domingo, 9 de octubre de 2011

Cristo orante


En el cielo, Jesús ya no reza como lo hizo en el huerto de los Olivos, prosternado y anonadado por la tristeza; el holocausto perfecto fue ofrecido. Pero continúa pidiendo que sus frutos nos sean aplicados en el momento oportuno, sobre todo a la hora de la muerte.

Si en las letanías no decimos: Christe, ora pro nobis, sino: Christe, miserere nobis; Christe, exaudi nos; es para recordar que Jesús no es solamente hombre, sino que es Dios, y al dirigirnos a su divina persona, es al mismo Dios a quien nos dirigimos, rogándole que nos escuche. Además, es absolutamente cierto que siempre vive en el Corazón de Cristo glorioso la oración de adoración y de acción de gracias, es como el alma del santo sacrificio de la Misa. Aún más, la oración de adoración y de acción de gracias durará eternamente, incluso cuando se haya dicho la última Misa. Este culto de adoración y de acción de gracias durará toda la eternidad, aun cuando la oración de petición habrá cesado con la última Misa en el fin del mundo

¡Qué consuelo pensar que Cristo, siempre vivo, no cesa de interceder por nosotros, que esta oración y esta oblación es como el alma del santo sacrificio de la Misa, y que a ella podemos siempre unir la nuestra! A menudo, a nuestra oración le falta la humildad, la confianza, la perseverancia que le serían necesarias; apoyémosla en la de Cristo; pidámosle que nos inspire orar como conviene, según las intenciones divinas, que haga brotar la oración de nuestros corazones y la presente a su Padre, para que seamos uno con Él por toda la eternidad. Pidámosle, así, para nosotros y para los moribundos, la gracia de las gracias: la de una buena muerte o de la perseverancia final, que es el preludio de la vida del cielo.

Tomado de: Reginald Garrigou-Lagrange. El Salvador y su amor por nosotros. Ps. 350-351