofagia a la Eucaristía.
O san Pablo hizo pasar del Dios desconocido pagano a Cristo resucitado.

Rezad por un servidor, pecador. Gracias.

Alejo dijo...

San Pablo no tuvo empacho en citar un verso tan controversial como "nosotros somos de su raza" (=los hombres somos de la raza divina) de la Phainomena del poeta-astrónomo Arato. Los cristianos utilizamos ampliamente los mitos griegos como alegorías de nuestra fe (los Hércules, Orfeos y Apolos en las catacumbas... por no mencionar al gigantesco Alighieri). Recomiendo a este respecto la lectura del opúsculo de S. Basilio de Cesarea “A los jóvenes, sobre la manera de sacar provecho de las letras helenas”. Cf. también las expresiones de S. Agustín en el cap. XL del libro segundo "Sobre la doctrina cristiana", y las de S. Jerónimo en su Epístola 70,2.