Ofrecemos
unos fragmentos de la Carta a un trapense, obra del dominico argentino Mario
José Petit de Murat (texto completo disponible aquí). Un texto para leer y
meditar.
“…nuestras
formas de apostolado adolecen de una debilidad e ineficacia intrínsecas. La
agitación es mucha. Se multiplica la diversidad de actividades e instituciones hasta
la fatiga. Los Sacerdotes y los Religiosos se dividen y subdividen intentando
atender un cúmulo de empresas que se sobreponen,
ahogándose las unas a las otras. Los fieles abnegados, los verdaderamente
militantes, sufren la paradoja de que su propia acción les seca el espíritu a
causa de la compleja organización de reuniones y actos que han de atender. Cada
día trae consigo una nueva táctica y proyecto de "apostolado".
Hasta las
jovenzuelas que no han cumplido los primeros pasos en la mortificación de los
vicios y el desarrollo de las virtudes pretenden servir a Cristo más en los
otros que en ellas mismas.
Este estado de
cosas encuentra su origen en un mal anterior más lamentable aún: la confusión
que reina en tanto clero, ya secular, ya religioso. Allí donde se reúnen cinco sacerdotes
se entrechocan tres opiniones distintas; muchos de ellos sostienen teorías de
bajos sincretismos con los enemigos de la Santa Iglesia: otros, tornadizos como
las antenas impresionadas por cualquier onda, viven a la pesca de "los nuevos
métodos" cambiantes y frívolos como las modas. La angustia por la escasez
de los frutos, los mueve, no a podar para obtenerlos luego por un verdadero
acercamiento a Cristo, sino a multiplicar con desazón las actividades, la
hojarasca de los "apostolados" superficiales que se alejan más y más de
la Fuente y trotan servilmente a la par de los métodos de propaganda del mundo.
Esta experiencia
está tocando su propio fondo; vemos en el seno de toda esa actividad un casi
vado de Jesús. Ese mar de palabras, conferencias, de "sistemas
celulares" y "equipos especializados" están cargados de
disputas, de opiniones y actitudes individuales, más que de nuestro Señor y sus
Misterios.
¡Ah, cuánta
verdad es aquella de que "cuando el hombre habla, Dios calla; cuando el
hombre calla, Dios habla"!
Al fin al de
cuentas se ve que el Señor es muy soberano y si bien su misericordia lo llevó a
encarnarse, fur para transfigurarnos en El y "sentarnos entre los
príncipes de su pueblo", no para quedarse tirado para siempre en el
estiércol del pesebre.
En una palabra,
el activismo actual ha logrado el resultado que menos esperaba, es decir,
manifestar a las claras que padece una impotencia intrínseca para lograr la
conversión de las almas.La actividad apostólica cuando no emana de una
sazonada contemplación de Cristo y sus Misterios, cuando quiere nutrirse a si
misma o, cuanto más, en sustitutos anodinos de la vida monástica (hoy se enseña
con suma frecuencia a los fieles que pueden llegar a la unión con Dios apurando
Misas frecuentes; con la Comunión entre ómnibus y oficina, media hora de
meditación diaria y un director espiritual) no tarda en derivar hacia una vacía
agitación, y más que convertir, aumenta la confusión y el desconcierto pues no
poniendo los medios y las disposiciones suficientes para una purificación a
fondo, la que permite que la gracia santificante corra de verdad desde el alma
hacia toda potencia y acción, el Espíritu Santo no obra más que de manera
exigua en medio de muchos detritus individuales y mundanos.
La experiencia
muestra -y es hora de convencerse de ello- que el activismo obtiene para la
Iglesia sólo la agregación de afiliados como lo podría hacer un partido político
o una sociedad cualquiera. ¿Cómo se puede enseñar un cambio total de mente y
costumbres, si no se ha concebido ni vivido la decisión que pesa en la voluntad
redentora del Señor de obtener con el derramamiento de su Sangre, no
simpatizantes ni adeptos, sino absolutamente el odre nuevo para el vino nuevo,
la criatura nueva, transfigurada en hijo de Dios por la renovación completa, no
por una agregación de costumbres "católicas" a las antiguas
costumbres?
