viernes, 2 de septiembre de 2016

Salir de la madriguera


"Hace unos años, más o menos por el año 2003, estaba yo culminando un largo período de estudios sobre la vida religiosa cuando de repente caí en la cuenta de que el curso tomado por la Iglesia era mucho peor de lo que por ese entonces nos hacían creer los escritores católicos “conservadores”. Ese fue el incómodo momento en el que comprendí a los llamados “tradicionalistas”, y aunque jamás luego quise volver atrás y des-conocer lo que ahora sé, ese conocimiento no vino sin un costo. Ya nunca podría des-conocer lo que ahora conozco.
Yo me inicié creyendo en la simplificación de la realidad del relato conservador, que sería más o menos así: en el Concilio y luego de él, había habido un grupo de prelados “liberales” que había tratado de “desviar” los documentos conciliares y la praxis subsiguiente para sus propios propósitos. Estos prelados habían tenido bastante éxito en su cometido y las cosas habían estado bastante complicadas hasta los 80s y 90s, particularmente por los malos Obispos bajo Paulo VI. Pero luego un Papa “conservador” los coartó “limpiando” los seminarios, y convocando nuevos Obispos (mayormente) “conservadores”. El intento de “apropiarse” de la Barca había fracasado en gran medida, y las cosas iban volviendo lentamente al cauce natural de la Iglesia. Había muchos signos de que este joven movimiento “conservador sería el futuro, especialmente por su difusión entre los seminaristas. Algunos Colegios católicos nuevos se autoidentificaban como “Ex corde ecclesiae” mientras las parroquias y algunas diócesis se deshacían de los bongós, las guitarras, los muñecos y los globos en las Misas…todo parecía retornar a la normalidad.
Sonaba bien.  Los Buenos ganaban. El problema es que no era verdad. Los cimientos de lo “normal”, es decir, de la Ortodoxia, eran un piso falso. La realidad era que bajo ese piso falso yacía un enorme edificio, una Iglesia perdida que había sido enterrada y casi olvidada y de la que era estrictamente prohibido hablar.  Pero, para peor, ese falso piso era movible.
Había que enfrentarlo: existía una enorme grieta en la Iglesia Católica, una división de proporciones tales que constituía un cisma de facto. Una nueva y falsa religión se estaba desarrollando dentro de todas las instituciones de la Iglesia,  como la toxina de una infección bacteriana que enferma al cuerpo, y nadie parecía notarlo. Había un cisma oculto, que nadie parecía corregir, anidando desde el final del Concilio. El Neo-modernismo había tenido éxito en reemplazar las auténticas enseñanzas católicas hasta el punto en que el sostenimiento de ciertas doctrinas de la fe o su profesión eran suficientes para expulsar a cualquiera de este “revival católico conservador”. El Neo-Modernismo se había convertido de hecho en el nuevo conservadorismo.
 Trece años son un largo tiempo y desde entonces, y particularmente en estos últimos tres años, las falsas categorías “conservador/liberal de este simplificado relato  se fueron volviendo rápidamente obsoletas. Las contradicciones ya son finalmente inevitables para una gran cantidad de católicos. Y no comenzó con Francisco. Juan Pablo II impulsó este largo declive cuando (por ejemplo) aprobó el uso de mujeres servidoras en la Misa, y una gran cantidad de estos “conservadores", que venían clamando por la restauración de la norma, se vieron repentinamente desbancados por su querido Papa “conservador”
Este golpe a la imagen cuidadosamente construida  de Juan Pablo II como ícono “conservador”, fue devastador para ellos y se quedaron sin poder explicar la realidad. Entonces tomaron la única solución posible, que fue redefinir la ortodoxia de manera tal que incluyese cualquier novedad teológica o disciplinaria que cualquier Papa decidiera instalar. La Papolatría, o  Positivismo Papal, como comenzamos a llamarlo, había nacido. La persona del Papa, el hombre mismo, devino en la nueva ortodoxia, una especie de oráculo semi-divino que nos traería la nueva o la antigua doctrina según el humor, directamente desde la boca del “Espíritu” susurrante en sus oídos. Las “monaguillas” estaban bien, y cualquiera que pidiera su abolición sería un extremista reaccionario, tradi radical, cismático...etc….
Pero había una cosa (realmente una gran área de confluencia) que mantenía a los católicos “conservadores” del mismo lado que a los “Tradis”:
Lentamente, el piso en que se afirmaban  estos “neocatólicos” comenzó a moverse, hasta que les quedó el último metro cuadrado que era la enseñanza de la Iglesia sobre la moral sexual. El relato decía que mientras que el Papa continuara defendiendo y manteniendo estas tesis, no importaba cuantos Coranes besara. Todo eso podía debatirse. El sexo, el matrimonio y los bebés serían  la última línea. El problema es que esta “última línea” había sido escrita con tiza en el piso falso. Y Francisco ha empezado a borrarla. La posición “católica conservadora” había estado a salvo en la zona demarcada, al menos hasta la aparición de la Amoris Laetitia.
