No muchas veces se puede encontrar en una web neocon como ReL algún cuestionamiento -siquiera remoto- al
super-dogma del Vaticano II. Pero a veces hay excepciones. Tal parece ser el caso de un breve vídeo del padre Santiago Martín, fundador y superior de los
Franciscanos de María, que reflexiona en Magnificat TV sobre un hecho singular:
más allá de las buenas relaciones personales, cuanto más tiende la Iglesia su
mano a otras comunidades cristianas, más se separan éstas de la Iglesia alzando
muros infranqueables, como la ordenación de mujeres o la elección de obispos
que practican abiertamente la homosexualidad. Ciertamente el franciscano no llega a reconocer que "los mismos textos conciliares tienen un enorme potencial de conflicto" (Kasper), pero al menos se da cuenta del fracaso de un optimismo buenista en relación con los cristianos separados.
7 comentarios:
El Ecumenismo es una utopía. Dialogar con otros cristianos que en su momento se separaron de la Iglesia Católica implica ceder, por lo tanto siempre es un error de bulto. El Ecumenismo está condenado al más rotundo fracaso.
Siendo nuestra Santa Madre Iglesia Católica la Única y Verdadera, no se entiende que tipo de unidad se puede buscar con otras confesiones religiosas que no pase por la conversión de todas ellas al Catolicismo.
Gracias por el dato, Infocaótica, pero reconozcamos que el P. Martín no cuestiona en ningún momento el superdogma del Vaticano II. “La intuición fundamental del concilio sigue siendo válida” afirma en un momento. Y cae en ese optimismo buenista al afirmar que los enemigos son los de afuera. Otro sacerdote neocon al que las ramas no le dejan ver el bosque.
Augusto del Río
Augusto:
Cierto que no cuestiona al Concilio en sí mismo y echa culpas a los cristianos separados. Pero reconoce de hecho el fracaso. Le falta ir de los efectos a las causas. Con todo, uno no puede curarse de una enfermedad si niega el síntoma.
El único ecumenismo que sirve es el que trata de convencer a los "hermanos separados" para que vuelvan a la única iglesia verdadera. El "diálogo" sin objetivos, no sirve para nada.
El Concilio pecó de petulancia; afirmó que lo que viene únicamente como gracia de Dios, podía ser realizado por la voluntad de los hombres. Con la trampita suplementaria de inventar un método que Dios no usaría nunca, a saber, el no reprochar a los equivocados su error sino confirmarlos en él, pensando así recuperar su amistad; o su obediencia, o lo que fuera.
En católico, esto se llama "presunción" y es un pecadote bastante grueso como para pasárselo por alto. Y afectó todos los ámbitos de la Fe, como que pronto se abandonó la "Misión", la evangelización verdadera, para trocarla en una especie de sincretismo diluyente.
Ni siquiera los buenos sentimientos, angustiado por la "evangelización", del papa polaco pudieron demoler este muro de presunción; y el apostolado tradicional desapareció casi por completo.
Anotar su fracaso práctico no es otra cosa, pues, que comprobar la inutilidad de una doctrina falsa y perniciosa.
J.
Junípero escribió:
"El Concilio pecó de petulancia; afirmó que lo que viene únicamente como gracia de Dios, podía ser realizado por la voluntad de los hombres."
Cito de la conclusión de Unitatis Redintegratio, sección 24:
"Este Sagrado Concilio ... se declara conocedor de que este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana. Por eso pone toda su esperanza en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, en la virtud del Espíritu Santo."
Apreciado Juan:
Sería bueno que copiara otras partes de "Unitatis ....", como por ejemplo el primer párrafo, el inaugural:
"1. Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II..."
O estotra parte, donde la Iglesia Católica queda como una atorranta:
"Con todo, el Señor de los tiempos, que sabia y pacientemente prosigue su voluntad de gracia para con nosotros los pecadores, en nuestros días ha empezado a infundir con mayor abundancia en los cristianos separados entre sí la compunción de espíritu y el anhelo de unión. Esta gracia ha llegado a muchas almas dispersas por todo el mundo, e incluso entre nuestros hermanos separados ha surgido, por el impuso del Espíritu Santo, un movimiento dirigido a restaurar la unidad de todos los cristianos. En este movimiento de unidad, llamado ecuménico, participan los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y salvador, y esto lo hacen no solamente por separado, sino también reunidos en asambleas en las que conocieron el Evangelio y a las que cada grupo llama Iglesia suya y de Dios. Casi todos, sin embargo, aunque de modo diverso, suspiran por una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal"
porque es claro que a la Iglesia Católica no se la puede considerar "única", "visible", o "universal".
O este otro:
"...por causa de las varias discrepancias existentes entre ellos y la Iglesia católica, ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, se interponen a la plena comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que el movimiento ecumenista trata de superar".
Y este final, con el cual concluyo esta exposición:
"Por "movimiento ecuménico" se entiende el conjunto de actividades y de empresas que, conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se suscitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos.
Tales son, en primer lugar, todos los intentos de eliminar palabras, juicios y actos que no sean conformes, según justicia y verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por tanto, pueden hacer más difíciles las mutuas relaciones en ellos; en segundo lugar, "el diálogo" entablado entre peritos y técnicos en reuniones de cristianos de las diversas Iglesias o comunidades, y celebradas en espíritu religioso. En este diálogo expone cada uno, por su parte, con toda profundidad la doctrina de su comunión..."
Le ruego que la próxima vez, si llegara a haberla, se tome la molestia de leer TODO el documento en cuestión y deje de lado el activismo-optimismo proconciliar de lado.
Es lo que se recomienda hacer con los "hermanos separados" en el Decreto que Ud., tan desafortunadamente, cita.
Cordialmente
J.
Publicar un comentario