El activismo
confía en una doctrina rota por la mitad: todo él se funda en el "ex opere
operato" de los Sacramentos de la Nueva Ley. Es verdad; pero ese aserto se
completa con el otro término de la relación sacramental -el hombre- acerca de
cuya índole el Señor insiste hasta el cansancio en sus parábolas, donde enseña
que la gracia opera a modo de semilla y que ella germinará cumpliendo su poder
regenerante y transfigurante según las disposiciones más o menos favorables que
le ofrezca esta tierra que somos.El Bautismo, los Sacramentos, necesitan de un
clima, de un encelado amor y cuidados para desarrollarse. La vida monástica es
la única que los da cabales, tal como el Don de Dios los merece. La respuesta
del monje es la exacta, posible al hombre, frente al requerimiento de un Dios
hecho Hombre por nosotros. ¿Qué menos se puede hacer ante semejante Visitación
y Oportunidad que apartarse de todo para convertirse en una intensa receptividad
de ese Dios, de su Luz y su Voluntad; abrazarse a los medios, los más adecuados
a la consumación de tal unión? El monje es el que dentro de la Iglesia ha
escogido los "simpliciter" sobrenaturales; aquellos que emanan de manera
directa de la pura fe. No son de necesidad de medio, pero sí, los convenientes
en grado óptimo al máximo desarrollo de los Sacramentos imprescindibles. Toda
acción - la gracia sacramental en nuestro caso- supone un sujeto pasivo que la
recibe y el efecto será tanto más perfecto cuanto mejor dispuesto se encuentre
dicho sujeto para esa acción.
Las otras
Ordenes y Congregaciones disponen de los mismos medios, pero los disminuyen en
menor o mayor grado -algunas llegan a suprimir uno u otro- para combinarlos con fines
temporales que ya no son por sí mismos propiamente santificantes sino
santificables. Se podían permitir esa atenuación presupuesta la base de un
monacato vigoroso que cultivara la parte de María para toda la Iglesia. En
cambio, el inconsciente orgullo de muchos, las inadvertidas infiltraciones de
las tendencias contrarias que medran en el mundo, acentuaron de día en día en
medio de las fuerzas católicas de ataque y conquista, la confianza en la acción
humana; la actitud y porción de María, la del grano de trigo que se sepulta en
el silencio y la adoración para llevar fruto resultó, entonces, anacrónica e
ingenua. De esa manera la actividad apostólica quedó sin raíces o poco menos.
El que
sostuviere lo contrario no haría con ello otra cosa que despreciar a la
santísima Virgen, Madre de Dios y nuestra, ya que la vida monástica es la
prolongación de la suya, sobre la tierra. Además, causa espanto ver cómo
podemos enceguecernos los que nos creemos hijos de la Luz, y perder
entendimiento los que somos doctores en el Israel de Dios. Pues el texto de San
Lucas en el Cap. X, verso 38 al 42 es muy conocido y recitado a cada instante.
Entonces ¿cómo pudimos desarrollar tanto lo que allí el Señor Jesús reprochó a
Marta y descuidar o despreciar lo que el mismo Señor alabó y prefirió en María?
19 comentarios:
Permítanme felicitarlos calurosamente por poner a la consideración de los lectores Verdades tan simples pero tan altas, completamente olvidadas en el cristianismo actual (Escribá de Balaguer mediante, con otros más).
La desfiguración de la vida cristiana es tal, que ya nadie sabe la finalidad de la Encarnación, Muerte y Resurrección del Señor, que no es la de darnos una vida feliz-cristianizada-en-ESTE-mundo, sino ofrecernos la posibilidad de de dejarnos TRANSFIGURAR ya DESDE ESTE MUNDO, para recuperar nuestra verdadera identidad, aquélla que el Padre tiene constantemente ante sus ojos desde el principio, y que es la vuelta a la condición virginal de Adán en el Paraíso antes de la caída...
Bouyer, en esa obra maravillosa de los años '50 "Le sens de la vie monastique" (que pronto aparecerá en español), va desplegando este tesoro de verdades custodiado por la sabiduría monástica, y haciendo patente al mismo tiempo la falsificación de la vida cristiana y de la vida religiosa con la pericia que él ha tenido en estos temas.
