Teníamos
esta entrada en carpeta desde antes de la elección de Francisco. La pensamos
como complementaria de Newman contra la «papolatría». El p. Iraburu parece escandalizarse por el uso de «papolatría» pues sería un término empleado por los protestantes del siglo XVI
para denostar a los católicos fieles. Ciertamente es falso que los católicos
adoremos al Papa como a Dios. No existe una «papolatría» en sentido propio y
formal. Pero sí existe una «papolatría» que es un error por exceso
respecto del Romano Pontífice y su función en la Iglesia, con diversas
manifestaciones, sean teóricas o prácticas. En esta entrada, Gherardini alude a
una «papolatría» entendida como «infalibilismo». La infalibilidad es
un carisma de la Iglesia y del sucesor de Pedro, mientras que el infalibilismo
es una desvirtuación y una extensión del abusiva carisma petrino más allá de
los límites de la Revelación. Es también una actitud no exenta de servilismo,
típica en cierto modo de la mentalidad cortesana que ha sido efecto y causa de
exageraciones que en último término van contra los dogmas relativos al Primado, la
Iglesia y su Jerarquía. Haciendo
un poco de historia, debemos decir que la expresión «papolatría» se empleó durante
el Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II (recordemos que a Iraburu le gusta
poner énfasis en «sacrosanto»). La usó en el Aula Conciliar el Obispo
Emil-Josef De Smedt (Brujas, Bélgica) quien fuera parte del Secretariado para
la Unidad Cristiana y miembro de una Comisión que redactó esquemas que luego se
convertirían en documento oficiales del último Concilio. Y en el mismo sentido,
también la utilizó durante el Concilio Máximo IV Saigh, Patriarca de Antioquía
y todo el Oriente y cardenal de la Iglesia Católica.El
término «papolatría», bien entendido, ha adquirido carta de ciudadanía en la
Iglesia. Y su uso es legítimo siempre que se precise adecuadamente su
definición. A impulsos del entusiasmo papólatra ya estamos viendo otro signo de
«papolatría»: el atribuir a hechos y dichos del otrora cardenal Jorge M.
Bergoglio un valor equivalente al de actos pontificios. Es un error de funestas consecuencias.
A este respecto, parece muy apropiado considerar cuidadosamente las palabras del dogma: «El Romano Pontífice, cuando habla “ex cathedra”, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.»Palabras sopesadas con extremo rigor. No sólo no divinizan a un ser humano, sino que, en el acto mismo de reconocerle un carisma que ningún otro hombre posee, ponen límites claros y condiciones estrictas en el ejercicio del mismo. El Papa, en efecto, «no por el hecho de ser papa» (simpliciter papatus ex auctoritate), es absolutamente infalible.»Tal vez haya llegado el momento de decir con sinceridad y firmeza lo que reiteradamente se declaró en el pasado, reciente y lejano, acerca de la necesidad de liberar al papado de esa especie de «papolatría», que no contribuye a honrar al Papa y a la Iglesia. No todas las declaraciones papales son infalibles, no todas pertenecen al mismo nivel dogmático. La mayor parte de los discursos y documentos papales, aun cuando tocan el campo doctrinal, contienen enseñanzas comunes, orientaciones pastorales, exhortaciones y consejos, que en la forma y en el contenido, están muy lejos de la definición dogmática. Esta no existe sino cuando se presentan las condiciones establecidas por el Vaticano I.
A este respecto, parece muy apropiado considerar cuidadosamente las palabras del dogma: «El Romano Pontífice, cuando habla “ex cathedra”, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.»Palabras sopesadas con extremo rigor. No sólo no divinizan a un ser humano, sino que, en el acto mismo de reconocerle un carisma que ningún otro hombre posee, ponen límites claros y condiciones estrictas en el ejercicio del mismo. El Papa, en efecto, «no por el hecho de ser papa» (simpliciter papatus ex auctoritate), es absolutamente infalible.»Tal vez haya llegado el momento de decir con sinceridad y firmeza lo que reiteradamente se declaró en el pasado, reciente y lejano, acerca de la necesidad de liberar al papado de esa especie de «papolatría», que no contribuye a honrar al Papa y a la Iglesia. No todas las declaraciones papales son infalibles, no todas pertenecen al mismo nivel dogmático. La mayor parte de los discursos y documentos papales, aun cuando tocan el campo doctrinal, contienen enseñanzas comunes, orientaciones pastorales, exhortaciones y consejos, que en la forma y en el contenido, están muy lejos de la definición dogmática. Esta no existe sino cuando se presentan las condiciones establecidas por el Vaticano I.