Disgresión: (Irónicamente, quizás, este compromiso de la ortodoxia católica vinculándola exclusivamente con las enseñanzas de la Iglesia sobre la moral sexual ha significado tomar la línea de los medios de comunicación: la moral católica solamente trata sobre las “cuestiones pélvicas”. Ni un católico neocón ni el editor de temas religiosos del New York Times han escuchado jamás mencionar el Reinado Social de Cristo Rey. Este enorme espacio en blanco en el que solía estar la Religión Católica es la razón por la que los apologistas del Novus Ordo continúan diciendo que a ellos “les simpatizan los Tradicionalistas” siempre que sean de la clase de los que prefieren la Misa Antigua. Los otros, esos que se la pasan mencionando el Syllabus, son llamados “católicos reaccionarios radicales”, porque desafían el paradigma completo. La buena clase de tradicionalistas son esos de los que habla Francisco: un grupo mitológico a los que les ocurre ser “adictos” a una estética anterior. En cambio, los malos prefieren vivir en una Iglesia completamente diferente, en ese edificio en ruinas y enterrado del que se supone que nadie ha escuchado hablar jamás)
 Me llevó mucho tiempo de lecturas, de conversaciones, y de pensar y visitar y aprender para comprender todo esto, pero cuando lo hice fue como si hubiera salido de la Matrix. El universo católico no tenía nada que ver con lo que había creído hasta ese momento.
Hay ciertamente muchos llegados al tradicionalismo que preferirían no saber lo que ahora sabemos. Es terrible e implica saber que muchas puertas se cerrarán para siempre, especialmente con respecto al trabajo y la vocación. Eso es particularmente duro de soportar. Pero allí fue donde la evidencia me llevó: no era posible esquivar la realidad. Sólo cuenta lo Real, aún cuando eso signifique no tener jamás lo más ambicionado en la vida. Aún cuando eso signifique que la dirección que toma  la vida propia, y para siempre, no hubiera sido jamás la que se hubiera  elegido. Pero esa es la razón por la que entendemos qué es lo que está pasando.
Resumiendo, Francisco no es una extraña e inexplicable anomalía. Francisco es la conclusión lógica de lo que ha estado pasando en la Iglesia desde 1965. No es una sorpresa. No es “confuso”. Ciertamente no es una desviación del camino glorioso en el que la Iglesia ha transitado desde la finalización del Concilio. Él es la corporización de todo lo que ha venido pasando desde que la Iglesia abrió las ventanas y dejó entrar al mundo post-ilustrado para que dirigiera las cosas hacia la degradación moral e intelectual. Esto incluye su aparente inhabilidad (y la de sus amigos y seguidores) para entender por qué una contradicción en los términos es un sinsentido (cuando menciono la “degradación intelectual”, me refiero precisamente a eso: a la pérdida de la capacidad de emplear los principios básicos del pensamiento racional)
Todo esto (lo sigo sosteniendo) está bien. No es un desastre salvo que empecemos a (no) pensar de ese modo. Más aún, todo esto será algo bueno al final, desde que en el mismo Francisco podemos ver a qué grotesca parodia de la fe y de la racionalidad nos lleva este camino. Francisco no es meramente la personificación del vaticanosegundismo:  mientras él se mueve rodeado de un aurea de blasfemia y herejía, mientras se toma selfies, haciendo gala de su irracionalidad, lo cierto es que constituye una muestra educativa del Mal Ejemplo. Alguien que personifica tan perfectamente  lo que es un mal padre que sirve de saludable lección para los hijos.
Desde el primer día de este Pontificado, he venido diciendo que este es el despertador que la Iglesia estaba necesitando tan desesperadamente. Esto era tan evidente que terminado el Cónclave  lo primero que un viejo amigo ateo me dijo fue “Bueno….parece que el Papa Francisco es muy popular entre los que no son católicos, no?”
He mantenido que la Iglesia, sangrando por miles de pequeñas heridas, no hubiera podido sobrevivir a otro papa “coservador”. Juan Pablo II y Benedicto tenían todavía el capital de siglos para gastar, pero ya no queda nada y hay que empezar de cero. Francisco no solamente va a hacer eso posible, sino que no dejará otra alternativa para los creyentes. Y eso es bueno.  Resumiendo: este pontificado era exactamente lo que hacía falta para forzarnos  a los Católicos a re-aprender nuestra fe, para poder defenderla,  no sólo del Mundo sino también de una jerarquía impregnada y adicta a sus pecados intelectuales y carnales.
Así que (Alleluya!) los restos que quedan de los creyentes católicos comienzan a darse cuenta. Aún aquellos que fueron infectados por el positivismo papal que fue la norma bajo Juan Pablo II han comenzado a cuestionarse las panaceas del novusordismo, es decir de esa serie de supuestos tácitos sobre el Catolicismo, que en realidad estaban en directa contradicción con la fe de nuestros Padres".
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5 comentarios:

Andrés Mario Battistella dijo...

Yo no llevo tantos años de despertar, pero me siento 100% identificado con este escrito. En mi caso, lo que como seminarista (lo fui durante 6 años), había amado como "tradicional", luego se me reveló como simplemente "neocón", y tuve que reconocer que muchas de las cosas que hice e ideas que defendí como tradicionales eran simplemente falacias y errores. Y sí, en los peores momentos siento el deseo de ser un idiota y olvidarlo todo, pero ya no es posible, ¡gracias a Dios!

Anónimo dijo...

Alleluia! Sí. Muy buen artículo. Pero no creo que vaya a haber un despertar de la Iglesia y un reflorecimiento de la Cristiandad (y esto no es una contradicción al artículo).
Creo más bien que será una pequeña minoría la que volverá o se mantendrá en el quicio de la fe, que la Iglesia como Institución continuará su desbarre cada vez más agravado, y que seremos expulsados de la Sinagoga (espero estar dentro de este grupo). Con lo cual el Alleulia cobra un significado potenciado, porque está a las puertas, "se acerca nuestra salvación".

Anónimo dijo...

Que bueno lo que comenta Andrés, gloria a Dios que van despertando.

Anónimo dijo...

El resultado de cuando la gente de recta intención comienza a recibir la información correcta.

Anónimo dijo...

Costa Astur • hace 13 días
El papa Wojtyla era filo-comunista, lo demostró en sus viajes "apostólicos".
Emmanuel Mounier y el segundo Maritain, fueron tan heterodoxos como el Papa que cita. Sé lo que digo:

Yo pertenecí a un grupo personalista mounierano durante décadas.
El grupo de seguidores de Mounier (I.E.M. español) se confiesa de izquierdas y está implantando sus doctrinas actualmente en centro (México) y Sudamérica, me refiero en concreto al profesor Carlos Díaz; buen padre de familia, buen católico practicante e incansable trabajador no lo niego, pero arrastra inadvertidamente al error a sus seguidores y teniendo como tiene, figuras insignes de la reciente Cruzada española, (nunca le oí hablar de José Antonio y mire que he asistido a innumerables conferencias suyas de corte político-filosófico y leído buena parte de su obra) es progresista por definición, pues cita hasta la saciedad al movimiento obrero casi casi como dogma de fe y luego se va hasta Francia en busca de un admirador de Descartes, del anarquismo y en menor medida del marxismo, que salva parte de los postulados de Nietzsche, aunque es cierto que Mounier propuso otros nuevos.
Sería bueno, se pusiera en contacto con escritores como Miguel Ayuso y José Miguel Gambra porque sabrían especificarle en concreto de qué errores se trata, yo no soy capaz. Tengo las obras completas de Mounier, si quiere se las envío a cambio de otras de Santo Tomás.
Un fuerte abrazo desde España y gracias por todos sus artículos.

http://adelantelafe.com/personalismo-bioderecho-bioderecho-personalista-la-necesidad-defensa/