Por ello, gracias nuevamente a la Redacción: el poner a la luz estos textos puede ser el camino utilizado por la Gracia para tocar la inteligencia y el corazón de algunos y enderezarlos hacia la vida definitiva.
Dios los bendiga.
Como un antecedente de esta carta en el siglo XVIII he colocado un sermón en mi blog del predicador de la corte de Luis XV muy interesante de leer.
uy...tocar la inteligencia y el corazón de los neocones tan pagados de sí mismos va a ser bastante difícil.
Completamente de acuerdo e lo que respecta al activismo enfermizo que nos invade, a la falta de auténtica contemplación, y en la loa que se hace de la vida monástica, sin embargo no veo el sentido de contraponer vida monástica y auténtico seguimiento de cristo , cuando este se puede producir perfectamente entre laicos que están en el mundo y tienen una vida de contemplación alejada de activismos. Que el monacato sea una vía de tan adecuada, no quita que haya otras igual de santas.
Salo
Es curioso que el que diga eso sea un integrante de una orden mendicante, que precisamente fueron las que introdujeron el activismo externo en la vida monástica medieval.
Pero en fin, yo lo veo solo como lo que siempre se ha dicho: que la vida contemplativa es más perfecta que la activa. Ahora bien, sí se puede vivir la contemplación en medio del mundo según la vocación peculiar.
Es curioso que el que diga eso sea un integrante de una orden mendicante, que precisamente fueron las que introdujeron el activismo externo en la vida monástica medieval.
No diga estupideces. ¿Le suena "comtemplata aliis tradere"?
Le recomiendo una buena historia de la Orden Dominicana (Mandonnet, Walz, Mortier) para que compruebe "en concreto" la primacía que siempre tuvo la contemplación por sobre la acción en los discípulos de Santo Domingo.
Que sí que sí, pero es lo que he dicho. A la monástica medieval fudnamentalmente contemplativa le sucede el activismo de los mendicantes que se echan a la vía amparados en la tradición monástica. Con eso no he dicho que no sean contemplativos.
Una vez puesto el principio de que lo que se ha contemplado hay que entregarlo a otros pues ya estamos en actividad en medio del mundo y la decadencia hacia el ágere comienza.
La monástica creo que es otra cosa muy distinta y en esencia consiste en la preservación sobre manera del género de vida contemplativo. En la orden mendicante el género de vida es mixto, aunque se le de prioridad a la contemplación.
No obstante reconozco que es un paso para recordar al laico que ha de ser contemplativo en medio del mundo, tal como los anacoretas y las órdenes de ermitaños recuerdan que el mundo no es lo más importante ni necesario cuando se ama a Dios. Cada uno en su sitio y Dios en el de todos.
No sé, pero me parece que lo de los mendicantes no es activismo.
No tengo la referencia ahora, pero Dice San Juan de la Cruz, de boca de uno de sus discípulos directos que la vida activa y contemplativa (mixta) es la más perfecta, más que la solamente contemplativa.
Salo
Claro, San Juan de la Cruz era mendicante, ¿que quieres que te diga? ¿que se había metido en un estado menos perfecto que el de otros?
Ay ay.
Lo de los mendicantes no es activismo, pero introduce ya el activismo externo en la vida del monasterio tal como hasta entonces se conocía.
Miles:
Vd. está idealizando "la vida del monasterio".
En el sentido muy peculiar en que Vd. utiliza la palabra "activismo", también los monasterios benedictinos, cluniacenses y cistercienses, eran "activistas".
Las órdenes mendicantes únicamente cambian las actividades rurales o artesanales que antes los monjes desarrollaban dentro del monasterio o en sus inmediaciones, por la "cura de almas" (laudare, benedicere, praedicare). Justamente por eso eran "mendicantes", porque no "trabajaban" para el autoabastecimiento -a diferencia de los monjes- sino que vivían de las donaciones que les hacían los fieles, para, así, poder dedicar toda su jornada a su ministerio.
En todo caso, si se me permite, las órdenes mendicantes realizan una "reforma espiritualista".
