martes, 3 de junio de 2014

Unión entre la urna y el altar

Una constante en la enseñanza social de la Iglesia, que se ha declarado repetidas veces en el Magisterio, es la indiferencia ante las distintas formas de gobierno, mientras sean justas y tiendan al bien común. Para no abundar en citas, tomemos una muestra de un libro del p. Iraburu:
“La Iglesia es neutral en cuanto a la forma de los regímenes políticos. Éste es un principio doctrinal que siempre ha sido enseñado y practicado por la Iglesia. En él se fundamenta tanto la libertad de la Iglesia ante el Estado, como el legítimo pluralismo político entre los cristianos. En efecto, la Iglesia «en virtud de su misión y naturaleza, no está ligada a ninguna forma particular de civilización humana ni a sistema alguno político, económico o social» (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 42d).
Pío XI: «la Iglesia católica, no estando bajo ningún respecto ligada a una forma de gobierno más que a otra, con tal que queden a salvo los derechos de Dios y de la conciencia cristiana, no encuentra dificultad en avenirse con las diversas instituciones políticas, sean monárquicas o republicanas, aristocráticas o democráticas» (1933, enc. Dilectissima Nobis 6). Vaticano II: «las modalidades concretas por las que la comunidad política organiza su estructura fundamental y el equilibrio de los poderes públicos pueden ser diferentes, según el genio de cada pueblo y la marcha de su historia» (Gaudium et Spes, 74f; cf. Juan XXIII, 1963, Pacem in terris, 67; Catecismo de la Iglesia católica, 1901).”
Respetando el régimen legítimo establecido, un católico puede preferir otro más conveniente para su patria y procurar su implantación por medios y procedimientos honestos. La preferencia teórica de otro régimen está garantizada por la misma accidentalidad de las formas de gobierno y por la libertad que la Iglesia concede a todos los ciudadanos en materia estrictamente política, con tal que sea conciliable con los principios del derecho natural y del Evangelio. De manera que, siguiendo la clásica la división tripartita, un católico tiene plena libertad para ser partidario de la monarquía, mientras que otro puede decantarse por la república y otro favorecer la aristocracia.
Hasta aquí, nada nuevo. Pero resulta que la Conferencia episcopal española, en su nota con motivo de la abdicación de Don Juan Carlos I, ha destacado el aporte del monarca a la “la consolidación de la vida democrática”. La nota merecería varios comentarios, pero vamos a enunciar sólo los primeros que ahora se nos ocurren:
- ¿Por qué se ha guardado silencio respecto de la responsabilidad de Juan Carlos I en la descristianización de la sociedad española?
- ¿Cuál es el motivo por el cual los obispos agradecen a Juan Carlos por la "consolidación de la vida democrática" si la Iglesia se reconoce indiferente ante las distintas formas de gobierno? Porque con un posicionamiento semejante en materia opinable podrían recriminarle por la disolución de la vida monárquica o por el decaimiento de la vida aristocrática.
- Se ha insistido con mucho empeño después del Vaticano II en que existe una legítima autonomía de las realidades terrenas y que en ella se incluye a las formas de gobierno. A la luz de esta nota, ¿deberemos concluir que la alianza entre el trono y el altar fue mala pero que la nueva unión entre la urna y el altar es legítima?
Nos parece que el poder de la corrección política es tal que ha provocado un nuevo enfeudamiento de la Iglesia con el orden demo-liberal y burgués. “Dirumpamus vincula eorum, et projiciamus a nobis jugum ipsorum. Qui habitat in caelis irridebit eos…” (Ps. II).

11 comentarios:

Isaac García Expósito dijo...

A esto habría que añadir el escaso conocimiento que tienen nuestros epíscopos sobre las formas de gobierno, ya que España no es una Democracia (el pueblo no elige a sus representantes ni hay división de poderes), sino una oligarquía.

Isaac García Expósito dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Maite C dijo...

Pues ahí va mi comentario que dejé ayer en un portal con motivo de la pronunciación de los obispos frente a la abdicación del Rey alabándolo por su extraordinario valor... bla,bla bla.

Efectivamente de “un extraordinario valor” pues hay que tener VALOR para firmar la ley del divorcio, dos leyes a favor del aborto: la ley Ledesma y la ley Aído, una ley que legaliza la blasfemia, la ley Pastor de Técnicas de Reproducción Asistida, la ley de uniones homosexuales, etc.etc.

¿Debemos felicitar a la CEE por tan noble gesto?

Miles Dei dijo...

¿Pero usted se piensa que el Rey firmó algo sin la bendición de la Iglesia?

No me sean ingénuos, por favor.

Maite C dijo...

¿Se desprende de mi comentario que pienso que la Iglesia nada tuvo que ver con las firmas del Rey?.

Por favor... nada más lejos de mi intención pues conozco muy bien el percal y por lo tanto de ingénua tengo muy poco.

Me he limitado a denunciar y recordar lo que el Rey llegó a firmar, pues es lo único que nadie menciona de esos 38 años como Jefe de Estado, y a felicitar a la CEE por rizar el rizo.

Anónimo dijo...

Señores Infocaoticos:

No les parece que en el magisterio postconciliar hay un cambio respecto a la doctrina sobre las formas políticas?

Hace tiempo salió un compendio de doctrina social (que no se que valor magisterial tendrá, supongo que de magisterio ordinario) donde si no recuerdo mal hay una preferencia por la democracia.

Saludos,

Juancho.

Redacción dijo...

Juancho:
En efecto, hay un compendio -que no es muy compendio, por su tamaño- que dice muchas cosas sobre la “democracia morbosa”. No sabemos qué valor tiene tal documento. ¿Podría ser contrario a una tradición multisecular que llega hasta el último Catecismo? No parece.
Saludos.

Anónimo dijo...

Lo de la Conferencia Episcopal es de traca.
Se ha convertido en un altavoz más al servicio del señor de este mundo:
Alguien se va, alguien le da las gracias. ¡Cuánta caridad!

¡Qué luces proféticas muestra la Conferencia episcopal!

Flavio Infante dijo...

Lo que ocurre con los episcopados de todo el orbe es que parecen creer en el carácter inexorable del triunfo de la democracia. Es consecuencia de la gripe progresista: se sustituye el contenido inmutable de la fe por la novedad que avanza, lo que constituye una forma de fatalismo. Hasta la misma institución de las conferencias episcopales parece haberse creado bajo el influjo de esta presunta constatación: de ahí la fiebre deliberativa, parlamentaria, que las anima -en clara contraposición con el tradicional carácter magisteril del obispo.

Pero hay algo que debe animar nuestra esperanza: si hay una señal inequívoca de que una forma política está por quedar perimida, ésta es la adhesión que suscita en el clero: así ocurrió con el Antiguo Régimen en vísperas de la Revolución, así con la simpatía de la jerarquía rusa-cismática hacia el zarato poco antes del '17. Atendiendo a esto, puede ser que estemos en vísperas del cese de la democracia.

Anónimo dijo...

Todo esto sería muy divertido sino fuera que cuando las masas furiosas vengan a degollar a los tiranos demoliberales, no dudaran ni un segundo en quemar las iglesias y acabar con los católicos dado que, y con toda la razón, son parte indistinguible del sistema, que apoyan y sostienen sin reservas.

Será todo muy feo, pero toda la violencia que se comete contra los católicos en ese momento no tendrá ni un ápice de injusta.

Ahí queda.

Pikachu.

Anónimo dijo...

porque no te vas a pasear pikachu poniendo a todos en la misma bolsa...injusto sos vos con muchos católicos.