— Es necesario que el Papa hable «ex cathedra»: la
expresión toma su significado de la función ejemplar y moderadora que, desde el
principio, hizo del Obispo de Roma el maestro de la Iglesia universal y de la
misma Roma el «locus magisterii». En uso desde el siglo II como símbolo de la
función magisterial del obispo, la cátedra devino, luego, en el símbolo de la
función magisterial del Papa.Hablar «ex cathedra» significa, por tanto, hablar con la
autoridad y la responsabilidad de la persona que goza de la jurisdicción suprema,
ordinaria, inmediata y plena sobre toda la Iglesia, y cada uno de sus fieles,
pastores incluidos, en materia de fe y costumbres, pero no sin reflejos e
incluso efectos disciplinarios.
— «Omnium Christianorum pastoris et doctoris munere
fungens»: la frase hace explícito el contenido de «ex cathedra». Fuentes
bíblicas neo-testamentarias y documentos de la Tradición confluyen en la
definición del Vaticano I para afirmar que la infalibilidad del magisterio
papal sólo surge cuando el Papa enseña la Revelación divina y hace obligatorias
sus enseñanzas para todos.
— «Pro suprema sua Apostolica auctoritate »: es la razón
formal de su magisterio infalible y universal. Tal razón es debida a la
sucesión apostólica del Papa a Pedro, que entonces fue el primero, pero no el
único, obispo de Roma, y Papa, en cuanto obispo de Roma. A todo sucesor suyo en
la «cátedra romana» compete todo cuanto
Cristo había dado a Pedro, «ratione office, non personae». Es por ello menos
correcto decir «infalibilidad personal del Papa» en vez de «infalibilidad
papal». Empero, si se quiere insistir, como hace alguno, en la «infalibilidad
personal», se debe distinguir siempre, en el Papa, la «persona pública» de la
«privada», recordando que la «persona pública» viene determinada por su oficio.
— «Doctrinam de fide vel moribus»: debe tratarse de una
verdad que se ha de creer y cualificada de la existencia cristiana,
directamente contenidas o no, en la Revelación divina. Un objeto diverso de la
enseñanza papal no puede pretender estar cubierto por el carisma de la
infalibilidad, el cual se extiende tanto como la Revelación misma.— «Per assistentiam, divinam»: no cualquier intervención
del Papa, no una simple advertencia, no una enseñanza cualquiera, están
asegurados por la asistencia del «Espíritu de la verdad» (Jn.14, 17; 15, 26),
sino solamente aquel que, en armonía con las verdades reveladas, manifiesta que
el cristiano debe, en cuanto tal, creer y poner en práctica.Sólo con el pleno y absoluto respeto de las mencionadas
condiciones, el Papa recibe la garantía de la infalibilidad; puede, por tanto,
recurrirse a ella cuando se intenta obligar al cristiano en el ámbito de la fe
y de la moral. Y también cabe agregar, de toda intervención papal y de las
palabras que la expresan, debe resultar, junto al respeto de las condiciones
indicadas, la voluntad de definir una verdad como directa o indirectamente
revelada, o bien de definir una cuestión «de fide vel moribus», con la que toda
la Iglesia deberá luego uniformar su propia enseñanza.
15 comentarios:
Así como los chavistas pasean el cadáver de Chávez, los de Infocaótica sacan la momia de Gherardini a cada paso
Cuando Gherardini escribió este artículo tenía la misma edad que tiene el Papa Francisco.
Un comentario a propósito de "papolatría" y "damnatio memoriae". Frente a esta encrucijada con visos oníricos, la preocupación de un cristiano (ante todo si es argentino) se halla cabalmente justificada. La gracia supone la naturaleza y no borra la historia. Por la pavorosa deformación doctrinal ya secular que ha desembocado en el obediencialismo nominalista y el verticalismo automático, abundarán quienes -aunque con sincera intención de piedad y de ortodoxia- decidan voluntariamente imponerse glaucomas y lobotomías cognoscitivas, que los harán apearse de la racionalidad –con el compromiso que ello podría acarrear a la Fe católica misma-. Pero no es ésa la obligación de la hora. Sí rezar, y estar preparados para lo que venga.
Iraburu es más viejo que el Papa.
Si Gerardini es una momia
¡¡¡¡QUE SE MULTIPLIQUEN LAS MOMIAS, GLORIA A DIOS!!!!!!
Esos curas de antes que realmente se ve que tienen la verdadera fe, pero parece que a muchos les molesta que haya gente asi.
Si el mundo los odia es porque primero odiaron a SU MAESTRO.
¡¡VIVA GERARDHINI!!
¿Iraburu es mas viejo que el Papa? ¿cual de los dos Papas?
Como odian algunos todo lo anterior al V II....y cuanto disfrutan toda este debacle. ¿es o no perverso eso?
Trento y su misa los vuelve locos...¿de donde les vendrá eso?
Sin embargo, aunque el Papa no hable "ex Cathedra", su magisterio no deja de ser vinculante.