Si miran la frase de Santo Tomás que encabeza este blog comprenderá a que me refiero exactamente. Los mendicantes pasaron rápidamente a apoderarse de uno de los tres pilares de la sociedad medieval: el studium. Con ello, la reforma espiritualista se convirtió en concentración de poder.
PEDRO HISPANO a SALO: Es de Sto. Tomás, no de San Juan de la Cruz: "Quia sicut melius est illuminare quam lucere solum ita melius contemplata aliis tradere quam contemplare solum" "Porque lo mismo que es mejor iluminar que sólo lucir así tambien es mejor comunicar lo contamplado a los otros que sólo contemplar"
Ya Miles, pero San Juan de la Cruz es doctor de la Iglesia, y además tubo el matrimonio místico, y es una de las referenciaa principales en temas de oración dentro de la Iglesia así que por eso voy a tomar su referencia como de más peso.
Salo
¿De qué concentración de poder habla?
1º) Las cátedras que tenían los mendicantes en las Universidades eran marginales... aunque fuesen muy populares. Pero los seculares mantuvieron el control de las Univ. hasta bien entrada la Edad Moderna. No hay, por lo tanto, ningún "rápidamente apoderarse" del studium.
2º) Los monasterios contemplativos tuvieron durante toda la Edad Media y aún después muchísimo poder. Recordemos a las abadesas de Burgos recibiendo a los reyes que casi parecía venían a rendirle pleitesía. Y como éste hay numerosísimos ejemplos.
De nuevo, Miles, Vd. idealiza.
A ver, me dice usted que lo dice "San Juan de la Cruz, de boca de uno de sus discípulos directos". O sea que habla el discípulo, no el doctor y ahí mi respuesta.
No obstante lo que digan los doctores solo es impositivo en cuanto coincidan todos en una misma afirmación. En lo demás son opiniones, aunque sean muy autorizadas por provenir de un doctor de la Iglesia, pero opiniones que incluso entre doctores se oponen unos a otros en muchos temas. Y es obvio que en este tema en lo único que coinciden los doctores es en que el estado de perfección del hombre es el de la virtud, que es lo que enseña el magisterio de la Iglesia.
Santo Tomás lo que dice es una verdad de perogrullo, que es mejor comunicarse que solo conocer y callar. Pero ya puestos sigamos con el mismo Santo Tomás para afirmar que cuando hablamos de estados de perfección es bajo el aspecto, no de lo interior, sino de sólo en cuanto aportan alguna belleza para la Iglesia. Santo Tomás dirá a ese respecto, que en la Iglesia, el episcopado es el estado más perfecto, más que el de religioso y luego se verá en un gran periplo intelectivo para arguir porqué entonces el de religioso es más perfecto que el del párroco (un sacerdote con cura de almas).
Pero el truco para entender todo esto que tan unido está al clericalismo está en no olvidar que todo está siendo considerado bajo un aspecto estético. Por tanto juega un papel grande la apreciación subjetiva de la belleza de la Iglesia.
En realidad los estados de perfección son idealizaciones y no existen in re, salvo en la percepción de la belleza de la Iglesia. Lo que sí existe en la realidad es el estado más perfecto para cada individuo que es aquel donde obtiene el estado de virtud alumbrado por la gracia. El estado perfecto del hombre, dirá la Divini Illius Magistri citando el suplemento de la Suma, es el estado de virtud al cual sirve de escuela la familia que educa a la prole y eso se puede dar en cualquier hombre y condición y estado de vida en cuanto vivificado y hermoseado por la gracia santificante. Quizás por eso el matrimonio es un sacramento, tal como lo es el orden sacerdotal (el obispo como supremo estado de perfección en la Iglesia, algo interesante de estudiar cuando solo el sacerdocio era considerado sacramento y no el episcopado) y quizás por eso no lo es la profesión de los consejos evangélicos. Creo que Dios sabe ordenar su Iglesia y sus necesidades mucho más inteligentemente que el mejor de los escolásticos o de los religiosos que contempla el mundo desde la inmensidad de su celda o las estrecheces de su regla.
Lo único que hay definido en el dogma a todo esto es que la virginidad es más perfecta que el matrimonio. Y es por una razón obvia de índole escatológica.
¿Que quiero decir con todo esto? Que si alguno se cree que yo entro a los piques eternos entre la monástica y los mendicantes y luego entre estos y los jesuitas (que se precian de no tener mentalidad de fraile) y luego entre estos y los que les acahacan el clericalismo en orden a edificar un laicado nuevo que en nada se diferencia de la monástica sacada del convento, pues no me han entendido para nada en la sutil ironía que pongo por debajo de mis palabras sobre el clericalismo en la Iglesia: un clericalismo del que los religiosos tienen gran parte de culpa por haber convertido -sin quererlo ni pretenderlo, no se precipiten en los jucios- la Iglesia en algo similar a una secta gnóstica al estilo de la triple división entre somáticos, psíquicos y espirituales. Aunque claro, la cosa corre pareja a la pérdida del ser, que en el plano eclesiológico implica que hay un ser pensado en forma de fundaciones que se ha de imponer sobre el realismo sacramental. Que hoy tal cosa haya pasado de las reglas y órdenes de antaño a los nuevos movimientos es un mero escalón más en la escalera descendente de la inmannecia.
Acostúmbrense a mirar la historia de la Iglesia a lo largo, no a lo ancho. El poder llegó a las órdenes mendicantes en cuanto consieguieron transportar al monje fuera del monasterio y eso está claro en el studium, no ya porque prácticamente se apoderaron de instrumentos de poder, como la inquisición, sino porque se consiguió influir la teología desde posiciones autorizadas "espiritualistas" y tan alejadas del mundo que eran capaces de concluir que aún poseyendo una riqueza inconmensurable y un poder económico similar al de las multinacionales de hoy los religiosos eran pobres como ninguno. No, amigos, no fue un invento del Opus Dei y similares lo de manejar las finanzas mundanas mientras se declaraba la pobreza. Lo inventaron los mendicantes, lo afirmaron desde sus cátedras (si me apuran tenemos un ejemplo ya en San Buenaventura y los franciscanos) y al final lo hicieron derecho jurídico con Ockham. Desde su aparición serán mendicantes y regulares no monásticos, como en la primera parte de la Edad Media, los que lleven la batuta de las grandes transformaciones en occidente, que van desde las peripecias franciscanas ockhamisticas, hasta los delirios teocráticos del dominico Campanella pasando por la transformación herética del agustino Lutero... (No se lo tomen a mal y a la ligera, hay mucho que hablar y que cortar y muy poco espacio es un blog para ello) Digamos, para resumir, lo que le suelo decir a Ludovicus: el elefante barroco no surgió por generación espontánea. Tan solo es un mero paso más de la inmersión en la inmanencia.
El jardín de Dios es perfecto y todos son sujetos de perfección en cuanto tienden a cumplir la voluntad del jardinero, para quien su jardín es bello y bueno. Para los hombres la Iglesia es más bella en cuanto surgen apartados del jardín que muestran la mente del jardinero, pero no por eso esos apartados son más perfectos que los otros, aunque parezcan serlos a los hombres. Si lo tomamos desde la teología: es más bella una Iglesia bien formada teológicamente que una donde abunda la diletancia. Aterrizando en el tema: es más bella una Iglesia según el dogma de la gracia que una que cae en el semipelagianismo y olvida la importancia de la primacía absoluta de la gracia.
No, mi cita no es de Santo Tomás: es del Venerable padre Fray Eliseo de los mártires, que trató y fue discípulo de San Juan de la Cruz y que declara oficialmente y pone en boca del santo:
Porque quiso la Regla hacer observantes de vida mixta y compuesta por incluir en sí y abrazar las dos, activa y contemplativa. La cual escogió el Señor para sí por ser más perfecta. Y los modos de vida y estados de religiosos que las abrazan, son los más perfectos de suyo. Salvo que entonces cuando decía y enseñaba esto, no convenía publicarlo por los pocos religiosos que había, y porque no se inquietasen; antes convenía insinuar lo contrario hasta que hubiese gran número de frailes"
Pues eso Miles, tú tampoco te inquietes!
Salo
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