Según el punto 25 de "Lumen Gentium": "...Este obsequio religioso de la voluntad y del entendimiento de modo particular ha de ser prestado al magisterio auténtico del Romano Pontífice aun cuando no hable ex cathedra; de tal manera que se reconozca con reverencia su magisterio supremo y con sinceridad se preste adhesión al parecer expresado por él, según su manifiesta mente y voluntad, que se colige principalmente ya sea por la índole de los documentos, ya sea por la frecuente proposición de la misma doctrina, ya sea por la forma de decirlo".
Según los cardenales de la Santa Iglesia Romana que suelen largar de lo que ha pasado en el cónclave -en este se sospechó que había alguno grabando- y también de S.S. el Papa que al contar el porqué de su nombre contó cosas que quedaban bajo el juramento prescrito en términos que usan el adverbio "religiose" ya no hay que entender con tanto escrúpulo este obsequio de la voluntad y el entendimiento.
En efecto si el juramento que se ha de mantener "religiose" y que la traducción oficiosa ponía como "escrupulosamente" siguiendo el sentido clásico del adjetivo "religiosum" se puede obviar en ciertos detalles como hemos visto en la práctica del más alto nivel de la Iglesia. Lo mismo hemos de pensar entonces para el obsequio "religiosum" de la mente y la voluntad.
La conclusión práctica es que no hay que ser tan escrupuloso ni estricto en ese tema y que el obsequium religiosum, que es precisamente un obsequio escrupuloso y preciso por estar lleno de un sentido religioso, puede incluir el no estar de acuerdo e incluso disentir en algunos puntos sin más escándalo tal como los cardenales, y el mismo Papa, obvian en lo que atañe al juramento "secreto contecturos esse religiose".
Al final, el magisterio práctico de Francisco parece haber dado luz a este tema.
Eso sí, siempre que el neocón de turno no esté dispuesto a llamar perjuro al Papa y a los cardenales.
S. Wiedenhofer, Eclesiología, en: Th. Schneider (dir.), Manual de Teología Dogmática, Barcelona 1996, 665-772:
«La obediencia religiosa que se ha de prestar al Magisterio auténtico contiene ante todo un elemento de confianza: de ordinario el creyente puede confiar en el Magisterio auténtico de la Iglesia. Quien se abandona a las declaraciones de ese Magisterio puede, por lo general, estar seguro de no alejarse de la verdad de Dios, sino de estar moviéndose hacia la misma. Y contiene también un elemento de amenaza: quien de manera consciente no acepta las declaraciones del Magisterio corre de ordinario el peligro de errar y quien enseña lo contrario es que, por lo general, ya se ha separado de la concepción creyente de la Iglesia. Esta relación del fiel con el Magisterio auténtico responde en cierto modo (aunque no en todos, naturalmente) a la relación del enfermo con el médico, del alumno con el profesor y del hijo con sus progenitores. Aunque no todas las instancias, autoridades y funciones son infalibles (¡cuántos fallos, a menudo desoladores, padecen médicos, profesores y padres!), de ordinario y con toda razón el enfermo confía en el médico, el alumno en el profesor y el niño en sus padres, esperando de tales instancias el objetivo correspondiente (salud, instrucción, educación).
Quien cree poder renunciar a tales instancias, o actúa sistemáticamente contra las mismas, corre de ordinario el riesgo de no alcanzar la meta apetecida»
Quien cree poder renunciar a tales instancias, o actúa sistemáticamente contra las mismas, corre de ordinario el riesgo de no alcanzar la meta apetecida»
A) Se entiende entonces que el que no actúa sistemáticamente contra ellas y sin renunciar a ellas puede no estar de acuerdo en algunos puntos con ella siempre que el criterio para manifestar la propia opinión esté bajo el gobierno de la prudencia.
B) Correr un riesgo no significa necesariamente incurrir en un percance. En algunas profesiones el riesgo se asume como algo inherente. Me pregunto por qué existirá el canon 218 en el Código de Derecho Canónico.
Volviendo al ejemplo del juramento: confiamos en que el Papa no es un perjuro, sino que en su criterio personal cree que es prudente contar tales cosas. Al contrario también funciona. De ahí surge el diálogo en los temas opinables, no sólo entre jerarquía y teología, sino entre los mismos fieles cristianos, de modo que nadie puede condenar como hereje a otro por mostrarse disconforme en algunos puntos de este cuarto nivel de magisterio que es muy variado.
¿y que se hace si el supuesto magisterio auténtico de un Papa contradice al magisterio auténtico de un Papa anterior?
Se sigue la regla universal de san Vicente de Lerins.
La papolatría es el vicio neocón de nuestro tiempo. Hay algunos a quienes les va a dar patatús cuando Francisco comience a vender los tesoros del Vaticano. Ahí quiero ver cómo algunos defenderán lo que antes criticaron.
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